Libre para Amar I- 2




Esposo.
Mark se quedó sin respiración. Su sangre ardiente y cargada de pasión se quedó helada a su paso por las venas, todo el mundo que había en el salón parecía haberse esfumado y el sol y la luna dejaron de surcar los cielos.
Esposo.
Cerró los ojos para protegerse de la oleada de recuerdos que le invadían. Recuerdos y sentimientos que ya habían muerto y que llevaban mucho tiempo enterrados. Millares de preguntas le asaltaron, preguntas a las que no quería respuesta.
¿Se habría equivocado el informador de su padre? ¿Era un impostor? ¿O era verdaderamente su esposo muerto? El hombre que tenía tan cerca desbordaba vida, el calor emanaba de su cuerpo, el fuego creado por el roce de su mano sobre su muslo jamás podría haber salido de un cadáver.
Lo miró a los ojos, pero no detectó nada tras esas profundidades oscuras. Ni rabia, ni regocijo, ni la más mínima muestra de emoción.
Y eso lo asustó.
Ese hombre que decía ser Jackson no guardaba parecido con el torpe y larguirucho chico con el que se había casado. Se fijó en los bien formados músculos de sus brazos y recordó el modo tan ágil con que se había movido. Esa evidente gracilidad le hizo pensar que habría nacido ya con ese cuerpo.
Su forma tan ingeniosa de hablar y esa sutileza con que lo había seducido negaban el hecho de que pudiera ser Jackson. La imagen de un desgarbado chico derramando vino sobre su traje de novio le pasó por la mente.
El hombre que tenía a su lado levantó una copa, dio un sorbo de vino tinto y le ofreció la copa.
—Esta vez no lo derramaré en ti.
Mark contuvo un grito. Jackson no sólo se había convertido en ese guerrero que tenía sentado a su lado, sino que además había aprendido a leerle el pensamiento.
Seguro de que el vino le daría cierta calma en ese momento repentinamente turbulento, aceptó la copa y se terminó su contenido antes de volver a dejarla sobre la mesa y decir:
—Jackson está muerto.
Él se rió. Fue un sonido suave y satinado que le erizó el vello.
—Te han informado muy mal —y tras rodearle con fuerza la nuca otra vez, lo llevó hacia sí y añadió—: Yo no me siento como si estuviera muerto.
Mark perdió la capacidad de razonar al sentir su ardiente aliento contra su mejilla.
—¿Qué pensáis? —le acarició la barbilla antes de susurrarle contra la boca—: ¿Os parece ésta la caricia de un hombre muerto?
Mark apartó la cara. Mientras su cabeza le suplicaba que se alejara de él, su cuerpo se acercaba más.
Despacio y con delicadeza, Jackson le recorrió el labio inferior con la lengua mientras deslizaba hacia arriba la mano que tenía sobre su muslo.
—Mark puedo sentir tu deseo. Me deseas tanto como yo a ti.
Se puso rígido; ese comentario rompió el hechizo que él había tejido tan hábilmente y alarmado ante la sensación que despertó su caricia y furioso por la seguridad que tenía en sí mismo, lo golpeó antes de que la razón tomara las riendas de sus actos.
Un silencio descendió sobre la mesa de honor y todos los ojos se volvieron hacia ellos. Lo que acababa de hacer le llenó de vergüenza; la marca en la cara de Jackson lo horrorizó.
Jackson lo soltó.
—No, definitivamente no estoy muerto.
Se volvió hacia todos los que los estaban mirando alzó su copa vacía y dijo:
—Diría que a al joven señor no le gustan mis cumplidos demasiado atrevidos —señaló hacia él—. Me disculpo por mi ordinario comportamiento.
Un parloteo tenso y nervioso brotó de entre varios de los invitados mientras que otros parecieron decepcionados por el hecho de que su entretenimiento hubiera durado tan poco. Pronto, todos volvieron a lo que estaban haciendo antes de que se les hubiera interrumpido de ese modo tan grosero.
—¿Joven señor? —uno de los sirvientes de la reina apareció bajo el arco de entrada. — ¿Hay algo que pueda hacer por vos?
Tomó aire.
Jackson empujó la pierna contra la de Mark que contuvo un grito de socorro. Era difícil que el chico pudiera apartar al hombre que tenía a su lado y no quería llamar la atención más de lo que ya lo había hecho.
—No, gracias. Todo está bien.
Cuando el sirviente se marchó se volvió hacia su acompañante… hacia su esposo, que había fallecido tanto tiempo atrás.
—¿Dónde demonios has estado? ¿Por qué te marchaste? ¿En qué estabas pensando?
Él frenó ese flujo de preguntas poniéndole un dedo en la boca.
—Un joven señor no pronuncia palabras malsonantes Mark. Pensaba que serías consciente de ello.
Era consciente de muchas cosas, sobre todo del calor de su dedo contra sus sensibles labios. Como también era consciente del palpitar que no cesaba más abajo, en su vientre. Ese hombre era peligroso, lo encendía con sólo una mirada y le preocupó que él ya supiera todo eso.
—No me hables de lo que debe o no debo decir.
Cuando intentó apartarse de él Jackson le agarró la barbilla entre los dedos.
—Te hablaré de lo que me plazca, esposo.
El miedo pasó a ocupar el lugar del deseo.
—No me llames así.
Se lo quedó mirando un instante con aire pensativo y, tras echar un vistazo hacia el salón, volvió a centrar la atención en él.
—Tenemos que hablar.
—Sí.
Otra sonrisa cruzó la boca de Jackson.
—¿En mis aposentos o en los tuyos?
Mark apretó los dientes y respondió:
—En ninguno.
Jackson simplemente se encogió de hombros.
—¿No? Entonces tal vez un paseo por los jardines será suficiente.
—Bien. Nos veremos allí por la mañana —por la mañana encontraría el modo de proteger sus sentidos contra él.
—No. Ahora —sus palabras y su tono no admitían una negativa.
Se levantó y tiró de él, pero Mark se soltó.
—He dicho mañana.
Jackson enarcó una ceja, se inclinó hacia él y le susurró:
—Si no vienes voluntariamente, te levantaré en brazos y te sacaré de este salón. Tú eliges, Mark.
Dispuesto a ponerle en evidencia, se agarró a los bordes del banco en el que estaba sentado.
—No harías algo semejante en público.
Jackson se situó tras él, se agachó y le dijo al oído:
—Me atrevería a mucho más que a eso —y sin la más mínima dificultad le despegó los dedos del banco y le agarró las muñecas—. Tú eliges.
Mark se tragó el amargo sabor de la derrota antes de levantarse.
—Algún día pagarás por esto.
—Ya lo he hecho, Mi joven señor.


La luz de la luna alumbraba suavemente el camino que llevaba al jardín y unas antorchas estratégicamente colocadas iluminaban las zonas más oscuras del laberinto de la reina.
Desconcertado. Jackson observó al joven que caminaba delante de él y supo que ése no sería el paseo de dos enamorados por un romántico jardín. Sus pisadas más bien parecían las de alguien ansioso por alejarse de él todo lo posible.
En un principio había pensado que si no lo molestaba y lo seguía en silencio, Mark se liberaría de su furia y de su confusión y se sentiría menos ultrajado, pero lo cierto era que no se sentía con ganas de estar caminando toda la noche.
—Mark, será difícil charlar si tengo que gritarte a la espalda.
Él se detuvo y se volvió para mirarlo. Mientras que su rostro había perdido la expresión de ira, sus labios seguían apretados con furia.
—Habla. Nadie te lo está impidiendo.
Sí, aún estaba muy furioso.
Señaló hacia un banco de piedra.
—Ven, siéntate conmigo.
—No. Me quedaré aquí, gracias.
—No voy a morderte.
—No es tu mordisco lo que deseo evitar.
Jackson luchó por contener un grito de triunfo; a su esposo no le gustaba el hecho de que sus caricias lo turbaran. Bien. Eso haría el juego más interesante.
—¿Qué quieres, Jackson?
—A ti —no iba a mentir.
—Yo ya no te quiero.
—¿A quién intentas engañar, Mark? ¿A mí o a ti mismo?
Él ignoró la pregunta.
—¿Por qué estás aquí? ¿Dónde has estado? ¿Y qué es eso de conde de Wang? Yo me casé con Jackson de Hong.
Él se sentó en un banco que tenía respaldo alto y estiró las piernas. Mientras se tomaba su tiempo para acomodarse, lo observaba y lo veía moviéndose inquieto y con los brazos apretados alrededor del estómago.
—Jackson de Hong murió la noche que nos casamos. En lo que al mundo respecta, él nunca existió.
La mirada de Mark estaba puesta en todas partes menos en él. ¿Por qué se escondía? ¿A qué le tenía miedo?
—¿A qué se debe tu título?
Jackson se encogió de hombros.
—Los títulos se compran con facilidad, se dan con facilidad. Pensaba que Wang sonaba bien, ¿no estás de acuerdo?
—¿Te importaría si estuviera o no de acuerdo?
—No. Con toda sinceridad no me importaría.
¿Qué tendría que hacer para que confiara en él? ¿Qué habría que hacer para romper esa confianza? Tenía todo el tiempo del mundo para encontrar las respuestas a esas preguntas.
Dio unas palmaditas sobre el espacio de banco que quedaba libre a su lado.
—¿No sería más fácil conversar si tuviéramos menos distancia entre los dos?
Mark sacudió la cabeza.
—Este no es exactamente el lugar más privado para una discusión personal.
El miró a su alrededor antes de decir lo obvio.
—Aquí no hay nadie más. Tenemos toda la privacidad que necesitamos.
Pero eso no era lo que él buscaba. Quería ver su expresión mientras hablaban quería ver cómo sus ojos brillaban o se ensombrecían. Quería verle los labios tensarse o temblar, oír su respiración, sentir su calor.
—Si te sientas aquí conmigo, prometo no tocarte.
Mark ignoró el ofrecimiento y repitió:
—¿Por qué estás aquí?
—¿Por qué no iba a estar aquí? Es aquí donde está mi esposo.
—Yo no soy tu esposo —le dijo después de haber contemplado el cielo estrellado por unos instantes.
—Esposo mío, el rey me ha dicho que nunca se hizo la anulación. Eres mi esposo.
—¡Deja de llamarme eso! —Su voz contenía furia—. Lo primero que haré por la mañana será pedirle a la reina que lo haga.
—Pídele todo lo que quieras pero ella no firmó nuestros documentos de matrimonio y no puede hacer nada para ayudarte.
—Bien —alzó la voz—. Entonces se lo pediré al rey Enrique y a la iglesia.
—No lo harás.
A Jackson le encantó ver cómo su espalda se tensó de rabia, cómo separaba los labios mientras tomaba profundas bocanadas de aire con las que alimentar su ira. Sus volátiles emociones salieron a la superficie al igual que lo había hecho su pasión.
—¿Quién va a detenerme? ¿Tú?
—¿Quién si no? Si piensas en pedirle al rey o a la iglesia que anulen el matrimonio, te aseguro que ejerceré mis deberes de marido de inmediato. Será bastante difícil alegar que el matrimonio no se consumó si estás tendido desnudo en mi cama.
Él dejó caer los brazos y dio un paso adelante con los puños apretados.
—No me forzarás.
Jackson estiró los brazos sobre el respaldo del banco.
—No tendré que forzarte.
—¡Arrogante detestable! —su grito asustó a un conejo que había tras un arbusto cercano.
—¿Arrogante? No. Simplemente sincero —cruzó los pies. ¿Cuánto tardaría en lanzarse sobre él y clavarle las uñas?—. Ven. Mark, no intentes esconder el deseo que sientes por mí.
—¿Deseo? ¿Por ti?
El ligero temblor que se ocultó tras ese comentario bravucón le hizo querer ir más lejos.
—Sí, por mí. Prácticamente te has desvanecido en el salón únicamente con una pequeña caricia.
La furia le hizo dar dos pasos más adelante.
—¿Es que tu arrogancia no conoce límites?
—Es simplemente que sé que, al igual que les sucede a todos los jóvenes, tienes unas necesidades básicas.
Los ojos y la boca de Mark se abrieron de par en par y, cuando ningún sonido salió de ella, Jackson insistió un poco más.
—Unas palabras suaves, unas caricias y perderás el sentido. Un beso duradero y abrirás las piernas.
Se lanzó sobre él pero estaba preparado. Antes de que pudiera lastimarlo, lo agarró de las muñecas y lo echó sobre su regazo. Lo rodeó con los brazos mientras él no paraba de resistirse.
—Sí. Esto es mucho mejor.
Al instante, dejó de moverse y lo miró.
—Lo has hecho a propósito.
—Por supuesto —le apartó un mechón de pelo de la cara—. Hace doce años te enfadabas con rapidez. Contaba con que eso no hubiera cambiado.
—Te odio —sonó como un niño petulante.
—No lo he dudado ni por un instante —y apenas sabía que su odio alcanzaría unos límites inimaginables—. Mark, lo único que quiero es hablar.
Sus suaves palabras parecieron calmarlo y dejó de resistirse.
—¿Dónde has estado? ¿Por qué te fuiste?
Lo soltó. ¿Qué pedía decirle? Había practicado esa conversación en su mente infinidad de veces pero ahora que lo tenía delante y que había llegado el momento de las explicaciones se vio incapaz de decirle la verdad… aunque no supo por qué.
—¿Y bien? — se cruzó de brazos y lo atravesó con una mirada de impaciencia.
—Yo no me marché.
Enarcó una ceja.
—¿Así que tu ausencia de todos estos años ha sido fruto de mi imaginación?
La luz de la luna enmarcaba su rostro con un suave brillo. La furia le había dejado las mejillas teñidas de un rojo pálido pero sus ojos aún le brillaban de rabia.
Le dio un golpecito en el hombro.
—Respóndeme.
Él quería hacer desaparecer los últimos rastros de furia y ver cómo en su lugar iba aumentando la pasión. Quería recibir al sol de la mañana desnudo y dentro de él…
La imagen de Mark desnudo bajo su cuerpo lo aturdió.
—Jackson…
Y el oír su nombre salir de esos labios no hizo más que aumentar su sensación de locura. Lo deslizó de su regazo para que se sentara sobre el banco y así poder recuperar algo de control. Sin embargo con el fin de evitar que escapara lo sujetó firmemente contra su cuerpo y al hacerlo pudo sentir su calor.
—No, Mark, mi ausencia no fue fruto de tu imaginación, pero yo no me marché por propia voluntad.
El alzó la cabeza y lo miró durante un momento. Una arruga estropeó la suavidad de su frente.
—No lo entiendo.
Jackson se recostó sobre el banco y cerró los ojos.
Siempre había sabido que ese momento llegaría, así que ¿por qué ahora esos recuerdos le desgarraban el alma? una voz familiar le susurró desde su interior: «Confía en la fuerza que llevas dentro de ti. Deja que tu verdad te guíe».
—¿Recuerdas aquella noche Mark? ¿Cómo me gritaste que me marchara? ¿Cómo salí corriendo como un conejo asustado ante tu ataque de histeria?
Las mejillas le ardían.
—Claro que lo recuerdo —le puso una mano en el brazo—. Jackson, los dos no éramos más que unos niños. Unos niños a los que habían obligado a convenirse en adultos en unas horas. Pero ésa no era razón para que te fueras para abandonarme de ese modo —tenía los ojos muy abiertos y se mordisqueaba un labio. Estaba claro que no había pretendido decir eso último.
Él puso la mano sobre la suya y mientras le acariciaba, la muñeca continuó:
—Fui al establo a buscar un lugar en el que ocultar mi vergüenza y poder dormir.
En un intento de escapar del dolor que le causaban esos recuerdos se levantó y comenzó a caminar de un lado para otro delante de él.
—Tres hombres me encontraron allí y se me llevaron a la fuerza.
Mark corrió hacia él y le tomó el brazo.
—Oh. Jackson, lo siento tanto. ¿Por qué no gritaste para pedir ayuda? ¿Por qué no llamaste a mi padre?
—Lo hice.
—¿No te oyó?
—Oh, sí, claro que me oyó. De hecho, fue tu padre quien me metió un trapo en la boca para hacerme callar.
Mark dio un paso atrás. La incredulidad se reflejó en su rostro casi pálido.
—Estás mintiendo. Mi padre te habría salvado y protegido. ¿Por qué dices eso?
—¿Que miento? Lo que tu padre quería era verme muerto.
—Ahora demuestras que tus palabras son falsas. Si mi padre hubiera deseado tu muerte, no estarías aquí ahora. Lo que dices no tiene sentido, él no tenía ninguna razón para querer tu muerte.
—Si estuviera intentando librar a su hijo de un marido no deseado, sí me querría muerto.
—¿No deseado? —Sacudió la cabeza—. ¿Qué estás diciendo? ¿Que estás diciendo? ¿Qué le pedí que le matara? ¿Por qué razón?
Jackson maldijo en silencio al verse incapaz de interpretar la expresión de su rostro en ese momento. ¿Esas cejas enarcadas eran señal de confusión o de sorpresa?
—Tú eras la única persona que conocía mi situación. Tú y sólo tú sabías que yo no tenía nada, y aun así juraste que no te importaba.
Mark bajó la cabeza y volvió la cara durante un segundo antes de mirarlo de nuevo.
—Y no importaba.
—Le dijiste que mi padre había perdido su riqueza, su posición y los favores del rey, ¿verdad?
—Sí, pero…
—Sabías que lo único que tenía que ofrecerte era una tierra sin ningún valor y juraste que no importaba. Me convenciste para seguir adelante con el matrimonio.
El extendió las manos como suplicándole que comprendiera lo que le estaba diciendo.
—Sí, se lo dije. Era mi padre y me quería. Yo era un niño y sabía que él se ocuparía de que no nos faltara de nada.
—Pues hizo un gran trabajo al intentar ponerle fin a mi vida, ¿no? Dime. Mark, ¿te ha faltado algo durante todos estos años?
Alargó la mano hacia él pero cuando Mark dio un paso atrás dejó caer el brazo.
—¿Alguna vez te has sentido hambriento o has tenido tanto frío que la piel se te ha congelado? ¿Alguna vez has tenido miedo de morir? ¿O has querido buscar alivio y descanso en la muerte?
En lugar de responder, se volvió y fue al camino que conducía al palacio.




2 comentarios:

  1. OMG!!! A Jackson de entrada no lo quería el suegro. No creo que las cosas sean color de rosa para esta pareja.

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  2. Ahh pos así fueron las cosas...
    Vea pues, que interesante....

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...