Esclavo de Amor- Capítulo 8



— Sí lo harás —dijo Hyukjae dejando zanjado el tema, mientras Judith pagaba el negligé rojo.

Usó un tono tan arrogante y confiado, que Donghae imaginó que no estaba acostumbrado a que le desafiaran.

— ¿Te has equivocado alguna vez? —le preguntó.

La diversión desapareció de su rostro, y de nuevo ocultó sus sentimientos tras una especie de velo. Esa mirada escondía algo, estaba seguro. Algo muy doloroso, teniendo en cuenta la repentina tensión de su cuerpo.

No volvió a pronunciar una sola palabra hasta que Judith regresó y le dio la bolsa.

— Vaya —comentó—, se me ocurre que podíais poner unas velas, una música tranquila y…

— Judith —la  interrumpió Donghae—, te agradezco mucho lo que intentas hacer, pero en lugar de hablar de mí, ¿podemos ocuparnos de Hyukjae?

Judith lo miró de reojo.

— Claro, ¿le pasa algo?

— ¿Sabes cómo sacarlo del libro? De forma permanente, quiero decir.


—Ni idea —contestó y se dirigió a Hyukjae—. ¿Tú sabes algo al respecto?

— No he dejado de repetírselo: es imposible.

Judith asintió con la cabeza.

— Es muy testarudo. Nunca presta atención a lo que se le dice, a menos que sea lo que él quiere oír.

— Testarudo o no —añadió Donghae dirigiéndose a Hyukjae—, no puedo imaginar una sola razón por la cual querrías permanecer encerrado en un libro.

Hyukjae apartó la mirada.

— Donghae, no lo agobies.

— Eso es lo que intento, librarlo del agobio de su confinamiento.

— De acuerdo —dijo Judith, cediendo finalmente—. Muy bien, Hyukjae, ¿qué horrible pecado cometiste para acabar metido en un libro?

—“Hubris”, Arrogancia y orgullo excesivo.

— ¡Ooooh! —exclamó Judith con tono fúnebre—, eso no es nada bueno. Donghae, puede que tenga razón. Solían hacer cosas como despedazar a la gente por eso. Deberías haber prestado atención durante las clases de cultura clásica. Los dioses griegos son realmente despiadados en lo referente a los castigos.

Donghae entrecerró los ojos para mirarlos.

— Me niego a creer que no exista ningún modo de liberarlo. ¿No podemos destruir el libro, o convocar a uno de tus espíritus, o hacer algo para ayudarlo?

— ¡Vaya!, ¿ahora crees en mi magia vudú?

— No mucho, la verdad. Pero te las arreglaste para traerle hasta aquí. ¿Es que no puedes pensar en algo que sirva de ayuda?

Judith se mordisqueó el pulgar en un gesto pensativo.

— Hyukjae, ¿qué dios estaba a tu favor?

Él inspiró hondo, como si estuviese realmente cansado de sus preguntas.

— En realidad, ninguno de ellos me apreciaba mucho. Como era un soldado, normalmente dedicaba sacrificios a Atenea, pero tenía más contacto con Eros.

Judith le dedicó una sonrisa traviesa.

— El dios del amor y el deseo; lo comprendo perfectamente.

— No es por lo que crees —le contestó él agriamente. Judith le ignoró.

—¿Has intentado alguna vez recurrir a Eros?

— No nos hablamos.

Donghae puso los ojos en blanco ante el despreocupado sarcasmo de Hyukjae.

— ¿Por qué no intentas convocarlo? —le sugirió Judith. Donghae le lanzó una furiosa mirada.

— Judith, ¿podrías hacer el esfuerzo de ser un poco más seria? Sé que me he burlado de tus creencias durante todos estos años, pero ahora estamos hablando de la vida de Hyukjae.

— Estoy hablando totalmente en serio —le contestó con énfasis—. Lo mejor para Hyukjae sería invocar a Eros y pedirle ayuda.

¿Qué demonios?, pensó Donghae. La noche anterior, no creía que pudieran invocar a Hyukjae. Quizás Judith tuviese razón.

— ¿Lo intentarás? —le preguntó Donghae.

Hyukjae suspiró resignado, pero daba la impresión de que estaba más que dispuesto a zarandearlos a los dos. Con aspecto ofendido, echó la cabeza hacia atrás y mirando al techo dijo:

— Cupido, bastardo inútil, invoco tu presencia.

Donghae alzó las manos.

— ¡Joder!, no entiendo cómo no se aparece después de llamarlo de ese modo.

Judith se rió.

— Muy bien —dijo Donghae—. De todas formas no me creo nada de este abracadabra. Vamos a dejar las bolsas en mi coche y a buscar un sitio donde comer; allí podremos pensar algo más productivo que invocar al tal «Cupido, bastardo inútil». ¿Estáis de acuerdo?

— Por mí bien —contestó Judith.

Donghae le dio la bolsa con la ropa de su marido.

— Aquí están las cosas de Jinhyuk.

Judith miró en el interior y frunció el ceño.

— ¿Dónde está la camiseta de tirantes?

— Luego te la doy.

Judith se rió de nuevo



Hyukjae caminaba tras ellos, escuchando sus bromas mientras salían de la tienda.

Afortunadamente, Donghae había encontrado aparcamiento justo en el estacionamiento del centro comercial.

Hyukjae los observó dejar las bolsas en el coche. Si lo pensaba un poco, tenía que admitir que le gustaba el hecho de que Donghae estuviese tan interesado en ayudarlo.

Nadie lo había estado antes.

Había recorrido el camino de su existencia en solitario, apoyándose en su inteligencia y en su fuerza. Incluso antes de ser maldecido estaba cansado de todo. Cansado de la soledad, de no contar con nadie en este mundo y, lo más importante, de no tener a nadie que se preocupara por él.

Era una pena que no hubiese conocido a Donghae antes de la maldición. Habría sido un bálsamo para su inquietud. Pero de todos modos, las parejas de su época no se parecían a las actuales; esas lo trataban como a una leyenda a la que temer o aplacar, pero Donghae lo miraba como a un igual.

¿Qué tenía Donghae que lo hacía parecer único? ¿Qué había en él que le permitía llegar a lo más hondo de su alma, cuando su propia familia le había dado la espalda?

No estaba muy seguro. Pero era una persona muy especial. Un corazón puro en un mundo plagado de egoísmo. Nunca había creído posible encontrar a alguien como él.

Incómodo ante el rumbo que estaban tomando sus pensamientos, echó un vistazo a la multitud. Nadie parecía molesto con el opresivo calor reinante en aquella extraña ciudad.

Captó la discusión que una pareja mantenía justo enfrente de donde ellos se encontraban; la mujer estaba enfadada porque su marido se había olvidado algo. Con ellos había un niño, de unos tres o cuatro años, que caminaba entre ambos.

Hyukjae les sonrió. No podía recordar la última vez que había visto a una familia inmersa en sus quehaceres. La imagen despertó una parte de él que apenas si recordaba tener. Su corazón. Se preguntó si esas personas sabrían el regalo que suponía tenerse los unos a los otros.

Mientras la pareja continuaba con la discusión, el niño se detuvo. Algo al otro lado de la calle había captado su atención.

Hyukjae contuvo el aliento al darse cuenta de lo que el niño estaba a punto de hacer.

Donghae cerró en ese momento el maletero del coche.

Por el rabillo del ojo, vio una mancha azul que cruzaba la calle a toda carrera. Le llevó un segundo darse cuenta de que se trataba de Hyukjae, atravesando como una exhalación el aparcamiento. Frunció el ceño, extrañado, y entonces vio al pequeñín que se internaba en la calle atestada de coches.

— ¡Oh, Dios mío! —jadeó cuando escuchó que los vehículos comenzaban a frenar en seco.

— ¡Sung! —gritó una mujer.

Con un movimiento propio de una película, Hyukjae saltó el muro que separaba el aparcamiento de la calle, cogió al niño al vuelo y protegiéndolo sobre su pecho, se abalanzó sobre la luna del coche que acababa de frenar, dio un salto lateral y acabó en el otro lado.

Aterrizaron a salvo en el otro carril, un segundo antes de que otro coche colisionara con el primero y se abalanzara directamente sobre ellos.

Horrorizado, Donghae observó cómo Hyukjae se subía de un salto a la capota de un viejo Chevy, se deslizaba por el parabrisas y se dejaba caer al suelo, rodando unos cuantos metros hasta detenerse por fin y quedarse inmóvil, tendido de costado.

El caos invadió la calle, que se llenó de gritos y chillidos, mientras la multitud rodeaba el escenario del accidente.

Donghae no podía dejar de temblar. Aterrorizado, cruzó la muchedumbre, intentando llegar al lugar donde había caído Hyukjae.

— Por favor, que esté bien; por favor, que esté bien —murmuraba una y otra vez, suplicando que hubiesen sobrevivido al golpe.

Cuando logró atravesar la marea humana y llegó al lugar donde había caído, vio que Hyukjae no había soltado al niño. Aún lo tenía firmemente sujeto, a salvo entre sus brazos.

Incapaz de creer lo que veía, se detuvo con el corazón desbocado. ¿Estaban vivos?

— No he visto nada igual en mi vida —comentó un hombre tras él. Todos los congregados eran de la misma opinión.

Cuando vio que Hyukjae comenzaba a moverse, se acercó muy despacio y muy asustado.

— ¿Estás bien? —escuchó que le preguntaba al niño. El pequeño contestó con un lastimero aullido.

Ignorando el ensordecedor grito, Hyukjae se puso en pie, lentamente, con el niño en brazos.

¿Cómo se las había arreglado para mantener cogido al pequeño?

Se tambaleó un poco y volvió a recuperar el equilibrio sin soltar al niño. Donghae le ayudó a mantenerse en pie sujetándole por la espalda.

— No deberías haberte levantado —le dijo cuando vio la sangre que le empapaba el brazo izquierdo.

Él no pareció prestarle atención. Tenía una extraña y lúgubre mirada.

— ¡Shh! Ya te tengo —murmuró—. Ahora estás a salvo.

Esta actitud lo dejó asombrado. Aparentemente, no era la primera vez que consolaba a un niño. Pero, ¿cuándo habría estado un soldado griego cerca de un niño?

A menos que hubiera sido padre.

La mente de Donghae giraba a velocidades de vértigo, sopesando las posibilidades, mientras Hyukjae dejaba a la llorosa criatura en brazos de su madre, que sollozaba aún más fuerte que el niño.

¡Señor!, ¿era posible que Hyukjae hubiese tenido hijos? Y si era cierto, ¿dónde estaban esos niños?

¿Qué les habría sucedido?

— Sung —gimoteó la mujer mientras abrazaba al niño—. ¿Cuántas veces tengo que decirte que no te alejes de mi lado?

— ¿Está bien? —preguntaron al unísono el padre del niño y el conductor, dirigiéndose a Hyukjae.

Haciendo una mueca, se pasó la mano por el brazo izquierdo para comprobar los daños sufridos.

— Sí, no es nada —contestó, pero Donghae percibió la rigidez de su pierna izquierda, donde le había golpeado el coche.

— Necesitas que te vea un médico —le dijo, mientras Judith se acercaba.

— Estoy bien, de verdad —le contestó con una débil sonrisa, y entonces bajó la voz para que sólo ella pudiese escucharle—; pero he de confesar que los carros hacían menos daño que los coches cuando te chocabas con ellos.

A Donghae le horrorizó su inoportuno sentido del humor.

— ¿Cómo puedes bromear con esto?, creía que habías muerto.

Él se encogió de hombros.

Mientras el hombre le daba profusamente las gracias por haber salvado a su hijo, Donghae echó un vistazo a su brazo; la sangre manaba justo por encima del codo, pero se evaporaba al instante, como si se tratara de un efecto especial propio de una película.

De pronto, Hyukjae apoyó todo su peso sobre la pierna herida, y la tensión que se reflejaba en su rostro desapareció.

Donghae intercambió una atónita mirada con Judith, que también se había percatado de lo que acababa de suceder. ¿Qué demonios había hecho Hyukjae?

¿Era humano, o no?

— No puedo agradecérselo lo suficiente —insistía el hombre—, creía que los dos habían muerto.

— Me alegro de haberle visto a tiempo —susurró Hyukjae. Extendió la mano hacia el niño.

Estaba a punto de acariciar los castaños rizos del pequeño cuando se detuvo. Donghae observó las emociones que cruzaban por su rostro antes de que él recuperara su actitud estoica y retirara la mano.

Sin decir una palabra, volvió al aparcamiento.

— ¿Hyukjae? —le llamó, apresurándose para darle alcance—. ¿De verdad estás bien?

— No te preocupes por mí, Donghae. Mis huesos no se rompen, y rara vez sangro —en esta ocasión, la amargura de su voz era indiscutible—. Es un regalo de la maldición. Las Parcas prohibieron mi muerte para que no pudiera escapar a mi castigo.

Donghae se encogió al ver la angustia que reflejaban sus ojos.

Pero no sólo estaba interesado en el hecho de que hubiese sobrevivido al accidente, también quería preguntarle sobre el niño, sobre su modo de mirarlo, como si hubiese estado reviviendo una horrible pesadilla. Pero las palabras se le atragantaron.

—Hombre, te mereces una recompensa —le dijo Judith al alcanzarles—. ¡Vamos al Ricebread Factory!

— Judith, no creo que…

— ¿Qué es Ricebread? —preguntó él.

— Es ambrosía Cajun —explicó Judith—. Algo que debería estar a tu altura.

En contra de las protestas de Donghae, Judith les condujo hacia la escalera mecánica. Subió al primer escalón y se dio la vuelta para mirar a Hyukjae, que subía en medio de las dos.

— ¿Cómo hiciste para saltar sobre el coche? ¡Fue increíble!

Hyukjae encogió los hombros.

— ¡Vamos, hombre no seas modesto! Te parecías a Keanu Reeves en Matrix. Donghae, ¿te fijaste en el movimiento que hizo?

— Sí, lo vi —dijo en voz queda, percibiendo lo incómodo que se sentía Hyukjae ante los halagos de Judith.

También percibió la forma en que algunos a su alrededor lo miraban boquiabiertos.

Hyukjae tenía razón. No era normal. Pero, ¿cuántas veces podía contemplarse un hombre como él en carne y hueso?, ¿un hombre que exudara ese brutal atractivo sexual?

Era un saco de feromonas andantes. Y ahora un héroe.

Pero, sobre todo, era un misterio; al menos para él. Se moría por conocer unas cuantas cosas sobre él. Y, de una u otra forma, conseguiría averiguarlas durante el mes que tenían por delante.

Cuando llegaron al Ricebread Factory, en el último piso, Donghae compró dos panes de arroz y una Coca Cola. Sin pensarlo dos veces, le ofreció uno a Hyukjae. Pero en lugar de cogerlo, se inclinó y le dio un bocado mientras él lo sostenía.

Paladeó el sabor azucarado de una forma que hizo que a Donghae le subiera la temperatura; sus ojos no dejaron de mirarle mientras degustaba el dulce, como si deseara que fuese su cuerpo lo que saboreaba en aquel momento.

— Tenías razón —dijo con esa voz ronca que hacía que se le pusiese la piel de gallina—. Está delicioso.

—¡Guau! —dijo la vendedora desde el otro lado del mostrador—. Ese acento no es de por aquí cerca. Usted debe venir de lejos.

— Sí —contestó Hyukjae—. No soy de aquí.

— ¿Y de dónde es?

— De Macedonia.

— Eso no está en California, ¿verdad? —preguntó la chica—. Parece uno de esos surferos que se ven por la playa.

Hyukjae frunció el ceño.

— ¿California?

— Es de Grecia —informó Judith a la chica.

— ¡Ah! —exclamó ella.

Hyukjae arqueó una acusadora ceja.

— Macedonia no es…

— Colega —dijo Judith—, por estos contornos puedes sentirte afortunado si encuentras a alguien que conozca la diferencia.

Antes de que Donghae pudiera responder a las bruscas palabras de Judith, Hyukjae le colocó las manos en la cintura y lo alzó hasta apoyarlo sobre su pecho.

Se inclinó y atrapó su labio inferior con los dientes para, acto seguido, acariciarlo con la lengua. A Donghae comenzó a darle vueltas todo tras el tierno abrazo. Hyukjae profundizó el beso un momento antes de soltarlo y alejarse.

— Tenías azúcar —le explicó con una traviesa sonrisa, que hizo que sus hoyuelos aparecieran en todo su esplendor.

Donghae parpadeó, sorprendido ante lo rápido que su beso había despertado su pasión, y lo refrescante que parecía al mismo tiempo.

— Podías habérmelo dicho.

— Cierto, pero de este modo fue mucho más divertido.

Donghae no pudo rebatir su argumento.

Con pasos rápidos, se alejó de él e intentó ignorar la sonrisa maliciosa de Judith.

— ¿Por qué me tienes tanto miedo? —le preguntó Hyukjae inesperadamente, mientras se ponía a su lado.

— No te tengo miedo.

— ¿Ah, no? ¿Y entonces qué es lo que te asusta? Cada vez que me acerco a ti, te encoges de miedo.

— No me encojo —insistió Donghae. Joder, ¿es que había eco?

Hyukjae alargó el brazo y se lo pasó por la cintura. Donghae se apartó con rapidez.

— Te has encogido —le dijo acusadoramente, mientras regresaban a la escalera mecánica.

Donghae bajaba un escalón por delante de Hyukjae, y él le pasó los brazos por los hombros y apoyó la barbilla sobre su cabeza. Su presencia lo rodeaba por completo, lo envolvía y hacía que se sintiera extrañamente mareado y protegido.

Miró fijamente la fuerza que desprendían esas manos bajo las suyas. La forma en las venas se marcaban, resaltando su poder y su belleza. Al igual que el resto de su cuerpo, sus manos y sus brazos eran magníficos.

— Nunca has tenido un orgasmo, ¿verdad? —le susurró él al oído. Donghae se atragantó.

— Éste no es lugar para hablar de eso.

— He acertado, ¿verdad? —le preguntó—. Por eso…

— No es eso —le interrumpió—; de hecho sí que he tenido algunos.

Vale, era una mentira. Pero él no tenía por qué averiguarlo.

— ¿Con un hombre?

— ¡Hyukjae! —exclamó—. ¿Qué os pasa a Judith y a ti con ese afán de discutir sobre mi vida privada en público?

Él inclinó aún más la cabeza, acercándola tanto a su cuello que Donghae podía sentir el roce de su aliento sobre la piel, y oler su cálido aroma a limpio.

— ¿Sabes, Donghae? Puedo proporcionarte placeres tan intensos que no serías capaz de imaginarlos.

Un escalofrío le recorrió la espalda. Le creía.

Sería tan fácil dejar que le demostrara sus palabras…

Pero no podía. Estaría mal y, sin tener en cuenta lo que él dijese, acabaría remordiéndole la conciencia. Y en el fondo, sospechaba que a él también.

Se echó hacia atrás, lo justo para mirarlo a los ojos.

— ¿Se te ha ocurrido pensar que quizás no me interese tu propuesta?

Sus palabras le dejaron perplejo.

— ¿Y eso cómo es posible?

— Ya te lo he dicho. La próxima vez que comparta mi intimidad con un hombre, quiero que estén involucradas muchas más partes además de las obvias. Quiero tener su corazón.

Hyukjae miró sus labios con ojos hambrientos.

— Te aseguro que no lo echarías de menos.

— Sí que lo haría.

Estremeciéndose como si lo hubiese abofeteado, Hyukjae se irguió.

Donghae sabía que acababa de tocar otro tema espinoso. Como quería descubrir más cosas sobre él, se dio la vuelta y lo miró a los ojos.

— ¿Por qué es tan importante para ti que yo acceda? ¿Te ocurrirá algo si no cumplo con mi parte?

Él rió amargamente.

— Como si las cosas pudiesen empeorar más.

— Entonces, ¿por qué no te dedicas a disfrutar el tiempo que pases conmigo sin pensar en… —y bajó la voz— el sexo?

Los ojos de Hyukjae llamearon.

— ¿Disfrutar con qué? ¿Conociendo a personas cuyos rostros me perseguirán durante toda la eternidad? ¿Crees que me divierte mirar a mi alrededor sabiendo que en unos días me arrojarán de nuevo al agujero vacío y oscuro donde puedo oír, pero no puedo ver, saborear, sentir ni oler, dónde mi estómago se retuerce constantemente de hambre y la garganta me arde por la sed que no puedo satisfacer? Tú eres lo único que me está permitido disfrutar. ¿Y me negarías ese placer?

Los ojos de Donghae se llenaron de lágrimas. No quería hacerle daño. No era su intención.

Pero Shang había utilizado un truco similar para ganarse su simpatía y llevárselo a la cama; y eso le había destrozado el corazón.

Tras la muerte de sus padres, Shang le había asegurado que lo cuidaría. Había estado junto a él, consolándolo y sosteniéndolo. Y, cuando finalmente confío en él por completo y le entregó su cuerpo, él le hizo tanto daño y, de forma tan cruel, que aún sentía el alma desgarrada.

— Lo siento mucho, Hyukjae. De verdad. Pero no puedo hacerlo —bajó de la escalera mecánica y se encaminó de vuelta a la calle peatonal.


3 comentarios:

  1. Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
    que capitulo tan frustrante....o sea
    primero la insistencia de hyuk con hae...despues el episodio de super heroe que hizo hyuk.....lo llevan a comer .....hyuk lo incita.....tenemos a un hae apunto de caer y luego.......BANG....!!!!!!!
    hyuk suelta todo lo que ha tenido que soportar y que ademas se sentira pesimo cuando el tiempo con hae se acabe y tenga que regresar a su confinamiento..........triste
    pero lo mismo le pasa a los dos,hyuk regresara a su encierro,hae se quedara solo......y todo lo que pudieron drisfrutar se queda en recuerdos.....triste

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  2. noooooooo!!! ambos sufren! eso es triste!! me encantaría que ya encontraran la forma de ayudar a Hyuk!!

    Y estúpido shang por eso Hae esta en esa situación
    gracias por el capitulo!!! esperare la próxima cuidate!!

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  3. Creo que DongHae en algo tiene razón...HyukJae es una caja de misterios y va a ser toda una odisea que pueda llegar a conocerlo así y en parte se debe a todo el tiempo que ha estado encerrado. En cuanto a Hyuk, creo que también tiene una tarea difícil, este tal Shang dañó mucho a Hae, tanto que cualquier intento
    de acercamiento de Hyuk, él inmediatamente lo asocia a su pasado con Shang y mientras siga así no van a mejorar. Ojalá pasarán algo de tiempo juntos y solos para conocerse mejor.

    Gracias por la actu, me voy a leer lo que sigue ^^

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...