Libre Para Amar II -9




Jinyoung no sabía si sus acciones meses atrás habían sido las necesarias o si, simplemente, había actuado sin pensar.
—No estoy tan seguro de ello, Jaebum. Pero sé que temía vuestra reacción. Pensé que me echaríais de vuestro lado. O algo peor...
—Pero entonces no sabíais que lucho para apaciguar los demonios de mi interior, ¿y aun así, temíais que abusara de vos con mis propias manos?
—Me avergüenza reconocerlo, pero sí, lo temía.
—Bueno, no os avergoncéis de haberlo temido —le dijo él abrazándolo—. Porque lo cierto es que me gustaría abusar de vos.
Jaebum lo besó en el cuello y consiguió que se estremeciera.
—Abusar de vos hasta que pidáis más —añadió él con picardía.
Agarró sus hombros para sujetarse, le temblaban las rodillas.
—Entonces, haced que os pida más, Jaebum. Dejad que ahogue esos demonios.
—No podéis pedir nada hasta que os desvistáis —repuso Jaebum mientras comenzaba a desvestirlo.
A pesar de la ropa, las caricias de Jaebum estaban consiguiendo acelerarle el pulso.
—Pero...
—¿Pero qué? Si teméis cambiar otra vez de opinión, no penséis más.
Eso era exactamente lo que temía. No sabía cómo reaccionaría si volvía a apartarse de él avergonzado. Jaebum tiró de su cabello para conseguir que lo mirara a la cara.
—¿Me deseáis?
El aliento se le quedó atrapado en la garganta al ver su apasionada expresión. Lo abrazó entonces y aplastó su pecho contra el torso de su esposo.
—Sí, sí...
—¿Estáis seguro? —le preguntó mientras lo besaba en las mejillas y la mandíbula—. ¿No sólo esta noche sino el resto de nuestros días?
—Estamos casados, Jaebum. Ya hice un juramento un día y prometí que os dedicaría toda mi vida. Eso no cambiará nunca.
Se puso de puntillas y buscó su boca para besarlo.
—Sí, os deseo.
Jaebum separó sus labios con la lengua, llevaba mucho tiempo soñando con besarlo así. Lo agarraba como si la vida se le fuera en ello, aferraba la túnica de su esposo para no caer al suelo. No tenía ninguna duda. Lo deseaba más que nunca. Lo necesitaba más que la comida para vivir o el aire para respirar.
Jaebum gimió y se apartó de él.
—No habrá vuelta atrás, Jinyoung. Así que debo preguntaros de nuevo. ¿Estáis seguro?
—Sí, estoy seguro.
Bajó la cabeza y le susurró con una voz que consiguió que se estremeciera:
—No hay vuelta atrás...
Su aliento le acarició la piel desnuda. Hacía algo de fresco en la cabaña y se le endurecieron los pezones casi al instante, pero Jaebum evitó que se enfriara acariciándolo con sus cálidas manos.
No podía creerse que ese hombre que tenía el poder de dominar su deseo con sólo una caricia, temiese perder el control y hacer daño a alguien.
Estaba convencido de que Jaebum se equivocaba. Se equivocaba y mucho.


Jinyoung deslizó los dedos entre el pelo de Jaebum. Era increíble sentir su piel contra la suya. Dejó de besarlo un segundo y bajó las manos por su torso hasta dar con su cinturón.
—Vos también debéis desnudaros —le dijo mientras intentaba desabrochar la hebilla.
Jaebum apartó sus manos y se quitó con agilidad el cinto. Después se deshizo de la túnica y la camisa. De una patada, se descalzó y después volvió a abrazarlo.
—¿Está mejor así?
Su voz, cargada de sensualidad y lujuria, lo desarmó por completo. Estaba fuera de control y en llamas. Se moría por estar con él.
Pero lo que le quitó por completo el aliento fue sentir su torso desnudo contra su pecho. Estaba más fuerte y musculoso que nunca. Apoyó en su fornido torso la mejilla y suspiró satisfecho. Creía que no podía haber mejor lugar en el mundo que entre los brazos de su esposo.
Podía sentir los fuertes latidos de su corazón contra la cara. Eso le trajo recuerdos de sus primeros años de matrimonio. Lo rodeó con los brazos y acarició su espalda. No le costó distinguir sus numerosas cicatrices y dibujarlas con los dedos.
No quería ni pensar en cuánto había sufrido Jaebum durante esos años. Estaba decidido a que se olvidara de ese terrible pasado y no pensara más en ello.
Jaebum comenzó a acariciarle su erecto pezón. Mientras lo hacía, se concentró en besarle el cuello y un lugar especialmente sensible tras la oreja. Se dio cuenta de que su marido tenía mejor memoria de lo que pensaba. Siempre se derretía cuando lo besaba allí.
El deseo lo estaba consumiendo y se concentraba todo en una fuerte sensación eléctrica alrededor de su vientre. Llevaba demasiado tiempo sin experimentar algo así, una urgencia tan profunda provocada por el deseo. Lo necesitaba. Lo necesitaba y tenía que ser pronto.
Lo deseaba con desesperación y no quería prolongar por más tiempo las preliminares del juego amoroso. Tenían toda la vida por delante para ese tipo de cosas. Creía que podrían entretenerse con caricias y besos en otras ocasiones. En ese momento, tenía muy claro que lo quería todo.
Metió las manos entre los dos y tomó el cordel que ataba los calzones de Jaebum. Tuvo suerte y no le costó desatarlo. La última prenda que los separaba cayó al instante a sus pies.
Le faltó tiempo para acariciar su miembro, erecto como un mástil. Le susurró casi sin dejar de besarlo.
—Por favor, Jaebum, no puedo esperar más...
Él gimió al escucharle, lo tomó en sus brazos y cruzó en tres pasos la única habitación de la cabaña hasta llegar al lecho. Cayeron encima de manera algo torpe y él lo abrazó con fuerza, rodeando sus caderas con las piernas.
—Esto no es lo que había planeado —murmuró Jaebum con voz entrecortada.
Él se apoyó sobre sus antebrazos y lo miró con gesto con preocupado.
—¿Estáis seguro? Podríamos ir más despacio.
A modo de respuesta, acarició su miembro y lo colocó entre sus piernas. Cruzó los pies a la altura de los tobillos en una especie de sensual candado. Sabía que no necesitaba decir o hacer nada más, que Jaebum no iba a detenerse ni cambiar de opinión. Su esposo lo besó de nuevo y se deslizó en su interior. No pudo sofocar un grito. Estaba en el cielo y Jaebum también gimió con fuerza. Encajaban a la perfección.
No hacían el amor con suavidad ni ternura. Había desesperación en sus movimientos. Jaebum reclamaba con fuerza su cuerpo y embestía contra sus caderas. Y él recibía cada sacudida con complacencia.
Le acarició la espalda, húmeda ya por el sudor. Inhaló profundamente, disfrutando del aroma de su hombre. Los recuerdos con los que había sobrevivido durante siete años eran mucho más pobres que la realidad. No tenía nada que ver con sus remembranzas.
Cerró los ojos para disfrutar más del momento. Una explosión de colores llenaba su universo. Le besó entre el cuello y el hombro y mordisqueó su piel, deleitándose con el delicioso sabor ligeramente salado de su esposo.
Jaebum metió la mano entre los dos y buscó su centro de placer, acariciándole de manera diestra con su pulgar. Se arqueó al sentir su íntima caricia, no podía controlarse.
Sintió continuas olas de placer contra su cuerpo, hasta llegar el estallido final, las estrellas y la potente luz. No pudo evitar gritar, estaba sumergido en un increíble mundo de sensaciones, viviendo cosas que hacía mucho tiempo que no experimentaba.
Sintió entonces cómo el cuerpo de Jaebum se tensaba y se deshacía casi al mismo tiempo con un potente y casi animal aullido.
Se quedaron exhaustos y unidos unos segundos. Tardó en conseguir que su aliento volviera a la normalidad. Cuando lo hizo, aflojó las piernas y dejó que cayeran sobre el colchón. Jaebum se dejó caer encima de él. Recibió feliz el peso de su cuerpo. Eso le recordó todo lo que había echado en falta durante esos años perdidos.
No pudo evitar que las lágrimas salieran de sus ojos. No entendía qué le pasaba.
Jaebum tomó su cara entre las manos y lo besó. Fue un beso largo y lento que contenía más amor que pasión. Ese gesto no hizo sino conseguir que derramara más lágrimas.
Él se detuvo entonces. Se apoyó en los antebrazos y le limpió una mejilla con la mano.
—¿Qué es lo que ocurre?
—No lo sé —repuso negando con la cabeza.
—¿Te he hecho daño?
—No —contestó con una sonrisa al ver que tuteaba de nuevo—. No, claro que no.
—Me alegro. No me gustaría que los dos estuviéramos sufriendo.
—¿Sufriendo? —preguntó preocupado.
—Bueno, creo que debes de tener algo de mi carne bajo tus uñas.
Aliviado, recordó que le había arañado la espalda en repetidas ocasiones y no pudo evitar sonrojarse.
—Lo siento. Intentaré controlarme algo más de ahora en adelante.
—No —contestó Jaebum riendo—. Por favor, no te reprimas por mí.
Sonrió al escuchar sus bromas.
—Así está mejor —comentó él besando sus húmedas mejillas—. Yo también te he echado de menos, Jinyoung.
No dejaba de sorprenderle lo bien que le conocía. Sabía en cada momento lo que estaba pensando.
Lo abrazó con ternura.
—Hasta este momento, no había sido consciente de hasta qué punto te había echado de menos —le dijo con sinceridad y la voz cargada de emoción.
Jaebum se incorporó y se tumbó a su lado, boca arriba sobre la cama. Después lo abrazó y atrajo hacia sí. Con una mano acariciaba su espalda y con la otra su pelo.
—Lo sé.
Le avergonzaba que le hubiera visto llorar.
—Llevas casi dos meses en casa. No entiendo por qué es precisamente ahora cuando estoy sintiendo este dolor.
—Bueno, los dos hemos pasado las últimas semanas ocupados con otras responsabilidades. Tú has estado enfermo y después has tenido que cuidar de Doyoung. Y yo tenía mucho trabajo atrasado con Goyang.
—Sí, supongo que tienes razón. Te has convertido en un hombre muy sabio.
—¿Sabio? ¿Yo? No es eso. Pero supongo que he aprendido mucho sobre mí durante estos años. Y sé también que conviene escuchar y reflexionar antes de tomar decisiones.
—Así estarías más seguro, ¿no?
—A veces. Pero, en este caso, no he necesitado pensar demasiado. Está claro que ninguno de los dos hemos tenido tiempo para ver cuánto hemos perdido.
Estaban cara a cara. Casi tocándose a la altura de la nariz.
—Hasta hoy, no hemos tenido la oportunidad de enfrentarnos a nuestro pasado y a nuestro futuro —le dijo Jaebum besándolo en la frente—. Jinyoung, lo que me preocuparía sería que no lloraras por nosotros y todo lo que nos ha pasado.
—Creo que tengo suficientes lágrimas para los dos —repuso llorando de nuevo.
Jaebum se rió al escucharlo.
El sonido era claro y alegre. Su corazón se llenó de alegría. Era como si hubieran vuelto al pasado, siempre entre risas y bromas.
Se colocó encima de él.
—¿Crees que lo que he dicho es gracioso?
Jaebum lo miró con los ojos entornados. La mirada lo dejó sin aliento. Movió contra él las caderas y se dio cuenta de que no estaba enfadado con él, sino excitado. Era una mirada de deseo.
Y su propio cuerpo no tardó en responder de la misma manera. Se incorporó y se sentó a horcajadas de su esposo. Después levantó las manos y se miró con teatralidad las uñas.
—¿Te apetece perder un poco más de carne? —le sugirió con picardía.
Jaebum agarró con fuerza sus caderas antes de contestar.
—Creo que podría aguantar más arañazos...
Se levantó sobre él y bajó despacio, dejando que su erección se deslizara en su interior. La sensación de rodearlo de esa manera era increíble. Y Jaebum, acariciándole con sensualidad los pechos, no hacía sino acrecentar las sensaciones. No pudo evitar gemir.
Le parecía increíble que, después de tanto tiempo, sus cuerpos tuvieran memoria y respondieran mutuamente como lo estaban haciendo. No le costaba recordar dónde tocarlo ni qué hacer para conseguir aumentar su disfrute. Pensó que, aunque hubieran estado separados por toda la eternidad, sus cuerpos aún recordarían esos momentos de placer.
Eran el uno para el otro. Estaba convencido de ello.
Los primeros años de matrimonio habían sido maravillosos, pero aquello... Aquello que estaba viviendo en ese instante era mucho mejor. Estaba en el paraíso.
Ya no era tan tímido o inexperto como de recién casado.
Estuvo a punto de perder el sentido cuando él comenzó a acariciar el lugar secreto donde se concentraba su placer. Era demasiado.
No podía dejar de estremecerse, creía que iba a derretirse de puro placer. Estaba al borde del precipicio, no podía dejar de agitar sus caderas contra Jaebum.
—Por favor... —le suplicó.
Sin aparente esfuerzo, Jaebum lo levantó y, antes de que tuviera tiempo de tumbarse boca arriba sobre la cama, Jaebum se puso de rodillas tras él y se deslizó en su interior. La fuerza con la que lo hizo consiguió que también quedara erguido de rodillas sobre la cama. Jaebum lo abrazó. Estaban pegados el uno al otro. Parecía saber exactamente cómo hacer que enloqueciera. Y lo hizo muy pronto, cayendo hacia delante sobre la cama. Se apoyó sobre sus antebrazos y, muy pocos segundos después, Jaebum también explotó con un aullido feroz y se dejó caer sobre él.
—¡Dios mío! —murmuró entre risas.
Jaebum le apartó el pelo del cuello y lo besó allí.
—Jinyoung, vas a acabar conmigo si seguimos así.
—Sí, pero al menos morirás feliz.
—Eres un mozo muy descarado —le dijo él mientras le daba un azote en el trasero y se echaba a su lado.
—Tal y como te gusta —repuso sonriendo.
Estaba demasiado cansado para moverse.
Jaebum sacó las mantas de debajo de su cuerpo inerte y los tapó a los dos. Después se acurrucó contra él y lo besó en el hombro.
—Así es... Ahora, duérmete.


—¡Mi señor!
Jaebum se despertó de golpe al oír las voces y los golpes de Nichkhun contra la puerta de la cabaña.
—¡Lord Goyang!
—Un momento —contestó.
Jinyoung también se incorporó con un gemido.
—¿Quién es?
—Es Nichkhun —le contestó él mientras acariciaba en la oscuridad su hombro—. Iré a ver qué quiere. Vuelve a dormirte.
Los golpes siguieron con más fuerza. Apartó las mantas y se puso en pie. Se vistió rápidamente y fue a abrir la puerta.
—¿Qué pasa?
Nichkhun estaba frente a él con una antorcha en la mano. Parecía muy nervioso.
—Se trata del niño.
Interrumpió al hombre y se lo llevó lejos de la puerta, cerrando tras él para que Jinyoung no los oyera.
—¿Qué le pasa?
—Está enfermo. No para de toser ni de moverse de manera muy agitado. No conseguimos calmarlo y no ha querido tomar nada.
—¿No le han dado de comer?
—No desde anoche, mi señor —repuso el guardia.
Maldijo entre dientes. Estaba convencido de que Jinyoung iba a matarlo.
—¿Qué han hecho con él?
—Hyorin ha intentado que el bebé tomara una de sus pociones medicinales, pero no ha tenido suerte. Por eso me enviaron a buscaros.
—¿De qué medicina se trata? ¿Lo sabes?
—No, sólo sé que apesta.
Tomó la antorcha de Nichkhun y encendió otra para quedársela.
—Volved a Goyang. Decidle a Hyorin que hierva menta y salvia verde en un poco de agua.
—Sí, mi señor —le dijo Nichkhun mientras le entregaba una bolsa—. Son los botines del señor.
—Muy bien. Preparad dos caballos para que estén listos, saldremos dentro de poco —repuso él tomando la bolsa.
Después respiró profundamente y entró en la cabaña de nuevo.
—Jinyoung, despierta. Tenemos que regresar a Goyang —le dijo mientras sacudía su hombro.
—¿Qué es lo que ocurre? —preguntó con el ceño fruncido.
Le hubiera encantado que esas horas pasadas juntos no tuvieran que terminar de esa manera. Hubiera preferido seguir allí con él y hacerle el amor una y otra vez, pero había algo más importante.
—Se trata de Doyoung.
El gritó asustado y se levantó de un salto. Fue a abrazarlo, tenía que conseguir que se tranquilizara.
—Jinyoung, no es nada. El pequeño necesita veros calmado, no asustado.
—¿Calmado? —repitió apartándose de él y recogiendo sus ropas del suelo—. Dime qué le pasa.
Dejó los botines de Jinyoung sobre la cama y se vistió mientras le contestaba.
—Nichkhun ha dicho que tose y está intranquilo.
—Pero, ¿cómo ha podido pasar? Ayer estaba bien...
—No le he preguntado.
—¿Quién le ha dado de comer?
Apretó la mandíbula. Sabía que iba a estar furioso.
—El pequeño no ha podido comer.
—¿Qué? —exclamó irritado—. Hyorin cuidará de él. —añadió Jinyoung repitiendo con sarcasmo lo que él le había contado el día anterior para convencerlo de que saliera del castillo.
Se imaginó que se lo merecía, pero era el momento de tranquilizarlo.
—Es un niño fuerte, Jinyoung. Le he dicho a Nichkhun que le prepare un brebaje para la tos. Y dejará de estar intranquilo en cuanto esté en tus brazos. Ya lo verás.
Jinyoung se puso en pie, ya vestido, y fue hasta la puerta. Lo miró con el ceño fruncido.
—Espero, por tu bien, que sea así —le dijo de manera amenazadora.
Sus palabras le recordaron lo entregado que era. Jinyoung se daba a todo con intensidad. Ya fuera haciendo el amor o cuidando de su pequeño.
Salió corriendo de allí.
—Jinyoung, es normal que estés preocupado, pero tienes que intentar llegar a Goyang sano y salvo —le gritó para que se detuviera.
—¿Preocupado? ¿Por qué iba a estar preocupado? Hyorin se iba a encargar de todo, ¿no?
—Deja de hablarme de esa manera. Nadie podría haber sabido que Doyoung iba a enfermar.
—Puede que no, pero si hubiera estado allí...
—Si hubieras estado allí, estaría tosiendo de todas formas. Eso no habría cambiado nada.
—Pero habría tomado medidas en cuanto hubiera notado alguna señal de que no estaba bien.
—Seguro que Hyorin también lo hizo.
Jinyoung no le contestó, siguió andando de manera decidida hacia la fortaleza.
—No pienses nada malo hasta que veamos cómo está de verdad. Ya sabes que Hyorin y Nichkhun se preocupan demasiado. Puede que no sea nada.
—Rezo para que estés en lo cierto.
—Yo también —repuso él sin aliento—. Le ordené a Nichkhun que nos dejara un par de caballos. Están aquí cerca.
Llegaron a donde estaban esperándolos los animales. Los desataron y los montaron deprisa. Volvieron galopando al castillo sin volver a dirigirse la palabra.
Nichkhun los esperaba en el patio.
—La cocción está lista y en vuestro dormitorio, mi señor. Hyorin está haciendo todo lo posible por calmar al bebé.
Jinyoung bajó del caballo y corrió al castillo. Él lo siguió y no lo alcanzó hasta llegar a la puerta de sus aposentos.
—Respira profundamente, Jinyoung.
El hizo lo que le pedía y entonces abrieron la puerta.
A Jinyoung le latía el corazón como si fuera a explotarle en el pecho. Cruzó deprisa la habitación.
—¿Cómo está? —le preguntó a Hyorin.
Ésta le entregó al pequeño.
—Lo siento, mi señor. He hecho todo lo que he podido.
Durante un doloroso segundo, creyó que la comadrona le decía que su hijo había muerto, pero Doyoung tosió entonces y él se echó a llorar.
Le dijo a la comadrona que se retirara. Estaba claro que necesitaba descansar un poco. Desnudó al pequeño. Estaba algo más colorado de lo habitual, pero no parecía tener demasiada fiebre. La nariz estaba irritada y roja. Cuando tosía, hacía tanto esfuerzo que todo su cuerpo se contraía.
Se colocó al pequeño sobre el hombro y lo tapó. Comenzó a dar vueltas despacio por la habitación mientras le acariciaba la espalda y le susurraba al oído.
Poco a poco dejó de llorar y se quedó más tranquilo. Jaebum se acercó entonces a él para conseguir que se sentara. Él se colocó a su lado en la cama. Sostenía en las manos un jarro y un paño. Mojó éste en el líquido y se lo ofreció.
—Intenta que trague algo de esta poción. Es buena para su tos y su congestión.
—¿Qué es?
—Algo de menta y salvia cocida en agua. Sólo eso.
Pero Doyoung se negaba a chupar el paño. Apartaba la cara continuamente y lloraba.
—Intenta entonces que beba algo de leche —le sugirió Jaebum.





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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...