Libre Para Amar II- 10




—Lo siento, mi señor. He hecho todo lo que he podido.
Durante un doloroso segundo, creyó que la comadrona le decía que su hijo había muerto, pero Doyoung tosió entonces y él se echó a llorar.
Le dijo a la comadrona que se retirara. Estaba claro que necesitaba descansar un poco. Desnudó al pequeño. Estaba algo más colorado de lo habitual, pero no parecía tener demasiada fiebre. La nariz estaba irritada y roja. Cuando tosía, hacía tanto esfuerzo que todo su cuerpo se contraía.
Se colocó al pequeño sobre el hombro y lo tapó. Comenzó a dar vueltas despacio por la habitación mientras le acariciaba la espalda y le susurraba al oído.
Poco a poco dejó de llorar y se quedó más tranquilo. Jaebum se acercó entonces a él para conseguir que se sentara. Él se colocó a su lado en la cama. Sostenía en las manos un jarro y un paño. Mojó éste en el líquido y se lo ofreció.
—Intenta que trague algo de esta poción. Es buena para su tos y su congestión.
—¿Qué es?
—Algo de menta y salvia cocida en agua. Sólo eso.
Pero Doyoung se negaba a chupar el paño. Apartaba la cara continuamente y lloraba.
—Intenta entonces que beba algo de leche —le sugirió Jaebum.
—Vuelvo en un momento —dijo poniéndose en pie.
Y lo hizo pocos minutos después con un cuenco vacío.
—¿Para qué es eso? —le preguntó Jinyoung.
—Bueno, a Doyoung no le gusta el agua, pero parece que le encanta la leche. He pensado que podríamos mezclarla en el cuenco con un poco de la poción.
—¿Estás seguro de que le vendrá bien para su tos?
—Sí, estoy seguro. La he usado siempre que he estado resfriado y siempre me ha ayudado.
Suspiró mientras acariciaba el fino pelo de su hijo. El pequeño tenía otro ataque de tos.
Le entregó el bebé a Jaebum y tomó el cuenco. Lo llenó con leche y volvió a tomar a su hijo en brazos.
Él mezcló ambos líquidos y le ofreció el paño de nuevo.
—¡Funciona! —exclamó sorprendido al ver que el pequeño chupaba el paño—. ¿Cuánto deberíamos darle?
—La cuarta parte de este jarro cada hora, más o menos —repuso Jaebum mojando de nuevo el paño.
Lo observó mientras le daba la medicina a Doyoung. Jaebum lo hacía con mucha concentración y ternura.
Se quedó sin aliento al ver cuánto le preocupaba el bienestar del niño. Se acercó y colocó la frente contra la de él.
—Gracias, Jaebum.
Él lo miró con confusión en sus ojos.
—No tienes nada que agradecerme. Sólo estoy cuidando de nuestro hijo.
Oyeron entonces un sonido que los tranquilizó. Era un suave ronquido. Lo miraron a la vez. Se había quedado dormido.
—Va a ser un día muy largo. ¿Por qué no te pones cómodo en la cama?
Le entregó el bebé y se desnudó hasta quedarse sólo con las enaguas. Se tumbó entonces en la cama, sobre un montón de almohadas.
Pero, en vez de devolverle al niño, Jaebum se puso a dar vueltas con él por la habitación mientras le hablaba al oído.
Los observó boquiabierto. Estaba lleno de gratitud hacia ese hombre. Se sentía por fin en paz. Una lágrima traidora se le escapó del ojo y se la limpió rápidamente. No quería que Jaebum lo viera llorar.
Algunos minutos después, le devolvió al niño. Se quitó las botas y se tumbó al lado de ellos.
Suspiró al sentir cómo la abrazaba de manera protectora. Estaba convencido de que lo peor ya había pasado. Ya eran una familia y nada podría separarlos.


 Jinyoung contemplo la lluvia desde la ventana de sus aposentos. El día, oscuro y triste, contrastaba con el humor de las gentes del castillo.
Durante los últimos días, habían estado preocupados por la salud del niño. Desde que cayera enfermo, la noche anterior había sido la primera que había pasado sin que lo despertaran continuos ataques de tos.
La poción que le había preparado Jaebum había conseguido aliviar los síntomas de la tos. Le estaría eternamente agradecido por ello. Se estremeció al pensar en él y en los recuerdos de sus manos y su boca explorando cada centímetro de su cuerpo.
Doyoung había dormido esa noche, pero Jaebum y él no habían tenido tiempo para eso. Se acaloró al pensar en sus seductoras manos y en la apasionada manera en la que había reaccionado a sus caricias.
Sacudió la cabeza para no pensar más en ello y se concentró en el patio, cubierto de barro por culpa de la incesante lluvia. Todos parecían más alegres últimamente. Incluso Hawise, la hija mayor de Suzy, había vuelto a cantar y sonreír. Parecía haber superado la pérdida de su amado.
Oyó la puerta tras él. No tenía que girarse para ver de quién se trataba. Sabía que serían Hyorin o Jaebum. Decididos pasos que le eran muy familiares cruzaron la estancia y se detuvieron tras él.
No podía controlar el deseo que sentía por ese hombre. Le bastaba con sentir su presencia para echarse a temblar.
Jaebum acarició su hombro y él se echó hacia atrás, apoyándose en su torso.
—Pensé que no te vería hasta la hora de la cena.
—Puedo irme si quieres —contestó mientras lo besaba en el cuello.
A pesar de sus palabras, los actos de su esposo reflejaban que no tenía intención de irse de allí.
—Estaba pensando en darme un baño ahora que Doyoung duerme.
Jaebum gimió al escucharlo y comenzó a abrirle la chaqueta del traje.
—Hyorin está ocupada con Suzy. Vas a necesitar otra persona que te ayude.
—No me importaría que me asistieras tú, pero claro, estás ocupado y estabas a punto de irte.
—¿Sí? —preguntó él mientras le bajaba los pantalones.
—Así es —repuso estremeciéndose.
—Y, ¿con qué se supone que estoy ocupado?
—Tenías que volver con tus hombres.
—¿Mis hombres? —repitió Jaebum mientras recorría todo su cuerpo con las manos—. Hoy llueve demasiado para que podamos hacer nada. Pero supongo que podría ir a trabajar con ellos si eso es lo que quieres —añadió acariciándolo entre las piernas.
Cerró los ojos y se quedó sin respiración al sentir el calor de su mano en su más íntimo rincón. Una parte quería decirle que parara, la otra no podía esperar más.
—Jaebum...
—¿Has tomado ya una decisión, Jinyoung? ¿Quieres que me vaya al salón con los hombres?
Había olvidado por completo de qué le estaba hablando. Sólo quería que satisficiera cuanto antes el deseo que había encendido en él. Ni siquiera podía responderle. Seguía de espaldas a él y se apoyó en su torso con más fuerza, necesitaba sentirlo muy cerca.
Jaebum comenzó a morderle el lóbulo de la oreja.
Se estremeció y estuvo a punto de perder el equilibrio. Él, para impedir que se cayera, metió una pierna entre las suyas. Después comenzó a acariciarlo íntimamente.
—Aún no me has contestado —comentó él burlón.
—No...
Pero no podía pensar en nada más que en las sensaciones que estaba sintiendo. Jaebum siguió acariciándolo con los dedos, deslizando uno en su interior. No pudo evitar comenzar a gemir. Las caderas parecían tener vida propia y seguían el delicioso movimiento de sus caricias.
—Supongo que eso es un no. No quieres que me vaya...
Aceleró las caricias y aumentó la fuerza e intensidad de las mismas.
—No grites —le susurró entonces—. No queremos despertar a Doyoung...
Nada le importaba en ese instante. Aun así, se mordió el labio cuando alcanzó el clímax.
Jaebum lo tomó entonces entre sus brazos y lo besó con la misma desesperación y urgencia con las que le había acariciado.
Jinyoung deslizó una mano entre los dos y acarició su tensa erección.
—Ahora me toca a mí, ¿no? —sugirió.
—Bueno eso espero. No...
Pero un golpe en la puerta lo interrumpió.
—Mi señor. Ha llegado un forastero que pregunta por vos —dijo un criado desde fuera. Jaebum suspiró frustrado.
—¡Qué oportuno! —dijo abrazándolo de nuevo—. Volveré pronto.
Lo besó y él respondió con ardor. Jaebum comenzó a acariciar su espalda con sensualidad, parecía haberse olvidado de que lo esperaban.
—Pensé que te ibas —le recordó.
Lo tomó en brazos y lo llevó hasta la cama.
—Así es.
Rió y lo agarró para que no se fuera, pero él apartó sus manos y fue hacia la puerta.
—Os haré pagar más tarde por esto, mi señor —le dijo Jinyoung fingiendo estar ofendido.
—¿Es una promesa? —preguntó él con una sonrisa.
Asintió con seguridad.
—No lo olvidaré —repuso Jaebum antes de salir de los aposentos.
Se dejó caer entonces sobre los almohadones con un suspiro. Esperaba que pasara pronto el día y llegara la noche cuanto antes para poder estar de nuevo con su esposo.


—Lord Jinyoung, ¿estáis listo? —le preguntó Hyorin entrando en el dormitorio—. Os esperan en el salón.
Besó a su hijo en la frente y se sentó al borde de la cama.
—Cariño, ahora debo irme. Tengo que cenar —le dijo mientras le entregaba el bebé a Hyorin—. Supongo que se dormirá pronto. Se despertó hace ya algunas horas. Lo he bañado y acaba de comer.
—Estaremos bien, mi señor —le aseguró la comadrona—. Que no os tengan que esperar.
El tono de Hyorin le extrañó.
—¿Por qué están esperando?
—Esperan a que bajéis para empezar a comer.
—¿Sigue aquí el forastero que preguntaba por Jaebum?
Hyorin ignoró su pregunta y se fue al otro extremo de la habitación. No entendía su conducta. Pero decidió no insistir y salió de allí. En las escaleras se dio cuenta de que algo más estaba mal. No oía ningún ruido procedente del salón donde comían con los guardias. Normalmente, había mucho bullicio mientras cenaban.
No pudo evitar estremecerse. Sir Taecyeon lo esperaba al pie de las escaleras.
—¿Dónde está Jaebum?
—Está a la mesa.
—¿Qué es lo que pasa, sir Taecyeon?
—No es cosa mía hablar de eso. Dejad que sea el señor quien os lo explique.
Sintió que Jaebum lo observaba y lo miró. Parecía estar de un humor furibundo.
No entendía qué podía haber pasado durante esas últimas horas.
Respiró profundamente y levantó la barbilla.
—Acompañadme, por favor —dijo tomando el brazo del capitán.
Éste lo llevó hasta la mesa de los señores. No sabía por qué estaban siendo tan formales esa noche. Jaebum y él se había acostumbrado a comer con todos en la mesa grande. Miró al hombre que estaba sentado allí con su esposo. No lo conocía de nada.
Jaebum se levantó y le ayudó a sentarse sin decirle nada. Le daba la impresión de que todos estaban protegiéndolo, pero no sabía por qué ni contra qué.
—Lord Jinyoung, me alegra conoceros —le dijo entonces el forastero—. Mi señor volverá dentro de poco. Estoy seguro de que lamentará no haber estado aquí cuando habéis llegado vos.
Había algo en su tono de voz que le inquietó. De manera instintiva, se acercó algo más a Jaebum. Por debajo de la mesa, su esposo le colocó la mano en el muslo, pero no dijo nada. No entendía por qué no hablaba.
—Parece que estoy en desventaja, señor, porque no sé quién sois —le dijo al forastero.
—Podéis llamarme sir Cedric
—Bienvenido a Goyang, sir Cedric. ¿Qué os trae por aquí? ¿De dónde venís?
Todos lo miraron al oír sus palabras. Jaebum apretó con más fuerza su muslo como si quisiera calmarlo.
Pero entonces entró en el salón un hombre que le resultaba familiar. Era un hombre que tenía el poder de destruir todo lo que acababa de recuperar. Entendió entonces que todos se hubieran comportado de manera tan extraña con él.
Se le revolvió el estómago y miró a sir Taecyeon.
—¿No se le advirtió que no volviera nunca a Goyang?
Sir Taecyeon asintió, pero no dijo nada. Miró entonces a Jaebum, pero éste sacudió la cabeza y le dijo entre dientes que se tranquilizara.
Sir Cedric se puso en pie al ver llegar al hombre.
—Mi señor, supongo que recordáis al joven lord de Goyang.
Lord Osgood de Wrenhaven, el hombre más repugnante y horrible del mundo, lo miró y le sonrió.
—Claro que lo recuerdo. ¿Cómo podría olvidar a mi prometido? ¿Y appa de mi hijo?
No sabía si ponerse a gritar o si asesinarlo.
La mano de Jaebum en su muslo fue lo único que evitó que hiciera una de las dos cosas.
Lord Osgood hizo ademán de acercarse a él, pero sir Taecyeon se interpuso en su camino. Y Jaebum lo miró mientras señalaba con su cuchillo.
—Sentaos con vuestro hombre, Wrenhaven —le dijo.
Jinyoung se estremeció. Sabía que las palabras de Jaebum eran toda una amenaza de muerte y no entendía cómo ese villano podía tener tan poco sentido común como para volver al castillo.
—Querido Jinyoung, ¿cómo está nuestro bebé? —le preguntó el hombre mientras se sentaba al lado de Cedric—. He oído que ha sido un niño. ¿Cómo le habéis llamado?
Jaebum se echó hacia atrás en el respaldo, como dándole permiso con su gesto para que contestara. Tomó un pedazo de comida de su plato y se lo llevó a la boca, que la tenía seca. No sabía qué estaba comiendo, pero tampoco le importaba. Necesitaba tiempo para recuperar la compostura y responder a ese cretino. Tragó y miró a Osgood.
—Nadie os ha dado permiso para usar mi nombre de pila. Para vos, soy el joven lord de Goyang. Mi hijo está bien, gracias por preguntar. Su padre le puso el nombre de Doyoung cuando se encargó de bautizarlo —dijo midiendo sus palabras—. Doyoung de Goyang.
Jaebum acarició su muslo con el pulgar, después apartó la mano.
—Querido, creo que tenemos que hablar más de todo esto —le dijo Osgood.
—Cualquier cosa que tengáis que hablar, lo podéis hacer conmigo —intervino Jaebum—. Y, si volvéis a tratar a mi esposo con la misma falta de respeto, os cortaré la lengua.
No podía creerlo. No se imaginaba que pudiera hablar así alguien que había prometido no volver a usar un arma contra otro hombre.
Sir Taecyeon se sacó la espada de la vaina y se dio cuenta de que Jaebum no sería el que se encargara directamente del castigo. No le habría importado hacerlo él mismo.
Sir Cedric parecía muy nervioso, pero Osgood se echó a reír.
—Os pido perdón, mi señor.
—Comed, Wrenhaven. Comed y salid después de mis propiedades.
—Sí, ya mencionasteis que no podré pasar la noche en Goyang. ¿Por qué, señor conde?
—Vuestras mentiras me ofenden, Wrenhaven.
Notó que Jaebum subía la voz y miraba a sus hombres. No sabía si lo hacía para que supieran lo que pensaba del forastero o si sería alguna señal secreta.
—¿Mentiras? No os he mentido. Vuestro esposo y yo estuvimos prometidos.
—¡No! —exclamo él golpeando el puño en la mesa—. No. Me pedisteis que me casara con vos cuando yo creía que mi esposo había muerto. Y contesté a vuestra oferta haciendo que sir Taecyeon y los hombres de Goyang os acompañaran fuera de estas tierras.
Le sorprendió poder mentir con tanta facilidad en esas circunstancias.
—¿Es esa vuestra versión de lo que ocurrió? Mi señor, yo tengo una versión muy distinta.
—Nadie desea escuchar vuestra versión —le dijo Jaebum fulminándolo con la mirada.
—Bueno, quizá sea una historia que el rey encuentre interesante.
—Seguramente, le gustan las historias como a cualquiera. ¿Queréis que os lleve ante él?
Osgood se quedó pensativo unos segundos.
—Estoy seguro de que a la iglesia le interesará oír mi petición.
—¿Qué petición? —preguntó Jinyoung confundido.
—Quiero recuperar a mi hijo. Exijo compensación por la crueldad con la que lo habéis escondido de mí después de romper nuestro compromiso.
—Doyoung no es vuestro hijo. Y no hubo ninguna ceremonia de compromiso —repuso él mientras buscaba al hermano Daniel con la mirada—. Nuestro clérigo puede certificar el origen de Doyoung con documentos.
Jaebum le dio una patada en el pie. Se imagino que había dicho algo inapropiado.
—Entonces tendré que decirle a la iglesia que un miembro de la misma miente frente a Dios.
Cerró los ojos un instante. No era vengativo, pero le hubiera encantado que alguien atravesara a ese hombre con su espada y acabara por fin con su dolor.
—Si alguien miente, sois vos.
Osgood se puso en pie.
—Creo que no somos bienvenidos aquí. Pero no penséis que no volveréis a verme. Me saldré con la mía.
Salió del salón y sir Cedric corrió tras él.
Miró entonces a su esposo y colocó una mano en su antebrazo.
—Jaebum...
Jaebum también se puso en pie y le hizo una señal a sir Taecyeon para que lo siguiera.
Él también fue tras él.
—Jaebum, por favor.
Él se detuvo, pero no se giró para mirarlo a la cara.
—¿Qué?
—Lo siento mucho, muchísimo. Nunca pensé que él... Que...
Se puso frente a él para mirarlo a la cara. Estaba enfadado y no lo culpaba.
—Jinyoung, sube a la habitación y cuida de Doyoung. No tengo tiempo ahora para ocuparme de tus preocupaciones. Tengo que asegurarme de que Wrenhaven y sus hombres salgan de mis tierras.
Sus palabras le abofetearon la cara. El pasado había vuelto entre los dos. De momento, Osgood había conseguido minar la confianza en la que habían fundado su matrimonio.
Se preguntó si conseguirían arreglar de nuevo las cosas. Había tanta frialdad en el rostro de Jaebum...


Jaebum salió a la negra noche. Lo esperaba sir Taecyeon a la puerta.
—¿Qué hacemos ahora, mi señor?
—Nos aseguramos de que Wrenhaven y los suyos abandonen Goyang.
—No hablaba de eso.
—Sé muy bien de qué hablabas. Os habéis vuelto tan nervioso como mi esposo. ¿Qué queréis que diga o haga? Doyoung es mi hijo y no es un tema abierto a discusión. Se trata de mi esposo y mi hijo y lo único que me preocupa es su seguridad. Lo mismo que debe preocuparos a vos.
—Perdonadme —repuso el capitán.
Jaebum ignoró su disculpa. Quería cambiar de tema.
—¿Cuántos hombres trajo Wrenhaven con él la última vez que estuvo aquí?
—Una docena —repuso Taecyeon—. Podríamos con ellos sin mucho problema.
—Sí, para darle a Wrenhaven la excusa perfecta para atacar Goyang.
—Ese hombre no tiene ninguna excusa, justa o no, para estar aquí. Sabe que no es bienvenido.
—Sí, pero fue bienvenido la primera vez. Sólo parece recordar eso.
Sir Taecyeon se calló entonces. Oyeron truenos en la distancia.
—Va a llover. Wrenhaven y sus hombres no podrán ir muy lejos esta noche. Quiero que alguien los siga.
—Reuniré a algunos hombres.
—No. Vos os quedaréis aquí para proteger a Jinyoung y a Doyoung. Yo me llevaré a tres hombres conmigo y los seguiré.
—Pero, mi señor, estaréis desprotegido.
—¿Con tres hombres? ¿No creéis acaso que están bien entrenados?
—Sí, pero... —repuso el capitán fijándose en que su señor nunca llevaba armas en su cinto.
—No necesito una espada para protegerme. Me llevaré a Nichkhun, a Chan y a otro guardia —les dijo cuando salieron todos.
—Llevaos a Robert, os será de ayuda.
—De acuerdo —concedió.
Robert era fuerte como un buey, pero también ágil.
—Decidle a los demás que todas las puertas deben estar vigiladas en todo momento. Nadie puede entrar sin mi consentimiento.
—Sí, mi señor.
Se volvió de camino a los establos.
—Taecyeon, que vigilen a Jinyoung muy de cerca.
—Yo mismo me encargaré de ello, mi señor.



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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...