Devil´s Heart (DH4)- 3




Yesung le dio un duro puñetazo en el estómago. Fue un golpe poderoso que hizo que Jongjin se tambaleara hacia atrás y puso de rodillas a Yesung. Siempre que un Cazador Oscuro atacaba a otro, el Cazador Oscuro que atacaba sentía el golpe diez veces peor que el que lo recibía. Había una única forma de evitar esto, que Artemisa levantara su prohibición. Solo esperaba que no se la hubiera levantado a Jongjin.

Yesung luchó por respirar ante el dolor y se forzó a sí mismo a pararse. A diferencia de Jongjin, el dolor físico era algo a lo que estaba habituado.

Pero antes de poder alejarse vio a Mike y a otros tres Escuderos en las sombras. Caminaban hacia ellos con pasos determinados que decían que estaban armados para el Cazador Oscuro.

—Déjenmelo a mí –ordenó Jongjin.

Lo ignoraron y siguieron avanzando.

Dándose vuelta, Yesung se dirigió hacia su vehículo de nieve sólo para encontrar el motor hecho pedazos. Obviamente habían estado ocupados mientras estaba comprando el generador.

Maldita sea. ¿Cómo pudo ser tan estúpido?


Ellos debían haber destruido sus generadores para obligarlo a ir al pueblo. Le habían hecho salir del bosque como cazadores con un animal salvaje.

Bien. Si querían cazar a un animal, entonces él lo sería.

Estiró su brazo con la mano abierta y usó su telequinesia para derribar a los Escuderos.

Sin querer lastimarse otra vez, Yesung esquivo a Jongjin y corrió hacia el pueblo.

No alcanzó a llegar muy lejos cuando más Escuderos aparecieron y abrieron fuego sobre él.

Las balas atravesaron su cuerpo, haciendo tiras su piel. Yesung siseó y se tambaleó ante el dolor.

Aún así, continuó corriendo. No tenía alternativa.

Si se quedaba quieto, entonces lo desmembrarían, y aunque su vida apestaba en serio, no tenía intención de convertirse en una Sombra. Ni les daría la satisfacción de haberlo matado.

Yesung rodeó el costado de un edificio. Algo duro lo golpeó en su centro.

La agonía explotó a través de él mientras era lanzado patas arriba sobre la tierra. Terminó de espalda en la nieve sin poder respirar.

Una sombra con ojos fríos, despiadados se movía y lo vigilaba.

De por lo menos dos metros diez centímetros, el hombre era dueño de una perfección masculina sobrenatural. Tenía pálidos cabellos rubios y ojos oscuros, y cuando sonrió, reveló el mismo par de colmillos de Yesung.

—¿Qué eres? —preguntó Yesung, sabiendo que el desconocido no era un Daimon o un Apolita, si bien se parecía a uno.

—Soy Thanatos, Cazador Oscuro —dijo en griego clásico, usando el nombre que significaba "muerte" —y estoy aquí para matarte.

Agarró a Yesung de su abrigo y lo tiró contra un edificio lejano como si no fuera nada más que una muñeca de trapo.

Yesung golpeó la dura pared y se deslizó hacia la calle. Su cuerpo estaba tan lastimado que sus extremidades se estremecieron mientras trataba de gatear lejos de la bestia.

Yesung se detuvo.

—No moriré de esta forma otra vez —gruñó. No sobre su estómago como un animal asustado esperando su muerte.

Como un esclavo sin valor siendo golpeado.

Con su cuerpo fortificado por la furia, se forzó a sí mismo a ponerse de pie y se dio media vuelta para enfrentar a Thanatos.

La criatura sonrió.

—La columna vertebral. Cómo me gusta. Pero no tanto como me gusta chupar la médula de ella.

Yesung atrapó su brazo mientras lo trataba de alcanzar.

—¿Sabes lo que amo? —Yesung rompió el brazo de la criatura y lo agarró del cuello. —El sonido de un Daimon exhalando su último aliento.

Thanatos se rió. El sonido era diabólico y frío.

—No puedes matarme, Cazador Oscuro. Soy aún más inmortal que tu.

Yesung boqueó mientras el brazo de Thanatos cicatrizaba instantáneamente.

—¿Qué eres? –preguntó Yesung otra vez.

—Te lo dije. Soy La Muerte y nadie puede derrotar o escapar de La Muerte.

Oh, mierda. Estaba jodido ahora.

Pero estaba lejos de estar derrotado. La Muerte podía llevarlo, pero el bastardo iba a tener que trabajar para ello.

—Sabes –dijo Yesung, cayendo en la calma surrealista que le había permitido, cuando era un niño, sobrevivir a las innumerables palizas. —Apuesto que la mayoría de la gente caga sus pantalones cuando dices esa línea. ¿Pero sabes qué, Señor-quiero-ser-espeluznante-y-estoy-fallando-miserablemente? No soy una persona. Soy un Cazador Oscuro y en el gran esquema de las cosas, no significas ni una mierda para mí.

Él concentró todos sus poderes en su mano, luego dio un golpe poderoso directamente al plexo solar de Thanatos. La criatura voló hacia atrás.

—Ahora puedo sentarme aquí y jugar contigo —. Envió otro golpe asombroso a Thanatos. —Pero más bien prefiero sacarnos a ambos de nuestras miserias.

Antes de que pudiera golpear otra vez, una explosión de escopeta lo golpeó directamente en la espalda. Yesung sintió la metralla atravesándolo rasgándole su cuerpo, evitando por poco al corazón.

Las sirenas de la policía sonaron a lo lejos.

Thanatos lo agarró por la garganta y lo levantó hasta que él se vio forzado a estar sobre las puntas del pie.

—Mejor aún, ¿por qué no te saco de las tuyas?

Luchando por respirar, Yesung sonrió desagradablemente mientras sentía un hilo de sangre correrle por la esquina de los labios. El sabor metálico de eso impregnó su boca. Estaba herido, pero no atemorizado.

Sonriendo sarcástico al Daimon, golpeó al bastardo con la rodilla en sus joyas. El Daimon se encogió. Yesung empezó a correr otra vez, lejos del Daimon, los Escuderos y los policías, sólo que no era tan rápido como solía hacerlo.

El dolor hacía que su vista estuviera borrosa y mientras más corría más se lastimaba.
La agonía de su cuerpo era insoportable.

En ninguna de todas las palizas que había recibido cuando niño lo habían herido tanto. No sabía cómo lograba continuar. Sólo una parte de él se rehusaba a caerse y dejarlos tenerle.

No estaba seguro cuando los perdió, o tal vez estaban justo detrás de él. Yesung no podía saberlo debido al zumbido en sus oídos.

Desorientado, desaceleró, tropezando hacia adelante hasta que no pudo ir más lejos.
Cayó en la nieve.

Yesung yació allí esperando a los demás para agarrarlo. Esperando a Thanatos para terminar lo que habían empezado, pero como los segundos hicieron tictac, se percató que se debía haber escapado de ellos. Aliviado, trató de levantarse.

No podía. Su cuerpo no cooperaba más. Lo único que podía hacer era gatear hacia delante, un metro más, donde divisaba una gran casa tipo cabaña frente a él.

Se veía cálida y acogedora y en el fondo de su mente estaba el pensamiento que si podía llegar a la puerta la persona adentro lo podría ayudar.

Se rió amargamente ante el pensamiento. Nadie nunca lo había ayudado.

Ni siquiera una vez.

No, éste era su destino. No tenía sentido oponerse a él, y en verdad, estaba cansado de luchar solo en el mundo.

Cerrando los ojos, soltó un largo, trabajoso respiro y esperó lo que era inevitable.



Ryeowook estaba sentado en el borde de la cama mientras comprobaba las heridas de su "invitado". Hacía cuatro días que yacía inconsciente en su cama, mientras velaba por él.

Los apretados músculos bajo sus manos eran firmes y fuertes, pero no los podía ver.

El no lo podía ver.

Perdía su vista cuando era enviado a juzgar a alguien. Los ojos podían engañar. Juzgaban las cosas muy diferente de los otros sentidos.

Ryeowook siempre debía ser imparcial si bien por el momento no se sentía verdaderamente así.

¿Cuántas veces había ido con el corazón abierto sólo para ser engañado?

El peor caso había sido Kangshin. Un Cazador Oscuro descarriado, había sido encantador y divertido. Lo había deslumbrado con su vivacidad y su habilidad para hacer de todo un juego. Cada vez que había tratado de empujarlo a sus límites, él había tomado a risa sus pruebas y había demostrado ser bueno para todo.

Él había parecido el hombre perfecto, equilibrado. Por un tiempo, se había imaginado enamorado de él.

Al final, había tratado de matarle. Había sido completamente amoral y cruel. Frío. Insensible. La única persona que podía amar era a sí mismo, y aunque que no era nada más que escoria, en su mente, él había sido calumniado por el género humano, así que estaba bien que hiciera lo que quisiera con ellos.

Cada vez que cruzaban cualquier línea que Artemisa hubiese trazado. Entonces la diosa se apuraba para que fueran juzgados y ajusticiados, y aunque no lo pudiera probar, Ryeowook sospechaba que Artemisa sólo seguía el protocolo para evitar que Shindong se enojara con ella.

Así que Ryeowook había sido llamado múltiples veces durante los siglos para encontrar alguna razón que les permitiera a los Cazadores Oscuro vivir.

El nunca la encontró. Ni siquiera una vez. Cada vez que había juzgado habían sido peligrosos y toscos. Una amenaza que amenazaba a la humanidad más que los Daimons que perseguían.

La justicia del Olimpo no operaba como la justicia humana. No había suposición de inocencia. En el Olimpo, una vez que se era inculpado, el acusado debía probar que era digno de compasión.

Nadie alguna vez la tuvo.

El que más cerca había estado alguna vez a la clemencia de Ryeowook, había sido Kangshin, y mira cómo había resultado. Le aterrorizaba pensar qué tan cerca había estado de juzgarle inocente y luego dejarlo suelto otra vez en el mundo.

Esa experiencia había colmado la medida para él. Desde entonces, se había separado de todo el mundo.

No dejaría que la belleza de un hombre o el encanto lo hechizaran otra vez. Su trabajo ahora era llegar al corazón de este hombre que estaba en su cama.

Artemisa había dicho que Yesung no tenía corazón en absoluto. Shindong no había dicho nada. Sólo le había echado una mirada penetrante que decía que dependía de él para hacer lo correcto.

¿Pero qué era correcto?

—Despiértate, Yesung –murmuró. —Sólo te quedan diez días para salvarte.





Yesung se despertó con un dolor que era indescriptible, lo que dado sus antecedentes brutales como chivo expiatorio y esclavo era difícil de creer. Especialmente desde que siendo un ser humano el dolor había sido la única certeza en su vida.

Su cabeza le latía, cambió de posición, esperando sentir nieve fría y tierra debajo de él. En lugar de eso, estaba encendido de tanto calor que sentía.

Estoy muerto, pensó sardónicamente.

Ni siquiera sus sueños, lo habían hecho sentir alguna vez así de caliente.

Aún mientras parpadeaba abriéndolos, atisbó un fuego ardiendo en una chimenea y una montaña de mantas sobre él, se percató que estaba muy vivo y acostado en el dormitorio de alguna persona.

Miró alrededor del cuarto, las paredes de la cabaña de troncos eran de calidad superior, lo que denotaba que alguien quería la apariencia de una cabaña rústica, pero que tenía bastante dinero para asegurarse que estuviera adecuadamente resguardada del frío y que fuese acogedora, y no tuviera corrientes de aire.

Su cama era una cara reproducción de hierro de las camas grandes del fin del siglo diecinueve. A su izquierda había una mesa de luz pequeña donde había una jarra y una jofaina pasadas de moda.

Quienquiera que poseía este lugar estaba cargado. Yesung odiaba a las personas adineradas.

—¿N?

Yesung frunció el ceño ante la voz suave y melódica. La voz de un joven. Estaba en el vestíbulo, en otro cuarto, pero él realmente no podía precisar su posición a través del dolor en su cráneo.
Escuchó un suave quejido canino.

—Oh, deja eso —el joven regañó con un tierno tono. —Realmente no quería lastimar tus sentimientos, ¿Lo hice?

El ceño fruncido de Yesung se hizo más profundo mientras trataba de poner sentido a lo que había ocurrido. Jongjin y los demás le estaban cazando y recordaba haberse derrumbado delante de una casa.

Alguien de la casa debía haberlo encontrado y arrastrado adentro, aunque no podía imaginar por qué alguien se había tomado la molestia.

No es que tuviese importancia. Jongjin y Thanatos estarían tras él, y no necesitarían llevar a un científico espacial para saber en dónde estaba, especialmente con toda la sangre que había estado perdiendo mientras corría. Sin duda, había una huella dirigida directo a la puerta de esta cabaña.

Lo que significaba que debía salir de aquí lo antes posible. Jongjin no haría nada para lastimar a aquellos que lo hubieran ayudado, pero no se podía decir lo que Thanatos era capaz de hacer.

En su mente pasaron las imágenes de un pueblo ardiendo. La horrible vista de personas yaciendo muertas...

Yesung se sobresaltó ante el recuerdo, preguntándose por que lo perseguía ahora. Decidió, que era un recordatorio de lo que él era capaz, y un recordatorio del porque tenia que escaparse de aquí. No quería lastimar a nadie que hubiera sido amable con él. No otra vez.

Obligándose a olvidar el dolor de su cuerpo, se sentó lentamente. El perro, instantáneamente, entró corriendo en su cuarto.

Sólo que no era un perro, se percató mientras se detenía ante la cama y le gruñía. Era un gran lobo blanco americano. Uno que parecía odiarle.

—Aléjate, Scooby —él chasqueó. –Me he hecho botas de lobos más grandes y malos que tu.

El lobo dejó al descubierto sus dientes como si entendiera sus palabras y le desafiara a que lo probara.

—¿N?

Yesung se congeló cuando un joven apareció en la puerta. Maldición...

El era increíble. Su cabello castaño, su piel era pálida, con mejillas sonrosadas y labios que obviamente habían sido protegidos muy cuidadosamente, del clima rudo de Alaska. Vestía un suéter blanco tejido a mano y jeans.

Mientras entraba en el cuarto, con sus manos extendidas, avanzando lenta y metódicamente, tratando de localizar al lobo, él se dio cuenta de que estaba completamente ciego.

El lobo le ladró dos veces a él, luego se volvió y fue con su dueño.

—Ahí estas –murmuró, arrodillándose para acariciarlo. —No deberías ladrar, N. Despertarás a nuestro invitado.

—Estoy despierto y estoy seguro que es por eso que está ladrando.

Volteó su cabeza hacia él como si tratara de verle.

—Lo siento. No tenemos mucha compañía y N tiende a ser un poco antisocial con desconocidos.

—Créeme, conozco el sentimiento.

El caminó hacia la cama, otra vez con su mano extendida.

—¿Cómo te sientes? —preguntó, palmeando su hombro mientras lo localizaba.

Yesung se encogió ante la sensación de su mano caliente en su carne. Era tierna. Ardiente. E hizo que una parte ajena a él doliese. Pero lo peor de todo, hizo que su ingle se endureciera. Fuertemente.

Nunca había podido aguantar a alguien tocándolo.

—Preferiría que no hicieras eso.

—¿Hacer qué? —preguntó.

—Tocarme.

Él se echó para atrás lentamente y parpadeó metódicamente como si fuera más un hábito que un reflejo.

—Veo al tacto –dijo suavemente. —Si no te toco, entonces estoy completamente ciego.

—Bien, todos tenemos problemas —. Se corrió al otro lado de la cama y se levantó. Estaba desnudo excepto por sus pantalones de cuero y unos pocos vendajes. El joven debía haberlo desvestido y curado sus heridas. Ese pensamiento lo hizo sentir un poco extraño. Nunca nadie se había tomado la molestia de cuidarlo cuando estaba herido.

¿Por qué lo haría él?

Aún Shindong y Minho lo habían dejado por su cuenta después de que hubiera sido herido en Nueva Orleáns. Lo mejor que le ofrecieron fue llevarlo hasta su casa así él podía sanar en soledad.

Por supuesto, le podrían haber ofrecido más si hubiese sido un poco menos hostil con ellos, pero ser hostil era lo que mejor hacia.

Yesung encontró sus ropas dobladas en una silla mecedora al lado de la ventana. A pesar de las dolorosas protestas de sus músculos, empezó a ponérselas encima. Sus poderes de Cazador Oscuro le habían permitido cicatrizar la mayoría de las heridas mientras dormía, pero no estaba en tan buen forma como debería haberlo estado si un Dream Hunter lo hubiera ayudado. A menudo iban con los Cazadores Oscuros heridos para sanarlos durante su sueño, pero no con Yesung.

Los asustaba tanto como asustaba a todos los demás.

Entonces, había aprendido a tomar sus golpes y ocuparse del dolor. Lo cuál estaba bien para él. No le gustaban las personas, inmortales o de otro tipo, cerca suyo.

La vida era mejor estando solo.

Hizo una mueca cuando divisó el hueco en la parte de atrás de su camisa donde la explosión de la escopeta lo había golpeado.

Sip, la vida era definitivamente mejor estando solo. A diferencia de su "amigo" no podía pegarse un tiro en la espalda, aún si lo quisiera.

—¿Estás levantado? — preguntó el desconocido joven, con voz asombrada. — ¿Vistiéndote?

—No —dijo irritado. —Estoy meando tu alfombra. ¿Qué piensas que estoy haciendo?

—Soy ciego. Por lo que sé, realmente puedes estar meando mi alfombra, que sea dicho de paso es muy bonita, así que tengo la esperanza de que estés bromeando.

Sintió una extraña punzada de diversión en su contestación. Era rápido y listo. A él le gustaba eso.

Pero no tenía tiempo que perder.

—Mira, no sé cómo me trajiste aquí dentro, pero lo aprecio. Sin embargo, tengo que emprender la marcha. Créeme, estarás muy arrepentido si no lo hiciera.

El joven se obligó a alejarse de la cama ante sus palabras hostiles y fue en ese momento que él se percató que lo había expresado con un gruñido.

—Hay una ventisca muy fuerte afuera –dijo, con voz menos amigable que antes. —Nadie va a ser capaz de salir a cualquier lado por un tiempo.

Yesung no podía creerlo hasta que apartó las cortinas de la ventana. La nieve caía tan rápida y gruesa que parecía una densa pared blanca.

Maldijo por lo bajo. Entonces más fuerte preguntó,

—¿por cuánto tiempo ha estado así?

—Las últimas horas.

Apretó los dientes en tanto se percataba que estaba atascado allí. Con él.

Esto no era realmente bueno, pero al menos evitaría que los demás estuvieran rastreándolo. Con suerte la nieve escondería sus huellas y sabía, de hecho, que Jongjin odiaba el frío.

Por lo que respectaba a Thanatos, bien, dado su nombre, su lenguaje, y su aspecto general, Yesung daba por hecho que también era un mediterráneo antiguo, y eso le decía a Yesung que todavía tenía una ventaja sobre los dos. Había aprendido hacía siglos, cómo moverse rápidamente sobre la nieve y qué peligros evitar.

¿Quién podría haber sabido que novecientos años en Alaska, realmente le convendrían algún día?

—¿Cómo puedes estar parado y moviéndote?

Su pregunta lo sobresaltó.

—¿Perdón?

—Estabas gravemente herido cuando te traje hace unos días. ¿Cómo puedes estar moviéndote ahora?

—¿Unos días? —preguntó, estupefacto por sus palabras. Pasó las manos sobre su cara y sintió su barba gruesa. Mierda. Habían sido días. —¿Cuántos?

—Casi cinco.

Su corazón se aceleró. ¿Había estado aquí por cuatro días y no lo habían encontrado? ¿Cómo era eso posible?

Frunció el ceño. Algo acerca de esto no parecía estar bien.

—Pensé que sentí una herida de bala en tu espalda.

Ignorando el hueco abierto en la camisa, Yesung se puso encima su camiseta negra. Estaba seguro que había sido Jongjin quien le había disparado. Las escopetas eran su arma preferida. Su único consuelo era pensar que Jongjin estaría tan dolorido como él. A menos que Artemisa hubiera levantado su prohibición. Entonces el bastardo no sentiría nada más que satisfacción.

—No era una herida de bala —mintió. —Sólo me caí.

—Sin intención de ofenderte, pero tendrías que haber caído del Monte Everest para tener esas heridas.

—Sí, puede ser que la próxima vez recuerde llevar el equipo para escalar conmigo.

El joven lo miró con ceño.

—¿Estás burlándote de mí?

—No —contestó honestamente. —Sólo que no quiero pensar en lo que sucedió.


Ryeowook inclinó la cabeza asintiendo, mientras trataba de percibir más acerca de este hombre enojado, que parecía no poder hablar sin gruñirle. Despiértate, él esta muy lejos de ser agradable.

Había estado cerca de la muerte cuando N lo había encontrado. Nadie debería ser golpeado y disparado en semejante forma, para luego ser dejado morir como él lo había sido.
¿Qué habían estado pensando los Escuderos?

Estaba asombrado que este Cazador Oscuro descarriado pudiera estar parado del todo aún después de cuatro días de descanso.

Semejante tratamiento era inhumano e impropio de esos que habían declarado bajo juramento proteger al género humano. Si un humano hubiera encontrado a Yesung, entonces su cubierta se habría arruinado por la imprudencia de ellos, y los humanos se habrían enterado de su inmortalidad.

Era algo que tenía la intención de informarle a Shindong.

Pero eso vendría más tarde. Por ahora, Yesung estaba levantado y en movimiento. Su vida inmortal o su muerte estaban completamente en sus manos y tenía la intención de probarlo con creces para ver simplemente qué tipo de hombre era.

¿Tenía algo de compasión o estaba tan vacío como él lo estaba? Su trabajo era ser el epítome de las cosas que conducían a Yesung hacia el enojo.

Lo empujaría a su nivel de tolerancia y aún más allá para ver que hacía. Si podía controlarse con él, entonces lo evaluaría inofensivo y cuerdo.

Si lo zamarreaba con intención de lastimarlo de alguna forma, entonces lo juzgaría culpable y moriría.

Que comiencen las pruebas...

Rápidamente examinó en su mente, lo poco que sabía de él. A Yesung no le gustaba hablar con las personas. No le gustaban los ricos.

Sobre todo, aborrecía ser tocado o que le dieran órdenes.

Así es que resolvió presionar su primer botón con conversación despreocupada.

—¿De qué color es tu pelo? —preguntó. La pregunta aparentemente innocua

trajo a su memoria, la forma en que lo había sentido bajo sus manos mientras le limpiaba la sangre.

Su pelo había sido suave, liso. Se había deslizado sensualmente por sus dedos, acariciándolos. De la percepción de eso, supo que no era demasiado corto o demasiado largo, probablemente caía sobre sus hombros cuando lo peinaba.

—¿Perdón? —sonó asombrado por su pregunta y por una vez no gruñó las palabras.

Tenía una bella voz. Rica y profunda. Cada vez que hablaba, enviaba un escalofrío extraño a través de su cuerpo. Nunca había oído a un hombre tener una voz tan innatamente masculina.

—Tu pelo –repitió. —Me preguntaba qué color es.

—¿Por qué te importa? —preguntó belicosamente.

Ryeowook se encogió de hombros.

—Sólo curiosidad. Paso mucho tiempo solo y aunque realmente no recuerdo los colores, trato de describirlos de cualquier manera. Mi hermano, Dongwoon, una vez me dio un libro que decía que cada color tenía una textura y una sensación. El rojo, por ejemplo, decía que era caliente y agitado.

Yesung le miró ceñudamente. Ésta era una conversación extraña, pero bueno, él había pasado bastante tiempo solo para entender la necesidad de hablar cualquier cosa, con cualquiera que estuviese el suficiente tiempo como para tomarse la molestia.

—Es negro.

—Lo pensé.

—¿Lo hiciste? —preguntó antes de poderse detener.

El joven inclinó la cabeza asintiendo mientras rodeaba la cama y se acercaba a él. Se paró tan cerca que sus cuerpos casi se tocaban. Sintió un extraño impulso por tocarlo. Por ver si su piel era tan suave como parecía.

Dioses, él era bello.

Había pasado un largo tiempo desde la última vez que había tenido sexo con alguien. Una eternidad desde que hubiera estado así de cerca de una persona sin saborear su sangre.

Juraba que podía saborear la de él ahora. Sentir su corazón latiendo contra sus labios mientras bebía y al mismo tiempo sentir que sus emociones y sentimientos se vertían en él, llenándolo con algo más que entumecimiento y dolor.

Si bien beber sangre humana estaba prohibido, era lo único que alguna vez le había dado placer. Lo único que enterraba el dolor dentro de él y le permitía experimentar esperanzas, sueños.

Lo único que le permitía sentirse humano. Y él quería sentirse humano.

Quería sentir al joven que tenía en frente.

—Tu pelo es fresco y sedoso –dijo suavemente, —como terciopelo de medianoche.

Sus palabras hicieron que su erección se tensara de necesidad y deseo. Fresco y sedoso.

Le hizo pensar en sus piernas deslizándose contra él. En la piel delicada que cubría sus caderas y muslos. La forma en que se sentirían contra sus piernas mientras lo penetraba.

Su respiración se entrecortó, imaginó cómo sería deslizar esos descoloridos jeans apretados, por sus largas piernas y extenderlas completamente.

Cómo sería acostarlo en la cama, yacer detrás de él y hundirse profundamente en su interior caliente y mojado hasta que ambos llegaran al clímax.

Sentir su boca en su cuerpo. Sus manos tanteándolo.

El joven extendió la mano para tocarle.

Incapaz de moverse por la fuerza de su fantasía, Yesung se quedó perfectamente quieto mientras él colocaba su mano en su hombro. Su olor, humo, y rosas lo invadió y sintió una necesidad desesperada de bajar la cabeza y enterrar su cara en su piel cremosa, y sólo inspirar su dulce perfume. Hundir los colmillos en su suave, tierno cuello y probar la fuerza vital dentro de él.

Inconscientemente, abrió sus labios, descubriendo sus colmillos. Su necesidad por él era casi apabullante.

Pero ni de cerca tan exigente como el deseo de tocar su cuerpo.

—Eres más alto de lo que pensé que serías —siguió la curva de sus bíceps. Escalofríos lo recorrieron mientras se endurecía aún más.

Lo deseaba. Mal.

Muérdelo. Su lobo gruñó.

Yesung lo ignoró mientras continuaba mirándolo.

Sus asuntos con parejas habían sido siempre breves y apresurados. Nunca había permitido que lo miraran a la cara o tocarlo mientras tenían relaciones sexuales.

Siempre las había tomado en todas las formas posibles desde atrás, furioso y rápido como un animal. Nunca había querido pasar un tiempo con ellas aparte del que necesitaba para saciar su cuerpo.

Pero él fácilmente podía verse tomando a este desconocido en sus brazos y penetrarlo, cara a cara. Sintiendo su respiración en su piel mientras lo montaba despacio y duro, durante toda la noche, bebiendo de él...

No habló mientras el joven rozaba con la mano su brazo y no podía imaginar por qué no lo apartaba de un empujón lejos de él.

Por alguna razón, lo mantenía inmóvil con su toque.

Su pesada erección ardía de cruel necesidad. Si no lo supiese mejor, juraría que él lo animaba a propósito.

Pero había una inocencia en su toque que le decía que sólo quería "verle". No había nada sexual en esto.

Al menos no de su lado.

Yesung se alejó y puso un metro de distancia entre ellos. Él tenía que hacerlo.

Un minuto más y lo tendría desnudo en esa cama y a su merced...

No es que él tuviese compasión por alguien.




3 comentarios:

  1. El primer contacto y que empieze la doma

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  2. Ajá, el primer encuentro me gusto mucho. RyeoWook no podrá ver, pero bien que la lo toqueteó todo a Yesung mientras lo curaba xD y por lo visto Yesung no es para nada inmune a los encantos de Wookie. Esto se va a poner bueno :P

    Esto se trata de confiar en los demás y creo que Yesung no es el único que ha perdido la fe. Creo que ambos van a tener que aprender a volver a creer en los demás. Solo quedan 10 días, así que espero que las cosas salgan bien, de seguro y esa tormenta es el pretexto para que Yesung no se pueda alejar de Wookie.

    Gracias por el cap ^^

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  3. Aaaaaaah,como odio a Artemisa,y quiero pensar,que la pelea de Jongjin y thanatos contra Yesung es o fue,mientras Shindong la trataba de convencer a Artemisa de quitar a thanatos de los pasos de yesung....porque si fue después.....déjenme matarla.....la odio.
    Es cierto,dependiendo la situación,siempre hay un sentido en el que no se puede confiar....y el de wook es la vista.
    Va llevar al límite a yesung para aprisionarlo y ver se actuar....y yesung con la malhumorado que es....T_T
    Pero vemos que wook tiene un efecto en él......*0*

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...