Seductores II -10

Wonwoo centró su atención en Mingyu y de allí no se movió. Llevaba un frac y unos pantalones oscuros de raya diplomática, a juego con una corbata del mismo tono que su vestido. Estaba tan imponente que ninguno hubiera podido evitar mirarlo. Al encontrarse con sus ojos negros fue como si el resto del mundo, y de hecho toda la iglesia, se hubiera se esfumado de repente. No veía nada excepto a él. Una dulce y licenciosa oleada de calor le recorrió con dedos de seda.
Seungkwan tomó en sus brazos a Hyuk, y Mingyu asió los dedos de Wonwoo y se inclinó para besar la piel delicada del interior de su muñeca. Fue una caricia más que un beso, y aunque aquel contacto sólo duró un instante, envió un mensaje lleno de sensualidad a cada una de sus terminaciones nerviosas y le hizo estremecer.
Tenía miedo de volver a mirarle durante la ceremonia por si olvidaba dónde estaba, pero podía sentir su presencia con cada fibra de su ser. Respondió con una voz clara que sonó más tranquila de lo que se sentía en realidad. Intercambiaron los anillos y sus nervios se aflojaron cuando los declararon esposos. Él agarraba su mano.
—Estás increíble, hara mou —le dijo Mingyu con voz ronca—. Ese color está hecho para ti.
—Me aterrorizaba la idea de parecer vestido de época —susurró Wonwoo, en un arranque de confianza—. Pero me enamoré locamente del vestido.
—Llegaste con retraso a la iglesia —Mingyu se agachó para recoger a Hyuk, que se resistía a los intentos de su niñero por quitarlo de en medio. Cansado y harto de que todos le hicieran gracietas, el pequeño empezaba a contrariarse.
—Así es la tradición —rió Wonwoo, conmovido y encantado con el modo en que él cuidaba intuitivamente de su hijo a pesar de que el niño ya no estaba de humor para nada—. No podía dejarte con todas esas maletas grabadas con mis iniciales de casado.
Mingyu descubrió que su sentido del humor no era tan saludable como de costumbre. Se imaginó todas aquellas maletas apiladas junto a los demás regalos que le había hecho, porque seguramente Wonwoo le habría abandonado. Le molestó sentirse aún tan tenso.
Un anillo de casado haría que cualquier joven se detuviese y se lo pensara dos veces antes de hacer algo insensato o impulsivo. Wonwoo era practicante y había hecho sus votos y promesas. Pero aun así, de pronto él se estaba preguntado en qué momento exacto el matrimonio se convertía oficial y vinculante: ¿antes o después de la consumación?
En el vehículo que los devolvía lentamente a la casa, Wonwoo se sintió un tanto incómodo con el silencio del novio.
—¿Cómo te sientes ahora que te has «quitado todo esto de encima»? —preguntó, luchando por mantener un tono burlón, porque deseaba recibir una respuesta que aplacara sus inseguridades.
—Aliviado —admitió Mingyu con plena franqueza, aunque pensó que se sentiría más aliviado si el día hubiese acabado ya. Se estaba esforzando por superar el oprobio que suponía verse obligado a desplazarse en un carruaje descubierto de terciopelo azul tirado por cuatro corceles blancos que brincaban coronados por plumas celestes. Estaba aprendiendo mucho sobre las preferencias nupciales de Wonwoo y la mayor parte eran sorprendentemente vistosas, totalmente incongruentes con los sofisticados gustos de él.
Wonwoo pensó que, si hubiesen asistido a un acontecimiento muy serio, habría entendido que él le confesara sentirse aliviado. Al momento se regañó por su susceptibilidad. Se dice que muchos hombres odian el alboroto y la formalidad que conllevan las bodas.
Cuando el carruaje se detuvo ante la casa, Mingyu saltó rápidamente y tomó en brazos a su esposo para ayudarlo a descender, pero no volvió a dejarlo en el suelo. Sus negras pestañas le cubrieron los ojos y le separó los labios con una sensual caricia de su lengua, introduciéndola en el interior de su boca con una maestría tal que le pilló totalmente desprevenida.
Wonwoo se sintió abrumado. Toda una serie de cohetes sensuales comenzó a sisear y estallarle en las venas. Sus pezones se irguieron y su interior se volvió líquido. Mingyu lo soltó lentamente, hasta que sus zapatos dorados se asentaron sobre la alfombra roja que ascendía hasta la puerta de entrada.
Wonwoo abrió sus labios hinchados por el amor. Estaba a punto de decir algo cuando un movimiento a un lado de Mingyu captó su atención. Un extraño con una cámara le indicaba que posara otra vez, y aquello lo devolvió de golpe al planeta tierra. No se había percatado ni recordaba al equipo de profesionales contratados para inmortalizar su boda. Pero Mingyu era mucho más observador. Con un brillante sentido de la oportunidad, acababa de ofrecerles un abrazo perfectamente coreografiado que marcaba la llegada de los novios a la casa.
—Ni Lo que el viento se llevó podría superar esta escena —señaló Wonwoo con la voz quebrada y las mejillas sonrosadas—. Bueno, me prometiste un buen espectáculo y esto casa mucho con lo que se espera de un novio.
Mingyu se preguntó por qué su ahora esposo había desarrollado la horrible costumbre de recordar cada una de sus palabras y lanzárselas en el momento más inoportuno.
—Ésa no es la razón por la que te he besado, hara mou.
—¿Ah, no?
—Pues no —respondió Mingyu con concisa mordacidad.
 Wonwoo echó hacia atrás la cabeza.
—Bueno, pues yo no te creo.
—¿Por qué no dejamos que nuestros invitados disfruten solos de la fiesta y nos vamos directamente al dormitorio? —Mingyu hizo aquella proposición usando el tono de voz más suave y aterciopelado que se pueda imaginar—. Estoy preparado y dispuesto. ¿Me creerías entonces? ¿Probaría eso que lo que me impulsó fue el deseo y no la intención de posar para las cámaras?
Wonwoo lo miró aterrorizado. El corazón le latía en la garganta debido a la impresión Él le miraba con sus ojos profundos y enigmáticos, lanzándole un desafío mezcla de picardía y candente sexualidad. Se le secó la boca, porque supo al instante que estaba hablando en serio.
De hecho, tenía la terrible sospecha de que a Mingyu le atraía mucho la idea de abandonar a sus invitados y toda la parafernalia preparada para entretenerles.
—Sí, lo probaría… pero… pero no creo que sea necesario ir tan lejos —murmuró apresuradamente.
—¿No? —le estaba prestando toda su atención. Ni siquiera parpadeó ante los empleados que se habían congregado al otro extremo del vestíbulo para felicitarlos, ni la larga procesión de limusinas que se detenían en la puerta para descargar a los primeros invitados.
—No —susurró atribulado.
Mingyu acarició con la yema del dedo el rubor que coloreaba el rostro de Wonwoo.
—¿No? —inquirió con marcada intención—. ¿Ni siquiera tratándose de lo que más deseo en este momento, hara mou?
El corazón se le disparó y la respiración se le atrancó en la garganta. Él lo dominaba con su mirada brillante y provocadora, haciéndole sentir un inmenso calor bajo el vientre y haciendo que sus piernas temblaran.
«¿Es que no tengo prioridad?», le había preguntado la    noche antes. De pronto Wonwoo quiso otorgársela a cualquier coste.
—De acuerdo… si eso es lo que quieres… —se oyó decir transigiendo, y le costó creer que lo había hecho.
Mingyu se mostró sorprendido y agradecido. Al fin decía que sí. Le asombraba la enorme satisfacen que sentía. Wonwoo era muy tradicional, muy cauto, y él supo del valor de su triunfo y su poder de atracción. Con ojos ardientes, tomó su mano y besó sus finos dedos con inusitada cortesía.
 —Gracias. Pero no te voy a poner en ese aprieto.
Wonwoo se sintió decepcionado y aliviado al mismo tiempo. Pero estaba llegando la gente, había que hacer las presentaciones pertinentes y recibir la enhorabuena y felicitaciones de los invitados.
Había asumido el papel de anfitrión además del de novio, rechazando amablemente el ofrecimiento de su tía de hacerse cargo de todo. En cuanto tuvo un momento libre, se lo dedicó a Hyuk, que necesitaba un abrazo y un momento a solas con su appa antes de echarse una siesta que ya se había retrasado demasiado.
Para regresar al salón de baile, atajó por una escalera trasera, pero a medio camino se detuvo al oír un nombre y una risita que le resultó familiar.
—Claro que de estar viva Jenny —decía su prima con cierta autoridad mientras se arreglaba el pelo frente a un espejo dorado—, Wonwoo no se hubiera acercado a Mingyu jamás. Jenny era divina, y nunca se habría valido de un mocoso para llevarlo al altar.
—¿Crees que Wonwoo se quedó embarazado a propósito?
—Por supuesto que sí. Seguramente fue después del funeral, se abalanzaría sobre él estando borracho o algo así… ¡porque seguro que estaba borracho o afectado por la muerte de mi hermana!
Rezando por no tener que sufrir la humillación de ser descubierto, Wonwoo empezó a retroceder subiendo las escaleras de puntillas. Por desgracia, la voz estridente de Amanda lo persiguió:
—Jenny encontraba tan gracioso que Wonwoo estuviese loco por Mingyu que se lo contó. Pero no creo que a mi primo le hiciese ninguna gracia si estuviese hoy aquí. ¿Viste qué tiara? ¿Has visto el tamaño de esos diamantes? ¿Y cómo lo agradece Wonwoo? ¡Subiendo a un millonario a un carruaje hortera que parecía salido de un circo!
Wonwoo se dirigió a la escalera principal situada al otro lado de la mansión. Sentía náuseas. ¿Es que la idea del carruaje había sido de mal gusto? ¡Qué ingenuo había sido al no darse cuenta de que una boda tan precipitada iba a traer consigo cientos de comentarios desagradables!
¿Cómo podía creer alguien que había planeado su embarazo? Pero quizá esa boda podía considerarse «forzada» en el sentido de que él había presionado a Mingyu con el tema de su hijo. Así que, ¿qué derecho tenía a mostrarse tan susceptible?
Pero algunos comentarios iban más lejos y hacían mucho más daño.
¿Se había aprovechado del sufrimiento de Mingyu la noche del funeral? Ambos sufrían. Pero aun así, aquella sugerencia tocaba un punto muy sensible, porque todavía se temía que la única razón por la que se habían acostado era que él le había recordado a Jenny.
¿Podía ser verdad que Jenny hubiese adivinado lo que sentía por Mingyu y se lo hubiese contado a él, convirtiéndolo en objeto de sus burlas? Se moría de vergüenza con sólo pensar que él había sabido siempre el mayor de sus secretos. Escucha conversaciones ajenas y oirás hablar mal de ti. Se preguntó quién habría inventado ese viejo dicho. Estaba totalmente destrozado.
En cuanto Wonwoo regresó junto a Mingyu, éste se percató de que algo iba mal. Su alegría se había apagado, su chispa había perdido fuerza. Cuando sirvieron la comida, había perdido el apetito y se dedicó a comer con desgana y a evitar su mirada. Él se alarmó. Sabía que había sido un gran error dejarlo solo aunque hubiera sido solo un momento.
Alguien le había contado lo de la fiesta y estaba ofendido, pero era demasiado educado como para discutir con él en público. Mientras rumiaba la forma de controlar las secuelas de aquella situación, el atractivo de la luna de miel en Italia que había organizado empezó a caer en picado. Si Wonwoo no se mostraba comprensiva y le perdonaba, encontraría fácilmente el modo de abandonarlo en Italia.
 Pensando que seguramente se arrepentiría de haber decidido pasar la luna de miel en la Toscana, decidió llevar a su esposo directamente a su ciudad natal en la isla de Zelos. Rodeada por el mar y por un ejército de fervientes criados, Wonwoo no podría abandonar la isla precipitadamente o sin su consentimiento. Contaría con todo el tiempo del mundo para disuadirlo de tomar decisiones precipitadas o insensatas. Llamando a S.Coup con una inclinación de cabeza, le comunicó el cambio de planes.
Sólo entonces cayó en la cuenta de que estaba tramando encerrar prácticamente a su esposo y sintió un leve escalofrío de inquietud. Al estudiar el perfil pálido y delicado de Wonwoo, se reafirmó en sus convicciones.
«¡Mira lo que pasó la última vez que tuvo libertad para tomar sus propias decisiones! ¡Se enfrentó solo a un embarazo! El embarazo de mi hijo, que debía haber compartido conmigo desde el principio», pensó con fiereza.
Si era capaz de tomar decisiones así, no es de extrañar que él sintiera la necesidad de tomar las riendas. En cualquier caso, hasta los hombres primitivos sabían que su obligación era proteger a la familia.
Cuando Wonwoo subía a cambiarse, Jian insistió en acompañarlo.
—Te debo una disculpa por juzgar mal a Mingyu —murmuró el hermoso joven—. Al igual que todos nosotros, ha madurado y cambiado mucho desde que estaba en la universidad.
Wonwoo apartó a un lado sus preocupaciones y esbozó una cálida sonrisa que tranquilizase a Jian.
—¿Y qué es lo que te ha hecho cambiar de opinión?
—¿Aparte del hecho de que hoy se ha mostrado encantador conmigo? Cuando veo a Mingyu contigo y con Hyuk, veo a una persona muy distinta de aquella que recuerdo —confesó el joven príncipe—. Y mientras que a mí me sorprendió saber que ambos eran pareja, a mi marido no le sorprendió en absoluto. Dijo que eras el único joven que Mingyu buscaba cuando deseaba mantener una conversación inteligente.
Wonwoo asintió con la cabeza, pero pensó que una conversación inteligente no era una oferta demasiado sustanciosa para uno de los playboy más afamados del planeta.
—¿Te preocupa algo? —preguntó Jian con suavidad—. ¿Es ese disparate de la despedida de soltero?
Wonwoo ocultó su mirada de sorpresa para no dejar ver que ignoraba el tema. Se concentró en cambiarse de ropa.
—Pues… no.
—Sabía que eras lo suficientemente prudente como para no dejar que algo así te molestase. Después de todo, los hombres siempre serán hombres, y los nuestros en concreto siempre serán objetivo de la  prensa —comentó Jian irónicamente—. Sang habría estado en ese yate con Hyungsik y Mingyu si no hubiera sido porque tuvo que sustituir a mi suegro en una reunión de gobierno.
¿El disparate de la despedida de soltero? Wonwoo se dijo que no debía indagar más. No era asunto suyo ¿no? Había pasado tan poco tiempo desde el desafortunado malentendido con lo de Xu Minghao, que Wonwoo no deseaba apresurarse a pensar en lo peor. En cualquier caso, ya tenía suficiente con atormentarse a sí mismo con la sospecha de que Mingyu podía haber sabido desde siempre que él lo amaba. No podía soportar la idea. Pensaba que si perdía el orgullo, ya no le quedaría nada.
Conforme el helicóptero giraba, Wonwoo contempló la isla que se extendía bajo ellos porque todavía quedaba luz suficiente para contar con una buena vista. Zelos era el lugar en el que Mingyu se había criado y, sólo por esa razón, a él le fascinaba la idea de conocer la isla.
Ya era de noche cuando Hyuk fue recibido en la inmensa casa como si fuera un rey. Wonwoo vio cómo Jeonghan y su ayudante, un joven griego, acostaban al niño seguidos de cerca por el ama de llaves y su guardaespaldas personal. Sacudió lentamente la cabeza:
—Hyuk nunca volverá a estar solo, ¿no es así?
—Siendo niño yo pasaba mucho tiempo solo pero, al igual que yo en su día, estará vigilado por todos los habitantes de la isla. Bienvenido a tu nuevo hogar, hara mou —Mingyu cerró su mano sobre la suya—. Deja que te muestre la casa.
Era tan grande como Pledis Park, ya que varias generaciones de la familia habían ido construyendo nuevas alas según sus gustos particulares. En una maravillosa habitación que se abría a una terraza cubierta de parras, Mingyu lo abrazó con extrema delicadeza.
—Quiero que seas feliz aquí —le dijo con voz ronca.
Wonwoo miró sus ojos brillantes y oscuros y sintió que su corazón se tambaleaba. Se había prometido a sí mismo que no se rebajaría a preguntarle ninguna tontería. Pero de repente no pudo soportar la necesidad de conocer la verdad.
—Quiero preguntarte una cosa —dijo bruscamente. Mingyu lo miró interrogante. —¿Te contó Jenny hace años que yo estaba enamorado de ti?
Era la última pregunta que Mingyu esperaba escuchar. Estaba preparado para una cuestión de naturaleza absolutamente distinta, de hecho, para una acusación, y aquello le desconcertó.
Wonwoo se apartó de su relajado abrazo.
—Es verdad. ¡Te lo contó!
Mingyu frunció el ceño:
—No has dejado que responda a tu pregunta.
Wonwoo se irguió cuan alto era.
—No hace falta que lo hagas. A veces te leo como un libro abierto.
A Mingyu no le tranquilizó nada esa afirmación. Siempre se había considerado muy hermético. Pero en una o dos ocasiones, Wonwoo le había hecho sospechar que poseía cierta intuición con respecto a él.
—Puede que Jenny mencionara una vez algo parecido —admitió él con suma tranquilidad—. Pero bueno, es algo por lo que no tienes que preocuparte.
Wonwoo contestó con firmeza:
—No estaba preocupado.
—Ni debes pensarlo siquiera.
—Tampoco pensaba en ello. Porque ya no es cierto —le informó Wonwoo obstinadamente, deseando sacarle de la cabeza cualquier idea parecida—. Lo superé después de aquella noche en casa de Jenny.
Él tensó los músculos bajo su bronceada piel.
—¿Por qué?
Dos años de hostilidad y sufrimiento acumulados iban invadiendo a Wonwoo de sentimientos desbordados.
—¿Te acuerdas de cuando me pediste el desayuno? No había comida en la casa, así que, tonto de mí, salí a comprar algo.
Mingyu, que llevaba mucho tiempo considerando que sus recuerdos de aquella mañana eran lo suficientemente ofensivos como para olvidarse de ello para siempre, le dirigió una mirada fría e inexpresiva.
—¿Y adonde te fuiste a comprar? ¿A África?
—A un sitio más a mano. Bajé la calle en coche pero al girar para entrar en el supermercado un coche chocó conmigo por detrás. Acabé en el hospital con conmoción cerebral.
Mingyu la miró sin dar crédito a sus oídos.
—¿Me estás diciendo que tuviste un accidente aquella mañana?
Wonwoo asintió con la cabeza.
—¿Y por qué demonios no me llamaste?
—Cuando recobré el conocimiento y tuve acceso a un teléfono, tú ya te habías marchado de la casa de Jenny. Decidí seguir tu ejemplo — contestó Wonwoo con dificultad, apretándose las manos—, ¡y me curó el arrobamiento que sentía por ti, porque yo podría muy bien haberme muerto dado el enorme interés que tenías por saber lo que me ocurrió aquel día! Ni siquiera te molestaste en llamar.
Mingyu aún no acababa de entender, porque no salía de su asombro.
—¿Estabas herido… en el hospital?
—Sí, hasta la mañana siguiente.
Sus facciones se tensaron, y frunció preocupado las cejas, tomando sus manos y acercándolo hacia él. No apartaba los ojos de aquel rostro turbado y a la defensiva.
—Dios, lo siento de veras. De haberlo sabido, si hubiese sospechado siquiera que no había vuelto porque te había pasado algo, te habría buscado y habría estado allí para ayudarte. Pensé que me habías dejado.
Wonwoo estaba desconcertado. ¿Por qué había pensado algo así? No cayó en la cuenta de que eso era algo que a él le ocurría bastante a menudo. ¿O era un comportamiento después de una aventura de una sola noche? No quería preguntarle, no quería regodearse en ese tema. Temía que su sensibilidad acabase siendo demasiado reveladora para un hombre tan sagaz como él.
Mingyu comprendió al fin por qué le había dicho que no le gustaba. Le sorprendió que no se le ocurriera que Wonwoo podía haber tenido un accidente, que podía haber una explicación a su desaparición. No entendía por qué su perspicaz razonamiento le había abandonado aquel día, o por qué su reacción había sido tan desproporcionada. Pero admitía las consecuencias.
—Te fallé —le dijo con gravedad—. Lo lamento muchísimo.
A Wonwoo le sorprendió la sinceridad que había en sus ojos. Con finos dedos, lo acarició en un gesto de consuelo lleno de todo el cariño que pudiese haberle negado.
—No pasa nada… tú no sabías….
Él torció en un gesto su boca grande y sensual.
—Sí que pasa. Debía haber preguntado. Podría haber estado contigo. Pero era un engreído…
—Lo sé, y no parece que vayas a cambiar –le dijo Wonwoo en tono lastimero—. A menos que te sometas a un trasplante de ego.
Mingyu intentó aguantar la risa. Inclinó la cabeza reclamando la boca suave y rosada de Wonwoo, y lo besó tan apasionadamente que éste sintió que el mundo explotaba a su alrededor…



1 comentario:

  1. TT_____TT
    Estos np salen de una para merrse en otra...
    Que monton de sucesoso...uno tras otro(?)...

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...