¿Por qué todo el mundo quería que Yesung muriera? No
podía entender tal animosidad hacia él. No importa que el hombre actuara en la
forma que lo hacía.
¿A alguien alguna vez le había caído bien?
Ni siquiera una vez en toda la eternidad M'Adoc había
hablado tan severamente acerca de alguien.
—No es como tú.
Le oyó inspirar profundamente mientras tensaba la mano en
su hombro.
—Un perro rabioso no puede ser salvado, Ryeowook. Es
mejor para todos, incluido el perro, que sea eliminado.
—¿El reino de las sombras sería preferible para vivir?
¿Estas tu demente?
—En el caso de Yesung, lo sería.
Estaba consternado.
—Si eso fuese cierto, entonces Shindong no sería
compasivo con él y no me habría pedido que lo juzgara.
—Shindong no lo mata porque sería muy parecido a
suicidarse.
Ryeowook pensó en eso por un minuto.
—¿Que quieres decir? No veo nada parecido entre ellos.
Ryeowook tenía la impresión que M'Adoc indagaba su mente
con la de él.
—Tienen mucho en común, Shindong y Yesung. Cosas que la
mayoría de la gente no puede ver o puede entender. Pienso que Shindong siente
que si Yesung no puede salvarse, entonces tampoco puede él.
—¿Salvarse de qué?
—De él mismo. Ambos hombres tienen tendencia a escoger su
dolor. Ellos no lo escogen sabiamente.
Ryeowook sintió algo extraño al oír esas palabras. Una
puñalada diminuta en su estómago. Algo que no había sentido en mucho tiempo. Realmente
sufría por ambos hombres.
Sobre todo, sufría por Yesung.
—¿Cómo escogen su dolor?
M'Adoc se rehusó a explicarse. Pero bueno, lo hacía a
menudo. Tratar con los dioses del sueño era sólo un nivel menos frustrante que
tratar con un Oráculo.
—M'Adoc, muéstrame por qué Yesung ha sido abandonado por
todo el mundo.
—No creo que quieras...
—Muéstrame —insistió. Tenía que saber, y en lo más
profundo sospechaba que no tenía mucho que ver con su trabajo como quería
pensar. Su necesidad de saber se sentía más personal que profesional.
Su voz era completamente sin emoción.
—Va contra las reglas.
—Cualquiera sea la repercusión, la soportaré. Ahora
muéstrame. Por favor.
M'Adoc le hizo sentarse sobre la cama.
Ryeowook se recostó y le dio permiso al Dream Hunter que
lo sedujera para dormir. No estaba seguro de que método usó M'Adoc, pero antes
de cerrar sus ojos se encontró flotando hacia el reino de Morfeo.
Aquí tenía vista aún mientras estuviera juzgando. Era el
por qué siempre le había gustado soñar durante sus asignaciones.
M'Adoc apareció a su lado.
—¿Estás seguro de esto?
Él inclinó la cabeza, asintiendo.
—Él sueña con su pasado.
—Quiero verlo.
Él vaciló como si debatiera consigo mismo. Finalmente, le
mostró.
Ryeowook entró primero. El y M'Adoc dieron un paso hacia
atrás de la escena, lejos de cualquiera que pudiera verlos o sentirlos.
No era que realmente lo necesitaran, pero quería
asegurarse de no interferir en el sueño de Yesung.
Miró alrededor.
Lo que más lo golpeó fue lo vívido que todo era. La
mayoría de la gente soñaba con detalles imprecisos. Pero éste era claro como el
cristal y tan real como el mundo que había dejado atrás.
Vio a tres niñitos congregados en un antiguo atrio
romano.
Sus edades iban desde los cuatro a los ocho años, y todos
tenían varas en sus manos y estaban riendo y gritando.
—Saboréalo, saboréalo, saboréalo.
Un cuarto niño de alrededor de doce años pasó corriendo.
Sus ojos y cabellos negros eran espectaculares, y tenía un parecido notable con
el hombre a quien él había visto a través los ojos de N.
—¿Es ese Yesung?
M'Adoc negó con la cabeza.
—Ese es su medio hermano, Sungjoon.
El niño corrió hacia los demás.
—Él no lo hará –dijo otro niño antes de golpear con su
vara lo que fuese que estuviera en la tierra.
Sungjoon tomó la vara de la mano de su hermano y atizó el
bulto sobre la tierra.
— ¿Qué ocurre, esclavo? ¿Eres demasiado bueno para comer
desechos?
Ryeowook se quedó sin aliento al percatarse que había
otro niño sobre el terreno. Uno que estaba vestido con ropa hecha jirones al
cual estaban tratando de forzar a comer alimento podrido. El niño estaba
doblado en posición fetal, cubriéndose su cabeza al punto que apenas se veía
humano.
Los que tenían las varas siguieron atizándolo y
golpeándolo. Pateándolo cuando no respondía a sus golpes o a sus insultos.
—¿Quiénes son todos estos niños? –preguntó.
—Los medio hermanos de Yesung.
—¿Dónde esta Yesung?
—Es el que está sobre la tierra con la cabeza cubierta.
Ryeowook se sobresaltó, si bien había sospechado algo
así. Para ser honestos, no podía quitar su mirada de él. Todavía no se había
movido. No importa cuán duro lo golpeaban, no importa lo que le decían. Él
yació allí como una roca inamovible.
—¿Por qué lo torturan?
Los ojos de M'Adoc estaban tristes, dejándola saber que
él estaba extrayendo algunas de las emociones de Yesung mientras observaba a
los niños.
—Porque pueden. Su padre gobernaba a todo el mundo,
incluida su familia, con puño severo. Él era tan malo que mató a la madre de
ellos porque ella le sonrió a otro hombre.
Ryeowook estaba horrorizado por las noticias.
—Usaba a sus esclavos para ayudar a entrenar a sus hijos
para la crueldad. Yesung tuvo la desgracia de ser uno de sus chivos expiatorios
y, a diferencia de los demás, no tuvo la suficiente suerte como para morir.
Apenas podía entender lo que M'Adoc le decía. Había visto
bastante crueldad en su tiempo, pero nunca algo como esto.
Era inimaginable que tuvieran permiso de tratarlo así,
especialmente cuando era de la familia.
—Dijiste que eran los medio hermanos de Yesung. ¿Cómo es
que él es un esclavo cuando ellos no lo son? ¿Ellos eran familiares a través de
su madre muerta?
—No. Su padre engendró brutalmente a Yesung con una de
las esclavas griegas de su tío. Cuando Yesung nació, su madre sobornó a uno de
los sirvientes para sacar a Yesung y exponerlo a fin de que muriera. El criado
se apiadó del niño, y en lugar de matarlo, se aseguró que el bebé fuera con su padre.
Ryeowook miró hacia atrás al niño sobre el terreno.
—Su padre no lo quiso, tampoco —era una afirmación de los
hechos.
No había ninguna duda que nadie en este lugar quería al
niño.
—No. Para él Yesung era sucio. Débil. Yesung podía tener
su sangre en él, pero también cargaba la sangre de una esclava sin valor. Así
que entregó a Yesung a sus esclavos, quienes volcaron el odio por su padre
sobre él.
Cada vez que uno de los esclavos o los sirvientes estaban
enojados con el padre de Yesung o sus hermanos, el niño sufría por eso. Creció
como el chivo expiatorio de todo el mundo.
Observó como Sungjoon agarraba a Yesung por el pelo, y lo
levantaba. Su respiración quedó atrapada en la garganta al ver la condición de
la bella cara. No tenía más de diez años, estaba lleno de cicatrices tan feas
que apenas parecía humano.
—¿Qué ocurre, esclavo? ¿No tienes hambre?
Yesung no contestó. Tiró de la mano de Sungjoon, tratando
de escaparse. Pero no pronunció una sola palabra de protesta. Era como si
supiese que era lo mejor o estuviese tan acostumbrado al abuso que no se tomó
la molestia.
—¡Déjalo ir!
Giró al ver a otro niño de la edad de Yesung con un
fuerte parecido con sus hermanos.
El recién llegado se precipitó sobre Sungjoon y lo forzó
a soltar a Yesung. Retorció la mano del niño mayor detrás de su espalda.
—Ese es Siwon —le informó M'Adoc. —Otro de los hermanos
de Yesung.
—¿Cuál es tu problema, Sungjoon? –demandó Siwon. —No
deberías atacar a los débiles. Míralo. Apenas puede estar parado.
Sungjoon se contorsionó para liberarse de Siwon, y lo
golpeó tirándolo al piso.
— No tienes valor, Siwon. No puedo creer que lleves el
nombre del abuelo. No haces más que deshonrarlo.
Sungjoon se rió sarcásticamente como si rechazara la
presencia del niño.
—Eres débil. Cobarde. El mundo pertenece sólo a aquellos
que son lo suficientemente fuertes para tomarlo. No obstante te compadecerías
también de los que son débiles para pelear. No puedo creer que vengamos del
mismo vientre.
Los otros niños atacaron Siwon mientras Sungjoon
regresaba a Yesung.
—Tienes razón, esclavo –dijo él, agarrando a Yesung por
el pelo. —No mereces un repollo. El estiércol es todo lo que mereces de comida.
Sungjoon lo tiró hacia...
Ryeowook se salió del sueño, incapaz de soportar lo que sabía
que iba a ocurrir. Acostumbrado a no sentir nada por otras personas, ahora
estaba abrumado por sus emociones. El realmente se estremeció de furia y dolor
por él. ¿Cómo esto podía haber sucedido?
¿Cómo pudo aguantar Yesung vivir la vida que había recibido?
En este momento, odió a sus hermanos por su parte durante
la infancia de Yesung. Pero claro, ni aún los Destinos podían controlar todo.
El sabía eso. Aún así, no alivió el dolor en su corazón por un niño que debería
haber sido mimado.
Un niño que se había convertido en un hombre enojado,
amargado.
¿Se podía esperar que él no fuera tan rudo? ¿Cómo alguien
podía esperar que fuera de otra manera cuando todo lo que alguna vez le habían
mostrado era desprecio?
—Te lo advertí –dijo M'Adoc mientras se unía con él. —Por
esto incluso los Skoti se niegan a visitar sus sueños. Tomando en
consideración, que este es uno de sus recuerdos más apacibles.
—No entiendo cómo sobrevivió —murmuró, tratando de hacer
que tuviera sentido. —¿Por qué no se suicidó?
M'Adoc lo miró cuidadosamente.
—Sólo Yesung puede contestar a eso.
Él le dio un frasco pequeño.
Ryeowook clavó los ojos en el líquido rojo oscuro que
tenía un gran parecido con la sangre. Idios. Es un suero inusual que era hecho
por los Oneroi, que posibilitaba a ellos o alguien más, por un corto período de
tiempo, convertirse en uno con el soñador.
Podía ser usado en los sueños para guiar y dirigir, para
permitir que una persona que duerme pudiera experimentar la vida de otra
persona a fin de poderlo entender mejor.
Un sorbo y él podría estar en los sueños de Yesung.
Tendría total comprensión de él. Sería de él.
Y sentiría todas sus emociones...
Era un enorme paso a dar. En lo más profundo sabía que si
lo tomaba, entonces nunca sería el mismo.
Y otra vez, podría encontrar que no había ninguna cosa
más en Yesung que la furia y el odio. Él muy bien podría ser el animal que los
otros lo acusaban ser.
Un sorbo y sabría la verdad...
Ryeowook quitó el tapón y bebió del frasco.
No sabía qué estaba soñando Yesung en este momento, sólo
esperaba que él hubiera seguido adelante del sueño del que había sido testigo.
Había seguido.
Yesung ahora tenía catorce años.
Al principio, Ryeowook pensó que su ceguera había
regresado hasta que se dio cuenta de que veía a través de los ojos de Yesung. O
el ojo, más bien. El lado izquierdo de la cara dolía cada vez que trataba de
parpadear. Una cicatriz había fundido la costra con su mejilla, haciendo que
los músculos faciales dolieran.
Su ojo derecho, todavía funcionando, tenía una extraña
neblina parecida a una catarata y le tomó unos minutos antes de que sus
recuerdos se convirtieran en los suyo y así poder entender lo que le había
sucedido.
Había sido golpeado tan brutalmente dos años antes por un
soldado en el mercado, que el revestimiento de la córnea de su ojo derecho
había sido gravemente dañado. Su ojo izquierdo había sido cegado varios años
antes, por otra paliza, obra de su hermano Siwon.
Yesung no era capaz de ver mucho más que sombras y
borrones.
No es que a él le importase. Al menos así, no tenía que
ver su propio reflejo. Ni se preocupaba más por el desprecio en las miradas de
las personas.
Yesung caminó arrastrando los pies a través de una vieja
calle, abarrotada en el mercado. Su pierna derecha estaba tiesa, apenas capaz
de doblarse de todas las veces que había estado quebrada y no había sido
acomodada.
Por eso, era algo más corta que su pierna izquierda.
Tenía un modo de andar irritante que no le permitía moverse tan velozmente como
la mayoría de la gente. Su brazo derecho estaba casi de la misma forma. Tenía
poco o ningún movimiento en él y su brazo derecho estaba virtualmente inútil.
En su mano izquierda, agarraba firmemente tres quadrans.
Monedas que no tenían valor para la mayoría de los romanos, pero que eran
preciosas para él.
Siwon había estado enojado con Sungjoon y había lanzado
el bolso de Sungjoon por la ventana. Sungjoon había obligado a otro esclavo a
recogerlas, pero tres quadrans habían quedado sin recoger. La única razón por
lo que había sabido acerca de eso era porque lo habían golpeado en la espalda.
Yesung debería haber entregado las monedas, pero si
hubiera hecho el intento, Sungjoon lo hubiera golpeado por eso. El mayor de sus
hermanos no podía aguantar verlo y Yesung había aprendido hacía mucho tiempo a
quedarse tan lejos de Sungjoon como podía.
Por lo que respectaba a Siwon...
Yesung lo odiaba más que a todos. A diferencia de los
demás, Siwon trató de ayudarlo pero cada vez que Siwon había tratado de hacer
eso, habían sido atrapados y el castigo de Yesung se había incrementado.
Como el resto de su familia, odiaba el corazón blando de Siwon.
Era mejor que Siwon lo insultara como hacían los demás. Por que al final, Siwon
se veía forzado a lastimarlo más aún para probar a todos que no era débil.
Yesung, siguió el perfume de pan horneado, cojeó hasta la
panadería. El perfume era maravilloso. Caliente. Dulce. El pensamiento de
degustar un pedazo hacía que sus latidos se aceleraran y su boca se hiciera
agua.
Él oyó a las personas maldecirlo mientras se acercaba.
Vio sus sombras alejarse a toda prisa de él.
No le importaba. Yesung sabía qué tan repulsivo era. Se
lo habían dicho desde la hora de su nacimiento.
Si tuviese alguna vez una opción, se habría dejado a sí
mismo también. Pero como era, él estaba clavado en este cuerpo cojo y lleno de
cicatrices.
Sólo deseaba ser sordo además de ciego. Entonces así no
tendría que oír los insultos.
Yesung se acercó a lo que pensó podría ser un joven,
parado con una canasta de pan.
—¡Sal de aquí! —le gruñó el joven.
—Por favor, señor, —dijo Yesung, asegurándose de mantener
su borrosa mirada sobre el suelo. —He venido a comprar una rebanada de pan.
—No tenemos nada para ti, miserable.
Algo duro lo golpeó en la cabeza.
Yesung estaba tan acostumbrado al dolor que ni siquiera
se sobresaltó. Trató de dar sus monedas al hombre, pero algo golpeó su brazo y
soltó las preciosas monedas de su agarre.
Desesperado por un trozo de pan que fuera fresco, Yesung
cayó de rodillas para juntar el dinero. Su corazón martillaba. Miró de reojo
como mejor pudo, tratando de encontrarlas.
¡Por favor! ¡Tenía que tener sus monedas! Nunca nadie le
daría algo más y no había forma de saber cuando Sungjoon y Siwon pelearían otra
vez.
Buscó frenéticamente entre la suciedad. ¿Dónde estaba su
dinero?
¿Dónde?
Sólo había encontrado una de las monedas cuando alguien
lo golpeó en la espalda con lo que parecía ser una escoba.
—¡Vete de aquí! –gritó una mujer. —Ahuyentas a nuestros
clientes.
Demasiado acostumbrado a las palizas para advertir los
golpes de la escoba, Yesung siguió buscando sus otras dos monedas.
Antes de que las pudiera encontrar, fue pateado duramente
en las costillas.
—¿Eres sordo? –preguntó un hombre. —Vete de aquí,
pordiosero despreciable, o llamaré a los soldados.
Esa era una amenaza que Yesung tomó en serio. Su último
encuentro con un soldado le había costado su ojo derecho. No quería perder la
poca vista que le habían dejado.
Su corazón dio bandazos mientras recordaba a su madre y
su desprecio.
Pero más que eso, recordaba como había reaccionado su
padre una vez que lo habían devuelto a casa después de que los soldados
hubieron terminado de golpearlo.
El castigo de su padre había hecho que el de ellos
pareciera compasivo.
Si era descubierto en la ciudad otra vez, no había
palabras para decir lo que su padre haría. No estaba autorizado para estar
fuera de los terrenos de la villa. Y mucho menos el hecho que tenía tres
monedas robadas.
Bueno, sólo una ahora.
Agarrando su moneda apretadamente, deambuló lejos del
panadero tan rápido como su cuerpo destrozado se lo permitía.
Mientras atravesaba el gentío, sintió algo mojado en su
mejilla. Lo apartó sólo para descubrir sangre allí.
Yesung suspiró cansadamente mientras se tocaba la cabeza
hasta que encontró la herida por encima de la frente. No era demasiado
profunda. Sólo lo suficiente para estar lastimado.
Resignado por su lugar en la vida, pasó la mano sobre
eso. Todo lo que quería era pan tierno. Sólo un pedazo. ¿Era pedir demasiado?
Él miró alrededor, tratando de usar su nariz y vista poco
definida para encontrar a otro panadero.
—¿Yesung?
Él se aterrorizó ante el sonido de la voz de Siwon.
Yesung trató de correr a través del gentío, hacia la
villa, pero no llegó muy lejos antes de que su hermano lo atrapase.
El agarre fuerte de Siwon lo inmovilizó.
—¿Qué haces aquí? —demandó, sacudiendo el brazo dañado de
Yesung rudamente. —¿Tienes idea de qué te ocurriría si uno de los otros te
encontrase aquí?
Por supuesto que la tenía.
Pero Yesung estaba demasiado asustado para contestar. Su
cuerpo entero se estremecía por el peso de su terror. Todo lo que podía hacer
era escudar su cara de los golpes que estaba seguro comenzarían de un momento a
otro.
—Yesung, —dijo Siwon con la voz espesa de aversión. —¿Por
qué no puedes hacer alguna vez lo que se te dice? Juro que debes disfrutar ser
golpeado. ¿Por qué si no harías las cosas que haces?
Siwon lo agarró apenas por su hombro dañado y lo empujó
hacia la villa. Yesung tropezó y cayo.
Su última moneda saltó de su agarre y rodó por calle.
—¡No! —dijo Yesung jadeando, gateando tras ella.
Siwon lo atrapó y tiró de él para pararlo sobre sus pies.
—¿Qué está mal contigo?
Yesung observó a un niño poco definido recoger su moneda
y escabullirse. Su estómago se cerró con fuerza ante el dolor del hambre;
estaba completamente derrotado.
—Solo quería una rebanada de pan, —dijo él, su corazón
estaba quebrado, sus labios estremeciéndose.
—Tienes pan en casa.
No. Siwon y sus hermanos tenían pan. Yesung era
alimentado con los residuos que ni aún los otros esclavos o los perros comían.
Por una sola vez en su vida, quería comer algo que fuera
fresco y sin haber sido saboreado por alguien más.
Algo que nadie hubiera escupido.
—¿Qué es esto?
Yesung se encogió de miedo ante la voz que retumbaba y
que siempre lo traspasaba como vidrios haciéndose pedazos. Se echó atrás,
tratando de hacerse invisible al comandante que estaba sentado en el caballo,
sabiendo que era imposible.
El hombre veía todo.
Siwon se veía tan aterrorizado como Yesung. Como siempre
al dirigir la palabra a su padre, el joven tartamudeó.
–Yo-yo e-estaba...
—¿Qué hace el esclavo aquí?
Yesung dio un paso hacia atrás mientras los ojos de Siwon
se agrandaban y tragaba saliva. Era obvio que Siwon buscaba una mentira.
—No-nos-nosotros íbamos al mer-mercado –dijo Siwon
rápidamente.
—¿Tu y el esclavo? —el comandante preguntó
incrédulamente. —¿Para Qué? ¿Querías comprar un látigo nuevo con el que
golpearlo?
Yesung oró para que Siwon no mintiera. Siempre era peor
para él cuando Siwon mentía para protegerlo.
Si sólo se atreviera a decir la verdad, pero él había
aprendido hacía mucho tiempo que los esclavos nunca hablaban a sus superiores.
Y él, más que los demás, nunca tuvo permiso para dirigir
la palabra a su padre.
—B-B-bien...
Su padre gruñó una maldición y dio una patada a la cara
de Siwon. La fuerza del golpe derribó a Siwon, al lado de Yesung, con la nariz
vertiendo sangre.
—Estoy harto de la forma que lo proteges —. Su padre
desmontó del caballo y saltó hacia Yesung, quien se puso de rodillas y cubrió
su cabeza, en espera de la paliza que debía venir.
Su padre le dio una patada en las costillas lastimadas.
—Levántate, perro. Yesung no podía respirar del dolor en
su costado y del terror que lo consumía. Su padre lo pateó otra vez. —Arriba,
maldito.
Yesung se forzó a sí mismo a pararse aunque todo lo que
quería hacer era correr. Pero había aprendido hacía mucho tiempo a no hacerlo.
Correr sólo empeoraba el castigo.
Así es que se paró allí, afirmándose para los golpes.
Su padre lo agarró por el cuello, luego giró hacia Siwon,
quien estaba ahora de pie. Agarró a Siwon por sus ropas y le gruñó.
—Me disgustas. Tu madre era tan puta que me hace
preguntarme qué cobarde te engendró. Sé que no vienes de mí.
Yesung vio un destello de dolor en los ojos de Siwon,
pero rápidamente lo camufló. Era una mentira común que su padre pronunciaba
siempre que estaba enojado con Siwon. Uno sólo tenía que mirar a ambos para
saber que Siwon era tanto su hijo como lo era Yesung.
Su padre lanzó a Siwon lejos de él y arrastró a Yesung
por el pelo hacia un puesto.
Yesung quería colocar sus manos encima de la de su padre
para que su agarre no lo lastimara tanto, pero no se atrevió.
Su padre no podía soportar que lo tocara.
—¿Eres un vendedor de esclavos? –preguntó su padre.
Un hombre mayor se paró frente a ellos.
—Sí, Su Señoría. ¿Le puedo interesar en un esclavo hoy?
—No. Quiero venderle uno.
Yesung abrió la boca al entender lo que ocurría. El
pensamiento de partir de su casa lo aterrorizaba. Tan malas como eran las
cosas, había oído bastantes historias de otros esclavos para saber que la vida
podría empeorársele significativamente.
El viejo vendedor de esclavos miró a Siwon alegremente. Siwon
dio un paso atrás, su cara estaba pálida.
—Es un niño bien parecido, Su Señoría. Puedo obtener una
buena tarifa por él.
—No él –gruñó el comandante. —Este.
Él dio un empujón a Yesung hacia el tratante de esclavos
que curvó su labio con repugnancia. El hombre se cubrió la nariz.
—¿Es esto una broma?
—No.
—Padre...
—Mantén tu lengua, Siwon, o tomaré la oferta que hace por
ti.
Siwon dio una mirada compasiva a Yesung, pero sabiamente
se quedó en silencio.
El vendedor de esclavos negó con la cabeza.
—Este no tiene valor. ¿Para qué lo usa usted?
—Como Chivo Expiatorio.
—Él es demasiado viejo para eso, ahora. Mis clientes
quieren niños menores, atractivos. Este miserable no es adecuado para ninguna
cosa excepto para rogar.
—Lléveselo y le daré dos denarios.
Yesung quedo boquiabierto ante las palabras de su padre.
¿Él pagaba a un tratante de esclavos por tomarlo? Tal cosa no tenía precedente.
—Lo tomaré por cuatro.
—Tres.
El tratante de esclavos inclinó la cabeza.
—Entonces por tres.
Yesung no podía respirar mientras sus palabras resonaban
dentro de él. ¿Valía tan poco que su padre se había visto forzado a pagar para
liberarse de él? Aún el más barato de los esclavos valía dos mil denarios.
Pero no él.
Él era tan sin valor como todo el mundo había dicho. No
era extraño que todos lo odiaran.
Observó como su padre pagaba al hombre. Sin otra mirada
hacia él, su padre agarró a Siwon por el brazo y lo arrastró afuera.
Una versión menor del tratante de esclavos entró en su
vista poco definida y exhaló repulsivamente.
—¿Qué haremos con él, Padre?
El vendedor de esclavos probó las monedas con sus
dientes.
—Envíalo adentro a limpiar el pozo ciego para los otros
esclavos. Si él muere de alguna enfermedad, ¿a quien le importa? Mejor que él
limpie, en vez de algún otro que realmente podríamos vender y obtener una
ganancia.
El hombre joven sonrió ante eso.
Usando una vara, aguijoneó a Yesung hacia el establo.
—Vamos, rata. Déjame mostrarte tus nuevas obligaciones.
-se hace bolita y llora como Magdalena
ResponderEliminarAwww~ Nooooo
No es justo!!!
Por qué?
Por qué?
No se vale! Que vida tan horrible!
Wookie~ abrazalo! Besalo y dile que lo amas mucho!!!
TT____TT
Sabes, he terminado de leer el capítulo con el kleenex en la mano, ha sido muy duro leer lo que ha sufrido Yesung en manos de su padre y sus hermanos que al parecer son tan crueles como su padre, solo Siwon quería ayudarlo aunque sin querer empeoraba las cosas.
ResponderEliminarCreo que Wookie hizo bien en ver los sueños de Yesung, ellos le ayudaran a entender mejor porque muchas veces puede ser tan arisco, además tengo la impresión que las cosas para Yesung no termina ahí, ahora me pregunto como es que llegó a ser Dark Hunter y que pasó con ese pueblo.
Gracias por el cap
Tan solo de leerlo ya tenía las lágrimas que personas tan crueles la verdad se entiende que no tolere a siwon el pobre intento ayudarlo y sólo causaba más golpes a su persona wookie ayudalo
ResponderEliminarT.T
ResponderEliminarNo pues,a mi agarrenme que los mato....y mato hasta a Siwon,por mucho que hubiera querido "ayudarlo" solo lograba perjudicarlo.
Dios,y esos medios hermanos,pero la culpa no la tienen ellos,sino el dichoso padre que tienen.
Y wookie vio eso,pero todo eso seguro solo es una decima parte de todo lo que vivió.
Aaaaaaaaa mi niño.
Que injustos fueron con él. Dios,y aún así se sorprende de que sea así?
Que den gracias que no los mata uno por uno......aunque claro,creo que por eso mismo admitieron que fuera juzgado,no tienen duda en que lo condenaran a muerte.
Los odio.....ya la pagaron y los demás lo pagaran