Seductores II -8



El ático que tenía Mingyu en el centro de Londres le pareció enorme a Wonwoo. Un criado lo guió a través de la enorme extensión de terrazo que cubría el suelo del vestíbulo hasta una zona de recepción todavía más grande. En la puerta, dejó a Hyuk en el suelo. Antes de que lograra ajustar la mirada a la enorme cantidad de luz que atravesaba los ventanales del otro extremo, Hyuk dejó escapar un chillido de emoción y se alejó corriendo de su appa.
—¡Papi! —gritó, y atravesó en unos segundos la habitación sobre sus fuertes piernitas.
Mingyu alzó al pequeño en sus brazos y lo abrazó, sorprendido por la oleada de sentimientos que recorrían su interior. Hyuk le dio un enorme beso y luego forcejeó con él para que volviese a dejarlo en el suelo, ansioso por investigar los misterios de una habitación nueva para él.
—Te ha echado de menos. Ha preguntado por ti un par de veces — admitió Wonwoo con aire de culpabilidad.
Mingyu lo estudió con atención.
—¿Por qué me miras así? —murmuró Wonwoo inquieto, preguntándose si debía haberse puesto maquillaje o una ropa más elegante.
—Me gusta tu ropa. Aunque por supuesto, te prefiero sin ella —confesó Mingyu arrastrando las palabras—. Por cierto, ¿cómo se tomó tu novio la implacable persecución de los paparazis?
Ruborizado por aquel descarado recordatorio de la noche que lo esperaba, Wonwoo rehuyó la mirada ante su pregunta y sacudió el hombro negando en silencio. Hoshi no lo había vuelto a llamar y no lo culpaba por ello.
El enorme interés de la prensa que estaba incitando, sin mencionar el descubrimiento de su relación con Mingyu, habría asustado al tipo más entusiasta. La última vez que había visto a Hoshi, éste se había quedado boquiabierto y horrorizado al verlo intentando esquivar a los fotógrafos para huir en su coche.
Mingyu entendió que la competencia había quedado diezmada y centró su atención en Hyuk con una satisfacción en la mirada capaz de derretir un bloque de hielo. De un humor excelente, le mostró a Hyuk un coche de juguete que le había comprado y éste, eufórico, empezó a emitir un ruidoso «run run», a tocar el claxon y a apretar con fuerza los diversos botones. Aunque Mingyu intentaba evitar pensarlo, se encontró preguntándose si Wonwoo se habría acostado con su novio.
Se preguntaba un tanto desconcertado por qué se planteaba el tema, pero aquél no fue más que el principio de una cadena de pensamientos que le llevaron a cuestionarse con cuántos hombres habría estado desde que lo dejó hacía dos años y dos meses. Aunque seguía prestando toda su atención al pequeño, toda su calma y satisfacción se habían evaporado.

Unas horas más tarde, Wonwoo se encontraba echado en un sofá dorado y con los zapatos quitados para estar más cómodo, viendo cómo Mingyu sacaba un montón de barcos para que su hijo jugase en el baño.
Como era un magnate cuya fortuna se basaba en su flota, supuso que tanto barco era una opción muy normal para él, y, por supuesto, Hyuk quedó impresionado. Wonwoo se mantenía a propósito en un segundo plano. Había intentado dejarlos solos un momento, pero Hyuk, a pesar de su aparente confianza, necesitaba comprobar muy de vez en cuando la presencia de su appa.
En una ocasión en que Wonwoo se atrevió a quitarse de su vista, su hijo había sorprendido a Mingyu llorando a gritos. Aun así, Mingyu se comportaba maravillosamente con Hyuk y se le veía cómodo jugando con él. De hecho, demostraba tener con su hijo un nivel de calma y paciencia que Wonwoo jamás hubiera imaginado.
Levantándose rápidamente, Mingyu pulsó un timbre que había en la pared y le abrió la puerta a Jeonghan, el niñero, al que había llamado para que lo relevase. Mientras Hyuk se distraía con el recién llegado, Mingyu se inclinó y, tomando a Wonwoo de la mano, lo levantó del sofá y lo llevó al pasillo.
Al ver que él lo sacaba de sus tormentosos pensamientos y su cómodo asiento sin previo aviso, balbuceó:
—Me he dejado los zapatos…
—En el sitio al que vamos no los vas a necesitar —dijo Mingyu sin más dilación.
—Pero Hyuk…
—¡Se está quedando dormido de pie! Pero si se pone revoltoso, Jeonghan nos avisará —viendo la indecisión de Wonwoo, Mingyu lo tomó en brazos para evitar mayores protestas.
Wonwoo se sintió totalmente avergonzado al ver cómo un empleado se aplastaba contra la pared para dar paso a su patrón.
—¡Mingyu, apenas son las ocho de la tarde! —siseó frenéticamente.
—Me gusta tomarme mi tiempo.
Deteniéndose en un dormitorio espectacular, Mingyu lo dejó deslizarse hasta el suelo a lo largo de su cuerpo fuerte y musculoso, y aquel prolongado contacto físico hizo que Wonwoo cobrase conciencia de su potente masculinidad.
Sus pezones hormiguearon al frotarse con la amplitud de su pecho. Su estómago rozó su esculpido abdomen y él ajustó sus grandes manos en sus caderas para acercarlo aún más. Le recorrió un escalofrío de anticipación y se sonrojó tanto que prefirió esconder el rostro en su camisa. Se encontraba todavía húmedo por las travesuras que Hyuk había estado haciendo en el baño, pero se estaba secando rápidamente por el intenso calor que desprendía su cuerpo. La calidez de su complexión ágil y poderosa, y el olor familiar que desprendía su piel le inundaron de tal sensualidad que sintió flaquear las piernas.
Él introdujo los dedos en su pelo para inclinar hacia atrás su cabeza.
—Me gusta que lleves el pelo un poco más largo, como lo tenías antes. Déjatelo crecer para mí —pidió Mingyu suavemente.
—No puedes decirme cómo tengo que llevar el pelo —respondió nervioso Wonwoo.
—¿Por qué? —sus ojos no dejaban de mirarlo ni por un  segundo. Para hacer mayor hincapié, surcó su pómulo con un índice reprobatorio—. ¿Es que no deseas complacerme?
—¿Y tú, quieres complacerme a mí? —se atrevió Minwoo a responder.
—Ne… sí, pero no necesito sugerencia alguna, hermoso.
—¿Y crees que yo sí las necesito?
—No puedes aprender si no te enseño —respondió Mingyu con voz baja y suave, en un tono sumamente   razonable.
—No parece que esto sea una asociación muy equitativa.
—Tengo una actitud muy tradicional, así que déjate crecer el pelo — repitió Mingyu, ignorando la indirecta—. Quedará precioso.
Minwoo quedó atrapado por la intensidad de su mirada, tan efectiva como una cadena alrededor de su tobillo.
—¿Es esto algo así como: «Cómo convertirse en el perfecto esposo Kim, Lección Primera»? —se atrevió a decir Wonwoo, dubitativo.
—Si es así como quieres plantearlo… —Mingyu puso ambas manos sobre su trasero, levantándolo hacia él—, pero hace ya mucho tiempo que no hay esposos o esposas perfectas entre mis familiares más cercanos.
Lo dejó sin aliento antes incluso de inclinar su cabeza para besarlo ardientemente, cautivando sus sentidos. El sabor de su boca le pareció tremendamente seductor. La forma en que hacía el amor a su boca era de una intimidad delirante, y le provocaba diminutos escalofríos que recorrían su espalda arriba y abajo. Con la punta de la lengua, él exploró y ahondó en el tierno interior de su boca hasta que se apretó contra su cuerpo, desvalido y jadeante.
Mingyu se apartó un poco, observándolo con ojos ardientes antes de hacerlo volverse. Estaba intentando refrenar su deseo, porque había llegado a la conclusión de que Minwoo lo había abandonado dos años antes debido a una reacción comprensible a una más que fallida introducción al sexo. Aunque él había actuado como si todo hubiera sido increíble, Mingyu era consciente de su predilección por las cortesías.
La sombra de aquella duda que él había guardado desde su primer encuentro empezaba a acosarle de nuevo porque, si ése había sido el problema, necesitaba saberlo. Le abrió la camisa y la hizo descender lentamente, rozándole los brazos mientras utilizaba su boca experta para recorrer la suave piel de su nuca.
—Oh-h-h… —temblando, Wonwoo cerró los ojos. Llegó un momento en que fue incapaz de encontrar un ápice de resistencia o contención. Sus rodillas flaquearon. Se estaba derritiendo.
—Haré que sea especial, hermoso —le dijo Mingyu—. Puede que la última vez no lo fuese —afirmó él de pronto.
Wonwoo abrió los ojos sorprendido y susurró con aire vacilante:
—Yo nunca dije que no fuese especial.
Mingyu estaba nervioso. Se percató de que no le estaba contradiciendo y se preguntó por qué demonios se había embarcado en semejante conversación. Aquél no era su estilo.
—Eras virgen. Difícilmente podía ser perfecto.
Wonwoo se giró entre sus brazos y sin pensárselo dos veces dijo:
—Yo pensé que había sido perfecto.
Mingyu alzó sus pestañas oscuras y densas.
—¿La primera vez?
«Incluso siendo la primera vez», pensó Wonwoo sin poder evitarlo. Pero consideró que él ni necesitaba ni merecía una información que sólo iba a servir para alimentar su  ego.
Mingyu pensó que no había razón por la que no indagar un poco más.
«¿Perfecto?». Aquel momento extraño y perturbador de duda sobre su propia sexualidad se desvaneció como un mal sueño. Sus nervios desaparecieron y aplastó con sus labios la curva sonrosada de los de Wonwoo, desnudándolo, lo tumbó sobre la cama antes de que él se diese cuenta de su desnudez.
—Eres muy bueno en estos menesteres —le dijo Wonwoo sin poder contenerse, sintiéndose vergonzosamente expuesto e increíblemente decadente al mismo tiempo.

Despojándose de su camisa, Mingyu le dedicó una voraz sonrisa que no era sino pura provocación. Al ver cómo se iba acercando, Wonwoo empezó a respirar agitadamente. Su cuerpo estaba maravillosamente esculpido: tenía los hombros anchos y bronceados, el torso musculoso y las piernas largas y fuertes. Se detuvo a quitarse los pantalones y el bulto agresivo que conformaba su erección destacó claramente en sus calzoncillos.
Aquello le hizo sonrojarse, porque aunque sabía que no debía hacerlo, no lograba dejar de mirarlo. Un tormentoso calor empezó a hormiguear entre sus muslos y los apretó con aire de culpabilidad.
Aquella otra noche, en la casa de Jenny, no lo había visto desnudo, porque todo había sucedido muy deprisa después de que le besara. Habían hecho el amor a oscuras, sobre la cama, a medio desvestir, demasiado arrastrados por la pasión y la impaciencia como para entretenerse un segundo. Jamás en la vida había imaginado que podría estar así, sentirse así, o incluso comportarse así. Y únicamente ahora se permitía recordar cómo había sido todo.
Mingyu contempló a Wonwoo en un análisis descaradamente masculino. Al notar su mirada distraída, le preguntó:
—¿En qué piensas?
—En aquella noche… ejem… en casa de Jenny —lo inesperado de su pregunta provocó en Wonwoo una sinceridad que no hubiese utilizado de andar prevenido.
—Me arrancaste la camisa… —aquella provocadora valoración encendió aún más el ambiente.
—¿De verdad? —masculló Wonwoo sofocado, ya que esperaba que él se hubiese olvidado de detalles de ese tipo hacía ya mucho tiempo.
—Fue alucinante… fue la experiencia más excitante que jamás he tenido.
Tras escuchar aquella palabra tan indulgente: «perfecto», Mingyu estaba al fin dispuesto a aceptar que fue así.
Con las mejillas teñidas de rojo, Wonwoo se miró los pies desnudos. Mingyu se tumbó junto a él y lo atrajo hacia sí con mano posesiva.
Agachó su cabeza de pelo oscuro y alborotado hasta alcanzar el tentador punto, y acarició con los labios su rosado pezón. Presionó su espalda y recorrió con lengua experta el otro, arrancando en él reacciones cada vez más intensas.
Wonwoo hundió los dedos en su cabello sedoso y jadeó, estirando el cuello. Notaba un pulso vibrante en el centro de su cuerpo avivando el deseo que había estado reprimiendo desde la última vez que estuvieron juntos. Su habilidad para contener sus ansias se iba derrumbando paso a paso.
—Quiero que regrese mi tigre —dijo Mingyu con voz ronca, pellizcándole con los dientes el lóbulo de la oreja y guiando su mano hasta la superficie aterciopelada y caliente de su erección.
Wonwoo rodeó con sus dedos delgados su miembro duro y caliente. Lo invadió una sensación de vulnerabilidad, y el temor a dar demasiado de sí mismo entró en pugna con su deseo. Adoraba tocarle y adoraba la intimidad y la emoción que le proporcionaba hacerle perder el control, pero después de la noche que habían compartido, había sido víctima de una gran cantidad de humillantes temores. ¿Había sido demasiado atrevido? ¿Demasiado torpe en su inexperiencia? ¿Demasiado entusiasta?
Mingyu emitió un fuerte gemido. Su inmenso placer se vio acribillado por la sospecha de que Wonwoo había estado practicando. La rabia lo removió por dentro y logró desconcertarle, obligándole a deshacerse de ese pensamiento, pero aun así, se deslizó hacia un lado, poniéndose fuera de su alcance.
—¿Qué pasa? —le preguntó con ojos preocupados.
—Nada —pero Mingyu estaba intranquilo por los pensamientos irracionales y perturbadores y las respuestas que le asaltaban. Inteligente y pragmático por naturaleza, se contentó acogiéndose a los beneficios de la fría lógica. Nunca en la vida se había mostrado posesivo con una pareja.
Wonwoo se encontraba dolido y confuso. Jurando en griego, Mingyu le separó los labios enrojecidos en un beso voraz que borró de un golpe su angustia desterrándolo para siempre de su memoria. Cada vez que sumergía la lengua en su boca avivaba su deseo.
Un pequeño escalofrío se instaló en su cuerpo haciéndolo apretarse más contra él para buscar un alivio al dolor que repiqueteaba en el centro de su deseo. Consciente de esta angustia, Wonwoo ya temblaba de arriba abajo.
—Te deseo… —exhaló en voz baja.
—Yo también te deseo —susurró, enfebrecido.
Una especie de gemido, a medio camino entre la protesta y el placer salió de Wonwoo cuando él acarició su zona más sensible. Y enseguida se vio perdido en la oscuridad, en el palpitante placer que Mingyu desataba en él.
Su piel empezó a transpirar y se retorció entre gemidos respondiendo al fluir de sensaciones eróticas. Se encontró atrapada en una oleada irresistible de excitación. La sangre golpeaba sus venas y el corazón le latía con fuerza.
Embrujado por sus caricias, sometido a su fuerte sensualidad, hervía de frustración. Su deseo había alcanzado tal punto agridulce de tormento que no podía soportar esperar ni un segundo más a ser saciado.
En ese mismo instante, Mingyu se deslizó entre sus muslos. Con ojos suplicantes y apasionados, Wonwoo temblaba y se agitaba, arrojado a una cúspide casi dolorosa de necesidad. Se introdujo en él en la cima de ese deseo vehemente. Enérgico y vigoroso, se abrió paso en su entrada. Una deslumbrante e intensísima sensación se apoderó de él al sentirlo en su interior. Lo besó, y él respondió con la pasión salvaje que le consumía. Hurgó en su boca, jugando en ella con su lengua mientras la sometía a largas y enérgicas embestidas.
Wonwoo enloquecía de placer, un placer que se encontraba más allá de lo que había sentido jamás. La excitación hacía arder su cuerpo como un fuego voraz que consumía toda su energía y sus pensamientos.
Al sentir que una apremiante tensión se acumulaba en su interior, sollozó su nombre, y un segundo después fue lanzado del torbellino de la pasión hacia la cima del éxtasis. Desorientado y fuera de sí, disfrutó de su arrobamiento y se abandonó a una cascada de estremecimientos de inmenso placer. Le pareció que transcurrían siglos hasta volver a poner los pies en la tierra.
—Mingyu —murmuró, y en ese momento tranquilo de alivio y alegría, todas sus defensas se rindieron e hizo lo que deseaba hacer: dar rienda suelta al amor que había mantenido encerrado en su interior. Lo envolvió con sus brazos y lo abrazó fuertemente, acarició su pelo húmedo, cubrió su cuerpo de besos y suspiró feliz y satisfecho.
Inmerso en aquella pleamar de afecto, Mingyu se quedó inmóvil por un instante, y luego casi se echó a reír, porque su hijo era igual de afectuoso. En un movimiento bastante brusco para una persona tan grácil, presionó con sus labios la comisura de la boca de Wonwoo y rodó hacia un lado, pero, casi al instante, estiró su cuerpo para salvar el espacio entre ellos y encerrar su mano en la de él. Wonwoo giró la cabeza y le dedicó una enorme sonrisa.
De pronto, aquel gesto familiar pulsó una cuerda de su memoria y le hizo fruncir las cejas.
—¿Sabes? Hasta este momento no me había dado cuenta de que te pareces a Jenny, pero acabo de descubrir cierto parecido familiar.
—¿De verdad? —Wonwoo se sintió terriblemente desconcertado ante esa inesperada observación y también muy sorprendido, porque nunca se le había ocurrido que pudiese parecerse en lo más mínimo a su prima. Fue como si un enorme cubo de hielo se formase en el interior cálido de su vientre, y yació inmóvil y tenso.
—No es algo evidente —añadió Mingyu—. Creo que ha sido más bien un gesto. Tu sonrisa me la ha recordado.
Wonwoo continuó sonriendo con valentía al oírle, aunque en realidad lo que sentía eran ganas de tumbarlo de la cama. El frío en su interior se fue extendiendo como la humedad por sus miembros hasta helarle los huesos.
¿Cómo iba él a parecerse a la hermosa y difunta Jenny? Ni siquiera necesitaba que le dijesen que sólo se había tratado de un gesto. Lee Soyul se había limitado a decir verdad al indicar que no podía compararse a su prima ni en aspecto ni en personalidad, y eso era algo que tenía asumido. Pero se sintió destrozado al ver que el hombre al que amaba le decía que le recordaba a Jenny.
¿Habría pasado con él la noche en que concibieron a Hyuk sólo porque le encontraba un leve parecido con su difunta prima? A fin de cuentas, ¿Mingyu había sentido por Jenny mucho más de lo que él creía? Lentamente, retiró su mano flácida de la de él.
Se hizo un silencio tan largo y pesado que cuando sonó el teléfono el sonido resultó ensordecedor. La oscuridad se apoderó de la mirada de Mingyu, que se incorporó para contestar la llamada. La conversación transcurría a saltos entre el Coreano y el mandarín.
—¿Minghao?
Wonwoo hablaba mandarín perfectamente y no tuvo problemas para adivinar quién era la persona que llamaba. Se trataba del joven supermodelo Xu Minghao, que según decían, era una de las parejas «estables» de Mingyu y que había acompañado a Mingyu al festival de cine de Cannes.
—¿En tu apartamento? —murmuró Mingyu sibilante—. ¿Por qué no? Aunque no podrá ser antes de las diez.
Wonwoo inspiró tan fuerte que llegó a marearse, pero no se le pasó la sensación plomiza de náusea que se le había enredado en el estómago. Salió de la cama como pudo y, avanzando lentamente por el suelo, recogió su ropa colocándosela, luchando frenéticamente con los botones de su camisa. Durante toda esta escena, Mingyu siguió hablando en mandarín y mirándolo con ojos fríos y oscuros como si fuese un espectáculo de cabaret para su entretenimiento.
Al ver que se disponía a salir, él murmuró:
—¿Qué estás haciendo?
Wonwoo no dijo nada. Se limitó a agarrar una jarra de agua que había sobre el mueble y la volcó sobre él.
Con un gruñido de incredulidad, Mingyu saltó fuera de la cama y dio fin a su conversación telefónica. Desnudo estaba tan impresionante como un broncíneo dios. Se sacudió el agua y lo miró enfadado.
—¿Qué demonios es esto?
—Ya has cobrado tu comisión y no hay más. Creo que éste podría denominarse el «periodo de enfriamiento». Si todavía deseas casarte conmigo, antes tenemos que dejar las cosas claras —dijo Wonwoo con desdén—. No me acostaré contigo mientras te sigas acostando con otros.
—Dios… ¿te atreves a imponerme normas? —le espetó Mingyu con mordacidad.
—No tengas tantos prejuicios. Ésta podría ser muy bien la mejor oferta que te hayan hecho en tu vida, así que piénsatela bien antes de rechazarla —le advirtió Wonwoo con los ojos encendidos de rabia—. Si quieres que nuestra relación sea platónica, ignoraré tus líos, porque no te consideraré mi esposo. ¡Pero si quieres algo más de mí, vigilaré todos tus movimientos y si me traicionas convertiré tu vida en un infierno!
—Incluso siendo mi esposo, no tendrás derecho a decirme lo que tengo que hacer —pronunció Mingyu con la seguridad de su carácter fuerte y arrogante. Lo miró mientras agarraba el picaporte de la puerta—. Si abandonas esta habitación antes de que amanezca, me enfadaré contigo.
—Pues me temo que te vas a enfadar —tras escuchar su conversación con Xu Minghao y viendo cómo se habían cumplido sus más terribles temores, Wonwoo estaba demasiado indignado y molesto como para quedarse allí sometido a su escrutinio—. Iré a ver cómo está Hyuk y me acostaré en una de las otras habitaciones. Buenas noches.
—Como quieras —condenándolo severamente con la expresión de su fino y hermoso rostro, Mingyu no volvió a intentar disuadirlo para que se quedara.
Wonwoo entró a ver a su hijo, que dormía plácidamente en la cuna. Jeonghan apareció en el umbral de la habitación contigua e intercambió con él una sonrisa animosa antes de marcharse. Escogió una habitación al otro lado del pasillo y cerró la puerta tras de sí. Se sentía muerto por dentro, pero en su cabeza bullían pensamientos e imágenes hirientes.
La realidad había acabado por hacer explotar la burbuja de sus estúpidas ilusiones y pensó que la culpa era sólo suya. ¿Es que acaso Mingyu no había sido sincero desde el principio?
Mingyu iba a seguir manteniendo aventuras ocasionales con un montón de jóvenes asombrosos y aduladores que proporcionaban variedad a sus relaciones sexuales en sus viajes alrededor del mundo.
Él iba a llevar su anillo y a criar a su hijo fingiendo que no le importaba que no hubiese nada más entre ellos. Pero, en esos momentos, sabía que le importaba muchísimo…



1 comentario:

  1. Sibsera bobo!!!! Ahhhh
    El nipo evidentemente lo quiero y el appa igual y este va y arruina todo por sus avenrturas!!!
    Carajo nipo! Que tienes algodon en el cerebro???

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...