Libre Para Amar II -5




Un fuerte golpe en la espalda le hizo caer de rodillas.
Sin aliento, Jaebum apoyó las manos en la tierra y se quedó mirando el suelo. No entendía qué había pasado.
—Mi señor... —murmuró sir Taecyeon tras él.
—¿Qué? —suspiró.
—Mi señor, ¿estáis bien?
—Sí —contestó a duras penas.
—Bueno, no lo parece —dijo Taecyeon acercándosele más—. Os sangran las manos.
—Y tengo un fuerte dolor en la espalda...
—Lo siento, señor, pero no sabía cómo deteneros. Pensé que, si seguíais igual, ibais a terminar haciéndoos mucho daño.
Se puso en pie lentamente y miró fijamente al capitán de su guardia. El hombre tenía una vara en la mano, se dio cuenta de que ésa había sido el arma.
—¿Qué me iba a hacer daño? Y, ¿qué decidisteis? ¿Hacerme vos daño con esa vara para que no me lo hiciera yo?
Sir Taecyeon soltó el palo rápidamente. Tomó una de las manos de su señor y le quitó con mucho cuidado las vendas que la envolvían. Estaban empapadas en sangre. Parecía haber decidido ignorar sus preguntas.
—Este tipo de lucha sin control no tiene lugar fuera del campo de batalla, mi señor. Entrad dentro del castillo con vuestro...
—No —lo interrumpió apartando la mano—. Se curará pronto. Está bien.
—Es parte de mis obligaciones cuidar vuestras heridas, mi señor.
—Sois el capitán de la guardia de Goyang. Vuestra obligación es la seguridad de este feudo, no sois mi enfermero.
—Sí, soy el capitán, pero también solía ser vuestro amigo.
Suspiró al escuchar sus palabras. No entendía qué le pasaba. Si iba a reaccionar como un loco cada vez que hablara con Jinyoung, pensaba que lo mejor que podía hacer era mantenerse alejado de él.
—Lo siento mucho, Taecyeon —dijo señalando el establo—. Podéis curarme allí. Sólo necesito un poco de agua. Por cierto, ¿dónde está todo el mundo?
—Les dije que se fueran. La manera en la que atacabais el poste los asustó. Ahora tenemos que limpiar vuestras heridas y debéis cambiaros, pronto será la hora de la cena.
Le sorprendió que los hombres se hubieran asustado al verlo luchar.
—No entiendo nada. ¿Es que estoy rodeado de niños?
Vio cómo Taecyeon se enderezaba al escuchar su queja. Se dio cuenta de que el hombre se había sentido insultado por sus palabras.
Pero no había tiempo para disculparse.
—Habéis estado fuera durante más de siete años. Algunos de estos hombres, los más jóvenes, apenas han entrenado y nunca han tenido que luchar de verdad. Tampoco han sido testigos de ningún acto de violencia. Son buenos hombres, mi señor, pero algunos no han practicado lo suficiente como para entender que hay que estar siempre en control de los sentidos, para no dejar que sea el instinto el que guíe nuestras acciones.
Se merecía sus palabras y no replicó. Sabía que había perdido el control y que era algo que no se podía hacer cuando se estaba en el campo de batalla. Algo así podía costarle la vida a sus hombres.
Se dio cuenta de que tenía que evitar a Jinyoung. Se sintió aliviado al recordar que él estaba aún débil y no tendría que verlo fuera de sus aposentos.


Jinyoung se apoyó en la puerta de sus aposentos. Le había dado de comer a Doyoung y el pequeño gorgojeaba feliz en los brazos de la matrona. Se había dado un baño que había sido breve, pero entre eso y vestirse para la cena, estaba exhausto.
Había sido demasiado esfuerzo y demasiadas emociones para el primer día que pasaba fuera de la cama.
—Mi señor, no tenéis por qué emprender vuestra campaña esta misma noche —le dijo Hyorin.
—Sí, tengo que hacerlo. Estoy seguro de que Jaebum no espera verme en el salón esta noche. Tengo que aprovechar esa circunstancia para sorprenderlo.
—Pero aun estáis débil, ¿cómo vais a bajar las escaleras?
No estaba seguro, pero había decidido cenar esa noche con Jaebum y no iba a dejar que unas escaleras se interpusieran en su camino. Estaba dispuesto a deslizarse por ellas si no tenía fuerzas para andar.
—Me las apañaré para hacerlo.
Cruzó el rellano con cuidado. Miró por la barandilla y agarró con fuerza la balaustrada. El gran salón del castillo parecía estar más lejos que de costumbre.
Se recordó que debía tomárselo con calma e ir poco a poco. Era la única manera de superar aquello. Estaba sudando cuando por fin llegó abajo.
—¿Qué estáis haciendo?
Se sobresaltó al escuchar la voz de Jaebum al entrar en el salón.
—Tengo hambre.
—Alguien os subirá algo de comida —repuso él mientras miraba a un criado—. Encargaos de que el joven lord Goyang vuelva a sus aposentos.
Se apartó del criado que se disponía a ayudarlo.
—No —replicó con firmeza—. Quiero que la gente de Goyang vea que estoy vivo, aunque aún no esté del todo fuerte. Comeré en el comedor como todo el mundo.
—Es demasiado pronto. No conseguiríais más que hacer una escena. Volved a vuestras habitaciones.
Se dio cuenta de que ya estaban haciendo una escena. La gente que llenaba el salón se había detenido y los miraba con curiosidad. Pero no estaba dispuesto a que nadie pensara que ya no respetaba al señor de Goyang.
Lo miró sonriente.
—Por favor, mi señor. Estoy bien, pero necesito moverme un poco y cambiar de aires para recuperar las fuerzas —dijo alargado el brazo hacia Jaebum—. Si me acompañáis a la mesa, podremos comer.
Le conocía lo suficiente como para darse cuenta de que había decidido rendirse. Su expresión lo decía todo. Tuvo que bajar la cabeza para esconder una sonrisa. Se dio cuenta de que había estado en lo cierto, Jaebum no había esperado que apareciera por allí esa noche.
Sabía que él no lo rechazaría, al menos no en público. Su aparición en el comedor había sido muy oportuna y había conseguido ganarle la partida sin necesidad de usar ninguna táctica especial. No sabía si volvería a tener una oportunidad como aquélla, así que decidió aprovecharla.
Tal y como había esperado, Jaebum tomó su mano y la colocó encima de su fuerte antebrazo, conduciéndolo así hasta la cabecera de la mesa. Estaba en silencio, pero la tensión de sus músculos le dejó muy claro que aquello le resultaba muy incómodo.
No debía de haberle gustado nada que lo forzara a comportarse con toda normalidad. Ya se había imaginado que no le gustaría verlo en el comedor, pero había previsto que, como hombre de honor que era, no se apartaría de él en público, delante de todo Goyang.
Un honor que a él le había faltado. De otro modo, nunca se habrían encontrado en una situación como aquélla.
Apretó su antebrazo para detenerlo al ver que Jaebum lo acompañaba hasta la mesa.
—No, mi señor, ya he estado solo durante demasiado tiempo. ¿Por qué no comemos con los demás, aunque sólo sea por esta noche? —le sugirió.
Él pareció sentirse aliviado.
—¿Estáis seguro? ¿No creéis que estaréis más cómodo en una silla?
—Jaebum... Mi señor, mi comodidad no será un problema —repuso—. Hay sitio de sobra para los dos. Podemos compartir un banco entre Nichkhun y sir Taecyeon. Estaré bien allí.
Jaebum lo miró de arriba abajo. Algo en sus ojos le dio un atisbo de esperanza. Había algo de interés y preocupación en ellos, algo que podía adivinar a pesar de su bien estudiada indiferencia.
Desconcertado por esa mirada, dio un traspié. El corazón le latía desenfrenadamente.
Eso era lo que más había echado de menos, esas pequeñas cosas que parecían insignificantes y en las que apenas se reparaba. Cosas que había apreciado y recordado durante los largos años de soledad. Cosas como pasear juntos, sentir su mano o su mirada, escuchar cerca de él su profunda voz...
Con extrema rapidez, Jaebum lo abrazó para sostenerlo, evitando que cayera al suelo.
—Jinyoung...
—Gracias, no sé qué me ha pasado —explicó él.
Jaebum afirmaba que no sabía lo que sentía, pero el interés que demostraba esa noche y la rapidez con la que lo había asistido le dieron renovadas esperanzas.
Pero él dejó de tocarlo tan pronto como pudo. Lo hizo como si el contacto le quemara, como si fuera un apestado.
—Creo que os habéis exigido demasiado hoy.
Estaba de acuerdo, pero estaba decidido a cenar con él esa noche.
—No, no es cierto —replicó con testarudez—. Estoy bien.
Estaba algo nervioso por estar a su lado, pero no se encontraba mal. Su cuerpo ya había empezado a curarse, pero ahora le preocupaba más que nada la recuperación de su matrimonio y en eso estaba empeñado.
—De verdad, mi señor, si he tropezado ha sido por culpa de mi torpeza, de nada más. Me encuentro con fuerzas para cenar aquí abajo.
Jaebum lo ayudó a sentarse en el banco, se acomodó a su lado y se giró para concentrarse en sir Taecyeon. Durante algunos minutos, escuchó cómo ambos hombres hablaban de un caballo en particular. Después, deseoso de saber qué había pasado durante esas semanas en Goyang, miró a Nichkhun.
—¿Cómo está la señora Suzy? Esperaba poder verla aquí esta noche —le dijo al guardia.
—Los pequeños están algo enfermos, se ha quedado para cuidar de ellos.
—¡Cuánto lo siento! ¿Queréis que os envíe a Hyorin? Me temo que la he mantenido ocupada durante demasiado tiempo.
—No, no es necesario. Muchas gracias —repuso el hombre negando con la cabeza—. Sólo se han enfriado
—Puede que me sea posible ir a verla en un par de días. Me da la impresión de que hace siglos que no paso una buena tarde charlando con alguien. Además, quisiera darle las gracias personalmente por las mantas que le ha hecho a Doyoung.
Sintió a Jaebum volviéndose hacia él.
—Os prohíbo ser tan insensato.
Lo miró extrañado, nadie le había negado nada desde hacía muchos años.
—¿Cómo decís?
—No vais a visitar una cabaña llena de niños enfermos. No cuando tenéis un recién nacido y cuando aún no os habéis repuesto vos.
Lo que le decía tenía sentido, pero le molestó que se lo ordenada de esa manera. Le entraron ganas de llevarle la contraria. Por fortuna, fue lo suficientemente prudente como para no hacerlo.
—Tenéis razón, mi señor. Me temo que sólo estaba pensando en la reclusión en la que está la pobre Suzy y en mi propia necesidad de tener algo de compañía —repuso con una sonrisa, mientras le colocaba la mano en el antebrazo.
Chan intervino entonces desde el otro lado de la mesa.
—Pero mi señor, ahora que ya estáis algo mejor, podréis contar con la compañía de vuestro marido.
Le costó no sonreír, la velada estaba saliéndole a pedir de boca.
Jaebum se giró para fulminar al joven con la mirada, pero éste ya estaba entretenido escuchando a sir Taecyeon.
Los hombres de Jaebum nunca se habían comportado antes de esa manera. Habría sido impropio que alguien como Chan sugiriera algo tan personal a su señor. Se preguntó si no estarían también tramando algo.
Hasta llegó a pensar que quizá Hyorin había tenido una charla con ellos, pero no habría sido posible, la comadrona había estado toda la tarde en su compañía.
Jaebum miró a Chan con una sonrisa forzada.
—¡Vaya! Muchas gracias, Chan —dijo con sarcasmo—. Creo que, sin tu ayuda, nunca se me habría ocurrido algo así.
El joven se sonrojó.
—Yo sólo pensé que...
Sir Taecyeon se echó hacia atrás como si tuviera que estirarse y, sin que Jaebum pudiera verlo, movió amenazadoramente el cuchillo hacia su subordinado. A Jinyoung no se le pasó esa advertencia por alto y se dio cuenta de que, tal y como se había imaginado, esos hombres estaban tramando algo.
De un modo u otro, la comadrona había conseguido hacerles partícipes de su batalla personal para recuperar al corazón de su marido. Se sentía muy agradecido.
Jaebum lo miró con el ceño fruncido.
—¿Qué es lo que pensabais, Chan?
—Bueno, no os habéis separado de su lado durante estas semanas el tiempo suficiente como para inspeccionar la aldea ni los cultivos. Y pensé que quizá querríais hacerlo ahora en compañía de vuestro esposo, mi señor.
No podía creer lo que acababa de escuchar. Se quedó sin aliento al oír que Jaebum no se había separado apenas de él mientras estuvo inconsciente.
Jaebum apretaba con fuerza la mandíbula. Se quedó mirándolo. Estaba claro que le había disgustado que Chan le dijera algo así delante de él.
Pero no entendía por qué Jaebum no quería que supiera que lo había atendido. Quizá lo había hecho para que la gente creyera que aún le importaba. O a lo mejor lo había hecho porque sí que sabía lo que sentía por él.
Estaba tan perdido en sus pensamientos, que tardó en darse cuenta de que Jaebum también lo estaba mirando. Apartó deprisa la mirada y se concentró en la comida.
—Pensé que teníais hambre —le dijo él entonces.
—Bueno, sólo un poco.
Miró la carne, cubierta de salsa, y las verduras. No le apetecía nada. Probó un pedazo de pan. Jaebum le acercó una copa con vino rebajado con agua. Fue entonces cuando vio su mano. No pudo ahogar un grito de sorpresa. Tomó su muñeca antes de que pudiera apartarla.
—¿Qué os ha pasado?
—Nada —replicó él de mala manera.
—¿Nada? —repitió Jinyoung ignorando el mal gesto de Jaebum.
Sus nudillos estaban machacados y en carne viva. Y parecía que al menos uno de sus dedos se había torcido.
—Jaebum...
Él uso la otra mano para quitarle los dedos de su muñeca.
—Ya os he dicho que no es nada. Sólo han sido unos arañazos —respondió con sequedad.
—¿Y en la otra mano? ¿También son simples arañazos? —repuso.
Uno de los hombres, sentado a un extremo de la larga mesa, tosió para llamar la atención antes de murmurar entre dientes.
—Sí, los arañazos que le produjo intentar matar a ese pobre poste —comentó el guardia.
Un par de hombres estuvieron a punto de atragantarse para no reír.
Jinyoung se quedó sin aliento. No sabía si Jaebum iba a pasar por alto un comentario así o si haría algo.
Sir Taecyeon se preparó para levantarse, pero Jaebum lo detuvo con la mano. Después miró fijamente a cada uno de los hombres que se habían congregado alrededor de la mesa para cenar. Los fulminó con la mirada mientras abría y cerraba los puños.
—Lo de hoy sólo ha sido un juego. Intentaba prepararme para el entrenamiento de mañana —explicó con solemnidad—. Cuando salgáis mañana al patio, no traigáis vuestras armas. Quiero saber si podríais aguantar más tiempo que ese poste.
Hizo una mueca al escuchar sus palabras. Sabía que sólo era una bravuconería de Jaebum. Jinyoung había percibido una mueca de dolor en su rostro una de las veces que había cerrado los puños. Estaba claro que se había dislocado algo.
No entendía por qué había hecho algo así esa tarde. Quizás la ira que sentía contra él la había sufrido ese poste. Jaebum le miró entonces con gesto adusto.
Reconoció muy bien su mirada. No quería discutir en ese momento. Él asintió y se concentró de nuevo en la comida.


Jaebum sabía que Jinyoung había entendido su gesto. Sabía también que, más tarde, intentaría que se explicara, pero no quería tener que hacerlo. No podía decirle por qué había estado tan furioso, temía no poder controlar esa ira.
Vio cómo Jinyoung agachaba la cabeza y hundía los hombros. Movía la comida en el plato sin probarla y no pudo suprimir un bostezo. Estaba muy pálido y unas ojeras oscuras enmarcaban sus ojos.
Se dio cuenta de que se había comportado como un tonto y maldijo entre dientes. Se puso después en pie y colocó una mano en su hombro.
—Venid —le ordenó a su esposo.
Tuvo suerte y Jinyoung no le llevó la contraria, sino que miró al resto de los comensales.
—Me temo que ha llegado el momento de retirarme —les dijo—. No, por favor, no os levantéis. Continuad comiendo —añadió al ver que hacían ademán de levantarse.
Lo ayudó a llegar a las escaleras, pero Jinyoung se detuvo a mitad de camino en el vestíbulo y se agarró con fuerza a su brazo.
—Jaebum, por favor, necesito descansar un momento.
Sin avisarle, colocó una mano en su espalda y la otra tras sus rodillas. No le costó nada levantarlo. Pesaba menos de lo que recordaba, pero aún encajaba a la perfección con su cuerpo. Algunos rizos le acariciaron la cara y le inundó el aroma de la lavanda, despertando sus sentidos y haciéndole recordar muchos días y noches pasados juntos.
Pero no podía pensar en esas cosas.
—Bajadme al suelo, peso demasiado —protestó.
Le abrazó con más fuerza contra su pecho y comenzó a subir las escaleras.
—No pesáis nada.
Podía sentir los latidos de Jinyoung contra su torso. El dejó la cabeza sobre su hombro. Respiraba tan cerca de su cuello que la sensación estaba alterándole el pulso más de lo que hubiera querido.
No le gustaba aquello. No quería sentir nada por él. No quería sentir ira, ni preocupación. Y menos que nada, un deseo olvidado que volvía con demasiada facilidad a la vida. Necesitaba tiempo para pensar, para decidir qué hacer. Y no iba a poder hacerlo si tenía esa tentación cerca de él. Porque sabía que no sería capaz de resistirla.
Llegó a sus aposentos y empujó la puerta con el pie. Cruzó la habitación y lo dejó sobre la cama. Jinyoung apartó lentamente los brazos de su cuello.
—Jaebum...
Su voz estuvo a punto de derretir su voluntad. La luz de las velas brillaba en sus ojos. Le faltaba el aire. Siempre le había gustado perderse en su mirada, pero había pasado mucho tiempo, demasiado tiempo. En ese instante, sólo quería poder volver a confiar en él para aprender a amarlo de nuevo.
Cerró los ojos para apagar esa necesidad. Sabía que si estaba teniendo esos pensamientos era porque no había descansado bien. Estaba convencido de que no necesitaba a nadie. Lo último que quería era enamorarse de nuevo y volver a sufrir.
—Dormíos —le dijo él mientras se apartaba de la cama y lo miraba un instante.
Después fue a la cómoda y sacó de allí su ropa. Jinyoung se incorporó en el lecho.
—Pero, ¿qué estáis haciendo?
Fue a la puerta sin mirarlo. Había dormido a su lado mientras estaba inconsciente, pero Jinyoung ya no lo necesitaba y no estaba dispuesto a seguir compartiendo el lecho con él.
—Ya no necesitáis mi ayuda. Encontraré otro dormitorio —le dijo desde la puerta.
Jinyoung apenas pudo reprimir una exclamación al ver que salía de allí.



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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...