Sora yacía de
espaldas en un sofá de una de las muchas Salas de estar de la enorme mansión. Jungsoo
se había ido todo el día y hasta altas horas de la noche. Sabía que lo había
enfurecido con su acusación, pero él no lo había negado, por lo que se imaginó
que parte de su ira estaba probablemente dirigida a sí mismo. Se quedó mirando
el techo, su mente tratando de llegar a un acuerdo con lo que sentía su
corazón.
—Está bien —le
dijo a la habitación vacía—, lo admitiré. Tengo sentimientos por un hechicero.
Ya, lo dije. —Puso los ojos en blanco ante sí misma mientras pensaba en lo
tonto que debía de verse acostada sobre su espalda, hablando a la habitación
vacía sobre sus sentimientos por un hechicero. Un condenado hechicero.
—Se te olvidó
mencionar la parte de Rey.
Sora saltó ante
el sonido de la voz de Jungsoo, lo que la hizo rodar fuera del sofá, para nada
como una dama, y terminar despatarrada en el suelo. Lo fulminó con la mirada
mientras él se cernía sobre ella.
Jungsoo levantó a
Sora entre sus brazos, sin romper el beso, y la sentó en su regazo mientras se
sentaba en el sofá. Levantó una mano, recogiendo su cabello y lo utilizó como
un ancla para guiar su cabeza mientras la besaba.
Sora estaba
empezando a sentirse mareada y se echó hacia atrás para tomar algunas
respiraciones profundas. Cerró sus ojos y apoyó su frente contra la suya.
—Eres… el…
enemigo. —Jadeó mientras hablaba.
Jungsoo soltó su
cabello y deslizó su mano suavemente a lo largo de ella.
—Shh, pequeña.
No, no tú enemigo, nunca tú enemigo. —Él besó su frente tiernamente y esperó a
que ella abriera sus ojos y lo mirara.
Cuando finalmente
lo hizo, él vio el miedo y la confusión en ellos.
—No voy a
lastimarte, Sora —dijo con firmeza.
—¿Qué pasa con el
resto del mundo? —le preguntó ella.
Jungsoo dejó
escapar un profundo suspiro. Comenzó a girar su rostro del suyo, pero Sora no
iba a aceptarlo. Colocó sus dos manos a ambos lados de su cara y le sostuvo su
mirada.
—Jungsoo, eres un
buen hombre. Puedo sentirlo. Por alguna razón piensas que la única manera de
ayudar a tu gente es ayudando a Mona. Te estoy diciendo ahora mismo que el mal
nunca gana.
Jungsoo extendió
su mano y acarició su mejilla tiernamente.
—He estado vivo
lo suficiente para saber el flujo y reflujo de las cosas, Sora. La
desesperación cambia lo que una vez hubieran sido decisiones fáciles. Las
circunstancias cambian.
Sora no apartó su
mirada.
—Te traicionará.
—Pero tú no —susurró
en voz baja.
Ella agarró su
mano y besó el centro de su palma.
—No entiendo lo
que hay entre nosotros, Jungsoo. Estoy atraída hacia ti. Siento algo por ti y
no quiero verte sufrir.
Jungsoo pensó,
meditabundo. Primero que nada, no quería perder a Sora. En los dos días que la
había conocido, ella había robado su frío y oscuro corazón. Si le pidiera que
caminara a través del fuego desnudo como Dios lo trajo al mundo, lo habría
hecho con una sonrisa. No, él no quería perderla. Eso significaba que tenía que
manejar las cosas con Mona. Iba a tener que andar con cuidado para derrotar a
la bruja en su propio juego.
—¿Qué quieres de
mí, pequeña? —le preguntó.
—No la ayudes. Lo
que sea que esté planeando, es para su propio beneficio. Tengo el presentimiento
de que tiene algo que ver con los lobos, y si es así, entonces tiene algo que
ver con Teukkie.
—¿Esta manada
tiene un sanador? —preguntó Jungsoo cuidadosamente, sabiendo que la respuesta
de Sora inclinaría la balanza.
—Sí —le dijo Sora—.
El mejor amigo de Teukkie es un sanador gitano.
Jungsoo cerró los
ojos y gruñó. Mona quería esa manada destruida para poder tener al sanador.
Sabía de su importancia para las brujas. Tal vez no le había dicho su
propósito, pero Jungsoo era viejo y su memoria larga. Si el hijo de Sora estaba en la manada que Mona
quería destruir, entonces tendría que mover montañas para asegurarse de que eso
no pasara.
—Dime algo, Jungsoo.
—Sora pasó sus dedos suavemente sobre los labios de Jungsoo—. Muéstrame lo que
valgo para ti.
—La sangre de un
sanador gitano es muy poderosa —comenzó con voz cansada—. Son puros, puros de
corazón y mente, y hay poder en esa pureza, poder que una bruja nunca podría
poseer porque las brujas no tienen pureza. Mona quiere la sangre del sanador.
Quiere destruir la manada y llevarselo.
Sora saltó de su
regazo y él la dejó, sabiendo que necesitaba sacarlo de su pecho.
—¿Ibas a ayudarla
con esto? —Sus ojos se ensancharon.
—Le hice creer
que abriría el Velo al inframundo. Nunca tuve la intención de ayudarla a
destruir algo.
—¿Cómo se supone
que te crea? ¿Cómo se supone que confíe en ti? —le preguntó, incrédula.
—Tienes que tomar
una decisión. —Sostuvo su mano hacia ella, esperando a ver si la tomaba—. Toma
una decisión para ver lo que hay entre nosotros. De cualquier modo, no voy a
dejar que ningún daño le ocurra a tu hijo o a sus amigos.
Sora miró a sus
ojos y luego a su mano. Pareció tomar una decisión. Y cuando ella puso su
pequeña mano en la de Jungsoo, dejó que la jalara de nuevo a su regazo. La
empujó contra sus brazos y la besó gentilmente, luego sonrió ante la mirada
aturdida en sus ojos.
—Borra esa
sonrisa de suficiencia de tu cara, Rey Hechicero —gruñó juguetonamente.
—Mis disculpas.
No me di cuenta que mis besos fueran tan potentes.
Sora bufó.
—Tal vez en
realidad son aburridos y me dan sueño.
Jungsoo agarró su
barbilla firmemente y con gentileza, y la sostuvo mientras la besaba de nuevo.
Cuando terminó, se alejó y vio la pasión danzando en sus ojos dorados.
—Definitivamente
no son aburridos —murmuró él.
Ella sonrió y
mordió los labios de Jungsoo con afecto.
Decidiendo que no
podía posponerlo más tiempo, dejó salir una profunda respiración.
—Voy a
encontrarme con Mona mañana. —Sora se sentó derecha y esperó a que continuara—.
Tengo que mantenerla pensando que voy a ayudarla, pero voy a pensar en una
manera de detenerla.
—¿Cómo? —preguntó
Sora entusiasmada, obviamente gustándole su plan.
—Soy el único ser
que sabe cómo abrir el Velo al inframundo.
—¿Por qué solo
tú? —interrumpió Sora.
—¿Puedes imaginar
el peligro de tener a un montón de seres sobrenaturales paseándose con ese
conocimiento?
Sora asintió.
—Veo como eso
sería peligroso, pero, ¿cómo terminaste siendo el único con esa
responsabilidad?
—Siempre ha sido
la carga del Rey Hechicero mantener el secreto del inframundo. El Rey que
estuvo antes que yo lo tuvo, y cuando murió yo lo heredé.
—¿Entonces es una
de esas cosas de “así es como tiene que ser”? —preguntó Sora.
—Supongo que se
podría Decir eso. Mi raza es profundamente mágica y bastante antigua. Pero,
como mencioné, las Fae han dejado este reino y, como resultado, nuestra magia
está desvaneciéndose.
—Espera, ¿qué?
¿Las hadas se han ido? —preguntó Sora, confundida. Aparentemente no había
estado escuchado. No sabía nada sobre las Fae excepto que existían, pero
encontraba interesante y un poco desconcertante que hayan Siwiidido dejar este
reino.
—Después de la
Gran Purga, las Fae se perdieron de vista. Se quedaron en su lado del Velo, y
ya que no ha habido sanadoras, no se han molestado mucho en venir a visitar.
Ellos son el epítome de la magia y ya que se han retirado, la magia también lo
ha hecho.
—Entonces, ¿eres
más débil debido a eso?
—Sí —repitió. Jungsoo
vio la preocupación en su rostro y añadió rápidamente—: Pero sigo siendo muy,
muy poderoso.
Sora sonrió.
—Buena salida.
Jungsoo le sonrió
en respuesta.
—Me gustas —le
dijo.
Sora soltó una
risotada.
—Es bueno
saberlo. Tú también me gustas.
En un instante,
el rostro de Jungsoo se tornó serio de nuevo, el momento romántico había
pasado.
—Mona no sabe lo
que se necesita para abrir el Velo. Si puedo convencerla de que hay algo que
necesito para abrirlo, algo que no tengo ahora mismo…
Sora hizo un
movimiento de “ah” con su boca.
—Puedes conseguir
más tiempo —terminó su pensamiento.
—Exactamente.
—Bien, entonces,
¿qué es eso que vas necesitar? —Hizo unas pequeñas comillas al Decir la palabra
“necesitar”.
—Usualmente en
cualquier pequeño hechizo hay un sacrificio. Hay uno en el caso de abrir el
Velo, se requiere sangre, mi sangre. Pero, repito, ella no lo sabe.
Jungsoo estuvo
callado por un momento muy largo y Sora inclinó la cabeza de Jungsoo para que
la mirara.
—¿Qué es?
—preguntó ella.
—Simplemente
pensé en algo que podría servir a nuestro favor o en nuestra contra.
—¿Sí? —Las cejas
de Sora se alzaron.
—La magia es
meticulosa, Sora. Vive y respira por sí sola. Nosotros, mi gente, las Fae, los
lobos y así sucesivamente, somos simplemente los que la tenemos. No somos
dueños de ella y no siempre la controlamos.
—¿Qué estás
tratando de Decir, Jungsoo?
—Conozco la magia
que se requiere para abrir el Velo; conozco el sacrificio. Pero eso era antes
de ti.
—¿Qué tengo que
ver con eso?
—Me has cambiado,
y no es algo pequeño. Soy bastante viejo, pequeña; antiguo. Y cambiar algo de
mí a este punto… no sé cómo ese cambio afectará lo que la magia requiere de mí
—explicó Jungsoo.
—Entonces, ¿me
estás diciendo que en realidad no sabes lo que se necesita para abrir el Velo?
Los labios de Jungsoo
se tensaron.
—No todavía.
—Así que no
tendrás que convencer a Mona, o mentir en absoluto. Puedes Decirle sinceramente
que no sabes lo que va a necesitarse.
Jungsoo asintió
estando de acuerdo.
—Eso debería
darnos algo de tiempo. Pero ahora que me he dado cuenta que no sé lo que
implicará el sacrificio, necesito descubrirlo. No quiero ninguna sorpresa.
—¿Cuándo te
encuentras con ella? —preguntó Sora mientras se levantaba de su regazo. La
soltó de mala gana y la observó estirar sus brazos sobre su cabeza, extendiendo
su espalda.
Jungsoo miró por
la ventana y observó el relámpago en el cielo nocturno.
—En unas horas.
Sora agarró su
mano y lo tiró fuera del sillón. Él se puso de pie y la miró con curiosidad.
—Bien, entonces
tenemos unas cuantas horas para descansar. —Comenzó a tirarlo en dirección a
las escaleras.
—¿Te vas a
acostar conmigo? —le preguntó con cautela.
Sora ahogó una
carcajada.
—Lo haces sonar
tan bíblico. Vamos a dormir en la misma cama. Estoy cansada, pero me gustaría
escuchar más sobre ti y tu gente, así que voy a dejarte hablar conmigo hasta
que me duerma —le informó con una sonrisa.
—¿Vas a
“dejarme”?
Jungsoo rió
mientras la dejaba llevarlo por las escaleras y el pasillo.
Sora se quitó sus
zapatos de una patada y subió a la cama. Trató de mantener su respiración bajo
control mientras el largo cuerpo de Jungsoo de recostaba a su lado. Había
pasado tanto tiempo desde que había estado en la cama con un hombre, para
dormir o para otra cosa.
—¿Estás bien, Sora?
—preguntó Jungsoo mientras rodaba sobre su lado. Se apoyó en un codo y la miró.
—Mmm hmm —murmuró
nerviosamente.
—Sora. —Jungsoo
se deslizó más cerca y envolvió un largo brazo alrededor de la cintura de ella,
tirándola a su lado.
—Es sólo que ha
pasado mucho tiempo desde que un hombre me sostuvo en sus brazos —susurró en la
oscura habitación.
—No soy un hombre
—le dijo, y ella sintió el susurro de sus labios contra su cuello, él se
inclinó y la acarició.
—Sabes a lo que
me refiero.
—Si te hace
sentir mejor, nunca me he acostado con una mujer en mis brazos.
Sora miró sobre
su hombro para verlo, sus ojos estaban abiertos por la sorpresa.
—¿Nunca?
—No. He estado
esperando a mi compañera.
—Pero seguramente
haz estado con una mujer. —Las palabras de Sora salieron a trompicones.
Jungsoo rió.
—Sí, aunque
realmente no es una conversación que quisiera tener mientras te tengo en mis brazos.
Sora sonrió.
—Estoy de
acuerdo. —Dejó salir un respiro—. Ahora cuéntame de tu gente. Mantén mi mente
lejos de la preocupación por mi hija y de ti ayudando a esa estúpida bruja a
llevar nuestro mundo al infierno en una canasta.
Jungsoo sonrió
por su elección de palabras y procedió a hacer lo que le pidió. Sólo había
llegado a sus años de adolescencia antes de que Sora estuviera respirando lenta
y profundamente, con sus ojos cerrados, y una expresión calmada en su cara. Se
había quedado dormida.
Mona se paró
tiesa, mirando al alto y estoico Rey hechicero. Estaba tratando de estar
calmada, pero saber que su plan estaba siendo atrasado una vez más, no le
estaba sentando nada bien.
—Así que, ¿me
estás diciendo que no sabes exactamente qué vamos a necesitar hacer para abrir
el Velo? —dijo entre dientes.
Los ojos de Jungsoo
se estrecharon.
—No voy a dar
marcha atrás con mi parte del trato, Desdémona. Sabes cómo funciona la magia.
Siempre hay un precio. Sabía el precio antes de tener una compañera, ahora Sora
es mi compañera. Esto cambia todo.
—Ah, ¿tu
compañera? Qué lindo. Me aseguraré de conseguirte un apropiado regalo de boda,
tal vez una alfombra de lobo para tu Sala.
Jungsoo ignoró el
comentario.
—Si quieres esto,
tendrás que confiar en mí —le dijo a ella firmemente.
Mona soltó una
carcajada.
—Gran Rey,
deberías saber mejor que nadie que no se puede confiar en nadie en este mundo.
Incluso tu preciosa Sora tiene secretos. Pero ya que eres mi única opción,
supongo que no tengo otra elección. Sin embargo, escucha esto… —El cuarto se
puso frío—, si no mantienes tu palabra, la mataré. Le quitaré las tripas como a
un pescado justo frente a ti.
Jungsoo soltó un
rugido y una espada apareció en su mano. Estuvo frente a ella en un instante,
la espada posicionada en su garganta.
—Escúchame a mí,
bruja. Amenaza a la mujer que amo de nuevo y te cortaré en pedazos y los
mandaré de regalo a los lobos. Se alimentaran de tu carne y bailaran por tu
caída. Nunca vuelvas a amenazar lo que es mío.
Mona empujó la
espada con su dedo, cortándolo mientras lo hacía. La espada pareció absorber su
sangre, luego comenzó a brillar. Miró la espada con horror.
Jungsoo sonrió
malvadamente.
—La espada te ha
marcado ahora, bruja. No hay lugar en este reino o en cualquier otro donde
puedas esconderte. Recuerda eso. —Bajó la espada—. Te veré en unos días. No
sería sabio saber cómo abrir el Velo pero no cómo cerrarlo, no sea que salgan
más demonios de los que puedas manejar.
Con un gran
malestar, Mona observó al Rey Hechicero cerrar la puerta detrás de él.
Había estado
demasiado confiada y eso le había costado caro. Había derramado sangre por
otro. No sólo otro, sino uno de gran poder. Necesitaba observar al Rey de
cerca, necesitaba pensar en un hechizo especial para Sora, uno que lo
mantuviera en línea cuando llegara el momento. No había mentido cuando le había
dicho que no confíaba en nadie. Mona había aprendido muchas veces que sólo
había un ser en el mundo en el que podía confiar: ella misma.
En cuanto a lo
otro, todo estaba yendo espléndidamente. Tal vez no tan rápido como le hubiera
gustado, pero Roma no se construyó en un día, ¿verdad? Los sanadores ya no
tenían la protección de sus machos, a pesar de que seguían con las hadas, e
iban de camino al Velo para cruzarlo y llegar al reino de las Fae. No estaba
preocupada porque lograran cruzar, tenía una sorpresa para ellas.
Mona sonrió para
sí misma. Sí, todo iba de acuerdo al plan, y pronto, muy pronto, sería la más
poderosa de los seres sobrenaturales. Ninguno se pondría en su contra y todo
caería.
Los árboles se
alzaban por encima de ellos a medida que caminaban a través de las montañas. Dambi
mantuvo un ritmo implacable. La noche se convirtió en día y, sin embargo los
cielos no se aligeraron. Nubes flotaban amenazadoramente por encima de ellos y
truenos colisionaron. El viento cortó a través de su piel como un cuchillo.
—Esto sabe a
magia negra —dijo Ryeowook entre dientes.
—Mona ha estado
muy ocupada en las montañas —concordó Dambi.
Una sensación de
temor se apoderó de ellos y mientras el día transcurría, Donghae se encontró a
sí mismo cada vez más y más deprimido. La desesperación parecía estar buscando
entre su alma y no podía luchar contra ella.
—Yo también lo
siento. —Hee se acercó y agarró la mano de Donghae.
—Es Hyukjae
—susurró Donghae—. Algo está muy mal.
Hee buscó a Siwon
a través de su vínculo. Podía sentirlo, sentir su pérdida, su miedo… su
sufrimiento. Deseaba Decirle que estaba bien, que su bebé estaba bien, pero
cuanto más empujaba en su vínculo más difícil era llegar a él.
Zhoumi tropezó
mientras caminaba y Changmin también pareció luchar bajo el peso de su
desolación compartida.
Dambi finalmente
se detuvo, horas más tarde, ante los dos enormes árboles que se alzaban a
varios pies de distancia. Sus ramas colgaban sobre el espacio entre ellos,
creando un pabellón.
—Hemos llegado.
Justo cuando ella
se adelantaba y levantaba los brazos para abrir el Velo, Teukkie se sentó.
Tenía los ojos abiertos, pero estaban vacíos. Donghae y Hee se acercaron a él,
pero Dambi levantó una mano para detenerlos.
—Dambi de las
Fae. —La voz de Teukkie salió en un susurro ronco, grave y distorsionado,
haciendo que dieran un paso atrás, sorprendidas—. Hyesung, compañero de Junjin,
Alfa de la manada Coreana. Choi Heechul, compañero de Siwon, Alfa de la manada China.
Sanador Lee Donghae, compañero de Hyukjae, Beta de la manada China. Zhoumi,
compañero de Henry de las Fae, miembro de la manada Coreana. Ryeowook,
compañero de Yesung, Beta de la manada Coreana. Changmin de las Fae, compañero
de Yunho, Tercero en la manada Coreana. Lee Hongki de la manada Coreana. —Hubo
una pausa aterradora, un graznido demoníaco se forzó de la boca de Teukkie—.
Los he llamado a todos… Los he invocado y así los ato.
—¡Tápense los
oídos! ¡AHORA! —gritó Dambi mientras levantaba las manos y empezaba a cantar—:
“Árboles del
bosque, aire en el viento,
Su ayuda ahora
les pido que presten.
Concédannos su
poder a mi cuidado,
Cubran a estos
niños, a su pura carga”.
Mientras tanto,
el grupo hizo lo que Dambi les dijo, llevándose sus manos sobre sus oídos,
aunque no estaban seguros de por qué.
La voz maligna
que salía del cuerpo de Teukkie continuó hablando:
“Los ato a este
reino, no pueden pasar a través de él.
Los ato a este
reino, atrapados si los nombré.
Crucen a través
del Velo, si se atreven una vez.
Crucen a través
del Velo, vean cómo les va.
Los ato ahora con
magia negra como la noche,
Los ato ahora,
para siempre ante mi enfoque”.
El aire alrededor
de ellos se hizo más frío y el viento siguió tomando velocidad. El cabello de Teukkie
azotó alrededor de su cara, sus ojos brillaban de una tonalidad ensombrecida y
misteriosa mientras miraba al grupo.
—¡VETE!
Un grito ensordecedor
salió de sus pulmones justo antes de que se derrumbara.
El silencio fue
ensordecedor por un momento. Dambi bajó los brazos y miró a los jóvenes.
—¿Todo el mundo
está bien?
Donghae y Hee se
abalanzaron sobre el cuerpo inerte de Teukkie y verificaron para ver que aún
respirara.
—Obviamente, esto
fue obra de esa perra… quiero Decir, bruja. Desdémona —gruñó Hee—. Pero ese
último grito, eso sonó como a Teukkie.
Dambi asintió.
—El estaba
luchando contra eso. Sacó a Mona.
Donghae enjugó
una lágrima.
—Ese es nuestro
chico —dijo, sorbiendo la nariz—, un luchador.
Ryeowook se
acercó a los dos árboles que Dambi había indicado en donde se suponía que el
Velo estaba. Extendió su mano, pero la Fae lo detuvo.
—No, sanador —le
dijo sombríamente—. Si cruzamos, nos morimos. Ella en verdad nos ha enlazado a
este reino. Puedo sentirlo.
—¿Qué significa
eso? —preguntó Donghae, tratando de mantener el temblor fuera de su voz.
Dambi se apartó
del Velo y observó a su grupo. El miedo y el cansancio estaban escritos en las
caras llenas de lágrimas, la caída de sus hombros, y la mirada rota en sus
ojos.
Pero no tenía una
buena noticia para ellos.
—Esto significa
que por el momento, estamos atrapados.
El grupo se tornó
más inmóvil ante sus palabras. Después de un minuto de escuchar el viento y el
silencio derrotado de los jóvenes, Hee se puso de pie. Entrecerró los ojos y
dejó escapar un gruñido bajo.
—Supongo que es
una buena cosa que “verdaderamente jodidos” es un lugar que conozco.
El grupo resopló
una risa agotada; Hee lo aceptó.
—Enderecen los
hombros y levanten sus cabezas. Ella pudo haber ganado esta batalla, pero la
guerra acaba de empezar. Y para que lo sepan, esta es la única batalla que va a
ganar. Estoy cansado, mi compañero está en el infierno, estoy embarazado, y
algunas entidades desencarnadas han decidido que quieren a mi bebé. —Hee negó
con la cabeza amenazadoramente—. Oh, todos ellos se han metido con la perra
equivocada.
Sus ojos
brillaban intensamente mientras miraba a Hyesung.
—¿Estás listo,
Alfa?
Hyesung asintió,
la determinación endureciendo sus ojos.
Ahora Hee miró a Donghae.
—¿Qué hay de ti,
sanador?
Donghae se puso
de pie, se sacudió los pantalones y tiró de la barbilla en alto.
—Estoy listo.
Quiero a mi compañero de vuelta.
Cada uno de los
demás se adelantó.
—Estoy listo
—dijo Ryeowook en su tranquila manera fuerte.
—Estoy listo
—agregó Changmin.
—Estoy listo
—dijo Zhoumi.
Y, por último
pero no menos importante, Hongki anunció:
—También estoy
listo.
Hee les sonrió,
con un brillo travieso en sus ojos.
—¿Has oído eso,
Desdémona, última de las brujas? ¡Yo te he llamado! Escúchame ahora —le gritó Hee
a la oscuridad del bosque, el viento y el trueno seguían rodando a su
alrededor—. ¡Tu tiempo se acerca! Vamos por ti. Pon la cabeza en alto ante tu
pequeña victoria, ríete de nuestra derrota de corta duración, pero vamos por
ti. ¡La noche estará llena de nuestros aullidos, la tierra temblará con la
estampida de nuestros pies! Vamos por ti. ¡Vamos por ti, Desdémona, y la muerte
te sigue!
Hee levantó la
cabeza y dejó escapar un aullido digno de una pareja Alfa. Las otras parejas se
unieron. Y a medida que sus aullidos se apagaban, por un breve momento antes
que el silencio se hiciera cargo, oyeron aullidos más allá del ámbito terrenal,
aullidos llenos de dolor y triunfo, dolor y miedo, ira y amor… aullidos de
aquellos que estaban atrapados en las fauces del Limbo. Habían oído los
aullidos de sus parejas y habían respondido.
—El Velo ha sido
enlazado por el otro lado.
Los miembros del
consejo se sentaban en su gran salón, mirando a la mujer guardia ante ellos. El
aire alrededor de ellos comenzó a brillar y en un solo aliento, de pie junto a
Cyn, estaba la Gran Luna.
Los seis miembros
del consejo se pusieron al instante de pie y cada uno se arrodilló ante la
diosa. Cyn, cuyos ojos se habían ensanchado y la boca había caído abierta, se
hundió rápidamente al suelo.
—Gran Luna, nos
honras con tu… —comenzó Alston.
—Traga las
mentiras que estás a punto de escupir, anciano —gruñó la Gran Luna.
La boca de Alston
se cerró de golpe.
—Estoy aquí para
preguntar por qué mis hijos y los demás seres sobrenaturales en el reino de los
humanos están sufriendo solos, por qué se están preparando para una batalla por
la tierra solos, mientras que ustedes se sientan en su mesa, perezosos y llenos
de poder.
Comenzó a rodear
al Fae, quien todavía estaba de rodillas en el suelo delante de ella.
—Estoy aquí
porque he unido a su raza con mis hijos y sin embargo, aquí están ustedes
sentados mientras uno de los suyos está encarcelado en el Limbo.
Una inhalación
aguda y colectiva recorrió toda la Sala.
La Gran Luna
levantó la ceja.
—¿No sabían que
su hermano Henry ha sido apresado? —Ella hizo una pausa, y el sentimiento en la
habitación era la de los niños al recibir un sermón—. ¿Podría ser porque ustedes
se han lavado las manos de los problemas dejándolos a los demás? Ustedes, que
son más poderosos de lo que merecen.
—Luna, nosotros…
—comenzó Nissa.
—Silencio. —La
Gran Luna no tuvo que levantar la voz, el poder detrás de ella hizo todo el
trabajo—. Ustedes me van a escuchar y van a hacer lo que les digo. Una guerra
se acerca. Hay leyes que debo seguir y solo hay poco en lo que puedo
interferir, pero una guerra está llegando que no puedo evitar, y el mundo los
necesita. Ya no pueden estar tranquilos en la seguridad de su reino. El poder
de Desdémona ha crecido y ha enlazado a Dambi evitando que cruce el Velo.
»Ha llegado el
momento, Alston, Consejero Superior de las Fae. Es el momento de estar en
contra de una amenaza que va a destruir el mundo si no es detenida. Te encargo
con su seguridad. Únete a tu pueblo, a los seres sobrenaturales, y guíalos. Hay
seres que se sitúan en la línea del bien y el mal… no dejes que Desdémona
influya en ellos. No dejes que la pereza y un sentido inflado del derecho sea tu
legado. Ponte de pie y sé digno de la responsabilidad que se te ha dado.
Alston y los
demás miembros del Consejo levantaron la mirada al momento que la Gran Luna
terminó de hablar, pero ella se había ido. En su lugar estaba una piedra
blanca.
Cyn la agarró con
delicadeza.
—Piedra lunar
—anunció.
La boca de Lorella
se abrió.
—Ella quiere que
llamemos a las manadas.
—¿Qué manadas?
Los ojos de
Alston se estrecharon cuando cayeron sobre la gran piedra blanca en las manos
de Cyn:
—Todas ellas.
Fin...
...De Temporada
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarAy!!! Nooooo
EliminarNo!!! Corrector de su madre!!
Es MALITA
No "maldita" jamás!!!
TT____TT
Yo ya iba a preguntar, pero me dije: seguro fue el correctorprimer,ella solo usa esas palabras para los malos :).
Eliminarque por que ya venia lo mejor y zaz no es justo
ResponderEliminarNoooooooo
ResponderEliminarJodida bruja!!!!
Oh si!! Te metiste con la perra/lobo/Hee~ equivocado!!! Ahora vas a pagar!!!!!(?)
Ahhhh
Sora!!!! Jajajajaja ella es digna madre de su hijo!!!!!
Ahora si!!!!
Noooo como que final de temporada!!! Casi me infarto con la anterior!!!
No seas malita y me dejes esperando mucho tiempo!!!!
Porfis~
Mushooooo amorsh para ti !!!
<3
Pues...por estos capítulos van a perdonarme,pero esta bruja sabe lo que hace y le han salido muy bien todas sus jugadas...ha sabido llevar esto de la venganza e inicio de la guerra muy bien. Tiene regalos para todos:
ResponderEliminarPrimero fue por Kangin,que pondría mal a Teuk,que por consiguiente Hee y Hae tendrían que ir en ayuda,ahora que estaban juntos se llevan a los machos,sin olvidar que ha traído a la madre de Teuk a la guerra...y para completar por si no era suficiente,las parcas se unen y quieren el pago por la vida de Hee...a su futuro heredero...hasta ahora todo le sale bien ala bruja.
Ah...ese arranque de Hee fue cruel...si lo dijo es porque lo piensa,y si lo piensa es porque lo siente...quizás justificable,no diré más.
Ahora las parejas estarán a prueba,es su oportunidad de demostrar lo que son capaces de hacer por sus compañeros,aún si ellos están o no.
Hae siendo un sanador y con ese poder que la Fae dice que tiene aún siendo primerizo...está sintiendo el pesar y dolor que Hyuk está viviendo en el limbo.
La bruja tiene todo fríamente calculado...seguro que algo le falla,pero por lo mientras,los tiene del cuello.
Veci me encantan sus desahogos...
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