Esclavo de Amor- Capítulo 9



¿Cómo podía explicárselo? Shang le hizo mucho daño aquella noche. No había tenido compasión alguna por sus sentimientos. Él le pidió que se detuviera pero no lo hizo.

«Mira, se supone que la primera vez duele —le dijo Shang— ¡Joder!, deja de llorar; acabaré en un minuto y podrás marcharte.»

Para cuando Shang acabó, se sentía tan humillado y herido que se pasó días enteros llorando.

— ¿Donghae? —la voz de Hyukjae se introdujo entre el torbellino de sus pensamientos— ¿Qué te sucede?

Le costó mucho trabajo contener las lágrimas. Pero no lloraría; no en público. No así. No permitiría que nadie sintiera lástima por ella.

— No es nada —le contestó.

En busca de una bocanada de aire fresco, aunque fuese más ardiente y espeso que el vapor, se dirigió a la puerta lateral del centro comercial que llevaba al Moonwalk. Hyukjae y Judith lo siguieron.

— Donghae, ¿qué es lo que te hace llorar? —le preguntó Hyukjae.

— Shang —susurró Judith.


Donghae la miró furioso, mientras se esforzaba por recuperar la calma. Con un suspiro entrecortado, miró a Hyukjae.

— Me encantaría echarte los brazos al cuello y meterme en la cama contigo, pero no puedo. ¡No quiero que me utilicen de ese modo, y no quiero utilizarte! ¿Es que no lo entiendes?

Hyukjae apartó la mirada con la mandíbula tensa. Donghae miró hacia el lugar donde había fijado su atención y vio un grupo de seis rudos moteros que se acercaban hasta ellos. La vestimenta de cuero debía ser agobiante con aquella temperatura, pero ninguno de ellos parecía notarlo, puesto que no paraban de tomarse el pelo y reírse.

En ese momento, Donghae se fijó en la mujer que les acompañaba. Su forma de andar, lenta y seductora, era el equivalente femenino al elegante y ágil deambular tan típico de Hyukjae. La chica también poseía una extraña belleza, propia de cualquier actriz o modelo.

Alta y rubia, llevaba un escueto top de cuero y unos shorts cortísimos y ajustados que abrazaban una figura por la cual Donghae sería capaz de asesinar.

La chica aminoraba el paso, quedando rezagada tras los hombres, mientras se deslizaba las gafas por el puente de la nariz para mirar fijamente a Hyukjae.

Donghae se encogió mentalmente.

¡Oh Señor!, esto podía ponerse muy feo. Ninguno de los desaliñados y duros moteros parecían pertenecer al tipo de hombre que tolera que su novia mire a otro tipo. Y lo último que Donghae deseaba era una pelea en el Moonwalk.

Donghae agarró a Hyukjae de la mano y tiró de él en dirección contraria. Pero se negó a moverse.

— ¡Venga, Hyukjae! —le dijo nervioso—. Tenemos que volver al centro comercial.

Aún así no se movió.

Miraba fijamente a los moteros, de forma tan furiosa que parecía querer asesinarlos. Y entonces, en un abrir y cerrar de ojos, se soltó de la mano de Donghae y se acercó a ellos a zancadas, hasta que cogió a uno por la camisa.

Mudo de asombro, Donghae observó cómo Hyukjae le daba al tipo un puñetazo en la mandíbula.

— ¡Ven aquí, pedazo de…! —Hyukjae dejó caer una retahíla de maldiciones que hubiesen avergonzado hasta a un marinero.

Donghae abrió unos ojos como platos. No estaba muy seguro de qué le sorprendía más: si el ataque de Hyukjae al desconocido motero o el lenguaje que estaba usando.

Como él no dejaba de darle puñetazos, el tipo empezó a defenderse; pero sus habilidades en la lucha no se aproximaban, ni de lejos, a las de Hyukjae.

Olvidando por completo a Judith, Donghae echó a correr hacia ellos con el corazón latiendo desbocado mientras intentaba pensar lo que hacer. No había manera de interponerse entre los dos hombres, teniendo en cuenta que intentaban matarse el uno al otro.

— ¡Hyukjae, detente antes de que le hagas daño! —gritó la chica que les acompañaba.

Donghae se detuvo al escucharla, incapaz de moverse. ¿Cómo es que conocía a Hyukjae?

La mujer daba vueltas alrededor de ambos, en un intento de ayudar al motero y estorbar a Hyukjae.

— Cielo, ten cuidado, va a… ¡Ay, eso ha debido doler! —la mujer se encogió en un gesto de dolor, cuando Hyukjae golpeó al tipo en la nariz—. ¡Hyukjae, deja de maltratarle de ese modo! Vas a hacer que se le hinche la nariz. ¡Uf, corazón, agáchate!

El motero no se agachó y Hyukjae le asestó un tremendo puñetazo en la barbilla, que lo hizo tambalearse hacia atrás.

La mirada de Donghae pasaba de Hyukjae a la mujer con total incredulidad, anonadado.

¿Cómo era posible que se conociesen?

— ¡Eros, corazón! ¡No! —gritó la chica de nuevo, agitando las manos frenéticamente delante de la cara.

Judith se acercó hasta Donghae.

— ¿Éste es el Eros que Hyukjae ha invocado? —le preguntó Donghae. Judith se encogió de hombros.

— Puede ser; pero jamás me habría imaginado a Cupido de motero.

— ¿Dónde está Príapo? —preguntó Hyukjae a Eros, mientras le agarraba para empujarle sobre la barandilla de madera, bajo la cual discurría el río.

— No lo sé —le contestó, forcejeando para apartar las manos de Hyukjae de su camiseta.

— No te atrevas a mentirme —gruñó Hyukjae.

— ¡No lo sé!

Hyukjae le sujetó con la fuerza que otorgan dos mil años de dolor y rabia. Las manos le temblaban mientras le tiraba de la camiseta. Pero aún peores que el deseo de matarle allí mismo, eran las implacables preguntas que resonaban en su cabeza.

¿Por qué nadie había acudido antes a sus llamadas? ¿Por qué lo había traicionado Eros?

¿Por qué lo habían dejado solo para que sufriera?

— ¿Dónde está? —preguntó de nuevo Hyukjae.

— Comiendo, eructando; ¡demonios! No lo sé. Hace una eternidad que no lo veo.

Hyukjae lo apartó de la barandilla de un tirón y lo soltó. Tenía la cara desencajada por la ira.

— Tengo que encontrarlo —dijo entre dientes—. Ahora.

En la mandíbula de Eros comenzó a palpitar un músculo mientras intentaba alisarse las arrugas de la camiseta.

— Bueno, dándome una tunda no vas a llamar su atención.

— Entonces quizás deba matarte —le contestó Hyukjae, acercándose de nuevo a él.

Súbitamente, los otros moteros reaccionaron para detenerlo.

Al acercarse a ellos, Eros se agachó para esquivar el puñetazo de Hyukjae y se interpuso entre éste y sus amigos.

— Dejadle en paz, chicos —les dijo mientras agarraba al más cercano por el brazo y lo empujaba hacia atrás—. No querréis luchar con él. Hacedme caso. Podría sacaros el corazón y hacer que os lo comierais antes de que cayeseis muertos al suelo.

Hyukjae estudió a los hombres con una furiosa mirada que desafiaba a cualquiera de ellos a acercarse. Donghae sintió terror ante la ira reflejada en sus ojos. Una ira letal que parecía confirmar las palabras de Eros.

— ¿Estás loco? —preguntó el más alto observando incrédulo a Hyukjae—. No creo que sea capaz de tanto.

Eros se limpió la sangre del labio y sonrió débilmente al mirarse el dedo.

— Sí, bueno. Confiad en mí. Sus puños son como almádenas, y tiene la condenada habilidad de moverse tan rápido que no podréis esquivarlo.

A pesar de sus polvorientos pantalones de cuero negro y la desgarrada camiseta, Eros era increíblemente guapo y no parecía estar agotado, como el resto de sus compañeros. Su apuesto rostro podría ser hermoso si no llevase una perilla castaña rodeada de una barba de tres días, y el corte de pelo al estilo militar.

— Además, no es más que una pequeña riña familiar —continuó Eros, con un extraño brillo en los ojos. Dio unas palmaditas a su amigo en el brazo y soltó una carcajada—. Mi hermano pequeño siempre ha tenido un carácter desagradable.

Donghae intercambió una atónita e incrédula mirada con Judith, a la par que ambos se quedaban boquiabiertos por el asombro.

— ¿He escuchado bien? —le preguntó a Judith—. No es posible que sea hermano de Hyukjae. ¿O sí?

— ¿Cómo quieres que lo sepa?

Hyukjae le dijo algo a Eros en griego que hizo que los ojos de Judith se abrieron como platos y que la sonrisa desapareciera del rostro del dios.

— Si no fueses mi hermano, te mataría por eso.

Los ojos de Hyukjae lo fulminaron.

— Si no necesitase tu ayuda, ya estarías muerto.

En lugar de enfadarse, Eros se rió a carcajadas.

— No se te ocurra reírte —le advirtió con enfado la chica—. Es mejor que recuerdes que es de las pocas personas capaz de cumplir esa amenaza.

Eros asintió y se giró para hablar con sus compañeros.

— Marchaos —les dijo—. Nos reuniremos con vosotros más tarde.

— ¿Estás seguro? —preguntó el más alto de los cuatro, mirando con nerviosismo a Hyukjae—- Podemos echarte una mano, si te hace falta.

— No, no pasa nada —dijo moviendo la mano despectivamente—. ¿No recordáis que os dije que tenía que ver a alguien? Mi hermano está un poco cabreado conmigo, pero se le pasará.

Donghae se apartó para dejar pasar a los moteros; todos se marcharon, con la excepción de la imponente mujer, que se quedó allí de pie, observando cautelosamente a los dos hombres con los brazos cruzados sobre el generoso pecho cubierto de cuero.

Totalmente ajeno a él, a Judith y a la mujer, Eros caminó lentamente alrededor de Hyukjae, dibujando un círculo para poder examinarle atentamente.

— ¿Relacionándote con mortales? —le preguntó Hyukjae, deslizando una mirada igualmente fría y desdeñosa sobre Eros—. Vaya, Cupido… ¿es que se ha congelado el infierno desde que me marché?

Eros hizo caso omiso de sus airadas palabras.

— ¡Joder, chico! —exclamó incrédulo—. No has cambiado un ápice. Creía que eras mortal.

— Se suponía que debía serlo pero… —y de nuevo comenzó a soltar improperios, uno tras otro.

Los ojos de Eros comenzaron a brillar, amenazadores.

— Con una boca como ésa, deberías codearte con Ares. ¡Joder, hermanito!, no sabía que pudieras conocer el significado de todo eso.

Hyukjae volvió a agarrar a su hermano por la camiseta, pero antes de poder hacer nada más, la mujer alzó el brazo e hizo un extraño movimiento con la mano.

Hyukjae se quedó inmóvil como una estatua. Por la expresión de su rostro, Donghae podía afirmar que no estaba muy contento.

— Déjame, Psique —gruñó.

Donghae abrió la boca por la sorpresa. ¿Psique? ¿Sería posible?

— Sólo si prometes no volver a golpearlo —contestó ella—. Sé que no tenéis la mejor de las relaciones, pero respeta el hecho de que me guste su cara tal y como está, y que no soporte que le des un solo puñetazo más.

— Li-bé-ra-me —volvió a decir Hyukjae, recalcando cada sílaba.

— Es mejor que lo hagas, Psique —le dijo Eros—. Está siendo amable contigo, pero puede librarse de ti mucho más fácilmente que yo, gracias a mami. Y si lo hace, acabarás herida.

Psique bajó el brazo.

Hyukjae liberó a su hermano.

— No te encuentro para nada gracioso, Cupido. Nada de esto me resulta gracioso. Y ahora, dime dónde está Príapo.

— ¡Maldita sea! No lo sé. Lo último que supe de él es que estaba viviendo en el sur de Francia.

A Donghae le zumbaban los oídos ante la información que estaba descubriendo. No podía dejar de mirar a Cupido y a Psique. ¿Sería posible? ¿Podrían ser verdaderamente Cupido y Psique?

¿Y serían familia de Hyukjae? ¿Sería posible tal cosa?

De nuevo supuso que sería tan lógico como la imagen de una mujer y un joven borrachos conjurando a un esclavo sexual griego, que estaba encerrado en un viejo libro.

Captó la mirada ávida y encantada de Judith.

— ¿Quién es Príapo? —le preguntó Donghae.

— Un dios fálico de la fertilidad que siempre se ha representado totalmente empalmado —le susurró.

— ¿Y para qué lo necesita Hyukjae?

Su amiga se encogió de hombros.

— ¿Porque quizás fue él quien le maldijo? Pero entonces aquí habría algo muy divertido: Príapo es hermano de Eros, por tanto, si Eros es hermano de Hyukjae, hay bastantes posibilidades de que éste y Príapo también lo sean.

¿Condenado a una eternidad como esclavo por su propio hermano? El simple pensamiento la ponía enfermo.

— Llámalo —le dijo Hyukjae con tono amenazador a Eros.

— Llámalo tú. Yo estoy fuera de juego para él.

— ¿Fuera de juego?

Cupido le respondió en griego.

Con la mente totalmente embotada por todo lo que estaba sucediendo, Donghae decidió interrumpirlos y ver si conseguía algunas respuestas.
  
— Perdóname pero, ¿qué está pasando aquí? —le preguntó a Hyukjae—. ¿Por qué le has golpeado?

Él le miró con regocijo.

— Porque me apetecía mucho.

—Muy bonito —le dijo Cupido lentamente a Hyukjae, sin ni siquiera mirar a Donghae—. No me ves desde hace… ¿cuánto?, ¿dos mil años? Y en lugar de darme un abrazo fraternal y amistoso, acabo aporreado. —Cupido sonrió jocoso a Psique—. Y mami se pregunta por qué no me relaciono más con mis hermanos…

— No estoy de humor para aguantar tus sarcasmos, Cupido —le advirtió Hyukjae entre dientes.

Cupido resopló.

— ¿Es que no vas a dejar de llamarme por ese nauseabundo nombre? Jamás he podido soportarlo, y no puedo creer que te guste, dado lo mucho que odiabas a los romanos.

Hyukjae le dedicó una fría sonrisa.

— Lo utilizo porque sé lo mucho que lo odias, Cupido.

Cupido apretó los dientes y Donghae notó que se contuvo a duras penas para no abalanzarse sobre Hyukjae.

— Dime, ¿me llamaste tan sólo para zurrarme? ¿O hay algún otro motivo, más productivo, que explique mi presencia?

— Para serte sincero, no pensaba que te molestaras en venir, puesto que me has ignorado las últimas tres mil veces que te llamé.

— Porque sabía que ibas a pegarme —dijo Cupido señalándose la mejilla hinchada—; y lo has hecho.

— Y entonces, ¿por qué has acudido esta vez? —inquirió Hyukjae.

— Para serte sincero —contestó, repitiendo las palabras de Hyukjae—, asumía que estabas muerto y que me llamaba un simple mortal cuya voz era muy similar a la tuya.

Donghae observó cómo las emociones abandonaban a Hyukjae. Como si las hirientes palabras de Cupido hubiesen matado algo en su interior. A él también parecieron afectarlo, ya que se veía más calmado.

— Mira —le dijo a Hyukjae—, sé que me culpas de lo que pasó, pero no tuve nada que ver con lo que le sucedió a Junsu. No tenía forma de saber lo que Príapo iba a hacer al descubrirlo todo.

Hyukjae hizo un gesto de dolor, como si Cupido lo hubiese abofeteado. Una agonía arrolladora se reflejó en sus ojos y en su rostro. Donghae no tenía ni idea de quién era el tal Junsu, pero parecía bastante obvio que había significado mucho para Hyukjae.

— ¿Ah, no? —le preguntó Hyukjae con la voz ronca.

— Te lo juro, hermanito —contestó Cupido en voz baja. Lanzó una rápida mirada a Psique y de nuevo se centró en Hyukjae—. Nunca tuve la intención de hacerle daño, y jamás quise traicionarte.

— Ya —dijo él con una sonrisa burlona—. ¿Y esperas que me lo crea? Te conozco demasiado bien, Cupido. Te encanta causar estragos en las vidas de los mortales.

— Pero no lo hizo contigo, Hyukjae —le dijo Psique con voz lastimera—. Si no le crees a él, confía en mí. Nadie quiso que Junsu muriera de esa manera. Tu madre aún llora sus muertes.

La furiosa mirada de Hyukjae se endureció aún más.

— ¿Cómo soportas hablar de ella? Afrodita estaba tan celosa de ti que intentó casarte con un hombre horrible, y después casi te mató para evitar que te casaras con Cupido. Para ser la diosa del Amor, no tiene mucho para los demás, todo lo malgasta en ella misma.

Psique apartó la mirada.

— No hables así de ella —le espetó Cupido—. Es nuestra madre y se merece nuestro respeto.

La siniestra ira que reflejó el rostro de Hyukjae habría aterrorizado al mismísimo diablo, y Cupido se encogió al verla.

— No te atrevas jamás a defenderla delante de mí.

Fue entonces cuando Cupido notó la presencia de Donghae y de Judith. Les miró dos veces, sorprendido, como si acabasen de aparecer de repente en mitad del grupo.

— ¿Quiénes son?

— Amigos —contestó Hyukjae, para sorpresa de Donghae. El rostro de Cupido adoptó una expresión dura y fría.

— Tú no tienes ese tipo de amigos.

Hyukjae no respondió, pero la tirante mueca que torció sus labios afectó profundamente a Donghae.

Aparentemente inconsciente de la dureza de sus palabras, Cupido se acercó indolentemente hasta Psique.

— Aún no me has dicho por qué es tan importante para ti echarle el guante a Príapo.

La mandíbula de Hyukjae se tensó.

— Porque me maldijo a pasar la eternidad como un esclavo, y no puedo escapar. Quiero tenerlo delante el tiempo suficiente para empezar a arrancarle partes del cuerpo que no puedan volver a crecerle.

Cupido perdió el color del rostro.

— Hombre, ya le echó pelotas si hizo eso. Mami le hubiese matado de haberse enterado.

— ¿En serio crees que voy a creerme que Príapo me hizo esto sin que ella se enterase? No soy tan estúpido, Eros. A esa mujer no le interesa nada lo que pueda ocurrirme.

Cupido negó con la cabeza.

— No empieces con eso. Cuando te ofrecí sus regalos me dijiste que me los metiera por mi orificio trasero. ¿Te acuerdas?

— ¿Por qué lo haría? —preguntó Hyukjae con sarcasmo—. Zeus me expulsó del Olimpo horas después de mi nacimiento, y Afrodita jamás se molestó en discutir la decisión. Sólo se acercaban a mí para torturarme de algún modo. — Hyukjae miró a Cupido con furia asesina—. Cuando a un perro se le golpea con frecuencia, acaba volviéndose agresivo.

— Vale, lo admito. Algunos de nosotros podríamos haber sido un poco más condescendientes contigo, pero…

— Nada de peros, Cupido. No hicieron nada por mí, ni una puñetera vez. Especialmente ella.

— Eso no es cierto. Mami jamás superó que le dieses la espalda. Eras su favorito.

Hyukjae resopló.

— ¿Y por eso he estado atrapado en un libro los últimos dos mil años?

Donghae sufría por él. ¿Cómo podía Cupido escucharlo tan tranquilo, sin ni siquiera pensar en usar sus poderes para liberar a su hermano de un destino peor que la muerte? No era de extrañar que Hyukjae les maldijera. Súbitamente, Hyukjae cogió una daga del cinturón de Cupido y se hizo un profundo corte en la muñeca.

Donghae  jadeó horrorizado, pero antes de poder abrir la boca, la herida se cerró sin haber derramado una sola gota de sangre.

Cupido abrió los ojos de par en par.

— ¡Qué cabrón! —jadeó—. Ésa es una de las dagas de Hefesto.

— Ya lo sé —le respondió Hyukjae mientras le devolvía el arma—. Hasta tú puedes morir si te hieren con una de éstas, pero yo no. Hasta ahí llega la maldición de Príapo.

Donghae contempló el horror en los ojos de Cupido al ser consciente de la magnitud de lo ocurrido.

— Sabía que te odiaba, pero jamás pensé que caería tan bajo. ¿En qué estaba pensando?

— No me importa lo que pensara, sólo quiero librarme de esto.

Cupido asintió. Por primera vez, Donghae vio simpatía y preocupación en su mirada.

— Muy bien, hermanito. Paso por paso. No te vayas muy lejos mientras voy a buscar a mami y veo lo que tiene que decir al respecto.

— Si me quiere tanto como dices, ¿por qué no la llamas para que venga aquí y hablo directamente con ella?

Cupido le miró pensativamente.

— Porque la última vez que mencioné tu nombre, estuvo llorando durante un siglo. Le hiciste mucho daño.

Aunque la apariencia de Hyukjae seguía siendo rígida y distante, Donghae sospechaba que, en el fondo, debía haber sufrido tanto como su madre.

Si no más.

— Lo consultaré con ella y volveré en un momento —le dijo mientras pasaba un brazo alrededor de los hombros de Psique—. ¿De acuerdo?

Hyukjae alargó el brazo, cogió el colgante que Cupido llevaba al cuello y tiró de él con fuerza.

— De este modo me aseguro de que regreses.

Cupido se frotó el cuello; parecía bastante malhumorado.

— Ten mucho cuidado. Ese arco puede ser muy peligroso si cae en las manos equivocadas.

— No temas. Recuerdo muy bien cómo duele.

Ambos intercambiaron una mirada cargada de significado.

— Hasta ahora —se despidió Cupido dando una palmada, y junto con Psique, se desvaneció entre los vapores de una neblina dorada.

Donghae retrocedió un paso, con la mente en ebullición. No podía acabar de creerse lo que había presenciado.

— Debo estar soñando —murmuró—. O eso, o he visto demasiados episodios de Xena.



3 comentarios:

  1. Pobre hae por eso sufrió mucho!!! espero que sus hermanos ayuden a Hyuk!! gracias por el cap estuvo muy interesante
    esperare la próxima actualización!!

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  2. Cada vez que leo algo sobre ese Shang, termina siendo algo aún más desagradable que lo anterior, es un desgraciado sin corazón, es una pena que un tipo como este es haya cruzado en la vida de Hae.

    En cuanto a Hyuk creo que me quedé igual que Hae y Judith, es demasiada información, mira que ser maldecido por su propio hermano y sin que su madre le ayudará, además a pesar de que se descubren nuevas cosas sobre él, hay muchas otras que siguen siendo un misterio ¿Quién es Junsu y qué le pasó? ¿Por qué exactamente lo maldijo Príamo? parece que igual nos enteraremos, mientras hay que esperar para saber que novedades trae cúpido.

    Me gustó mucho el capítulo, nos leemos e el siguiente cap ^^

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  3. Odio a Shang y espero que alguien le de su merecido,maldito,por eso Hae tiene tanto miedo a relacionarse con alguien sentimentalmente.
    Que bonita familia,este llega y lo golpean,el otro lo maldice,y la madre...no lo ayuda,vaya
    y luego dicen que los dioses no sufren
    al menos ya tiene al alguien que si quiere ayudarlo,esperemos que sean nuevas buenas

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...