Esclavo de Amor- Capítulo 18



— Nani ¿crees que es posible que Hyukjae pueda trabajar como profesor en la facultad una vez acabemos con la maldición? Estaba pensando que pod…

— No, Donghae —le interrumpió él.

— ¿Que no qué? Vas a necesitar…

— No voy a quedarme aquí.

La mirada fría y vacía que tenía en aquel momento era la misma con la que le había mirado la noche en que lo convocaron. Y a Donghae lo partió en dos.

— ¿Qué quieres decir? —inquirió. El desvió la mirada.

— Atenea me ha hecho una oferta para devolverme a casa. Una vez rompamos la maldición, me enviará de nuevo a Macedonia.

Donghae se esforzó por seguir respirando.

— Entiendo —dijo, aunque se estaba muriendo por dentro—. Usarás mi cuerpo y después te irás. —Y siguió con un nudo en la garganta: — Al menos no tendré que pedir a Judith que me lleve a casa después.


Hyukjae retrocedió como si lo hubiese abofeteado.

— ¿Qué quieres de mí, Donghae? ¿Por qué ibas a querer que me quedara aquí?

Él no conocía la respuesta. Lo único que sabía era que no quería que se marchara. Quería que se quedara. Pero no en contra de su voluntad.

— Te voy a decir algo —le dijo. Comenzaba a enfadarse ante la idea de que él desapareciera—; no quiero que te quedes. De hecho, se me está ocurriendo una cosa, ¿qué tal si te vas a casa de Judith por unos días? —y entonces miró a su amiga—, ¿te importaría?

Judith abría y cerraba la boca como un pez luchando por respirar. Hyukjae alargó un brazo hacia Donghae.

— Donghae…

— No me toques —le advirtió apartando su propio brazo—. Me das asco.

— ¡Donghae! —exclamó Judith—. No puedo creer que tú…

— No importa —dijo Hyukjae con voz fría y carente de emoción—. Al menos no me ha escupido a la cara con su último aliento.

Lo había herido. Donghae podía verlo en sus ojos; pero él también se sentía muy herido. Terriblemente herido.

— Hasta luego —le dijo a Judith y se marchó, dejando allí a Hyukjae.

Judith dejó escapar el aire lentamente mientras observaba a Hyukjae, que contemplaba cómo Donghae se alejaba de ellos. Su cuerpo estaba totalmente rígido y tenía un tic en la mandíbula.

— Donde pone el ojo, pone la bala. Un golpe directo al corazón. Una herida en carne viva.

Hyukjae la dejó clavada con una mirada francamente hostil.

— Dime, Oráculo. ¿Cuáles deberían haber sido mis palabras?

Judith barajó sus cartas.

— No lo sé —le contestó melancólicamente—. Imagino que no te habría ido tan mal si hubieses sido honesto.

Hyukjae se frotó los ojos y se sentó en la silla, frente a Judith. No había tenido intención de herir a Donghae.

Y jamás podría olvidar esa mirada, mientras le escupía las horribles palabras: «No me toques. Me das asco.»

Se esforzó por seguir respirando, aguantando la agonía. Las Parcas seguían burlándose de él.

Debían tener un día aburrido en el Olimpo.

— ¿Quieres que te lea las cartas? —le preguntó Judith, devolviéndolo al presente.

— Claro, ¿por qué no? —contestó. No iba a decirle nada que no supiera ya.

— ¿Qué quieres saber?

— ¿Alguna vez…? —se detuvo antes de formular la misma pregunta que hiciera, siglos atrás, al Oráculo de Delfos— ¿…conseguiré romper la maldición? — preguntó en voz baja.

Judith barajó las cartas, y sacó tres de ella. Abrió unos ojos como platos.

Hyukjae no necesitaba que las interpretara. Ya lo veía por sí mismo: una torre destrozada por un rayo, un corazón atravesado por tres espadas, y dos personas encadenadas y arrastradas por un demonio.

— No pasa nada —le dijo a Judith—. Jamás he pensado que pudiese salir bien.

— Eso no es lo que nos dicen las cartas —susurró—. Pero tienes toda una batalla por delante.

Hyukjae soltó una amarga carcajada.

— Manejo bien las batallas —era el dolor que sentía en el corazón lo que iba a acabar con él.



Donghae se limpió las lágrimas de la cara mientras entraba en el camino de acceso al jardín. Apretó los dientes al bajarse del coche, y cerró la puerta con un fuerte golpe.

Al infierno con Hyukjae. Podía quedarse atrapado en el libro para toda la eternidad. Él no era un trozo de carne a su entera disposición.

¿Cómo pod…?

Buscó en el bolsillo las llaves de la entrada.

— ¿Y cómo no iba a hacerlo? —murmuró. Sacó la llave y abrió la puerta.

La ira lo consumía. Estaba siendo irrazonable, y lo sabía. Hyukjae no tenía la culpa de que Shang hubiese sido un cerdo egoísta. Como tampoco era culpable de que él temiese ser utilizado.

Estaba culpando a Hyukjae por algo en lo que no había participado, pero aún así…

Sólo quería a alguien que le amara. Que alguien quisiera quedarse a su lado. Y había esperado que al ayudar a Hyukjae se quedara cerca y…

Cerró la puerta y meneó la cabeza. Por mucho que deseara que las cosas fuesen distintas, nada iba a cambiar, puesto que no estaba escrito que fuesen de otro modo. Había escuchado lo que Ben contó acerca de la vida de Hyukjae. La historia que el mismo Hyukjae contó a los niños sobre la batalla.

Recordaba el modo en que había cruzado la calle como una exhalación para salvar al niño.

Él había nacido para liderar un ejército. No pertenecía a esta época. Pertenecía a su mundo antiguo.

Era muy egoísta por su parte intentar mantenerlo a su lado, como si fuese una mascota que acabase de rescatar.

Subió las escaleras penosamente, con el corazón destrozado. Tendría que alejarse de él. Era todo lo que podía hacer. Porque, en el fondo, sabía que cuanto más supiese acerca de Hyukjae, más cariño le cogería. Y si él no tenía intención de quedarse, acabaría muy herido.

Había subido la mitad de la escalera, cuando alguien llamó a la puerta principal. Por un instante, se le levantó el ánimo al pensar que podía ser Hyukjae; hasta que llegó a la puerta y vio la silueta de un hombre esperando en el porche.

Entreabrió la puerta y emitió un jadeo. Era Lu Han.

Llevaba un traje marrón oscuro, con una camisa amarilla y corbata roja. Se había peinado hacia atrás el pelo corto y negro, y le dedicaba una radiante sonrisa.

— ¡Hola Donghae!

— Señor Lu —lo saludó glacialmente, aunque el corazón le latía a toda prisa. Había algo definitivamente espeluznante en este tipejo delgado—. ¿Qué está haciendo aquí?

— Pasaba por aquí y me detuve para saludar. Se me ocurrió que pod…

— Tiene que marcharse.

Él frunció el ceño.

— ¿Por qué? Sólo quiero hablar contigo.

— Porque no atiendo a mis pacientes en casa.

— Vale, pero yo no soy…

— Señor Lu —le dijo con brusquedad—. Tiene que marcharse. Si no lo hace, llamaré a la policía.

Sin hacer mucho caso a la ira de Donghae, asintió con la cabeza, demostrando tener la paciencia de un santo.

—¡Vaya! Entonces debes estar ocupado. Puedo pasar por aquí más tarde. Yo también tengo mucho que hacer. ¿Vengo luego entonces? Podemos cenar juntos.

Totalmente mudo de asombro, Donghae lo miró fijamente a los ojos.

— No.

Él sonrió ante la negativa.

— Vamos, Donghae. No seas así. Sabes que estamos hechos el uno para el otro. Si me dejas…

— ¡Márchese!

— Muy bien; pero volveré. Tenemos mucho de qué hablar —se dio la vuelta y bajó la escaleras del porche.

Con el corazón martilleando en el pecho, Donghae cerró la puerta y echó el seguro.

— Voy a matarte, Jaekyung —dijo mientras se dirigía a la cocina. Al pasar por la salita de estar, una sombra en la ventana llamó su atención.

Era Han.

Aterrado, cogió el teléfono y llamó a la policía.

Tardaron casi una hora en llegar. Han permaneció en el jardín todo el tiempo, de ventana en ventana, observándole a través de las rendijas de las persianas. Hasta que no vio que el coche de policía subía por el camino de entrada no desapareció por el patio trasero.

Donghae tomó una profunda bocanada de aire para calmar sus nervios y abrió la puerta para que pasaran los agentes.

Se quedaron el tiempo suficiente para informarle de que no podían hacer nada para mantener a Han alejado de él. Lo mejor que podía hacer era conseguir una orden de alejamiento, pero puesto que era él el que debía encargarse del tratamiento de Han hasta que Jaekyung regresara, era algo totalmente inútil.

— Lo siento —se disculpó el policía en la puerta, mientras los acompañaba —, pero no ha incumplido ninguna ley que nos permita ayudarle a librarse de él. Podría solicitar una orden de detención por allanamiento, pero a menos que tenga antecedentes no servirá de nada.

El agente, un hombre joven, le miró compasivo.

— Sé que no le va a servir de mucho consuelo, pero podemos intentar patrullar la zona con más frecuencia. Aunque el verano es una época especialmente ajetreada para nosotros. A modo personal, le aconsejo que se marche a casa de un amigo durante un tiempo.

— De acuerdo, muchas gracias —tan pronto como se marcharon, corrió por toda la casa, asegurando puertas y ventanas con los cerrojos y pestillos.

Intranquilo, lanzaba miradas en torno a su propio hogar, esperando ver a Han entrar a través de un agujero en la pared, como si se tratara de una cucaracha.

Si tan sólo supiera realmente si el tipo era o no peligroso… Su informe psiquiátrico mencionaba un comportamiento desviado y persecutorio, acosaba pero jamás hería físicamente. Se limitaba a aterrorizar a sus víctimas imponiéndoles su presencia continuamente, por lo cual había sido enviado al hospital para comenzar a tratarlo.

Como psicólogo, Donghae sabía que no había nada especialmente peligroso en Han, pero como joven estaba asustado.

Lo último que quería era acabar como una estadística más.

No, no podía quedarse allí esperando que el tipo regresara y le encontrara solo.

Se apresuró a subir las escaleras para hacer el equipaje.


Judith observaba cómo Hyukjae se paseaba nervioso, por delante de su puesto, mientras hacía una tirada para un turista. ¡Dios santo!, podría pasarse todo el día observándolo caminar. Ese modo de andar hacía saltar los ojos de las órbitas, y a ella le entraban unos deseos terribles de salir corriendo a casa, agarrar a Jinhyuk y hacerle unas cuantas cosas pecaminosas.

Y por el modo en que jóvenes y mujeres respondían a la presencia de Hyukjae, dedujo que él ya había sufrido más de un dolor de tripa causado por un empacho. La verdad es que parecía muy preocupado.

Y Judith se sentía fatal por lo que les había hecho a ambos, a él y a Donghae. Su idea parecía bastante sencilla en un principio. Si hubiese reflexionado un poco más…

¿Pero cómo iba a saber quién era Hyukjae? Claro, que su nombre podía haber hecho sonar algún timbre en su mente; de todos modos, su especialidad era la Edad de Bronce griega que, hasta para la época de Hyukjae, era la Prehistoria.

Y tampoco había creído que el tipo del libro fuese realmente humano. Pensaba que era alguna clase de genio o criatura mágica, sin pasado ni sentimientos.

¡Señor!, cuando metía la pata lo hacía hasta el fondo.

Meneando la cabeza, observó cómo Hyukjae rechazaba otra oferta, esta vez procedente de una atractiva pelirroja. El hombre era un verdadero imán de estrógenos.

Acabó la lectura.

Hyukjae esperó unos minutos y se acercó a la mesa.

— Llévame con Donghae.

No era una petición, no. Estaba segura de que era el mismo tono de voz que empleaba para dirigir a su ejército en mitad de una batalla.

— Dijo que…

— No me importa lo que dijese. Necesito verlo.

Judith envolvió la baraja en el pañuelo negro de seda. ¿Qué demonios? Tampoco es que necesitara que su mejor amigo volviera a hablarle.

— Vas directo a tu funeral.

— Ojalá —dijo en voz tan baja que ella no pudo estar segura de haber escuchado correctamente.

La ayudó a recoger sus trastos para meterlos en el carrito, y llevarlo todo hasta la pequeña caseta que tenía alquilada para guardarlo.

Sin pérdida de tiempo, llegaron a casa de Donghae.

Aparcaron en el camino del jardín justo cuando Donghae estaba guardando sus maletas.

— ¡Hola, Hae! —saludó Judith—. ¿Dónde vas?

Él miró furioso a Hyukjae.

— Me marcho por unos días.

— ¿Dónde? —le preguntó su amiga.

Donghae no contestó.

Hyukjae salió del coche y se acercó a él. Iba a arreglar las cosas, costase lo que costase.

Donghae arrojó una bolsa al maletero y se alejó de Hyukjae. Él lo cogió por un brazo.

— No has contestado a la pregunta.

Donghae se zafó de su mano.

— ¿Y qué vas a hacer, pegarme si no lo hago? —le dijo, mirándolo con los ojos entrecerrados.

Hyukjae se encogió ante el evidente rencor.

— ¿Y te extrañas de que quiera marcharme? —Entonces se dio cuenta. A Donghae le estaba costando horrores contener las lágrimas. Tenía los ojos húmedos y brillantes. La culpa lo asaltó—. Lo siento, Donghae —murmuró mientras cubría su mejilla con la mano—. No pretendía hacerte daño.

Donghae observó la batalla que mantenían el arrepentimiento y el deseo en el rostro de Hyukjae. Su caricia era tan tierna y tan suave… Por un instante, estuvo a punto de creer que, en realidad, Hyukjae se preocupaba por él.

— Yo también lo siento —susurró—. Ya sé que no tienes la culpa.

Hyukjae soltó una brusca y amarga carcajada.

— En realidad, todo lo que sucede es culpa mía.

— ¡Eh! ¿Me puedo fiar de vosotros? —preguntó Judith.

Hyukjae miró a Donghae con ardiente intensidad, atrapando su mirada y haciéndole temblar.

— ¿Quieres que me vaya? —le preguntó.

No, no quería. Ésa era la base de todo el problema. Que no quería que volviera a abandonarla. Jamás.

Donghae cogió las manos de Hyukjae entre las suyas y las apartó de su rostro.

— Todo está solucionado, Judith.

— En ese caso, me voy a casa. Nos vemos.

Donghae apenas si fue consciente de que su amiga ponía en marcha el coche y se alejaba. Toda su atención estaba puesta en Hyukjae.

— ¿Ahora me vas a decir dónde vas? —le preguntó.

Por primera vez, desde que la policía se marchó, Donghae sintió que podía respirar. Con la presencia de Hyukjae, el miedo se desvaneció como la niebla bajo el sol.

Se sentía seguro.

— ¿Recuerdas lo que te conté sobre Lu Han?

Él asintió.

— Estuvo aquí hace un rato. Él… él me inquieta.

La expresión gélida y severa que adoptó el rostro de Hyukjae le dejó atónito.

— ¿Dónde está ahora?

— No lo sé. Se esfumó al llegar la policía. Por eso me marchaba. Iba a quedarme en un hotel.

— ¿Todavía quieres marcharte?

Donghae negó con la cabeza. Con él allí, se sentía completamente a salvo.

— Cogeré tu bolsa —le dijo. La sacó y cerró el maletero. Donghae se encaminó hacia la casa.

Pasaron el resto del día en una apacible soledad. Al llegar la noche, se tumbaron delante del sofá, reclinados sobre los cojines.

Donghae apoyó la cabeza en el duro vientre de Hyukjae mientras acaba de leerle Peter Pan y hacía todo lo posible para no distraerse con el maravilloso olor que desprendía su cuerpo. Y con lo maravillosamente bien que estaba, apoyado sobre sus abdominales.

Tenía que echar mano de toda su fuerza de voluntad para no darse la vuelta y explorar los firmes músculos de su torso con la boca.

Hyukjae le acariciaba lentamente el pelo mientras lo observaba. Señor, sus manos hacían que le ardiera la piel. Le hacían desear arrancarle la ropa y saborear cada centímetro de su cuerpo.

— Fin —dijo Donghae, cerrando el libro.

La abrasadora mirada de Hyukjae le quitó el aliento.

Se estiró y arqueó levemente la espalda, apoyándose con más fuerza sobre él.

— ¿Quieres que te lea algo más?

— Sí, por favor. Tu voz me relaja.

Donghae lo miró fijamente por un instante y, después, sonrió. No recordaba que ningún otro cumplido hubiese significado tanto como aquél.

— Tengo la mayoría de los libros en mi habitación —le dijo mientras se ponía en pie—. Vamos, te enseñaré mi tesoro escondido y encontraremos algo que nos guste.

Hyukjae lo siguió escaleras arriba.

Donghae notó que Hyukjae observaba la cama con deseo y después lo miraba a él.

Fingió no darse cuenta y abrió la puerta del enorme vestidor. Encendió la luz y pasó una mano con cariño por las estanterías que su padre había colocado tantos años atrás.

Su padre y su mejor amigo se lo habían pasado en grande mientras colocaban las estanterías. Los dos eran profesores, y tenían la habitación hecha un desastre. Su padre acabó con dos uñas negras antes de que todo estuviese terminado. Su madre no había dejado de reírse y de llamar a su marido «carpintero profesional», pero a él no parecía importarle. La expresión de orgullo en su rostro cuando todo estuvo terminado, y los libros de Donghae colocados en las estanterías, quedó impresa para siempre en el corazón de su hijo.

Cómo adoraba esa estancia. Aquí era donde realmente sentía el amor de sus padres. Aquí se refugiaba y huía de los problemas y sufrimientos que le perseguían.

Cada libro guardado allí era un recuerdo especial, y todos ellos formaban parte de su mundo. Miró a su izquierda y vio Del Odio al Amor, con la que había comenzado su afición a la novela romántica. Lost Heart, lo había introducido en el misterio. Y su adorado Oppa Oppa.

También estaban allí las viejas novelas de sus padres, y las tres copias de los libros de texto que su padre había escrito antes de que él naciera.

Éste era su santuario y Hyukjae era, sin contar a sus padres, la primera persona que ponía un pie en él.

— Llevas tiempo coleccionando libros —comentó él mientras echaba un vistazo a las estanterías.

Donghae asintió.

— Fueron mis mejores amigos mientras crecía. Creo que el amor por la lectura es el mejor regalo que mis padres me han dado —alzó el libro de Peter Pan—. Éste era de mi padre, de cuando era niño. Es mi posesión más preciada.



5 comentarios:

  1. un loco siguiendo a Hae, Hyukkie lo protegera, se asegurara que este a salvo cielos se desesperara por estar juntos, gracias por actualzar.

    ResponderEliminar
  2. Joder....tenia que ser.....yo tambien quiero matar a ese doctor,JÁ......seguro por eso el muy ladino se fue de la ciudad,ya sabia lo que ese loco es capaz y prefirio uir y dejarle la carga a Hae.....bah
    Por que no pueden ser honestos?.....pero bueno,con esa pelea se dieron cuenta de que se necesitan.
    Ay mi vida,leyendole un cuento y mostrandole su lugar especial....no pueden separarse,deben de saberlo,....deben decirselo...que se quiere quedar.....y que no quiere que se vaya.

    Yo le dije que ya había leido esta historia,pero quien la hizo lo redujo,no recuerdo haber leido esto del loco ni otras cosas,y mire que tengo buena memoria.....^^

    ResponderEliminar
  3. Pobre Hae, primero la pelea, pero sobretodo la decepción de saber que Hyuk tiene pensado irse y luego el paciente ese, que para mi si se ve muy peligroso y es obvio que ya se obsesionó con Hae, al menos Hyuk fue en busca de él y ahora que está en casa de Hae de nuevo lo puede proteger.

    Es demasiado lindo cuando Hae y Hyuk comparten tiempo juntos, ellos no se quieren dar cuenta o tal vez sí, pero eso ya no es solo amistad. Fue un gesto tan lindo que Hae comparta con Hyuk su biblioteca, ese lugar especial que no comparte con nadie <3

    Gracias por la actu.

    Cuídate

    ResponderEliminar
  4. pensar que pasaron tantos capitulos!! yyo ni enterada!! pero yeeeeiiii Hae es la salvacion de Hyuk y solo tiene que mantener a Hyuk Jr tranquilo para que se pueda librar de la maldicion y Luhan ha aparecido!! locoooo!!ya quiero que llegue ese capitulo!!!
    gracias por el mp!
    saludos

    ResponderEliminar
  5. Gracias por todas las actualizaciones!! lamento no comentar los anteriores es que estoy de examenes y no tengo tiempo para nada!!!! la historia esta cada vez mas emocionante!!! me encanta los momentos juntos de Hae y Hyuk!!

    gracias y cuidate!!

    ResponderEliminar

yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...