—¿Es culpable?
Ryeowook escuchó la voz de Artemisa en su cabeza. Todas
las noches desde que Yesung había sido traído a la casa, Artemisa lo había
fastidiado con aquélla pregunta una y otra vez, hasta que se sintió como Juana
De Arco siendo atormentada por voces.
—Todavía No, Artemisa. Se acaba de despertar.
—Bien, ¿qué es lo que te lleva tanto tiempo? Mientras él
vive, Shindong tiene los nervios de punta y yo positivamente odio cuando él
esta inquieto. Júzgalo como mala persona ya.
—¿Por qué quieres tanto que Yesung muera?
El silencio descendió. Al principio pensó que Artemisa lo había dejado, así que cuando la respuesta vino, la sorprendió.
—A Shindong no le gusta ver sufrir a nadie. Especialmente
no a uno de sus Cazadores Oscuros. En tanto Yesung viva, Shindong sufre, y a
pesar de lo que Shindong piensa, no me gusta verlo sufrir.
Ryeowook nunca se había imaginado que Artemisa pudiera
decir tal cosa. La diosa no era exactamente conocida por su bondad o compasión,
o por pensar en alguien aparte de sí misma.
—¿Amas a Shindong?
La voz de Artemisa era cortante cuando le contestó,
— Shindong no es de tu incumbencia, Ryeowook. Sólo Yesung
lo es, y juro que si pierdo más de la lealtad de Shindong por esto, estarás muy
apenado por eso.
Ryeowook se puso rígido ante la amenaza y el tono hostil.
Haría falta más que Artemisa para lastimarlo, y si la diosa quería una pelea,
entonces era mejor que estuviera preparado.
A él no le podría gustar más su trabajo, pero Ryeowook lo
tomaba en serio y nadie, especialmente Artemisa, iba a intimidarlo para dar un
veredicto prematuro.
—¿Si juzgo a Yesung antes de tiempo, no piensas que Shindong
se enojará y demandará un rejuzgamiento?
Artemisa hizo un ruido grosero.
—Además, le dijiste a Shindong que no interferirías,
Artemisa. Le hiciste jurar que él no me contactaría para tratar de influenciar
mi veredicto y aún así estas aquí, tratando de hacer eso. ¿Cómo piensas que
reaccionará si le cuento de tus acciones?
—Bien –resopló ella. —No te incomodaré otra vez. ¡Pero
encárgate ya!
Solo finalmente, Ryeowook se sentó en la sala,
considerando lo próximo que debía hacer, cómo podía empujar a Yesung para ver
si explotaba otra vez y se volvía más violento.
Había atacado a su casa, pero no a él. N lo había
atacado, y aunque él había lastimado al lobo, el lobo lo había lastimado mucho
más. Había sido una pelea justa entre ellos y Yesung no había tratado de matar
a N por atacarlo. Se había sacado al lobo de encima y luego lo había dejado
solo.
En lugar de buscar venganza en N, Yesung le había dado
agua.
El peor delito de Yesung hasta ahora era su actitud
hostil y el hecho de que tenía una presencia verdaderamente atemorizante. Pero
hacía cosas amables que eran contrarias a su mal carácter.
Su sentido común le decía que hiciera lo que decía
Artemisa, declararlo culpable y marcharse.
Su instinto le decía que esperara.
Siempre que no se encolerizara con él o N, seguiría
adelante.
Pero si alguna vez los atacaba, entonces estaría fuera de
la puerta y él estaría frito.
—Los hombres inocentes no existen.
Ryeowook dejó escapar un suspiro de cansancio. Le había
dicho eso a su hermano la última vez que había hablado con él. Parte suya
honestamente creía en eso. Ninguna vez, en todos estos siglos, había encontrado
a alguien inocente. Cada hombre que alguna vez había juzgado le había mentido.
Todos ellos habían tratado de engañarlo. Algunos habían
tratado de sobornarlo. Algunos habían tratado de escaparse. Algunos habían
tratado de golpearlo.
Y uno había tratado de matarlo.
Se preguntaba en cuál categoría caería Yesung.
Inspirando profundamente para fortificarse, Ryeowook se
levantó y fue a su habitación para buscar entre las ropas que N traía puestas
cuando estaba en su forma humana.
—¿Qué estas haciendo? —preguntó N mientras se unía a él.
—Yesung necesita ropas –dijo en voz alta sin pensar.
N mordió sus manos, y con su nariz metió sus ropas en la
canasta al fondo del armario.
—Él puede ponerse las suyas. Estas son mías.
Ryeowook las sacó.
—Vamos, N, sé amable. No tiene ropas aquí y las que lleva
puestas están harapientas.
—¿Y?
Ryeowook buscó entre los pantalones y las camisas,
deseando poder verlas.
—Eras tú el que se quejaba de tener que mirar a un hombre
desnudo. Pensé que preferirías ver alguna ropa sobre él.
—También me quejo acerca del hecho que tengo que orinar
afuera y comer en recipientes, pero no te veo dejándome usar el cuarto de baño
o la vajilla estando él alrededor.
—¿Podrías parar? Te quejas como una vieja —. Recogió un
suéter pesado.
—No –protestó N. — No el suéter Borgoña. Ese es mi
favorito.
—N, te lo juro. ¡Eres tan caprichoso!
—Y ese es mi suéter. Devuélvelo.
Se levantó para llevárselo a Yesung. N lo siguió,
quejándose todo el camino.
—Te compraré uno nuevo, —prometió.
—No quiero a uno nuevo. Quiero "ese".
—No lo estropeará.
—Sí lo hará. Mira sus ropas. Están arruinadas. Y no quiero
que su cuerpo toque algo que yo uso. Lo contaminará.
—Oh, Dios mío, N. No seas niño. Tienes cuatrocientos años
de edad y estás actuando como un cachorro. No es como si tuviera piojos o algo.
—¡Sí los tiene!
Miró encolerizadamente hacia su pierna donde lo podía
sentir. Él agarró el suéter con sus dientes y se lo sacó de las manos.
—¡N! —chasqueó en voz alta, corriendo tras él. —Dame ese
suéter o juro que te veré castrado.
El lobo corrió a través de la casa.
Ryeowook fue tras él tan rápido como podía. Confiaba en
su memoria respecto de donde estaban las cosas.
Alguien había movido la mesa de café. Siseó cuando su
pierna se golpeó con la esquina de esta y perdió el equilibrio. Extendió la
mano para refrenarse, pero solo sintió el mantel deslizarse. Se inclinó bajo su
peso.
La parte superior de vidrio cayó de costado, echando a
volar las cosas. Algo golpeó su cabeza y se hizo pedazos.
Ryeowook se congeló, asustado de moverse.
No sabía qué había roto, pero el sonido había sido
inconfundible. ¿Dónde estaba el vidrio?
Su corazón martillaba, maldijo su ceguera. No se atrevía
a moverse por miedo de cortarse.
—¿N? —preguntó. Él no contestó.
—No te muevas —. La voz dominante, profunda de Yesung
tembló por su columna vertebral.
La siguiente cosa que supo fue que dos brazos fuertes lo
levantaban del piso con una facilidad que era verdaderamente aterradora. Lo
acunó contra un cuerpo que era roca dura y carne fibrosa. Uno que se ondeaba
con cada movimiento que él hacia mientras lo guiaba fuera de la sala.
Le puso los brazos alrededor de sus anchos hombros, que
se endurecieron en reacción a su contacto. Su respiración cayó contra su cara,
haciendo que su cuerpo entero se derritiese.
—¿Yesung? —preguntó tentativamente.
—¿Hay alguien más en esta casa que te pueda cargar, del
cual necesito saber su existencia?
Ignoró su comentario sarcástico mientras lo llevaba a la
cocina y lo colocaba sobre una silla.
Ryeowook perdió su calor instantáneamente. Le produjo un
dolor extraño en el pecho que ni esperaba ni entendía.
—Gracias —dijo quedamente.
Él no respondió. En lugar de eso, lo oyó salir del
cuarto. Unos minutos más tarde, regresó y echó algo en el basurero.
—No sé que le hiciste a Scooby — dijo con tono casi
normal, —pero está en una esquina echado sobre un suéter y no deja de gruñirme.
Ryeowook ahogó el deseo de reírse ante esa imagen.
—Está siendo malo.
—Sí, pues bien, de donde vengo, le pegamos a las cosas
que son malas.
Ryeowook frunció el ceño ante las palabras y la emoción
subyacente que dejaba traslucir.
—Algunas veces entender es más importante que castigar.
—Y algunas veces no lo es.
—Tal vez –murmuró Ryeowook.
Yesung dejó salir el agua en el fregadero. Sonó como si
se estuviera lavando las manos otra vez.
Extraño, parecía hacer eso bastante seguido.
—Recogí todo los vidrios que pude encontrar — dijo por
sobre el sonido del agua corriendo, —pero el florero de cristal sobre tu mesa
se hizo añicos. Deberías usar zapatos allí por unos días.
Ryeowook estaba extrañamente tocado
por sus acciones y su advertencia. Se levantó de la silla y cruzó el piso para
parase al lado de él. Si bien no lo podía ver, lo podía sentir. Sentir su
calor, su fuerza.
Sentir la cruda sensualidad del hombre.
Un temblor le atravesó y bajó por su cuerpo, seduciéndolo
con deseo y necesidad.
Una parte extraña suya ardía por alcanzar y tocar la piel
suave y tostada que lo llamaba con la promesa de un calor primitivo. Aún ahora
recordaba como se veía su piel. La forma en que la luz jugaba en ella.
Quería atraer sus labios hacia los suyo y ver que sabor
tenían. Ver si él podía ser tierno.
¿O sería rudo y violento?
Ryeowook debería escandalizarse por sus pensamientos.
Como juez, se suponía que no podía tener este tipo de curiosidad, pero no podía
evitarlo.
Había pasado bastante tiempo desde que hubiera sentido
deseo por un hombre. En lo más profundo había todavía una parte suya que quería
encontrar la bondad en la que Shindong creía.
Eso no era algo que él tampoco había querido hacer por
siglos.
La bondad de Yesung no tenía sentido.
—¿Cómo supiste que te necesitaba?
—Oí el vidrio romperse y me imaginé que estabas atrapado.
El sonrió.
—Eso fue muy dulce de parte tuya.
Presentía que él le estaba mirando. Su carne se calentó
considerablemente ante el pensamiento.
—No soy dulce, príncipe. Confía en mí.
No, él no era dulce. Era duro. Espinoso y extrañamente
fascinante. Como una bestia salvaje que necesitaba ser domesticada.
Si alguien alguna vez pudiera domesticar algo como él.
—Trataba de darte algunas ropas –dijo suavemente,
tratando de recobrar el control de su cuerpo, el cuál parecía no querer
responder al sentido común. —Hay más suéteres en el fondo de mi armario si
quisieras tomarlos prestado.
Él se mofó mientras cerraba el agua y arrancaba una
toalla de papel para secarse las manos.
—Tus ropas no me quedarán, príncipe.
El se rió.
—No son mías. Pertenecen a un amigo.
Yesung no podía respirar con él tan cerca. Todo lo que
tenía que hacer era reclinarse hacia abajo muy ligeramente y podría besar los
labios ligeramente separados. Estirarse, y lo tocaría.
Lo que verdaderamente lo asustó era cuánto él quería
tocarlo. Cuánto quería presionar su cuerpo contra el de él y sentir sus curvas
suaves. No podía recordar en toda la vida haber deseado algo así.
Cerrando los ojos, se torturó con una imagen de lo dos
desnudos. De él poniéndolo sobre la encimera delante de él a fin de poder
follarlo hasta hacerle estallar de deseo. De deslizarse adentro y afuera de su
calor hasta estar demasiado cansado para mantenerse de pie.
Demasiado sensible como para moverse.
Quería sentir el calor de su piel deslizándose contra la
de él. Su respiración en su carne.
Sobre todo, quería su perfume en su piel. Para saber lo
cómo se sentiría tener a alguien que no mostrara miedo o desprecio por él.
En todos estos siglos, nunca había tenido sexo con alguien
al que no hubiera tenido que pagar. La mayoría de las veces ni siquiera había
tenido eso.
Había estado solo por tanto tiempo...
—¿Dónde esta ese amigo tuyo? —preguntó con voz
extrañamente grave mientras pensaba en Ryeowook con otro hombre. Le dolía de un
modo que no debería.
N entró en el cuarto para clavar los ojos en ellos y
ladrar.
—Mi amigo está muerto –dijo Ryeowook sin titubear.
Yesung arqueó una ceja.
—¿Cómo murió?
—Mmm, él tenía parvo.
—¿No es una enfermedad que le da a los perros?
—Sí. Fue trágico.
—¡Oye! –le dijo N a Ryeowook. —Estoy resentido por eso.
—Compórtate o te daré parvo.
Yesung se alejó de él.
—¿Lo extrañas?
Ryeowook miró en la dirección del ladrido de N.
—No, no realmente. Era una molestia.
—Te mostraré lo que es una molestia. Sólo espera.
Ryeowook refrenó una sonrisa.
—Entonces, ¿estas interesado en las ropas? —le preguntó a
Yesung.
—Seguro.
Ryeowook lo condujo a su cuarto.
—Eres tan malvado —N gruñó. —Sólo espera. Haré que te
arrepientas de esto. ¿Sabes de ese confort al que estas aficionado? Está frito.
Y yo no volvería a usar mis zapatillas si fuera tú.
Ryeowook lo ignoró.
Yesung no habló mientras lo llevaba a su habitación, el
perfume en el aire lo hizo arder.
Rosas y madera ahumada. Olía como él.
Ese perfume lo puso tan duro y rígido, que lo hizo doler.
Su pene se estiró contra la áspera cremallera, rogándole que hiciera algo
aparte de mirarlo.
Contra su voluntad, su mirada permaneció fija en la cama.
Podía imaginarle yaciendo dormido allí. Sus labios separados, su cuerpo
relajado y desnudo...
El cobertor envuelto alrededor de sus piernas desnudas.
—Aquí tienes.
Tuvo que arrastrar su mirada de la cama al armario.
Ryeowook se hizo para atrás para darle acceso a las ropas
que estaban dobladas pulcramente, en una canasta de lavandería.
—Puedes tomar lo que quieras.
Ahora había un doble sentido en esa declaración, si es
que él alguna vez oyó uno. El único problema era que lo que más quería,
definitivamente no estaba en el canasto.
Yesung le agradeció, luego sacó un suéter negro de cuello
vuelto gris que no debería ser muy pequeño para él.
—Me cambiaré en mi habitación —dijo, preguntándose para
qué se tomaba la molestia. A Ryeowook no le importaría si él dejaba la
habitación o no. No era como si pudiera verlo o algo.
En casa él andaba medio desnudo la mayoría de las veces.
Pero eso no era civilizado, ¿no?
¿Desde cuándo eres civilizado?
Desde esta noche, parecía.
N le ladró mientras salía del cuarto, luego el lobo entró
corriendo al cuarto para ladrar a Ryeowook.
—Silencio, N –dijo él— o te haré dormir en el garaje.
Ignorándolos, Yesung se encaminó a su cuarto para ponerse
las nuevas ropas. Cerró la puerta y dejó a un lado la ropa mientras se quedaba
parado sintiéndose muy raro. Era simplemente ropa lo que Ryeowook le ofrecía. Y
refugio. Una cama.
Comida.
Miró alrededor del elegante cuarto, costosamente
provisto. Se sentía perdido aquí. Inseguro de sí mismo. Nunca en su vida había
experimentado algo como esto.
Se sentía humano en este lugar. Sobre todo, se sentía
bienvenido. Algo que él nunca sintió con Mathias.
Como todos los demás que él había conocido durante los
siglos, Mathias hacía lo que él le pagaba para hacer. Nada más, nada menos.
Siempre sintió como si se estuviera entrometiendo cada vez que se acercaba a él.
Pero no se sentía así con Ryeowook.
El lo trataba como si fuera normal. Haciéndole olvidar
fácilmente que no lo era. Yesung se vistió rápidamente y regresó a la sala
donde Ryeowook estaba sentado, lateralmente sobre el sofá, leyendo un libro en
Braille. N estaba descansando en el sofá a sus pies. El lobo levantó la cabeza
y clavó los ojos en él con lo que parecía ser odio en sus ojos gris lobuno.
Yesung, había rescatado el cuchillo de la cocina, y
agarró otro pedazo de madera.
—¿Cómo terminaste con un lobo como mascota? —preguntó,
sentándose en la silla próxima al fuego a fin de que pudiera lanzar las virutas
de madera en la chimenea.
No sabía por qué le habló. Normalmente, no se habría
tomado la molestia, pero se sentía extrañamente curioso acerca de su vida.
Ryeowook se estiró para acariciar al lobo a sus pies.
—No estoy realmente seguro. Muy parecido a ti, lo
encontré herido, lo traje y lo cuidé hasta que sanó. Ha estado conmigo desde
entonces.
—Estoy sorprendido que te dejara domesticarlo.
—Yo, también. No fue fácil hacerlo que confiara en mí.
Yesung pensó en eso por un minuto.
–“Debes tener mucha paciencia. Te sentarás al principio
un poco lejos de mí, así, en el suelo”.
La boca de Ryeowook se abrió sorprendido mientras Yesung
continuaba citando uno de sus pasajes favoritos. No podía haber estado más
estupefacto si él le hubiera lanzado algo.
—¿Conoces a El Principito?
—Lo he leído una o dos veces.
Más que eso para poder citarlo tan infaliblemente. Ryeowook
se reclinó otra vez para tocar a N a fin de poder mirar a Yesung.
Estaba sentado en diagonal a él mientras tallaba. La luz
del fuego jugaba en sus ojos de medianoche. El suéter negro abrazaba su cuerpo, estaba otra vez atónito de lo bien
parecido que era.
Había algo casi relajante en él mientras trabajaba. Una
gracia poética que guerreaba con la torsión cínica de su boca. Un aura
mortífera que lo envolvía más apretado que sus jeans negros.
—Amo a ese libro –dijo él quedamente. —Siempre ha sido
uno de mis favoritos.
Yesung no habló. Estaba sentado allí con su pedazo de
madera sostenido cuidadosamente en su mano en tanto sus largos dedos se movían
con gracia sobre él. Ésta era la primera vez que el aire alrededor de él no
parecía tan oscuro. Tan peligroso.
No lo llamaría tranquilo exactamente, pero no era tan
siniestro como había sido antes.
—¿Lo leíste cuando eras niño? —le preguntó.
—No –dijo él quedamente.
Ryeowook levantó la cabeza, observándolo mientras
trabajaba. Hizo una pausa, luego se giró para mirarle con ceño. Ryeowook soltó
a N y se recostó.
Yesung no se movió mientras los observaba. Había algo muy
extraño aquí: Cada instinto que tenía, se lo decía. Clavó los ojos en N.
Si él no lo conociera mejor...
¿Pero por qué un were-lobo estaría en Alaska con un joven
ciego? Los campos magnéticos serían muy duros tanto para un Arcadio como para
un Katagari, los cuales tendrían momentos difíciles tratando de mantener una
forma consistente mientras los electrones en el aire destruían su magia.
No, no era probable. Y aún así...
Corrió la mirada de ellos hacia el reloj pequeño sobre la
repisa de la chimenea. Era casi las cuatro en la mañana. Para él todavía era
temprano, pero no muchos humanos tenían su horario.
—¿Siempre te quedas levantado hasta tan tarde, príncipe?
—Algunas veces.
—¿No tienes un trabajo para el que necesitas levantarte?
—No. Tengo dinero de la familia. ¿Qué hay acerca de ti,
Príncipe Azul?
La mano de Yesung se aflojó ante sus palabras. Dinero
familiar. Ryeowook estaba aún más forrado de lo que había sospechado.
—Debe ser agradable no tener que trabajar para vivir.
Ryeowook oyó la amargura en su voz.
—¿No te gustan las personas que tienen dinero, no?
—No tengo prejuicios contra nadie, príncipe. Odio a todo
el mundo por igual.
Había oído eso acerca de él. Oído de Artemisa que él era
grosero, rudo, no refinado, y que era el idiota más insoportable que Artemisa
alguna vez hubiera conocido.
Viniendo de la Reina de los Insoportables, era bastante
que decir.
—No contestaste mi pregunta, Yesung. ¿Qué haces para
ganarte la vida?
—Esto y aquello.
—¿Esto y aquello, huh? ¿Eres un vagabundo entonces?
—¿Si te dijera que sí, me harías ir?
Aunque su tono era parejo y sin emoción, Ryeowook sentía
que él esperaba su respuesta. Que había una parte de él que quería que lo
arrojara afuera.
Una parte de él que lo esperaba.
—No, Yesung. Te lo dije, eres bienvenido aquí.
Yesung dejó de tallar y clavó los ojos en el fuego, sus
palabras lo hicieron temblar inesperadamente. Pero no eran las llamas lo que él
veía, era su cara. Su voz dulce resonaba profundamente en su corazón, el cual
él pensaba que había muerto hacía mucho tiempo.
Nadie alguna vez le había dado la bienvenida a ningún
lugar.
—Podría matarte y nadie lo sabría.
—¿Me vas a matar, Yesung?
Yesung se sobresaltó mientras los recuerdos lo
desgarraban. Se vio a sí mismo caminando entre los cuerpos en su pueblo
devastado. La vista de ellos con sus gargantas sangrando, sus casas ardiendo...
Se suponía que los tenía que proteger. En lugar de eso,
los había matado a todos.
Y aun no sabía por qué. No recordó nada excepto la furia
que lo había poseído. La necesidad que había sentido por sangre y expiación.
—Espero que no, príncipe —él murmuró. Levantándose,
regresó a su cuarto y cerró la puerta. Sólo esperaba que Ryeowook hiciera lo mismo.
Horas más tarde, Ryeowook escuchó la respiración pesada
de Yesung cuando se quedó dormido. La casa estaba quieta ahora, a salvo de su
furia. El aire había perdido su aura diabólica y todo estaba calmo, tranquilo,
excepto para el hombre, quien parecía estar en la angustia de una pesadilla.
Estaba exhausto, pero no tenía ganas de dormir. Tenía
muchas preguntas en su cabeza.
Cómo deseaba poder hablar con Shindong acerca de Yesung y
preguntarle acerca del hombre que él creía que valía la pena salvar. Pero
Artemisa había estado de acuerdo con esta prueba sólo si Shindong permanecía
completamente fuera ella y no hacía nada
para influenciar el veredicto. Si Ryeowook trataba de hablar con Shindong,
entonces Artemisa terminaría la prueba y mataría a Yesung inmediatamente.
Debía haber otra manera para enterarse de algo de su
invitado.
Miró a N que estaba durmiendo como un lobo sobre su cama.
Los dos se conocían desde hacía siglos. Era apenas un cachorro cuando su patria
había firmado pelear con la diosa egipcia contra Artemisa.
Una vez que la guerra entre las diosas terminó, Artemisa
había demandado que se juzgara a todos los que habían peleado contra ella. Uno
de sus hermanos, había sido enviado y había declarado a todos culpables,
excepto a N, quien había sido demasiado joven para ser responsabilizado por
seguir el liderazgo de los otros.
Su propia manada se había vuelto contra él
instantáneamente, pensando que los había traicionado por la absolución, si bien
sólo tenía catorce años. En el mundo Katagaria, los instintos animales y las
reglas eran supremas. La manada era un todo unificado y cualquiera que
amenazaba a la manada era sacrificado, aún si era uno de ellos.
Casi lo habían matado. Pero afortunadamente, Ryeowook lo
había encontrado y lo había cuidado hasta sanarlo, y aunque él verdaderamente
odiaba a los dioses olímpicos, era usualmente tolerante, sino cariñoso con él.
Él podía irse en cualquier momento, pero no tenía ningún
lugar donde ir. Los Arcadios Were-Hunters lo querían muerto porque él una vez
había estado con los Cazadores Katagaria que se habían vuelto en contra de los
dioses olímpicos, y los Cazadores lo querían muerto porque pensaban que los
había traicionado.
Siglos atrás, los dos habían formado una alianza que los
beneficiaba a ambos. Evitaba que los demás lo mataran mientras era un cachorro
y N le ayudaba cada vez que él estaba sin ver.
Con el paso del tiempo, se habían hecho amigos y ahora N
permanecía con total lealtad hacia él. Sus poderes mágicos Katagari eran por
lejos más fuertes que los suyo y a menudo los usaba a su pedido.
Consideró eso ahora. Los Katagaria podían viajar a través
del tiempo...
Pero sólo con limitaciones. No, necesitaba algo que
garantizara que él estaría aquí antes de que Yesung se despertase.
Sonrió ante el golpe de una idea.
—M'Adoc –dijo suavemente, convocando a uno de los dioses
de los sueños que mantenían dominio sobre el reino de sombra entre el
consciente y el subconsciente.
El aire a su alrededor titiló con energía invisible,
poderosa, que podía sentir mientras el dios del sueño aparecía.
—Primito –dijo él con voz cargada de electricidad y
seducción y falta de emoción ya que las emociones estaban prohibidas para él.
—Ha pasado tiempo. Al menos trescientos o cuatrocientos años.
Ryeowook inclinó la cabeza asintiendo.
—He estado ocupado.
El se estiró para tocar su brazo a fin de que supiera
dónde estaba parado.
— ¿Qué necesitas?
—¿Sabes algo acerca del Cazador Oscuro Yesung? —. Los
Oneroi eran a menudo los que curaban a los Cazadores Oscuros, tanto físicamente
como mentalmente. Ya que los Cazadores Oscuros eran creados de personas que
habían sido abusadas o violadas, un Dream Hunter era a menudo asignado para los
recién creados Cazadores Oscuros para ayudarlos a cicatrizar mentalmente a fin
de que pudieran funcionar en el mundo sin lastimar a otros.
—Sé de él.
Ryeowook esperó una explicación, pero cuándo no se la
dio, preguntó,
—¿Qué sabes?
—Que esta más allá de la ayuda que alguno de los nuestros
pueda darle.
Nunca había escuchado una cosa así antes.
—¿Nunca?
—Algunas veces un Skotis ha ido a él mientras dormía,
pero sólo van a fin de poder tomar una parte de su furia para ellos. Es tan
intensa que ninguno de ellos la puede aguantar por mucho tiempo antes de tener
que partir.
Ryeowook quedó aturdido. Los Skoti eran apenas más que
demonios. Eran los hermanos y las hermanas de los Oneroi, cazaban emociones
humanas y las usaban a fin de poder sentir emociones otra vez. Si se los dejaba
sin control, el Skoti era sumamente peligroso y podía matar a la persona que "trataban".
En lugar de apaciguar a Yesung, una visita de uno de
ellos sólo incrementaría su locura.
—¿Por qué es él así? ¿Qué prendió su furia?
—¿Qué importancia tiene? —M'Adoc preguntó. —Me informaron
que ha sido marcado para morir.
—Prometí a Shindong que lo juzgaría primero. Sólo morirá
si digo eso.
—Entonces deberías ahorrarte el trabajo y ordenar su
muerte.
Por que todos quieren ver a Yeye muerto~
ResponderEliminarTT__TT
Si...mató un pueblo entero...y no es muy muy sociable, pero no es malo(?)
Ya quiero que Wookie~ lo bese!!!
Y cero y van todos por la muerte de yeye que horror que les hizo nadie tiene o quiere tener tiempo para ver o tratar a yeye y solo lo juzgan como si ellos fueran. Unas blancas palomas wookie por favor no lo juzgues
ResponderEliminarMi aterrador y sicótico dark hunter es famoso.....digo,que todo mundo lo quiera ver muerto no es bueno,pero muchos lo conocen.
ResponderEliminarLos dioses cosas peores y hasta los veneran,pero bueno,por eso se llaman dioses.
jajajajaja N y yesung no saldran buen.....a menos que yesunc haga algo que N considera de mucho valor,solo así.
pues me da igual si a artemisa no le gusta ver sufrir a Shin,yo la sigo odiando.
ahora los dos se dicen "principe",pero para wook,yesung es su"principe azul" -0* ♥
¿Qué acaso nadie puede tomarse más de 5 minutos en pensar por qué Yesung actúa así? la solución más fácil es decir a Wookie que lo declare culpable >< Al menos Wookie está decidido a juzgarlo imparcialmente, ojalá y siempre si use a N para ir al pasado, al menos así vería las atroces cosas que le han pasado a Yesung y tal vez hasta entendería porque es así.
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