Esclavo de Amor- Capítulo 24



Donghae sintió la presencia de Hyukjae. Se giró y lo vio de pie junto a la bañera, completamente desnudo.

Donghae dejó que su mirada se recreara con avidez en cada centímetro de aquel cuerpo bronceado, pero fue su sonrisa, cálida y fascinante, la que le robó el corazón y le dejó sin aliento.

Sin decir una sola palabra, él se metió en la ducha.

— ¿Sabes? —comentó con una naturalidad que le dejó pasmado—. Esta mañana encontré algo interesante.

Donghae observó cómo el agua resbalaba sobre él, mojándole el pelo hasta convertirlo en una masa de rizos húmedos que caían sobre su rostro.

— ¿Sí? —contestó, resistiéndose al impulso de alzar el brazo y coger uno de sus rizos. O mejor aún, mordisquearlo.

— Mmm —murmuró Hyukjae, deslizando la mano por el cordón de la ducha hasta sacarla de su soporte en la pared. Giró hasta encontrar la posición de un ligero masaje—. Date la vuelta.



Donghae dudó antes de obedecerle.

Hyukjae deslizó su mirada por su espalda desnuda y húmeda. Jamás había visto un joven más tentador en todos los días de su vida.

Era todo lo que había soñado, pero que no podía ni siquiera anhelar. No se atrevía. Era un sueño lejano.

Donghae tenía las piernas ligeramente abiertas. Una imagen de él separándoselas y sumergiéndose en él se abrió paso en su mente.

Esforzándose por mantener la respiración, acercó el cabezal de la ducha hasta los hombros de Donghae.

— Eso es estupendo —murmuró.

Hyukjae no podía hablar. Mantenía la mandíbula fuertemente apretada para controlar las voraces exigencias de su cuerpo. Su necesidad de tocarlo era tan honda que hacía que el hambre y la sed que padecía mientras permanecía en el libro fuesen una broma.

Donghae se dio la vuelta para mirarlo; su rostro resplandecía. Alargó el brazo para coger la manopla que se encontraba en la repisa, detrás de Hyukjae. Él no se movió mientras lo lavaba, pasando las manos por su pecho y su abdomen, avivando la hoguera del deseo que sentía por él.

Contuvo la respiración, anticipando el momento en que su mano bajara más y más.

Donghae se mordió el labio al tocar los duros abdominales. Miró hacia arriba y vio que Hyukjae lo observaba. Tenía los ojos medio cerrados y parecía estar saboreando cada caricia que sus manos dejaban sobre su cuerpo.

Deseando complacerlo, pasó la manopla sobre los rizos oscuros de su entrepierna. Hyukjae jadeó cuando lo tomó entre sus manos con suavidad. Sonrió al sentir el repentino estremecimiento que agitó su cuerpo.

La expresión de sumo placer que se veía en su rostro hizo que Donghae se sintiera encandilado. Con el corazón acelerado, deslizó la mano hacia arriba, para poder acariciar su miembro hinchado.

Escuchó cómo la ducha golpeaba la bañera un segundo antes de que él le envolviera entre sus brazos y enterrara los labios en su cuello.

Donghae tembló ante la sensación de sus cuerpos húmedos, desnudos y entrelazados. El amor que sentía por él fluyó por sus venas, rogando que sucediese un milagro que les permitiera pasar la vida juntos.

En ese instante, deseó poder sentirlo en su interior. Sentir cómo tomaba posesión de su cuerpo de la misma forma que se había apoderado de su corazón.

Mientras lo torturaba con los labios deliciosamente, enterró un muslo entre sus piernas y la sensación del vello sobre su miembro hizo que el sentido común de Donghae acabara por derretirse.

Enfebrecido, Donghae se restregó contra su muslo y se deleitó al moverse contra los duros músculos mientras seguía lamiendo su cuello. Cuánto amaba a este hombre. Cómo deseaba escucharle decir que significaba para él tanto como Hyukjae para él.

Hyukjae pasó las manos a lo largo de la espalda de Donghae y luego las movió hacia el frente.

Su mirada le abrasaba mientras le ayudaba a sentarse en la bañera.

— ¿Qué estás h…? —su pregunta acabó con un jadeo al sentir la lengua de Hyukjae en la oreja.

Donghae percibió la tensión en los músculos de su brazo de él cuando cogió el cabezal de la ducha y volvió a atormentar su cuerpo con su pulsante calor. Lo movió lentamente, trazando círculos sensuales sobre su pecho y su vientre. Enardecido por la estimulación del agua y el cuerpo de Hyukjae, Donghae luchaba por respirar.

Hyukjae temblaba por la necesidad. Quería complacer a Donghae como jamás había querido hacerlo con nadie. Deseaba verlo retorcerse bajo él. Escucharlo gritar cuando llegara al clímax.

Hyukjae le separó los muslos con el codo y dejó que el agua de la ducha cayera directamente en su entrada.

— ¿Hyukjae? —jadeó, mientras su cuerpo se estremecía. Los dedos de Hyukjae lo penetraron y comenzaron a moverse en su interior.

Cuando Hyukjae masajeó su próstata y alcanzó el orgasmo un segundo después, gritó aliviado.

Hyukjae sonrió y mantuvo su cuerpo completamente inmóvil para no poseerlo. Aún no había acabado con él. Jamás podría acabar con él.

Con las manos, la lengua y el cabezal de la ducha hizo que Donghae disfrutara de cinco orgasmos más.

— Por favor —le rogó él tras el último—. Ten compasión. No puedo más.

Decidiendo que ya habían tenido los dos suficiente tortura, Hyukjae se giró y cortó el agua

Donghae era incapaz de moverse. Cualquier sensación, por pequeña que fuera, lo hacía estremecerse. Observó cómo Hyukjae se ponía de pie entre sus piernas y lo miraba con una leve sonrisa.

— Acabas de matarme —balbució—. Ahora tienes que enterrar el cadáver.

Él se rió ante la ocurrencia. Salió de la bañera, alargó los brazos y lo alzó.

Donghae se quedó embelesado al sentir su piel desnuda mientras lo llevaba hasta la cama y lo secaba con la toalla.

Muy lentamente y con mucho cuidado, utilizó el albornoz de un modo que Donghae juraría que a nadie se le había ocurrido antes. Lo pasó sensualmente por sus hombros, sus brazos y su pecho, y después descendió hasta el estómago trazando sensuales espirales.

— Abre tus piernas para mí, Donghae.

Sin fuerza de voluntad alguna, obedeció.

Donghae gimió al sentir la felpa sobre la trémula carne de su sexo. Súbitamente el albornoz fue reemplazado por los dedos de Hyukjae.

— Hyukjae, por favor. No creo que pueda soportarlo de nuevo.

Él no le hizo caso. Ni siquiera su propio cuerpo tuvo en cuenta su opinión. Y para su sorpresa, un nuevo orgasmo lo asaltó.

Hyukjae se inclinó y le susurró al oído:

— Podríamos seguir así toda la noche.

Donghae lo miró a los ojos y entonces se dio cuenta del alcance de la maldición: su miembro estaba aún completamente erecto y tenía la frente cubierta de sudor.

¿Cómo podía soportar verlo correrse una y otra vez sabiendo que él no podría hacerlo?

Pensando tan sólo en el amor que sentía por él, se incorporó hasta quedar sentado y lo besó.

Hyukjae se echó atrás con un movimiento violento. Cayó al suelo agitándose como si le golpeasen.

Aterrorizado por lo que había hecho, Donghae bajó de la cama.

— Lo siento —dijo al llegar junto a él—. Lo olvidé.

Hyukjae se giró en ese instante para mirarlo. Temblaba como si estuviese luchando por alejarse de la locura. Fue el miedo en el rostro de Donghae lo que finalmente lo ayudó a calmarse.

Se alejó de él como si fuera venenoso.

Donghae lo observó mientras utilizaba los peldaños de su cama como apoyo para ponerse en pie.

— Cada vez es peor —dijo con voz ahogada.

Donghae no podía hablar. No podía soportar verlo sufrir de aquella manera. Y se odiaba a sí mismo por haberlo llevado hasta el borde del abismo.

Sin mirarlo siquiera, Hyukjae recogió su ropa y salió de la habitación.

Pasaron varios segundos antes de que Donghae pudiese moverse. Cuando finalmente consiguió ponerse de pie, abrió la cómoda para sacar algo de ropa y sus ojos se quedaron clavados sobre la caja que contenía los grilletes.

¿Cuántos días más tendrían antes de que lo perdiera para siempre?



Los días siguientes fueron los mejores de la vida de Donghae. Una vez se acostumbró a la regla que Hyukjae impuso, que prohibía los besos y las caricias íntimas e incitantes, desarrollaron una relación agradable que fue casi una sorpresa para él.

Pasaba los días en el trabajo, almorzaba a menudo con Hyukjae y Judith, y dedicaba las noches a tumbarse entre sus maravillosos brazos.

Sin embargo, con cada día que pasaba, saber que iba a abandonarle a final del mes lo dejaba destrozado.

¿Cómo iba a soportarlo?

Aunque la idea no abandonaba nunca su mente, se negó a pensar en eso constantemente. Viviría el momento y se preocuparía del mañana cuando llegara.

El sábado por la noche quedaron con Judith y Jinhyuk en Ride Me, en el Barrio Francés.

— ¡Eh! —Les dijo Judith mientras se aproximaban a la mesa, en el fondo del local—. Empezaba a preguntarme si ibais a dejarnos colgados.

Donghae se sintió enrojecer al recordar el motivo de su retraso. Algún día de estos aprendería a cerrar la puerta del baño mientras se duchaba…

— Hola Hyukjae, Donghae —les saludó Jinhyuk.

Donghae sonrió al ver la escayola del brazo de Jinhyuk que Judith había decorado con pintura fluorescente.

Hyukjae inclinó la cabeza a modo de saludo mientras retiraba una silla para que Donghae se sentara y, después, hizo lo propio a su lado. En cuanto apareció el camarero pidieron cervezas y nachos, y Judith comenzó a seguir el ritmo de la música golpeando la mesa con la mano.

— Vamos, Nani —dijo Jinhyuk, malhumorado—. Será mejor que bailemos antes de que tenga que matarte por ese ruidito insoportable.

Con una ligera punzada de envidia, Donghae observó cómo se alejaban.

— ¿Te gustaría bailar? —le preguntó Hyukjae.

A él le encantaba bailar, pero no quería que Hyukjae pasara un mal rato. En su mente no había dudas de que él no sabía bailar música moderna. Pero, aún así, fue una invitación muy tierna por su parte.

— No, no pasa nada.

Pero él no le escuchó. Se puso en pie y le tendió la mano.

— Sí, claro que vas a bailar.

Tan pronto como llegaron a la pista de baile, Donghae comprendió que aquel hombre bailaba tan bien como besaba.

Hyukjae conocía cada paso y daba la sensación de que había nacido bailando. De hecho, sus movimientos eran elegantes sin perder el toque masculino y fascinante. Donghae nunca había visto a nadie bailar así. Y por las envidiosas miradas que sentía clavadas en él, podía imaginarse que tampoco habían presenciado antes nada semejante.

Cuando el grupo terminó de tocar se sentía excitado y estaba sin aliento.

— ¿Cómo…?

— Fue el regalo de Terpsícore —le contestó Hyukjae mientras le pasaba el brazo por los hombros y la mantenía fuertemente pegada a su cuerpo.

— ¿De quién?

— De la musa de la danza.

Donghae sonrió.

— Recuérdame que le envíe una nota de agradecimiento.

Al comenzar la siguiente canción, Hyukjae miró fijamente a su izquierda y frunció el ceño.

— ¿Pasa algo? —preguntó Donghae, mientras seguía la dirección de su mirada. Él meneó la cabeza y se frotó los ojos.

— Debo estar viendo visiones.

— ¿Qué has visto?

Hyukjae volvió a mirar entre la multitud, buscando al hombre rubio y alto que acababa de ver por el rabillo del ojo. Aunque apenas había captado su imagen, juraría que se trataba de Kangin de Tracia.

Kangin siempre le había resultado difícil perderse entre la multitud y, además, su modo de andar era bastante distintivo, ya que tenía un aura letal.

Pero pensar que Kangin estuviese en esa época era algo imposible. Debía ser la locura que volvía a hacer mella en él; ahora comenzaba a ver visiones.

— Nada —contestó.

Apartó el tema de su mente y lo miró con una sonrisa. La siguiente canción era lenta y lo atrajo hacia sus brazos, manteniéndolo muy cerca de su cuerpo, al tiempo que se movían suavemente al ritmo de la música. Donghae le rodeó el cuello y apoyó la cabeza en su pecho; podía inhalar el cálido aroma a sándalo que desprendía Hyukjae. No sabía cómo, pero aquel olor conseguía que perdiera la cabeza por completo y que la boca se le hiciera agua.

Con la mejilla apoyada sobre la cabeza de Donghae, Hyukjae comenzó a acariciarle el pelo mientras él escuchaba los latidos de su corazón. Donghae podría quedarse así para siempre.

Pero la pieza terminó demasiado pronto. Y después de dos canciones rápidas, Donghae tuvo que regresar a su asiento. Simplemente, no tenía el aguante de Hyukjae.

Al encaminarse hacia la mesa, se dio cuenta de que Hyukjae ni siquiera tenía la respiración alterada; pero eso sí, su frente estaba cubierta de sudor.

Se sentó muy cerca de él y cogió su jarra de cerveza para tomar un gran trago.

— ¡Hyukjae! —dijo Judith con una carcajada—. No tenía ni idea de que podías moverte así.

Jinhyuk puso los ojos en blanco.

— ¿Pensamientos lujuriosos de nuevo, Nani?

Judith le dio un puñetazo a su marido en el estómago.

— Sabes que no es eso. Tú eres el único juguete con el que me apetece jugar.

Jinhyuk miró a Hyukjae con escepticismo.

— Sí, claro.

Donghae vio cómo el rostro de Hyukjae se ensombrecía.

— ¿Estás bien? —le preguntó.

Él le contestó con su sonrisa plagada de hoyuelos y a Donghae se le olvidó la pregunta.

Permanecieron sentados en silencio escuchando al grupo, mientras Hyukjae y Donghae se ofrecían nachos el uno al otro.

Cuando Donghae apartó la mano de los labios de él, Hyukjae la capturó y se la llevó de nuevo a la boca para chupar un poco de queso que se le había quedado pegado en la yema de un dedo. Pasó la lengua sobre su piel y Donghae sintió que el cuerpo le estallaba en llamas.

No pudo más que reírse al notar cómo el deseo lo consumía. Cómo deseaba haberse quedado en casa. ¡Le encantaría quitarle la ropa a Hyukjae y lamer queso fundido sobre su cuerpo toda la noche!

Definitivamente, iba a añadirlo a la lista de la compra.

Con los ojos brillantes, Hyukjae llevó la mano de Donghae hasta su regazo y comenzó a mordisquearle el cuello antes de apartarse y tomar otro trago de cerveza.

— Judith —le dijo Jinhyuk llamando la atención de su esposa, que estaba mirando a Donghae y Hyukjae. Le ofreció una servilleta—. Seguro que quieres limpiarte la baba que te gotea por la barbilla.

Judith puso los ojos en blanco.

— Hae, necesito ir al baño. Vamos.

Hyukjae se echó hacia atrás para dejarlo pasar. Observó cómo Donghae se perdía entre la multitud y, casi al instante, las mujeres y jóvenes comenzaron a acercársele.

El estómago se le contrajo. ¿Por qué siempre tenían que revolotear a su alrededor? En ese momento, deseó que por una vez en su vida pudiera sentarse tranquilo sin tener que mantenerlos, ni siquiera conocía sus nombres, antes de que empezaran a sobarlo.

— Hola nene —coqueteó una atractiva rubia, que fue la primera en llegar a su lado—. Me gusta cómo bailas. ¿Qué tal si…?

— No estoy solo —le contestó él, entrecerrando los ojos a modo de advertencia.

— ¿Con él? —se rió la mujer mientras señalaba con un dedo hacia el lugar por donde Donghae había desparecido—. Venga ya. Pensaba que habías perdido una apuesta o algo así.

— Yo pensé que lo hacía por pena —comentó un joven que se acercó.

Dos hombres surgieron en ese momento de entre la multitud.

— ¿Qué hacéis aquí vosotros? —preguntaron los tipos a sus parejas, quienes contemplaron contritos a Hyukjae.

— Nada —ronroneó la rubia, mirándolo por última vez antes de darse la vuelta y marcharse.

Los hombres lo miraron furiosos.

Él alzó una ceja con un gesto burlón y tomó otro trago de cerveza con total normalidad. Los tipos debieron darse cuenta de que la idea de pelear con él era bastante estúpida, porque se reunieron con sus parejas y se marcharon.

Hyukjae suspiró, disgustado. Daba igual la época en la que se encontrara, algunas cosas no cambiaban.

— Oye —le increpó Jinhyuk alzándose un poco por encima de la mesa—. Sé que últimamente has pasado mucho tiempo con mi mujer. Por tu bien, espero que no te estés metiendo en mi territorio. ¿Me has entendido?

Hyukjae tomó una honda bocanada de aire. Jinhyuk no; él no.

— Por si no lo has notado, sólo estoy interesado en Donghae.

— Sí, claro —masculló Jinhyuk—. No intentes confundirme; Donghae me cae muy bien, pero no soy idiota. No puedo creer que seas el tipo de hombre que se conforma con una hamburguesa cuando tiene un montón de jugosos solomillos de ternera esperándolo.

— Sinceramente, me importa una mierda lo que creas.

Donghae vaciló cuando Judith y él regresaron junto a Hyukjae y Jinhyuk. La tensión de Hyukjae era palpable. Sostenía la cerveza con tanta fuerza que se sorprendía de que la botella no hubiera estallado, hecha añicos.

— Jinhyuk —le dijo Judith mientras le pasaba los brazos alrededor del cuello—. ¿Te importaría mucho si bailo con Hyukjae?

— Joder, claro que me importa.

De inmediato, Hyukjae se disculpó y se acercó a la barra.

Donghae lo siguió con rapidez.

Pidió otra cerveza justo cuando él llegó a su lado.

— ¿Estás bien? —le preguntó.

— Estupendamente.

Pero no lo parecía. Definitivamente, no parecía estar bien.

— ¿Sabes una cosa? Sé cuando no estás siendo sincero conmigo. Y ahora confiesa, Hyukjae. ¿Qué pasa?

— Deberíamos marcharnos.

— ¿Por qué?

Hyukjae lanzó una rápida mirada a Judith y Jinhyuk.

— Creo que sería lo más sensato.

— ¿Por qué?

Hyukjae gruñó.

Antes de que pudiera contestarle, tres hombres aparecieron tras él y, por sus expresiones, Donghae intuyó que no estaban muy contentos.

Peor aún, parecía que Hyukjae era la fuente de todos sus problemas.

El más grande era un monstruoso culturista, siete centímetros más bajo que Hyukjae, pero bastante más musculoso y voluminoso. Hizo una especie de mohín al mirar la espalda de Hyukjae de arriba abajo. Y, en ese instante, Donghae lo reconoció.

Shang.

El corazón empezó a latirle con rapidez. Físicamente, había cambiado muchísimo con los años. Tenía la cara más redonda, con arrugas prematuras alrededor de los ojos, y había perdido mucho pelo. Pero aún conservaba la misma sonrisa burlona.

— Éste era el que estaba con Ana —le dijo uno de sus acólitos.

Una calma mortal rodeó a Hyukjae, haciendo que Donghae se estremeciera de miedo. Él no sabía de lo que era capaz y, por lo que estaba viendo, Shang no había cambiado por dentro tanto como por fuera. Un niñato de anuncio, rodeado de seguidores, que siempre se movía con su séquito. Todo lo que hacía tenía que ser notorio para dejar claro su poder. Con ese ego de chulo de playa, estaba claro que no se iría hasta que consiguiera enredar a Hyukjae en una pelea.

Lo único que esperaba era que su general tuviera más sentido común y no cayera en la trampa.

— ¿Necesitan algo? —preguntó, sin mirar a Shang ni a sus amigos. Shang se rió y palmeó a uno de los suyos en el pecho.

— ¿Qué acento es ése? Tiene voz de pito. Pensaba que el niño bonito iba detrás de mi chica, pero por su pinta y por su voz, creo que iba detrás de uno de vosotros.

Hyukjae se giró y miró furioso a Shang. A cualquier otra persona con más entendederas, esa mirada la habría hecho retirarse.

Shang, por supuesto, carecía de entendederas. No había tenido nunca ni una pizca de sentido común.

— ¿Qué pasa contigo, niño bonito? —se burló Shang—. ¿Te he ofendido? — Miró a sus amigos y meneó la cabeza—. Lo que pensaba; es un mariquita cobarde con voz de pito.

Hyukjae soltó una carcajada siniestra.

— Venga Hyukjae —le increpó Donghae, cogiéndolo del brazo antes de que las cosas se pusieran peor—. Vámonos.

Shang lo miró con aquella risita burlona y entonces la reconoció.

— Vaya, vaya, vaya. Lee Donghae. Hace mucho que no nos vemos. —Le dio una palmada en la espalda al tipo moreno que estaba a su lado—. Oye, Tan, ¿te acuerdas de Donghae, el de la facultad? Sus boxers blancos me hicieron ganar nuestra apuesta.

Hyukjae se quedó paralizado ante sus palabras.

Donghae sentía que el viejo dolor volvía, pero se negó a demostrarlo. Jamás le daría ese gusto a Shang de nuevo.

— No me extraña que fuera detrás de Ana —siguió Shang—. Probablemente quería probar a una pareja que no estuviese todo el rato llorando mientras se la tira.

Hyukjae giró hacia Shang con tal rapidez que Donghae apenas si fue capaz de percibir el movimiento. Shang se movió un poco pero Hyukjae se agachó y le lanzó un puñetazo a las costillas que lo envió hasta la multitud, que se agolpaba unos metros detrás de ellos. Con una maldición, se arrojó a plena carrera hacia Hyukjae. Él se ladeó un poco, le puso la zancadilla y lo empujó haciéndolo volar por los aires.



1 comentario:

  1. Las cosas estaban tan bien entre Hae y Hyuk que de verdad me sorprendió que pasará todo esto en la cita con Judith y su esposo, que por cierto no me cayo nada bien.

    Debe ser tan frustrante para Hyuk que siempre se están acercando a él, ofreciéndose de manera tan descarada y para colmo los acompañantes se pongan celosos como si fuera culpa de él. Por un momento pensé que lo peor era lo del esposo de Judith, al cual hasta me dio ganas de golpear después del comentario que hizo de Hae.

    Sin embargo lo peor fue la aparición de ese tal Shang que se nota es un cerdo, ojalá Hyuk le de su merecido.

    Lo que me extraño fue lo de Kangin, habrá sido real?

    Nos leemos en la próxima actu ^^

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...