Ryeowook regresó a la cocina para encontrar a N comiendo
los panqueques de Yesung.
—¿Qué haces?
—Él no los quiso. Se enfriaban.
—¡N!
—¿Qué? No está bien desaprovechar la comida.
Sacudió la cabeza al lobo mientras se disponía a hacer
otra cantidad para Yesung. Tal vez él estuviera más sociable cuando dejara la
ducha.
No lo estuvo. Si algo estuvo fue mucho más malhumorado
mientras engullía los panqueques.
—Él es asqueroso —le dijo N. —Come como un animal.
Agradece que estas ciego.
—N, déjalo tranquilo.
—Dejarlo, mi culo. Él usa el tenedor como una pala y juro
que se metió un panqueque entero en su boca de una vez.
Ryeowook habría estado disgustado si no hubiese estado en
sus sueños. Nadie nunca le había enseñado las formas o los modales más básicos.
Había sido relegado a una esquina en el piso, como el animal que N lo llamaba.
En su vida humana, la comida había sido escasa. Y en los talones
de ese pensamiento venía otro descubrimiento sorprendente. La comida cuando era
un Cazador Oscuro había sido escasa, también.
A diferencia de los otros de su tipo, Yesung no tenía a
un Escudero para plantar y hacer crecer la comida durante el día. Para atender
a los animales y hacer sus comidas. Por siglos, había vivido en el rudo
ambiente de Alaska donde, en invierno, las fuentes de comida estaban seriamente
limitadas.
Se sintió repentinamente descompuesto ante el
pensamiento. Sin duda se habría muerto de hambre si hubiera sido un humano.
Los Cazadores Oscuros no podían morir de desnutrición.
Pero podían padecerlo igual que un ser humano.
Hizo otro plato de panqueques para él.
—¿Qué es esto? —preguntó mientras le colocaba otra tanda
cerca de él.
—En caso de que aún tengas hambre.
No dijo nada, pero lo escuchó deslizar el plato a través
de la mesa un instante antes de oírlo abrir de golpe la tapa del jarabe.
—No soporto verlo hacer sopa de panqueque con el jarabe,
otra vez –dijo N. —Estaré en la sala si me necesitas.
Ryeowook lo ignoró mientras escuchaba a Yesung comer.
Cómo deseaba poder verlo.
—No, no lo deseas –dijo N.
Tenía el presentimiento que N estaba sobrerreaccionando.
Conocía al lobo bastante bien como para saber que Yesung podía tener modales
impecables y N aun se quejaría.
Después de que Yesung terminó de comer, se levantó de la
mesa y enjuagó el plato.
No, él no era un cerdo. Era un hombre solitario, herido,
que no sabía cómo hacer frente a un mundo que le había dado la espalda.
Vio en él lo que Shindong veía y su respeto por el
Atlante creció inmensamente al darse cuenta de que podía ver lo que nadie más
podía.
Ahora sólo tenía que encontrar la forma de salvar a Yesung
de una diosa que no quería saber nada más de él.
Si no lo hacía, Artemisa ordenaría que lo mataran. Lo
escuchó cortar una toalla de papel del estante.
—Oí en las noticias que continuará la tormenta. No tienen
idea cuándo terminará. Dijeron que era la peor tormenta de nieve en siglos.
Yesung dejó escapar una respiración bastante cansada.
—Tengo que irme esta noche.
—No puedes.
—No tengo alternativa.
—Todos tenemos otra alternativa.
—No, no todos la tenemos, joven príncipe. Sólo las
personas con dinero e influencia tienen opciones. Para el resto de nosotros,
las necesidades básicas ordenan lo que tenemos que hacer para sobrevivir —.
Cruzó el piso. —Tengo que irme.
Ryeowook se aterrorizó. Ya que era un Cazador Oscuro
realmente podía salir. A diferencia de los humanos que había juzgado, la vida
de Yesung no estaría en peligro si dejaba la cabaña esta noche. Sería frío y
cruel, pero él estaba acostumbrado a eso.
¿Qué iba a hacer?
Si lo seguía, entonces se daría cuenta rápidamente que
también era inmortal.
Por un segundo consideró en llamar a sus hermanos, pero
se contuvo. Si hacía eso, nunca lo dejarían olvidarlo. Necesitaba manejar esto
él solo.
¿Pero como mantenerlo aquí cuando estaba tan determinado
a irse?
Giró hacia la puerta y tumbó algo en la mesada.
Recogiéndolo, sintió una botella pequeña de especias que le recordaron el suero
que M'Adoc le había dado.
Una dosis bastante grande de Loto mantendría a Yesung
inconsciente por unos pocos días...
Pero entonces él estaría atrapado en sus pesadillas sin
ninguna forma de poder despertarse.
Tal cosa podría volverlo demente.
O él podía dirigir sus sueños como un Skoti lo haría. ¿Se
atrevería a intentarlo?
Antes de poder reconsiderarlo, fue a su habitación para
sacar la botella que había escondido en la mesa de luz.
Ahora solo tenía que encontrar la manera de darle el
suero a Yesung.
Yesung necesitaba salir, a pesar de la tormenta. Levantó
la capucha del abrigo y comenzó a caminar por el vestíbulo.
Ryeowook lo encontró a medio camino de la puerta. Hizo
una pausa al verle esperándolo allí. El deseo lo recorrió, poniéndolo duro y
dolorido. Su cara rentara a Shindong y Artemisa, él sabía la verdad. Dos mil
años más tarde, todavía era un esclavo. Uno poseído por una diosa griega que lo
quería muerto.
Podía negar su destino todo lo que quisiera, pero al
final, sabía cuál era su sitio en este mundo.
Los jóvenes como Ryeowook no eran para hombres como él.
Estaban destinados a los hombres decentes y civilizados. Hombres que conocían
el significado de palabras simples como "bondad",
"calidez", "compasión", "amistad".
Amor.
Él comenzó a pasarlo.
—Toma —dijo, tendiéndole una taza de té caliente.
El aroma era dulce, agradable, pero no lo calentaba ni la
mitad de la vista del sonrojo leve en sus mejillas.
—¿Qué es?
—Diría arsénico y vomito, pero confías en mí tan poco, de
cualquier manera, que no me atrevo. Es té caliente de romero con un poco de
miel. Quiero que lo bebas antes de irte. Te ayudará a mantenerte caliente en tu
viaje.
De alguna forma divertido por que Ryeowook repitiera su
rudeza, Yesung al principio quiso tirarlo. Pero realmente no podía hacerlo. Era
un regalo muy considerado y los regalos considerados era una experiencia
extremadamente rara para él.
Odiaba admitir qué tan profundamente ese simple acto lo
había afectado. Se endureció aún más con el pensamiento.
Agradeciéndoselo, lo tomó, clavando los ojos en él todo
el tiempo sobre el borde de la taza. Dioses, cómo lo iba a extrañar, pero eso
tenía todavía menos sentido que cualquier otra cosa.
Mientras bebía el té, sus ojos bebían su imagen.
Sus jeans apretados, sus piernas torneadas, de las que un
hombre no podía evitar soñar tenerlas alrededor de su cintura.
Sus hombros.
Pero era su trasero lo que quería más. Imploraba ser
ahuecado por sus manos mientras él apretaba su suavidad con su ingle a fin de
que pudiera sentir cuánto ardía por él.
En contra de su voluntad, lo imaginó desnuda en sus
brazos. Sus labios en los de él, mientras se perdía dentro de su cuerpo
caliente y mojado.
Tengo que salir de aquí.
Yesung tragó lo que quedaba del té, luego le devolvió la
taza vacía.
Ryeowook se alejó un paso, agarrando firmemente la taza
con sus manos, su cara aun más triste que antes.
—Desearía que te quedaras, Yesung.
Él saboreó el sonido de esas raras palabras. Aún si no
las dijera de verdad, todavía lo hacían doler.
—Seguro que sí, joven principe.
—Lo deseo —la sinceridad en su cara ardió a través de él.
Pero era cólera lo que más sentía por su comentario.
—No me mientas. No puedo soportar las mentiras.
Él lo empujó para pasarlo, resuelto a llegar a la puerta,
pero mientras la alcanzaba, su cabeza comenzó a nublarse.
Su vista se oscureció.
Yesung hizo una pausa al tratar de enfocar su mirada. Sus
piernas se sentían pesadas de repente. De plomo. Era una lucha poder respirar.
¿Qué era esto?
Trató de alcanzar la puerta sólo para encontrar sus
rodillas doblándose. Luego todo se volvió negro.
Ryeowook se encogió ante el sonido de Yesung golpeando el
piso. Cómo deseó haber podido sostenerlo antes de que cayera. Pero sin su
vista, no había nada que pudiera hacer.
Yendo a él, lo revisó para asegurarse que estuviera bien.
Afortunadamente, no parecía estar mucho peor, por su engaño.
—¿N? — llamó, necesitando su ayuda para levantar a Yesung
del piso.
—¿Que sucedió? —N preguntó mientras se paraba a su lado.
—Lo drogué
Sintió que N cambiaba a su forma humana.
Sabía por experiencia, que su compañero estaría desnudo
ahora, siempre lo estaba cuando cambiaba de forma.
Sólo lo había visto destellar pocas veces. Como un Katagari
Lykos, su condición natural y preferida era la del lobo, pero sus habilidades
mágicas inherentes le permitían tomar forma humana de vez en cuando, si lo
necesitaba o quería. Sus poderes y fuerza eran más débiles en su forma humana
que en su forma de lobo, por lo cual prefería su cuerpo animal.
No obstante, había ciertas cosas que prefería hacer como
humano. Cosas como formar una pareja y comer.
—¿Qué estabas pensando? —preguntó en un grave tono de
barítono.
—No puede dejar esta cabaña hasta que la prueba haya
terminado, sabes eso.
N dejó escapar un siseo irritado.
—¿Que usaste para drogarlo?
—Suero de loto.
—¿Ryeowook, tienes idea de lo peligroso que es? Ha matado
incontables mortales. Un sorbo y pueden volverse locos. O peor, volverse tan
adictos a eso que se rehúsan a despertarse de sus sueños.
—Yesung no es mortal.
N suspiró.
—No, no lo es.
—Llévalo a su cama, N.
El aire alrededor de él crepitó con ira.
— ¿En donde está mi por favor?
Ryeowook giró a la derecha y esperó estar mirándolo ferozmente.
—¿Por qué estás siendo tan imposible últimamente?
—¿Por qué estás siendo tan mandon? Pienso que este hombre
te esta afectando y no me agrada —hizo una pausa antes de hablar otra vez.
—Nunca olvides, Ryeowook, que estoy aquí por mi propia elección. La única cosa
que me mantiene a tu lado es que no quiero verte lastimado.
El extendió la mano y colocó su mano en su brazo.
—Lo sé, N. Gracias.
Él cubrió su mano con la suya y dio un apretón ligero.
—No lo dejes dentro de ti. Hay tanto en él que es tan
oscuro que podría exterminar completamente toda la bondad que tienes.
Ryeowook pensó en eso por un minuto. No se había
considerado bueno desde hacía mucho tiempo. El entumecimiento lo había regido
por demasiados siglos.
—Hay personas que dirían lo mismo de ti.
—No me conocen.
—Y no conocemos a Yesung.
—Conozco los de su tipo mejor que tu. He pasado mi vida
peleando con hombres como él. Los mismos que ven al mundo como un enemigo y que
odian a todo el mundo alrededor de ellos.
N lo soltó y resopló mientras levantaba a Yesung del
piso.
—Protege a tu corazón, Ryeowook. No quiero verte herido
otra vez.
Ryeowook estaba sentado sobre el piso mientras él llevaba
a Yesung a su cama, y pensó en la advertencia de N. Tenía razón. Había sido tan
seducido por Kangshin que, aún ciego, había fallado en ver lo que realmente él
era.
Pero bueno, Kangshin había sido un hombre arrogante.
Vanidoso. Yesung no era ninguna de las dos cosas.
Kangshin había fingido preocuparse por otros mientras
sólo se preocupaba por nadie más que sí mismo.
Yesung no se preocupaba por nadie, mucho menos de él.
Pero había una sola manera de saberlo con seguridad. Levantándose, llenó un
vaso de jugo para N.
—¿Qué vas a hacer con él ahora? —N preguntó minutos más
tarde.
—Lo dejaré dormir un poco —dijo evasivamente.
Si N sabía lo que tenía en mente, entonces tendría un
ataque y no estaba de humor para tratar con un irritado hombre lobo.
Le tendió el vaso, el cuál él tomó sin comentario. Lo
escuchó abrir la heladera y luego se movió para esperar al lado de la encimera
mientras buscaba algo de comida.
Mientras N había estado atendiendo a Yesung, él había
colocado un poco de suero de Loto dentro de la bebida de N.
Tomó un poco más de tiempo que el suero operara en él.
Por su metabolismo, los WereHunters eran más difíciles de drogar que los
humanos.
—Ryeowook, ¿dime que no lo hiciste? —dijo N poco tiempo
después que la droga comenzara a hacer efecto. Oyó el débil restallido
eléctrico que presagiaba un cambio en su forma.
Ryeowook anduvo a tientas hacia él. Era un lobo otra vez
y dormía como un tronco. Solo ahora, atravesó su casa asegurándose que las
luces y la estufa estuvieran apagadas y que la calefacción estuviera a un nivel
confortable.
Fue a su habitación y sacó el suero Idios. Sosteniéndolo
en la mano, fue al cuarto de Yesung.
Tomó un sorbo, luego se acurrucó para dormir a su lado, y
así aprender más acerca de este hombre y sobre qué secretos escondía su
corazón...
Yesung estaba en Nueva Orleáns. La música distante se filtraba
a través del aire fresco de la noche.
Un grupo de turistas estaban reunidos alrededor de un
guía de excursión. Los turistas oían atentamente como relataba un asesinato
famoso en la ciudad. Dos cuerpos habían sido encontrados en los escalones del
convento, completamente drenados de sangre. Las antiguas leyendas decían que el
convento, se creía, alojaba a los vampiros que salían en la noche para cazar en
la ciudad.
Yesung bufó ante el absurdo.
El guía, quién alegaba ser un vampiro de trescientos años
de edad llamado Andre, miro hacia él.
—Miren –dijo Andre dijo a su grupo y apuntó hacia Yesung.
—Hay un auténtico vampiro, allí mismo.
El grupo se dio vuelta como si fuera uno para mirar a Yesung
que los miraba con maldad.
Antes de pensarlo mejor, Yesung dejó al descubierto sus
colmillos y siseó. Los turistas gritaron y corrieron.
También los guías del tour.
Si Yesung riera, entonces se hubiese reído de la visión
de ellos desplazándose por la calle tan pronto como podían correr. Pero como
era, sólo podía apreciar el caos total que había causado con una contorsión
cínica de sus labios.
—No puedo creer que hayas hecho eso.
Miró sobre su hombro para ver a Shindong parado en las
sombras como un espectro oscuro, vestido todo de negro y luciendo su pelo largo
de color púrpura.
Yesung se encogió de hombros.
—Cuando dejen de correr y reflexionen sobre eso, pensarán
que era parte del show.
—El guía del tour, no.
—Pensará que era una travesura. Los humanos siempre se
dan razones convincentes.
Shindong suspiró pesadamente.
—Juro, Y que esperaba que utilizaras este tiempo aquí
para demostrar a Artemisa que puedes entremezclarte con personas otra vez.
Él miró a Shindong jocosamente.
—Seguro que sí. ¿Por qué no me cubres en mierda y me
dices que es barro mientras lo haces?
Él comenzó a caminar, alejándose.
—No te alejes de mí, Y.
Él no se detuvo.
Shindong usó sus poderes para inmovilizarlo contra la
pared de piedra. Yesung tenía que dar crédito al Dark Hunter. Al menos Shindong
tenía mejor criterio que tocarlo. Ni una vez en dos mil años Shindong le había
colocado una mano encima. Era como si el Atlante entendiera cuánta angustia
mental ese contacto le causaba.
En una forma extraña, sentía como si Shindong lo
respetara.
Shindong encontró su mirada y la sostuvo.
—El pasado está muerto, Y. El mañana se convertirá en
cualquier decisión que tomes aquí, esta semana. Me ha llevado quinientos años
de negociaciones con Artemisa darte esta oportunidad para probarle que puedes
comportarte. Por el bien de tu cordura y tu vida, no falles.
Shindong lo soltó y se dirigió tras los turistas.
Yesung no se movió hasta que estuvo solo otra vez. Dejó
que las palabras de Shindong lo inundaran mientras se quedaba parado
silenciosamente contemplando las cosas.
No quería dejar esta ciudad. Desde el momento en que
había visto el gentío reunido en Jackson Square, había estado encantado con
Nueva Orleáns.
Sobre todo, él había estado alegre.
No, él no arruinaría esto. Cumpliría con el deber y
protegería a los humanos que vivían aquí.
No importa lo que fuera, haría lo que se necesitara para
que Artemisa lo dejara quedarse.
Nunca mataría a otro humano...
Yesung había comenzado a caminar por la calle cuando un
grupo de cuatro hombres atraparon su vista. Por su altura extrema, el cabello
rubio, y la buena apariencia, era seguro que eran Daimons.
Murmuraban entre ellos, pero aún así los podía oír
claramente.
—El jefe dijo que él vive arriba del Club Vampire en un
loft.
Uno de los Daimons se rió.
—Un Cazador Oscuro con una pareja. No pensé que tal cosa
existiera.
—Oh, sí. La escena será un infierno. Imagina cómo se
sentirá cuándo encuentre su cuerpo desnudo, sin sangre, yaciendo en la cama
esperándolo a él.
Yesung comenzó a atacarlos en ese mismísimo momento, pero
se detuvo mientras un grupo de humanos tropezaban saliendo del bar, a la calle.
Atentos a su blanco, los Daimons ni siquiera los miraron.
Los turistas se quedaron en la calle, riéndose y
bromeando, sin sospechar que de no ser por un compromiso previo, los Daimons se
estarían dirigiendo directamente a ellos.
La vida era una cosa muy frágil.
Apretando los dientes, Yesung supo que tendría que
esperar hasta que pudiera esquinar a los Daimons en un callejón donde no serían
vistos.
Se hizo para atrás en las sombras donde todavía los podía
observar y oír, y seguir hacia el loft de Sungmin.
La cabeza de Ryeowook dolía mientras seguía a Yesung a
través de sus sueños y dejaba que su cólera y dolor se filtraran en él. Estaba
con él en el callejón donde había peleado con los Daimons y luego había sido
atacado por los policías.
Y estuvo con él en el tejado cuando llamó a Kyuhyun para
advertirle que cuidara a Sungmin. Sintió la furia de Yesung. Su deseo por
ayudar a la gente que sólo podía despreciarlo y recriminarlo.
Juzgándolo erróneamente. No sabía cómo llegar a ellos. Así
es que los atacaba en lugar de eso. Los atacaba con palabras antes que lo
atacaran a él.
Al final, fue demasiado para que Ryeowook lo manejara.
Tuvo que separarse de él o podría volverse demente por la cruda intensidad de
sus emociones.
Era un esfuerzo separarse de él. El suero los ataba muy
fuerte queriéndolos mantener unidos, pero él era más fuerte.
Convocando a todos sus poderes, rasgó el hilo con él
hasta que no fue parte de Yesung y sus recuerdos.
Ahora sólo era un observador del sueño, así es que podía
observar, pero no sentir sus emociones.
Pero podía sentir las propias y sufría por este hombre en
un modo que nunca había pensado posible. La crudeza de sus emociones
recobradas, lo abrumaron. Su pasado y sus cicatrices lo atravesaron, haciendo
explotar el capullo insensible que lo había encajonado por tanto tiempo.
Por primera vez en siglos, sintió la agonía de otra
persona. Más que eso, quería serenarlo. Sostener a este hombre que no podía
escaparse de lo que era.
Mientras observaba, el sueño de Yesung se oscureció. Lo
vio luchar a través de una ventisca feroz. Estaba vestido sólo con un par de
pantalones de cuero negros, sin camisa ni zapatos. Sus brazos envueltos a su
alrededor, se estremecía del frío y caminaba con pesadez, maldiciendo al
aullador viento mientras tropezaba y caía en la profunda nieve helada.
Cada vez que caía, se obligaba a levantarse y continuaba.
Su fuerza le asombró. Los vientos azotaban sus hombros anchos, morenos, alejando
su pelo negro de sus bien afeitadas mejillas. Entrecerraba los ojos al tratar
de ver a través de la tormenta.
Pero no había nada alrededor. Nada más que el paisaje
blanco e inhóspito. Entumecido por el frío que lo asediaba, Ryeowook lo siguió.
—No moriré –gruñó Yesung, ganando velocidad mientras
caminaba. Contempló el oscuro cielo sin estrellas. —¿Me escuchas, Artemisa? ¿Shindong?
No les daré a ninguno de los dos la satisfacción.
Comenzó a correr, andando con paso pesado a través de la
nieve que trituraba, como un niño corriendo tras un juguete. Sus pies estaban
rojos del frío, su piel desnuda moteada.
Ryeowook luchó por continuar. Hasta que él cayó.
Yesung yació muy quieto en la nieve, boca abajo con un
brazo por encima de su cabeza y otro adelante de él, jadeando por su carrera. Ryeowook
clavó los ojos en el tatuaje en la base de su columna vertebral, que se movía
con sus respiraciones.
Dándose vuelta sobre su espalda, contempló el cielo negro
mientras los copos de nieve caían sobre su cuerpo. Su pelo negro mojado estaba
pegado a su cabeza. Él continuó respirando pesadamente mientras sus dientes
castañeaban del frío.
Aún así no se movió.
—Solo quiero estar caliente —murmuró. —Una sola vez
déjame sentir calor. ¿Hay alguna estrella capaz de compartir su fuego conmigo?
Ryeowook frunció el ceño ante la extraña pregunta, pero
claro, en los sueños, las frases y acontecimientos extraños eran bastante
comunes.
Yesung se dio vuelta otra vez y se levantó, luego continuó
a través de la ventisca. Lo condujo hacia una cabaña pequeña, aislada en la
mitad del bosque. Sólo tenía una ventana, pero la luz del interior era un faro
brillante en la desolación fría de la tormenta ártica.
Se veía tan acogedora.
Ryeowook oyó risa y conversaciones viniendo del interior.
Yesung tropezó hacia la única ventana. Respirando
pesadamente, extendió su mano contra el vidrio escarchado, mientras miraba
adentro como un niño pequeño y hambriento parado fuera de un restaurante de
lujo donde sabía que nunca sería bienvenido.
Se ubicó detrás de él a fin de poder ver adentro,
también.
La cabaña estaba llena de Cazadores Oscuros. Celebraban
algo mientras un fuego resplandeciente atronaba en la chimenea. Había abundante
comida y bebida mientras reían, bebían, y hablaban entre ellos como hermanos.
Una familia.
Ryeowook no reconoció a ninguno de ellos, excepto a Shindong.
Pero era obvio que Yesung los conocía a todos.
Apretando el puño, se apartó de la ventana y se encaminó
a la puerta principal de la cabaña.
Yesung golpeó ferozmente.
—Déjenme entrar —demandó.
TT___TT
ResponderEliminarCon cada capítulo... Me siento peor...pobre Yeye! No es justo...
Oh cielos pobre Yeye, sufre tanto y lo ha hecho toda su vida cielos, tiene tanto dolor dentro de si que se entumesio y la soledad no ayuda con sus sentimientos...y Wokkie ahora es capaz de ver como ha sido su vida, gran capitulo Yota, gracias
ResponderEliminarCreo que RyeoWook empieza a entender cada vez más a Yesung, me gustó que pudiera entender porque Yesung comía como N decía y no lo criticó por eso. Además ahora que al parecer tiene a Yesung a su disposición (dopado eso sí) es capaz de entender otras cosas, como lo que realmente sucedió con SungMin y la policía e incluso desea consolarlo.
ResponderEliminarEso sí, creo que ese último sueño con Yesung pidiendo entrar en esa cabaña va a tener un final triste.
Ay, quisiera golpear a todos por hacerle tanto daño a Yesung justificándose a que él ya está acostumbrado a eso.
Gracias por el cap. Nos leemos en el siguiente.
Espero que yesung no tome estos actos como traición.
ResponderEliminarLo ha dormido,le ha mentido diciendo que es ciegp,claro,no ve,pero es para juzgarlo mejor,y luego el hecho de que wook no es una persona que vive en una cabaña,es quien lo esta juzgando.
entra en sus sueños para poder entenderlo....y ese ultimo seguro es una pesadilla o un sueño quiere que se haga realidad