Esclavo de Amor- Capítulo 11



Hyukjae miró fijamente a Donghae; su mente no paraba de darle vueltas a lo que acababa de decir.

¿Sería cierto? ¿Podría atreverse a creerlo? ¿A tener esperanza después de tanto tiempo…?

— ¿Tu segundo apellido es Alexander? —repitió, incrédulo.

— Sí —le respondió él, con una sonrisa alentadora en el rostro. Cupido observó a su hermano con una mirada severa.

— ¿Ya habéis intimado vosotros dos?

— No —contestó Hyukjae—. Aún no —y pensar que había estado enfadado por eso…

Donghae había evitado que cometiera el tercer error más grande de su vida. En ese momento lo besaría. Una sonrisa iluminó el rostro de Cupido.

— Bueno, maldita sea mi suerte… En fin, mejor no nombrar la cuerda en casa del ahorcado… Nunca he conocido a un joven que pudiese estar cerca de ti más de diez minutos sin arrojarse a…


— Cupido —le cortó Hyukjae, antes de que soltara un largo discurso acerca del número de parejas con las que se había acostado—. ¿Tienes algo más que decir que nos sea útil?

— Una cosa más. La fórmula de mami sólo tendrá éxito si Príapo no lo descubre. Si lo hace, podría evitar que te liberaras con su característica mala sombra.

Hyukjae apretó los puños ante el recuerdo de algunas de las acciones más repugnantes de su hermano.

Por alguna razón que no alcanzaba a comprender, Príapo le había odiado desde que nació. Y con el paso de los años, su hermano había dado un nuevo significado a la expresión «rivalidad fraternal».

Hyukjae dio un sorbo a su bebida.

— No lo descubrirá a menos que tú se lo digas.

— A mí no me mires —replicó Cupido—. No soy de los suyos. Me confundes con el primo Dion. Y ahora que lo recuerdo, tengo que reunirme con mis chicos. Planeamos hacer un gran tributo al viejo Baco esta noche —alargó el brazo y dejó la mano con la palma hacia arriba—. Mi arco, si eres tan amable.

Con mucho cuidado, para no pincharse, Hyukjae lo sacó del bolsillo y se lo devolvió.

En ese momento percibió la extraña mirada de su hermano mayor; una mirada de afecto sincero.

— Estaré cerca por si me necesitas. Sólo tienes que llamarme; por mi nombre, nada de Cupido. Y por favor, deja eso de «bastardo inútil», ¡joder! —le miró con una sonrisa presuntuosa—. Debería haber sabido que eras tú.

Hyukjae no dijo nada mientras recordaba lo que había sucedido la última vez que tomó la palabra de su hermano, y le pidió ayuda.

Cupido se levantó, miró a Donghae y a Judith, y sonrió a Hyukjae.

— Buena suerte con tu intento de obtener la libertad. Que la fuerza de Ares y la sabiduría de Atenea te guíen.

— Y que Hades se encargue de asar tu vieja alma.

Cupido lanzó una carcajada.

— Demasiado tarde. Lo hizo cuando sólo tenía trescientos años y no fue tan horrible. Nos vemos, hermanito.

Hyukjae no habló mientras Cupido se abría camino hacia la puerta de salida, como cualquier ser humano normal. La camarera les trajo el pedido y él cogió la extraña comida, consistente en un trozo de carne metido en dos rebanadas de pan; pero en realidad no tenía mucha hambre. Había perdido el apetito.

Donghae cubrió la carne con una cosa roja, la tapó con el pan y le dio un bocado. Judith picoteaba de una ensalada aderezada con la misma salsa.

Alzando la mirada, Donghae se dio cuenta del ceño con que Hyukjae la observaba mientras comía. Parecía aún más preocupado que antes, y tenía la mandíbula tan tensa que se veía que estaba apretando con fuerza los dientes.

— ¿Qué te ocurre? —le preguntó.

Él entrecerró los ojos suspicazmente.

— ¿Estás dispuesto realmente a hacer lo que Eros ha dicho?

Donghae dejó la hamburguesa en el plato y se limpió la boca con la servilleta. En realidad, no le gustaba mucho la idea de que Hyukjae usase su cuerpo para obtener la libertad. Sería una relación de una sola noche, sin compromisos ni promesas.

Hyukjae se iría en cuanto acabase con él. No tenía ninguna duda al respecto.

¿Por qué iba a querer quedarse hombre como él, que bien podía tener a cualquiera de la tierra comiendo de su mano?

Aun así, no podía condenarlo a seguir viviendo eternamente en un libro. No cuando él era la llave para liberarlo.

— Cuéntame una cosa —dijo Donghae en voz baja—; quiero saber cómo acabaste metido en el libro; la historia completa. Y qué le ocurrió a tu esposo.

No lo habría creído posible, pero la mandíbula de Hyukjae se tensó aún más. Estaba intentado esconderse de nuevo.

Pero se negó a que huyera. Ya era hora de que entendiera por qué le preocupaba el hecho de acostarse con él.

— Hyukjae, me estás pidiendo mucho. No tengo demasiada experiencia en las relaciones.

Él frunció el ceño.

— ¿Eres virgen?

— Ojalá —balbució Donghae.

Hyukjae vio el dolor en sus ojos mientras le contestaba en un murmullo. Avergonzado, Donghae miró al suelo.

¡No!, rugió su mente. No era posible que hubiese sufrido lo que estaba imaginando. Una inesperada furia se despertó en su interior ante la mera posibilidad.

— ¿Te han violado?

— No —susurró—. No… exactamente.

La confusión disipó la ira de Hyukjae.

— Entonces, ¿qué quieres decir?

— Era joven y estúpido —continuó muy despacio.

— El muy cerdo se aprovechó de que sus padres acababan de morir y de que estaba muy mal —le contó Judith con voz áspera—. Era uno de esos sucios embusteros que te sueltan lo de «sólo quiero cuidarte», para aprovecharse y después salir corriendo una vez que lo consiguen.

— ¿Te hizo daño? —le preguntó Hyukjae.

Donghae asintió.

Una nueva oleada de furia lo asaltó. No sabía muy bien por qué le importaba tanto lo que pudiera sucederle a Donghae, pero por alguna razón que no acababa de comprender, así era. Y quería vengarse en su nombre. Vio cómo le temblaba la mano, se la cubrió con la suya, y comenzó a acariciarle suavemente los nudillos con el pulgar.

— Sólo lo hice una vez —confesó Donghae en un murmullo—. Ya sé que la primera vez duele, pero no sabía que fuese así. Y el daño físico no fue el peor; lo más horrible fue el hecho de que no pareció importarle nada mi sufrimiento. Me sentí como si sólo estuviese allí para complacerle, como si ni siquiera fuese una persona.

A Hyukjae se le hizo un nudo en el estómago. Sabía muy bien a lo que Donghae se refería.

— Esa misma semana —prosiguió—, como no me llamaba ni me contestaba, fui a su apartamento para verlo. Era primavera y tenía las ventanas abiertas. Cuando me acerqué… —un sollozo lo interrumpió.

— Él y su compañero de piso habían hecho una apuesta para ver cuál de los dos se acostaban con más vírgenes ese año —le contó Judith—. Donghae les escuchó burlarse de él.

Una furia letal y siniestra lo poseyó. Él había conocido a muchos hombres de esa calaña. Y jamás había podido soportarlos. De hecho, siempre le había dado mucho gusto librar a la tierra de su hedionda presencia.

— Me sentí utilizado; como un estúpido —murmuró Donghae mirándolo. La agonía que reflejaban sus ojos lo abrasó—. No quiero volver a sentirme así —se tapó la cara con una mano, pero no antes de que Hyukjae captara la humillación en su mirada.

— Lo siento mucho, Donghae —susurró él, abrazándolo.

Entonces eso era. Esa era la fuente de sus demonios. Lo abrazó con fuerza, apoyando la mejilla sobre su cabeza. El suave aroma a flores lo rodeó.

Cómo ansiaba poder consolarlo. Y qué culpable se sentía. Él también había usado a Junsu. Los dioses eran testigos de que él le había hecho a su esposo mucho más daño, a fin de cuentas.

Se merecía estar maldito, pensó con amargura.

Se lo había ganado a pulso, y no volvería a hacer daño a Donghae. Era una persona honesta, con un gran corazón y se negaba a aprovecharse de él.

— No pasa nada, Donghae —lo consoló con ternura, envolviéndolo aún más entre sus brazos y acunándolo. Lo besó suavemente en la cabeza—. No te pediré que hagas esto por mí.

Donghae alzó la vista muy sorprendido. No podía creer que dijese algo así.

— No puedo dejar de hacerlo.

—Sí que puedes. Simplemente olvídalo —había dolor en su voz. Y una cadencia extraña, algo que le daba una ligera idea del hombre que una vez había sido.

— ¿Realmente crees que puedo hacerlo?

— ¿Y por qué no? Todos los miembros de mi familia me dieron de lado. Tú ni siquiera me conoces —su mirada se ensombreció al soltarlo.

— Hyukjae…

— Hazme caso, Donghae. No lo merezco —tragó saliva antes de volver a hablar—. Como general, fui implacable en el campo de batalla. Aún puedo ver las miradas horrorizadas de los miles de hombres que murieron bajo mi espada, mientras los hacía pedazos sin el más mínimo asomo de remordimiento —buscó la mirada de Donghae—. ¿Por qué iba alguien como tú a ayudar a alguien como yo?

Donghae recordó cómo Hyukjae había acunado y consolado al niño, cómo había amenazado a Cupido para evitar que le hiciese daño; y entonces supo por qué. Puede que en su pasado hubiese hecho cosas espantosas, pero no era un ser perverso. Podría haberlo violado si hubiese querido. Y en lugar de hacerlo, ese hombre que apenas si había conocido un gesto amable, se había limitado a consolarlo.

No, a pesar de todos los crímenes que pudiera haber cometido en el pasado, había bondad en él.

Hyukjae había sido un hombre de su tiempo. Un general de la Antigüedad, forjado en el fragor de muchas batallas. Un hombre que se había criado en condiciones tan brutales que no podía acabar de imaginárselas.

— ¿Y tu esposo? —preguntó Donghae.

Un músculo comenzó a latirle en la mandíbula.

— Le mentí, lo traicioné y lo engañé, y al final, lo maté. 

Donghae se tensó ante la inesperada confesión.

— ¿Tú lo mataste?

— Puede que no fuese yo el que le quitara la vida, pero fui el responsable, después de todo. Si no… —su voz se desvaneció mientras cerraba los ojos con fuerza.

— ¿Qué? —preguntó Donghae—. ¿Qué ocurrió?

— Forcé mi destino, y el suyo. Y al final, las Parcas me castigaron.

Donghae no pensaba quedarse así.

— ¿Cómo murió?

— Enloqueció cuando descubrió lo que le hice. Lo que Eros había hecho… — Hyukjae enterró la cara entre las manos mientras los recuerdos lo asaltaban—. Fui un estúpido al creer que Eros podía conseguir que alguien me amara.

Donghae alargó el brazo y le pasó la mano por el rostro. Él lo miró. Estaba increíblemente hermoso allí sentada. La ternura de sus ojos no dejaba de sorprenderlo. Ningún joven lo había mirado nunca de ese modo.

Ni siquiera Junsu. Siempre había faltado algo cuando su esposo lo miraba, o cuando lo acariciaba.

Su corazón, comprendió con un sobresalto. Donghae estaba en lo cierto. Era muy diferente cuando el corazón no estaba involucrado. Era algo muy sutil, pero siempre había percibido el vacío en las caricias de Junsu, en sus palabras; y eso había hecho que su alma ennegrecida sufriera aún más.

Súbitamente, Cupido se materializó junto a Judith y miró a Hyukjae con una tímida sonrisa.

— Olvidé decirte algo.

Hyukjae dejó escapar un suspiro encolerizado.

— No sé por qué tenéis la costumbre de olvidaros de algo. Y, suele ocurrir, que ese algo es siempre lo más importante. ¿Qué has olvidado esta vez?

Cupido no fue capaz de enfrentar la mirada de su hermano.

— Como muy bien sabes, estás condenado a, digámoslo así, sentirte forzado a complacer a la persona que te invoque.

Hyukjae lanzó una rápida mirada a Donghae y su miembro se tensó malévolamente en respuesta.

— Soy muy consciente de ese hecho.

— ¿Pero eres consciente de que con cada día que pase sin poseerle, tu cordura irá desapareciendo? Para cuando el mes esté llegando a su fin, serás un loco desesperado por la falta de sexo y la única forma de sanarte será ceder a tus deseos. Si no lo haces, hermano, sufrirás una agonía tan dolorosa que el castigo de Prometeo a tu lado parecerá una estancia en los Campos Elíseos.

Judith jadeó.

— ¿Prometeo no es el dios que supuestamente entregó el fuego a la humanidad? —preguntó Donghae.

— Sí —respondió Cupido.

Donghae miró nerviosa a Hyukjae.

— ¿El que fue encadenado a una roca y condenado a que todos los días un águila se comiese sus entrañas?

— Y a que cada noche se recuperara para que el pájaro pudiera seguir comiendo al día siguiente —acabó Hyukjae en su lugar. Los dioses sabían cómo castigar a aquéllos que los fastidiaban.

Una ira amarga se extendió por sus venas mientras observaba a Cupido.

— Te odio.

Cupido asintió.

— Lo sé. Ojalá no hubiese hecho nunca lo que me pediste. Lo siento mucho. Lo creas o no, mami y yo estamos muy arrepentidos.

Con las emociones revueltas, Hyukjae no fue capaz de decir nada. Desolado, lo único que veía era el rostro de Junsu en su mente, y la visión le hacía encogerse de dolor.

Una cosa era que su familia lo castigara a él, pero nunca deberían haber tocado a los que eran inocentes.

Cupido depositó una cajita en la mesa, frente a él.

— Si no quieres abandonar la esperanza, vas a necesitar esto.

— Cuídate de los regalos de los dioses —dijo Hyukjae amargamente, mientras abría la caja para encontrar dos pares de grilletes de plata y un juego de diminutas llaves, colocadas sobre un lecho de satén azul oscuro. Al instante reconoció el intrincado estilo de su padrastro.

— ¿Hefesto?

Su hermano asintió.

— Ni Zeus puede romperlas. Cuando sientas que pierdes el control, te aconsejo que te encadenes a algo realmente sólido y que te mantengas… —esperó un momento mientras miraba fijamente a Donghae— alejado de él.

Hyukjae tomó aire. Podría reírse ante la ironía, pero ni siquiera era capaz de reunir fuerzas. De una u otra manera, en cada invocación, siempre acababa encadenado a algo.

— Eso es inhumano —balbució Donghae. Cupido le dedicó una mirada feroz.

— Nene, hazme caso; si no lo encadenas, lo lamentarás.

— ¿Cuánto tiempo tardará? —preguntó Hyukjae.

Él se encogió de hombros.

— No lo sé. Depende mucho de ti y del autocontrol del que dispongas — espetó Cupido—. Conociéndote, es bastante posible que ni siquiera las necesites.

Hyukjae cerró la caja. Podía ser muy fuerte, pero no tenía el optimismo de su hermano. Lo había perdido hacía mucho, lenta y dolorosamente.

Eros le palmeó la espalda.

— Buena suerte.

Hyukjae no dijo nada mientras su hermano se alejaba. Miraba fijamente la caja mientras las palabras de Cupido resonaban en su cabeza. Si algo había aprendido a lo largo de los siglos, era a dejar que las Parcas se salieran con la suya.

Era una estupidez pensar que tenía la oportunidad de ser libre. Era su penitencia y debía aceptarla. Era un esclavo, y un esclavo seguiría siendo.

— ¿Hyukjae? —le llamó Donghae—. ¿Qué te pasa?

— No podemos hacerlo. Llévame a casa, Donghae. Llévame a casa y déjame que te haga el amor. Vamos a olvidarlo antes de que alguien, seguramente tú, salga herido.

— Pero ésta es tu oportunidad de ser libre. Podría ser la única que tengas. ¿Has sido convocado antes por alguien que llevara el nombre de Alejandro?

— No.

— Entonces, debemos hacerlo.

— No lo entiendes —le dijo entre dientes—. Si lo que Eros dice es cierto, para cuando llegue esa noche, no seré yo mismo.

— ¿Y quién serás?

— Un monstruo.

Donghae le miró con escepticismo.

— No creo que pudieras serlo.

Hyukjae lo observó, furioso.

— Tú no tienes ni idea de lo que soy capaz de hacer. Cuando la locura de los dioses se abate sobre alguien, no hay manera de encontrar ayuda, ni esperanza de hallarla —el estómago se le contrajo con un nudo—. No deberías haberme convocado, Donghae —concluyó, alargando el brazo para coger su vaso.

— ¿Te has parado a pensar que quizás todo esto estaba predestinado? — preguntó él súbitamente—. Quizás fui yo el que te invocó porque estaba dispuesto que yo te liberara

Hyukjae contempló a Judith a través de la mesa.

— Me convocaste porque Judith te engañó. Lo único que quería era que tuvieras unas cuantas noches placenteras para que pudieras olvidarlo todo y buscases a un hombre decente, sin temor a que pudiera hacerte daño.

— Pero es posible que…

— No hay peros que valgan, Donghae. No estaba predestinado.

Donghae bajó la mirada hasta su muñeca. Acercó la mano y acarició la inscripción en griego que ascendía por la cara interna del brazo.

— ¡Qué bonito! —exclamó—. ¿Es un tatuaje?

— No.

— ¿Y qué es? —insistió.

— Príapo lo grabó a fuego —respondió él, ignorando la pregunta. Judith se incorporó un poco y le echó un vistazo.

— Dice: «Maldito seas por toda la eternidad y más allá».

Donghae dejó la mano sobre la inscripción y miró a Hyukjae a los ojos.

— No puedo imaginar todo lo que has debido sufrir durante tanto tiempo. Y más me cuesta entender que fuese tu propio hermano quien te hiciese algo así.

— Como dijo Cupido, sabía que no debía tocar a una de las vírgenes de Príapo.

— ¿Y por qué lo hiciste entonces?

— Porque fui un estúpido.

Donghae rechinó los dientes; tenía unas ganas horribles de estrangularlo. ¿Por qué nunca contestaba a lo que se le preguntaba?

— ¿Y qué te hizo…?

— No me apetece hablar del tema —le espetó. Donghae le soltó el brazo.

— ¿Alguna vez has dejado que alguien se te acerque, Hyukjae? Apuesto a que siempre has sido uno de esos tipos que no abren su corazón porque no confían en nadie. Uno de ésos que preferirían que les cortasen la lengua antes de que alguien descubriera que no son seres insensibles, sino todo lo contrario. ¿Te comportaste así con Junsu?

Hyukjae apartó la mirada mientras los recuerdos le embargaban. Recuerdos de una infancia plagada de hambre y privaciones.

Recuerdos de noches agónicas deseando…

— Sí —respondió sencillamente—. Siempre estuve solo.

Donghae sufría por él. Pero no podía permitir que se conformara.

De algún modo tenía que encontrar la forma de llegar hasta su corazón. De animarle a que luchara por romper la maldición.

Debía haber algún modo de hacerle luchar. Y en ese momento juró encontrarlo.


5 comentarios:

  1. Amo esta historia es tan hermosa y llena de significado no importa que el amor lo puede todo, Yota gracias por escribirla

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  2. Gracias por el cap!!! esta historia esta muy interesante!!! pobre Hae sufrio mucho por todo el daño que le hicieron!! espero que hae encuentre la forma de ayudar a hyuk
    esperare la próxima actualización cuídate

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  3. Se que he sido una ingrata al no comentar y me disculpo T.T perdoooon pero es que esta historia la amooo la empecé a leer cuando alguien mas la había adaptado y no la subieron mas y ahora esta aquí y te juro que me encantaaaaa gracias por subirlaaa y continuarla tan constantemente :33333 amo la historia y ese mono sexy griego cabezota Aaaaaa me hace rabiar al no dejar q su pez lo ayude...uyyy pero ya vera lo que es bueno :33333 ;))) gracias por la actual y por continuarlooo ;))) hasta la otra ;)

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  4. Lo dicho ese Shang no es más que un bastardo ojalá HyukJae se lo cruzará por ahí ahora que ya sabe cuánto hirió a Hae, eso me haría muy feliz :)

    Hyuk es muy duro consigo mismo, tal vez cometió muchos errores pero ya pago el tiempo suficiente por ellos, todos merecen una segunda oportunidad y no puede vivir eternamente en ese calvario y por eso me hace muy feliz la determinación de Hae en ayudarlo, aunque no va a ser nada fácil y más con eso de que podría ir perdiendo la razón necesitando incluso que lo encadenen.

    Gracias por la actualización

    Bye ^^

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  5. aaaaaaaaaaaaa Shang es un idiota,es un maldito
    si,deben de hacer que Priapo no se entere...cuantos días faltan,cuantos días van....2....3?
    que pesar,porbre Hyuk,pobre Hae....sera doloroso,pero Hae quiere hacerlo y lo hará
    yo digo que hyuk le de una visitadita a shang....xD

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...