Libre Para Amar II- 13




De reojo, Jaebum vio cómo su esposo caía al suelo cuando Aryth le cortaba el cuello a ese hombre. Tuvo que controlarse para no ir a ayudarlo. Sabía que era mejor así.
Si mostraba preocupación por algo o alguien, Aryth lo usaría en su contra. Muchas veces había tenido que enfrentarse a hombres con los que había trabado amistad. Y sabía que su amo lo había hecho a propósito. No iba a cometer ese error con su esposo. Así que ni siquiera pestañeó.
Lo que sentía en su interior era otra historia. Se alegró de que fuera Jackson el que estuviera hablando con Aryth porque él no habría podido controlarse.
Acordaron que lucharían a la mañana siguiente para conseguir la libertad de sus esposos. Eso le daría la oportunidad de cuidar de él esa noche y explicarle lo que iba a pasar, seguramente delante de sus ojos.
—Que vuelvan con sus esposos, después llevadlos a las tiendas —ordenó Aryth a sus guardias.
Jackson y Yugyeom tomaron las cuerdas que ataban a sus esposos y siguieron a los guardias hasta sus respectivas tiendas. Él tomó a Jinyoung en brazos y fue hasta su carpa. No había camas ni catres. Tuvo que dejarlo en el suelo. Le quitó las cuerdas y la mordaza. Después lo abrazó.
—Jinyoung...
Asomó entonces otro guardia en la puerta de la tienda.
—¿Necesitáis agua o alguna otra cosa?
Lo reconoció enseguida. Era Jayant. Habían luchado muchas veces juntos antes de que Aryth lo aceptara como miembro de su seguridad. Habían llegado a ser amigos.
Al día siguiente, lucharían de nuevo y uno de los dos moriría.
—Sí, agua y un paño si es posible. Gracias. Y dejad la cortina abierta, por favor.
La brisa del día entraba en la tienda. Le dejó conmocionado ver su rostro. Decidió que el que había dejado la huella de su mano en la cara de su esposo sería el primero en caer el día siguiente. Besó con ternura su marca.
—Jinyoung, despierta —dijo sacudiéndolo con suavidad.
Separó la ropa que habían rasgado, pero no encontró otras heridas. No creía que hubiera sido violado, pero sabía que algo iba mal. Notó en su aliento que había vomitado y eso no era normal en él. Jinyoung gimió y se frotó la cara. Después abrió los ojos.
—¡Jaebum!
—¿Quién iba a abrazaros si no?
—Has tardado mucho en aparecer —le dijo incorporándose.
Lo estudió. Intentó cubrirse. Algo había cambiado. Sabía que le estaba ocultando algo.
—Bueno, tuve que ocuparme de algunas cosas en Goyang antes de venir a buscarte.
—¿El hermano Daniel...?
—Está bien. Herido, pero se pondrá bien. ¿Cómo es que apareció por allí?
—No estoy seguro. Todo pasó muy rápidamente. ¿Cómo está Suzy?
—Bien.
—¿Y Hawise?
No sabía qué contarle, pero tampoco quería mentirle.
—Fue violada y golpeada.
Jinyoung se quedó perplejo.
—Dime que no fue Marcus...
—No puedo. Fue él —repuso él mientras acariciaba su cara.
—Pero, está viva, ¿no?
—Sí.
—Estaba convencida de que él la quería.
—Ya lo sé —repuso él—. ¿Quién te golpeó en la cara?
Pero Jinyoung se apartó.
—No es nada.
—¿Por qué alguien haría...?
Se detuvo al ver la ira en sus ojos y recordar que le habían cortado la ropa.
—¡No, Jinyoung! ¿Qué es lo que hiciste?
—Le escupí y le di una patada en la espinilla.
Tragó saliva. Sabía que debía estar enfadado con él y advertirle que era un peligro enfrentarse así a un hombre, pero parecía estar tan orgulloso...
—Se merecía mucho más que eso, pero me ató las manos y no pude hacer mucho más.
Aquello pudo con él. Abrió la boca para reñirle, pero se echó a reír.
—A veces consigues asustarme.
—¿Por qué?
Pero en ese momento regresó el guardia. Se levantó y fue a recibirlo a la puerta de la tienda. Le dio un jarro de agua y dos paños.
—¿Será esto suficiente?
—Sí.
Un criado llegó entonces con una lámpara de aceite, mantas y una almohada.
—¿Necesitáis algo más? —le preguntó Jayant.
—Sí. ¿Podríais traerle algo de comida? Basta con pan y algo de queso. Cualquier cosa. Ha estado vomitando y...
Jayant se quitó una bolsa de piel del cinturón.
—No tengo mucha comida aquí, pero es suya —le dijo—. No hay médico en el campamento, pero tengo algo de jengibre.
Se le había olvidado que alguien como Jayant tendría jengibre a mano. Solía mordisquear un poco cada mañana para librarse de las náuseas que le producía tener que luchar. Sabía que eso conseguiría calmar el estómago de Jinyoung y refrescarle la boca.
—Me encantaría usar un poco, si tenéis de sobra.
El guardia le entregó unas cuantas rodajas de raíz de jengibre.
—Gracias.
El hombre se giró para irse.
—Jaebum, ojalá las cosas fueran de otra manera —le dijo sin volverse para mirarlo.
—Lo mismo os digo, hermano, lo mismo os digo.
Se metió en la tienda y cerró la puerta por dentro.
Colocó la lámpara en el centro y le acercó el jarro de agua a Jinyoung.
—Toma, sólo es agua. Bebe un poco y muerde después esto —dijo dándole el jengibre.
Desató las mantas mientras él bebía. Colocó a un extremo el almohadón y sacó sus armas.
—Ven aquí —le pidió.
Jinyoung fue a gatas hasta él y se colocó entre sus piernas.
—¿Qué va a ocurrir ahora?
No quería contarle lo que iba a pasar por la mañana hasta que descubriera qué le pasaba.
Vertió agua en uno de los paños y le limpió un lado de la cara que estaba cubierto de tierra. Después le limpió el otro lado.
—Estabas a punto de decirme qué es lo que te ha pasado.
Notó cómo el cuerpo de Jinyoung se tensaba e intentaba apartarse. Pero lo abrazó por la cintura para impedírselo.
—No te muevas.
Jinyoung acarició sus brazos.
—Me gustan las ropas que llevas hoy —le dijo.
No iba a dejar que lo distrajera.
—¿Por qué te mareaste hasta el punto de vomitar?
—¿Cómo lo sabes?
—Por tu aliento. Por eso te he dado el jengibre.
—Bueno, es que no había comido nada. Eso es todo.
Tomó la bolsa de piel y se la dejó en el regazo.
—Estás mintiendo, aunque ya me imagino que tendrás hambre.
—¿Por qué iba a mentir? —preguntó mientras mordisqueaba algunos dátiles secos.
—No lo sé, dímelo tú.
Jinyoung sacó un pedazo de pan duro y comenzó a mordisquearlo. Estaba ignorándolo por completo.
—¿Por qué te desmayaste?
—No estoy acostumbrado a ver cómo le cortan el cuello a un hombre.
—Pero no es la primera vez que ves sangre. ¿Por qué ha sido distinto esta vez?
Volvió a ignorar su pregunta.
—Podemos hacer esto por las buenas o por las malas. Tú decides.
—No sé qué quieres decir.
—Jinyoung, cuando termine mañana la lucha iremos a buscar a Doyoung. No dejaré que te acerques a él si estás enfermo. Así que necesito saber qué es lo que te pasa.
—¿No vas a dejar que esté con él?
—Lo haré si lo creo necesario.
—Jaebum, no estoy enfermo. Estoy bien. Y no vas a alejarme de mi hijo. No sé quién te crees que eres, pero no vas a salirte con la tuya.
No sabía por qué se había enfadado tanto. Le gustaba que fuera decidido y fuerte, pero parecía fuera de sí. Le colocó una mano en la frente. No tenía fiebre.
—Déjame en paz. Ya te he dicho que estoy bien. Estoy bien...
Y entonces comenzó a llorar.
Le preocupó su errática conducta. No entendía nada.
Lo tomó en sus brazos y lo colocó sobre su regazo.
—Jinyoung, ¿qué es lo que pasa? —le dijo mientras acariciaba su pelo y su espalda.
Lo acunó en sus brazos como si fuera un bebé, pero sus tiernos gestos sólo conseguían hacer que llorara más.
—Para ya, Jinyoung, por favor. ¿Qué es lo que te pasa?
El se detuvo un segundo y escondió la cabeza contra su torso.
—Estoy en estado.
Se quedó helado, no podía haberlo entendido bien.
—¿Cómo?
—He dicho que estoy en estado.
Su corazón se hinchó con multitud de emociones, sobre todo con felicidad y orgullo. Iban a tener un hijo. Quería gritar de alegría, pero Jinyoung no parecía estar tan contento como él. Seguía llorando como si no le hiciera feliz estar embarazado.
—Estamos casados, Jinyoung, esto ocurre a menudo.
—No lo entiendes.
—¿Qué es lo que crees que no entiendo? ¿Cómo ha pasado? ¿Qué va a pasar?
—No es eso. Es que... Es que durante los primeros meses estaré siempre mareado y de mal humor.
—Si no me lo hubieras dicho creo que nunca me habría dado cuenta —contestó con sarcasmo.
—Hyorin amenazó con encerrarme en la torre durante los primeros meses del embarazo.
—Y, ¿lo hizo?
—No, por suerte cuando todos estaban ya a punto de perder la paciencia conmigo, volví a comportarme de forma normal.
—Es una pena.
—¿El qué?
—Que no vaya a poder encerrarte durante mucho tiempo.
—¿Encerrarme? —repitió apartándose.
Él se acercó, Jinyoung se fue separando hasta que cayó al suelo y Jaebum sobre él.
—Sí, encerrarte —dijo besándolo en la mejilla—. Te encerraría en la torre —añadió mientras besaba su cuello—. Y sólo pondría allí una cama. Puede que te atara con cadenas para que no pudieras ir a ningún sitio.
Jinyoung se rió, pero cuando él metió la mano entre el tejido roto y le acarició un pecho, suspiró de manera entrecortada.
—Puede que eso me guste.
—Sé que a mí si me gustaría —confesó él.
Jaebum no tenía que convencerlo para que se acercara a él. Jinyoung le acarició la espalda y después bajo las manos a su cintura. Le desató los pantalones y deslizó dentro una mano, acariciándolo hasta hacerlo gemir.
—Me encanta esta ropa, voy a obligarte a llevarla siempre —le susurró con una pícara sonrisa.
—Son ropas de esclavo.
—Entonces, conviértete en mi esclavo —le dijo mientras apretaba con más firmeza su erecto miembro.
Sus caricias estaban volviéndole loco. Una parte de él quería ser esclavo de Jinyoung durante toda la eternidad. La otra parte de él no hacía sino pensar en lo que iba a pasar al día siguiente.
Abrió la boca, pero no sabía qué decirle. Jinyoung terminó de bajarle los pantalones y se desvistió.
—No hables, Jaebum, limítate a hacerme el amor —le pidió.
Jinyoung estaba ardiendo, listo para recibirlo. No le costó deslizarse en su interior y sentir cómo su delicioso cuerpo lo rodeaba. Enredó en su pelo los dedos, sujetándolo más cerca y pidiéndole sin palabras que se entregara a él por completo.
Estaba fuera de control. Metió una mano entre los dos y acarició a Jinyoung hasta llevarlo al clímax sólo con sus caricias.
El apretó con fuerza las piernas que lo rodeaban y ahogó en sus labios un grito. Casi simultáneo con el suyo.
Se dejó caer sobre él. Poco después se incorporó y se tumbó a su lado, abrazándolo.
—¿Estás contento con el bebé? —le preguntó.
—No lo sé. ¿Lo estás tú?
—Sí, lo estoy.
—¿Y Doyoung?
Se dio cuenta entonces de que era eso lo que le preocupaba, que dejara al niño de lado.
—¿Qué pasa con él? He estado a su lado desde que nació. Siempre lo llevaré en mi corazón.
Jinyoung se quedó callado largo rato antes de hablar de nuevo.
—Si estuviéramos en Goyang, estaría loco de alegría. Pero ahora, Jaebum, estoy aterrado.
—No tienes que preocuparte por lo de mañana. Eso es mi responsabilidad, no la tuya.
—Pero podrían matarte.
—¿Crees que ésa es manera de animar a un hombre antes de una batalla difícil?
Jinyoung acarició sus brazos.
—Podría llenar tus oídos de alabanzas y decirte que eres el hombre más fuerte del mundo. Podría decirte que no hay nadie tan hábil como tú con una espada...
—Sí, podrías decirme todo eso. Pero, en vez de hacerlo, ¿por qué no me cuentas algo que no sé aún?
—Jaebum, no bromees con estas cosas.
—¿Qué prefieres que haga? ¿Que esté asustado cómo una vieja?
—No, pero tengo que asegurarme de que vas a tener cuidado. No quiero perderte de nuevo.
Levantó con suavidad su barbilla para mirarlo a los ojos.
—No vas a perderme. ¿Es que no tienes fe en mí?
—Jaebum, es que tengo tanto miedo...
—Déjalo ya —lo interrumpió abrazándolo con fuerza—. Cuando empiece la lucha mañana, te darás cuenta de que no soy el marido al que crees conocer. Ése no estará allí.
—Entonces, ¿quién estará?
—No me queda más remedio que desatar al monstruo que llevo dentro.
—¿Y si no puedes después encadenarlo de nuevo?
Era algo en lo que ya había pensado. Algo que le preocupaba mucho.
—Eso es algo a lo que tendré que enfrentarme después, si se da el caso.
Jinyoung presionó contra él sus caderas, intentando excitarlo de nuevo.
—Jaebum... —murmuró mientras le acariciaba el pecho.
Pero el cubrió su mano para detenerlo.
—No.
Los dos necesitaban descansar. Esa noche, sólo quería abrazarlo mientras dormían.
—Pero, ¿y si...?
—¿Y si qué? Te lo juro, Jinyoung, si me dices que esta noche puede ser la última que pasemos juntos, saldré de la tienda y haré que la pases tú solo. ¿Es que quieres que esté agotado por la mañana?
No dijo nada, pero supo lo que pasaba.
—No lo hagas.
—¿El qué? —preguntó.
—No llores.
—No quieres hacer el amor conmigo, no quieres que llore. ¿Qué quieres que haga?
—Que duermas, sólo eso. Mañana va a ser un día muy duro y quiero que descanses.
—¿Qué va a pasar mañana?
Quería que estuviera preparado, pero no podía darle más detalles. Así sólo conseguiría que no pudiera dormir en toda la noche.
—Si te duermes ahora, te lo contaré por la mañana.
Le sorprendió que lo hiciera. Sintió cómo se relajaba el cuerpo de Jinyoung. Se apagó poco después la lámpara de aceite y se quedaron en la oscuridad.

Jaebum se despertó al sentir a alguien mordisqueando su barbilla. Abrió los ojos y se encontró con la firme mirada de Jinyoung.
Intentó sonreírle sin mucha fortuna.
—Buenos días.
Su voz temblaba tanto como su sonrisa.
Lo abrazó con fuerza. Deseaba más que nada poder quedarse allí con él para siempre y que ese día no hubiera llegado nunca.
—Jinyoung, tenemos que hablar.
—No, ¿por qué no nos escapamos de aquí y ya está?
—Hay demasiados guardias para que eso sea posible.
—Pero, Jaebum, no voy a poder verlo...
—No tienes más remedio. Es parte de la diversión que se ha buscado Aryth, le encantará verte aterrorizado. No hay nada que le guste más.
Era cierto. A ese canalla le excitaba ver esas peleas y se regodeaba con el sufrimiento de los demás.
—Es un hombre enfermo.
—Estoy de acuerdo, Jinyoung. Pero está al mando. Así que eres tú quien debes encargarte de que no consiga disfrutar viéndote sufrir.
—¿Cómo voy a conseguirlo?
—Quiero que comas lo que queda de comida para que no te desmayes de nuevo. Y toma otro trozo de jengibre para no vomitar.
Notó una cálida lágrima en su cuello.
—Y tienes que prometerme que no llorarás ni gritarás. No hagas nada que me distraiga de lo que esté haciendo.
—No puedo prometértelo.
Le levantó la cara para mirarla a los ojos.
—Si quieres que vayamos los dos juntos a buscar a Doyoung, tendrás que prometerlo.
—¿Usas a nuestro hijo contra mí?
—Sí —le dijo para nacerle entender—. Esto no va a ser una exhibición ni un torneo. Se trata de luchar por la vida de uno. Si no gano, moriré. Y a ti te sacarán de Inglaterra para que te conviertas en esclavo.
—¿Esclavo? Preferiría morir.
—Desearás morir después de que te hagan cosas que no puedes ni imaginar.
—Tienes que ganar, Jaebum —repuso aterrorizado.
—No podré hacerlo si tengo que preocuparme por ti.
Vio cómo le temblaban los labios y lo abrazó.
—Llora ahora para que no quede nada dentro. Pero no llores después.
El llanto sacudió su frágil cuerpo y le dio más fuerzas para ganar. Tenía que conseguir que su esposo no volviera a pasar nunca por nada como aquello.
Después de que se desahogara, Jinyoung lo miró.
—No lloraré ni gritaré, pero tienes que prometerme que me llevarás hoy mismo a donde esté Doyoung.
Sonrió al escuchar sus palabras y buscó su boca.
—Bésame, cariño, y encarguémonos de que este día quede pronto en el pasado.
Era un beso de consuelo, pero se convirtió pronto en urgente pasión. Se abrazaron como si fuera la última vez.
—Ganaré, Jinyoung, te juro que ganaré y saldremos de aquí juntos.
El lo miró con solemnidad.
—Guardaré tu promesa. Pero ahora, debes comer algo y prepararte.
—No voy a comer, es más fácil moverse deprisa con el estómago vacío.
Jinyoung se levantó y comenzó a buscar comida en la bolsa de piel. Él se sentó en las mantas que habían sido su cama y cerró los ojos.
No le iba a ser difícil prepararse para esa lucha. Lo único que tenía que hacer era pensar en el futuro que deseaba y dejar que el demonio que habitaba en su interior volviese a la vida.





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 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...