Una Pasión En El Olvido- Capítulo 9



¿Cómo era posible que todo se hubiera estropeado de aquella manera? Un mes después. Sungmin aún no podía comprenderlo. Vivía en una maravillosa casa en Corea. Estaba casado con el hombre más guapo sobre la faz de la tierra y estaba esperando un hijo suyo. Era feliz, se encontraba sano y vivía en medio de un lujo maravilloso bajo la luz del sol y con un ejército de criados que atendían todos sus deseos.

Sin embargo, no era feliz. Kyuhyun llevaba un mes sin tocarlo. Estaba solo en su matrimonio. Solo en la vida.

Nunca antes se había sentido tan triste. Aunque vivían en la misma casa, llevaban vidas separadas. Kyuhyun trabajaba por las noches en su despacho e iba a la cama sólo cuando él ya estaba dormido o, peor aún, dormía en el sofá de su despacho. 
Sungmin se pasaba los días decorando la habitación del bebé, organizando la casa y acudiendo a las citas medicas.

Había hecho todo lo que se le había ocurrido para recuperar el interés de Kyuhyun. Se vestía con ropa bonita, había aprendido a cocinar sus platos favoritos, leía periódicos para aprender cosas sobre los temas que a él le interesaban…

Todo en vano.


El problema era que a él ya no le interesaba.

Desde el primer día en la isla, cuando hicieron el amor tan apasionadamente sobre el suelo, él no había vuelto a tocarlo. Ni siquiera lo abrazaba ni lo besaba. De hecho, se podía decir que, prácticamente, no lo miraba.

Después de un mes de sentirse abandonado y evitado, Sungmin se sentía completamente descorazonado. Le había preguntado a Kyuhyun en varias ocasiones por qué lo ignoraba y si él había hecho algo que lo enojara.

No había obtenido respuesta alguna.

Tenía miedo de volver a preguntarle porque no se podía apartar más de él a no ser que, físicamente, decidiera abandonar la isla. Al menos seguía en la casa. Sin embargo, ¿cómo iban a poder arreglar lo que hubiera ocurrido si no hablaban? ¿Cuando él ni siquiera lo tocaba? Sungmin se sentía completamente desesperado.

—Buenos días, señor Cho.

Sungmin se sobresaltó al oír la voz del ama de llaves.

—Buenos días.

La mujer colocó una bandeja de fruta, huevos, tostadas y una tetera de poleo menta sobre la mesa de piedra y dijo:

—Que disfrute del desayuno.

Sungmin recordó de repente el almuerzo que había compartido con Kyuhyun allí en la terraza en el primer día de su estancia en la isla. ¿Qué era lo que había hecho mal? ¿Qué tenía que recordar?

—¿Dónde está el señor Cho?

—Creo que está en su despacho, señor. ¿Quiere que le envíe un mensaje?

¿Otro mensaje que pudiera ignorar? Sungmin negó con la cabeza. Miró al mar y respiró profundamente. Casi temía lo que pudiera recordar. ¿Qué otra cosa podría ser peor aún?

Kyuhyun no se lo decía, pero su silencio durante aquel mes resultaba muy elocuente. Tenía que haber hecho algo. Algo que él no podía perdonar.

¡Tenía que acordarse! Si no lo hacía, temía que lo perdería para siempre y con él su posibilidad de tener una familia, antes incluso de que el bebé naciera.

—¿Hay otro ordenador en la casa aparte del señor que tenga conexión a Internet? No querría molestar a mi esposo.

—Hay uno en mi habitación, señor. Puede utilizarlo cuando quiera.

—Gracias —dijo Sungmin aliviado. Tomó su plato y se puso de pie—. ¿Le importa si lo utilizo ahora?

Diez minutos más tarde, estaba en el dormitorio del ama de llaves, comiéndose una manzana frente a la pantalla del ordenador. Sungmin ni siquiera había empezado su búsqueda cuando oyó una voz airada a sus espaldas.

—¿Qué diablos te crees que estás haciendo?

Asombrado, Sungmin se dio la vuelta y vio que, efectivamente, se trataba de Kyuhyun.

—Hola —dijo, tratando de comportarse despreocupadamente a pesar de que el corazón le latía con fuerza en el pecho. Estaba más guapo que nunca con una camiseta negra y unos vaqueros—. Me alegro de verte.

—La señora Ara me ha dicho que estabas aquí —le respondió él—. No has respondido a mi pregunta. ¿Qué estás haciendo?

—Dado que sigo sin recuperar la memoria, pensé que podría intentar descubrir algo buscando mi nombre en la red para ver si puedo averiguar…

—No me gusta que vengas aquí…

—No quería molestarte en tu despacho. El ama de llaves me ha permitido utilizar su ordenador. ¿Es que acaso no puedo tener libertad de movimientos en mi propia casa?

Sungmin se giró para centrarse de nuevo en la pantalla del ordenador, pero él se lo impidió agarrándolo por el hombro.

—No lo hagas.

—¿Por qué?

—Deberías estar descansando y no tratando de encontrar un pasado que no importa. Deberías estar decorando la habitación del bebé, centrándote en nuestro futuro junto y cuidándote por el bien del bebé.

—¿De verdad? Si tú mostraras el más mínimo interés en mí o en el bebé, sabrías que ya he terminado la habitación. Lo hice hace una semana, pero no tienes ningún interés. Llevas un mes evitándome, como hiciste después de que nos casáramos. Y, dado que tú no hablas conmigo, ésta es mi única opción de averiguar por qué —añadió, señalando el ordenador.

—No importa. ¡Déjalo estar!

—No puedo, y menos aún cuando tú no me hablas, cuando no me tocas, ¡cuando ni siquiera me miras!

—Te he dado todo lo que un joven podría desear. ¿Acaso no te basta?

—Sí. Vivo en una hermosa casa y estoy esperando un niño, pero tú no estás a mi lado. ¿Por qué no puedes decirme la razón?

Kyuhyun abrió la boca para hablar, pero no dijo nada.

—Te estás disgustando por nada —dijo él, después de un instante—. Yo tengo mucho trabajo. Sólo es eso.

—¿No será que ya no me encuentras atractivo? ¿O acaso es que hay otro? —le espetó, atenazado por el miedo.

—¿Es eso lo que crees? —le preguntó—. ¿Crees que te traicionaría de ese modo?

—¿Y qué otra cosa se supone que tengo que pensar cuando tú…?

—Tú eres el único al que deseo. ¡El único al que desearé nunca!

—Entonces, ¿por qué? ¡No lo comprendo!

—Este último mes ha estado a punto de acabar conmigo. Cada día que pasa es peor que el anterior. Verte delante de mí sabiendo que no puedo tenerte… ¡Es como caer al infierno una y otra vez!

—Pero si yo estoy aquí —susurró Sungmin sin comprender—. ¿Por qué no quieres tocarme?

—Si lo hago, sé que te perderé.

Esas palabras tenían tan poco sentido, que Sungmin no pudo evitar echarse a llorar.

—Por favor, Kyuhyun. Te necesito…

Sus miradas se cruzaron. Entonces, Kyuhyun lanzó una maldición y se rindió. Lo tomó en brazos y lo besó, murmurando palabras en coreano.

Lo abrazó tierna y apasionadamente a la vez, en un gesto lleno de anhelo y de arrepentimiento mientras lo besaba.

—Sungmin… Oh, Sungmin… no puedo apartarte de mí —susurró. Entonces, le miró a los ojos—. Sea lo que sea lo que esto me va a costar, sea lo que sea lo que ocurre, no puedo seguir haciéndote daño.

Kyuhyun llevaba presa de la angustia un mes.

Deseando a Sungmin, pero sin poder tenerlo.

Amándolo, pero sin poder decírselo.

Si sólo hubiera sido él quien sufriera, habría podido soportarlo toda una vida, pero ver el dolor reflejado en el rostro de Sungmin le había hecho cambiar de opinión.

El miedo se había apoderado de él al verlo delante del ordenador, donde sabía que terminaría descubriéndolo todo. Las lágrimas que derramó suplicaban lo que, por derecho, le pertenecía: el amor y la atención de su esposo.

Ya no había lugar alguno en el que pudieran esconderse. Ya no podía protegerlo cuando, por intentarlo, le hacía tanto daño.

No pudo soportarlo más. Lo tomó en brazos y lo condujo al dormitorio. Lo depositó tiernamente sobre la cama, la cama que deberían haber compartido durante aquel último mes. Sungmin lo miró. 
Los ojos le brillaban llenos de lágrimas. Vio que Sungmin levantaba temblorosamente una mano para acariciarle la barbilla…

Cerró los ojos. Había deseado tan desesperadamente aquel contacto… Durante las últimas cuatro semanas, había tenido que anestesiarse, con ejercicio físico, con alcohol, con su trabajo principalmente, para tratar de superar el deseo constante que sentía hacia su esposo.

Después de tanto esperar, ocurriera lo que ocurriera, ya no podía seguir alejado de él. Ya no podía resistirse. Lo deseaba. Lo necesitaba. Lo amaba.

Lo desvistió y, tras quitarse él mismo la camiseta y los pantalones, los tiró al suelo. Entonces, bebió ávidamente con la mirada la visión que Sungmin le proporcionaba.

Lo miró a los ojos y, por fin, pronunció las palabras que llevaba desde hacía tanto tiempo en su corazón.

—Te amo, Sungmin.

Sungmin contuvo el aliento. Quería creer lo que acababa de escuchar.

Necesitaba creer.

Entonces lo besó.

Los labios de Sungmin lo abrasaron por completo. Lo amaba con cada latido de su corazón. Lo único que quería hacer era pasarse el resto de su vida amándolo, besándolo.

Sungmin se movió debajo de él sobre la blanca colcha que había en la cama. Kyuhyun le tocó la piel bronceada después de tantos días al sol y lo adoró con las manos y con la boca. Lo deseaba tanto…

—Me amas —repitió su esposo—. ¿De verdad me amas?

—Tanto… Mi corazón será tuyo para siempre.

Kyuhyun le besó la frente, los párpados y la boca. Con un gruñido, le acarició el cuerpo, apretándose contra sus muslos. Cuando por fin lo penetró, estuvo a punto de gritar por el enorme placer que experimentó.

Se movió lentamente, saboreando cada segundo, cada centímetro de posesión, aunque, en realidad, no sabía si él estaba poseyendo a Sungmin o, más bien, era a la inversa.

—Te amo —susurró él.

Vio el gozo del placer escrito en los ojos de Sungmin y se quedó atónito al saborear de repente la sal de las lágrimas, las suyas.

Lo abrazó tiernamente, moviéndose profunda y lentamente en el cuerpo de su amada hasta que sintió que se tensaba. Hasta que sintió que se convulsionaba.

Ocurriera lo que ocurriera, sabía que no podía evitarlo. Ocurriera lo que ocurriera, rezó para que él pudiera amarle durante toda la vida.

Cerró los ojos y se hundió en él una última vez. Sintió que Sungmin alcanzaba el clímax y oyó cómo gemía de placer.

—Te amo —gritó él, justo antes de verterse en su interior con un grito de pura felicidad.

Al caer de nuevo sobre la cama, lo agarró con fuerza. Sungmin era su amor, su vida. Le besó la sien y le acarició suavemente el sudoroso rostro. Rezó para que, de algún modo, pudieran ser felices.

Durante un instante, pensó que podrían serlo. Entonces, sintió que Sungmin se tensaba entre sus brazos. Notó que las manos de Sungmin lo empujaban para que se apartara.

—¡Apártate de mí! —exclamó. Se bajó de la cama y se puso de pie—. ¡Dios mío!

Kyuhyun miró a su esposo, a la persona que tan dulcemente había estado acariciando momentos antes. Por el gesto de enojo que había en su rostro, supo que la peor de sus pesadillas se había hecho realidad.

Sungmin ya no tenía amnesia.

Estaba desnudo, frente a él. Temblaba de pura ira. Sus ojos lo miraban con tanta ira, que Kyuhyun se sorprendió de no morir al instante por el profundo odio que había en aquella mirada.

La belleza perfecta de Sungmin era en aquellos momentos completamente inalcanzable para él. Acababa de perder al hombre que amaba. Lo había perdido para siempre.


Cuando Kyuhyun le dijo que lo amaba, Sungmin pensó que se iba a morir de alegría.

Después de tantos meses deseando escuchar esas palabras, por fin había sentido cómo su marido lo abrazaba y le decía lo que tanto deseaba escuchar. Había comprendido que una felicidad que él no había conocido hasta entonces era posible en la vida mortal. Después, él le hizo el amor tan tiernamente, con tan intensa pasión, que pensó que se encontraba en el cielo.

De repente, él le soltó y comenzó a caer al suelo sin que nadie pudiera evitarlo.

Se golpeó contra la tierra sin paracaídas. Su cuerpo y su alma se rompieron en mil pedazos.

—Te acuerdas…

—De todo —confirmó.

Tras darse cuenta de que estaba completamente desnudo, tomó una bata de seda que tenía colgada de la puerta del cuarto de baño y, tras ponérsela y atársela, se secó las lágrimas de los ojos antes de volver frente a Kyuhyun.

—¿Era esto una especie de broma pesada para ti? ¿Destruiste a mi familia y luego me encerraste en esta isla como una especie de patético esclavo para tu disfrute sexual?

—¡No! ¡No fue así! —exclamó Kyuhyun. Se levantó de la cama y lo agarró por los hombros para poder mirarlo mejor a los ojos—. ¡Sabes que no fue así!

Contra su voluntad, Sungmin comenzó a recordar todo lo ocurrido en las últimas semanas juntos, desde que se encontraron en Londres. Con furia, apartó todos los recuerdos. No quería pensar en nada. No podía hacerlo.

Una profunda tristeza se apoderó de él. Tan sólo unos instantes antes, entre los brazos de su esposo, había experimentado la verdadera felicidad. Se había sentido loco de alegría por el hecho de que él le amara. Por fin conseguía ocupar su lugar en el mundo, entre los brazos de Kyuhyun. Como su esposo. Como appa de su hijo.

Sin embargo, en aquel instante, se sentía más perdido de lo que nunca había estado. Era peor aún que cuando perdió a su padre. Cuando lo perdió todo, incluso a su madre tan sólo unos meses después.
Por él.

Se había pasado años maquinando para poder vengarse. Para hacer todo lo que pudiera por destruirlo antes de que él pudiera hacerle a alguien el mismo daño que le había hecho a su familia.

Desgraciadamente, lo único que había conseguido era traicionar la memoria de su familia. Había fallado a todos a los que amaba.

Siempre se había prometido que sería mejor hijo para su padrastro cuando hubiera llevado a cabo su venganza. Entonces, en Estambul, mientras se escondía de Kyuhyun, se quedó atónito al enterarse de que había muerto. Había fallecido sin saber lo mucho que lo quería.

Ya era demasiado tarde. Tragó saliva y contuvo las lágrimas. Era una pena que no hubiera estado conduciendo más rápido cuando las manos se le resbalaron sobre el volante y perdió el control de su Aston Martin. Era una pena que no se hubiera chocado contra un tren en marcha en vez de con un inocente buzón de correos.

Había desperdiciado once años de su vida para nada.

Kyuhyun había conseguido mantener su empresa a pesar de los documentos que él le había robado. Además, lo había engañado para que se casara con él y, lo peor de todo, estaba embarazado de su hijo.

La victoria de su enemigo había sido completa.

—No me lo puedo creer —susurró—. De todos los hombres que hay en el mundo, tenía que quedarme embarazado del que más odio. El único hombre al que juré destruir.

—Sungmin, por favor…

—¡No! —exclamó, apartándose de él—. ¡No me toques!


Con eso, se dirigió hacia la puerta. Se sentía desesperado por poder salir del dormitorio, lejos de las suaves sábanas que aún seguían calientes por la pasión que ambos habían compartido, lejos del aroma de Kyuhyun. Lejos de la inocente y explosiva alegría que había experimentado unos instantes antes.

2 comentarios:

  1. Sé que era inevitable que pasará pues tarde o temprano Min iba recordar todo, pero no por eso deja de ser triste, pobre KyuHyun estuvo un mes así intentando no desencadenar esto, pero no quería ver sufrir a SungMin, ojalá SungMin fuera capaz de escuchar, pero sobre todo de creer, KyuHyun no es la persona que él ha creído todo este tiempo, además no creo que olvide lo vivido en los últimos meses, ni el amor por KyuHyun, ni por su bebe.

    Gracias por la actu :D

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  2. De nada le valio ocultarle la verdad a Min por todo un mes,el lo ha descubierto de una forma que no le hace bien a los dos,y menos al bebé
    Quizas Kyu se debio de haber enfrentado a Min y a la verdad así como cuando le dijo que le había robado los documetos para vengarse de el.
    aunque supongo que todo esto debio pasar,asi los dos se dieron cuenta que aparte de la venganza y de su hijo,hay algo mas que los une.....se aman,y descubrio que kyu no es la mala persona que cree que es y que causo la muerte de su padre.....Min debe de descubrir sus sentimientos por Kyu y no dejarse llevar por el enojo rencor,ademas de que kyu debe ayudarlo tambien

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...