Vikingos II -2

 


La simiente estaba plantada y Minki no podía apartar su pensamiento del asunto. Su appa había bromeado acerca de la posibilidad de embarcarse subrepticiamente, pero en lo que había dicho había un pequeño grano de verdad, y era imposible ignorarlo. Heechul tenía audacia suficiente para esa aventura, Minki podía ser igualmente temerario. Podía conservar su libertad y evitar a Jihoon en el mismo acto, y eso sería una aventura. Lo que le excitaba era precisamente el pensamiento de la aventura.
 
La idea tenía un solo problema. Le habían prohibido ir, y cuando regresara afrontaría una situación infernal. Pero en su entusiasmo, Minki rehusó pensar en eso, y tampoco permitió que Seungkwan se detuviese en el tema cuando supo lo que se proponía hacer. Seungkwan se sorprendió, pero en todo caso, él había perdido su afición a la aventura apenas saliera de la niñez. No era el caso de Minki.
 
Los jóvenes estaban arriba, en la habitación de Minki; era el único lugar que les permitía separarse de la fiesta de despedida que se celebraba abajo. Esa noche la tripulación dormiría en la sala. Seungkwan había ido con su padre para despedirse de su hermano Mingyu, pues él había estado allí los últimos días para ayudar en los preparativos.
 
Minki se alegraba de que él fuese miembro de la partida, pues eran íntimos amigos. Incluso había intentado enseñar a Mingyu algunas de las lenguas que él había aprendido cuando ambos eran más jóvenes, aunque había tropezado con el inconveniente de que el chico no era un alumno muy dispuesto. Mingyu probablemente era el único que defendería a Minki cuando Junhui y sus tres primos, que también eran miembros de la tripulación, comenzaran a reprenderlo por su temeridad.
 
Ciertamente, Junhui se irritaría, y lo mismo podría decirse de los primos Scoup, y Seungcheol. Pero si estaban bastante lejos de tierra cuando fuese descubierto, y no hubiera posibilidades de devolverlo, todos se calmarían después de descargar sobre él su cólera. A lo sumo lo insultarían, pues nadie se atrevería a ponerle la mano encima; sabían que no era un joven dispuesto a soportar los golpes sin hacer lo posible para devolverlos.
 
-¿Por qué, Minki? – preguntó Seungkwan tan pronto conoció los planes -. Tu appa sufrirá. Tu padre sin duda se encargará de.... – Hizo una pausa y se estremeció. – Temo pensar lo que hará.
 
Minki sonrió a su amigo.
 
-No hará nada hasta que yo regrese. Y mi appa nunca llora. No se preocupará por mí si tú le explicas dónde estoy. Sospechará lo que hice cuando no pueda hallarme, pero se inquietará mientras no sepa a qué atenerse. Por eso he confiado en ti.
 
-¡Ojalá hubieses confiado en otra persona! Tu padre se enfurecerá.
 
-Pero no contigo, Seungkwan. Y debes prometerme que les dirás mañana que he partido con Junhui, antes de que comiencen a inquietarse.
 
-Lo haré, Minki, pero todavía no entiendo por qué deseas desafiarlos. Antes nunca quisiste navegar con tu hermano.
 
-Por supuesto, quise hacerlo, pero nunca contemplé la posibilidad de pedirlo. Y con respecto a la razón, te advierto que ésta es mi última posibilidad de navegar con Junhui. El año próximo mi padre me llevará al sur para encontrar marido... si no encuentro uno yo mismo – agregó con una sonrisa.
 
-¿Hablabas en serio cuando dijiste que buscarías marido lejos de aquí? – preguntó asombrado Seungkwan.
 
-¿Creíste que bromeaba?
 
-Por supuesto. Significaría vivir lejos de aquí, lejos de tus padres.
 
-No importa con quién me case, siempre tendré que salir de este lugar.
 
-Pero si te casaras con Hyungsik, vivirías cerca de tu hogar.
 
-Pero Seungkwan, no estaría profundamente enamorado. Preferiría estar muy enamorado aunque viviese en el lejano este. Pero olvidas que mi padre es dueño de dos grandes naves y de otra más pequeña. ¿Crees que no me visitarán, no importa cuán lejos esté?
 
-Si, por supuesto, irán a verte. Había olvidado eso.
 
-Bien. De modo que no intentes hacerme cambiar de idea, pues no podrás lograrlo. Deseo pasarlo maravillosamente bien, y no preocuparme por las consecuencias hasta que regrese. No sabes qué lugares tan interesantes son las ciudades comerciales, pues nunca has ido a visitarlas. Yo era pequeño cuando estuve en ellas, y me interesaban únicamente las mercancías que se ofrecían, no los hombres. Pero a esos lugares acuden hombres de todos los lugares del mundo. Encontraré al hombre a quien amar, y lo traeré a casa conmigo, y eso calmará la cólera de mi padre.
 
-Si tú lo dices – observó Seungkwan con escepticismo.
 
-En efecto. Ahora, vayamos con ellos, pues de lo contrario se comerán los mejores trozos de carne.
 
Ingresaron a la sala ruidosa, y ofrecieron una grata visión a los hombres turbulentos. Hyungsik palmeó el trasero de Minki cuando él pasó cerca y el joven se volvió para sacarle la lengua. El hombre le siguió para castigar su atrevimiento, pero él lo esquivó. Minki deseaba que Hyungsik también partiese en el barco, pero él y sus hermanos estaban ayudando a su padre, Hyukjae, a agregar algunas habitaciones a la casa que habitaban, y además cuidaban de las cosechas.
 
Su primo Seungcheol lo retuvo y aferró por la cintura para alzarlo en el aire y después lo bajó para darle un beso húmedo.
 
-Niño, eso fue para atraer la suerte – le dijo con voz alcoholizada. Minki rió. El insistía en llamarlo niño aunque ya no lo era, sólo porque tenía diez años más. Su padre era uno de los tíos abuelos de Minki. El y sus hermanos vivían con su tío Yunho. Su primo hermano Taeyong no partiría en la expedición pues era el único hijo de Yunho, y el tío insistía en mantenerlo en su casa.
 
-¿Necesitas suerte sólo para comerciar en el este? – preguntó él.
 
-Un vikingo siempre necesita suerte cuando navega, no importa adónde vaya. -le guiñó un ojo después de comunicarle esa información.
 
Minki meneó la cabeza. Ya estaba bastante bebido, y la noche era joven. Tendría los ojos enrojecidos cuando empuñase los remos, por la mañana. Y él lo compadecería mientras esperaba en su refugio, entre la carga de la nave.
 
- Déjalo, Seungcheol, antes de que muera de hambre – gritó alguien. Seungcheol obedeció la indicación, pero antes también él descargó una palmada sobre el trasero del joven.
 
Minki le dirigió una mueca, y después siguió caminando a lo largo de la mesa, alrededor de la cual estaba sentada su familia. Nunca había podido entender por qué su trasero provocaba tantas palmadas, pero después de cada festín terminaba con moretones que duraban la semana entera. De todos modos, no le importaba, porque lo hacían con buen humor.
 
Rodeó la mesa, pero no pasó del lugar que ocupaba su padre porque él extendió los brazos y lo sentó sobre sus rodillas.
 
- Muñequito, ¿estás enojado conmigo?
 
Le miraba con el ceño fruncido, pero en realidad era un gesto de inquietud. Su appa ya había hablado con él, y nuevamente había recibido un rechazo; no deseaba que fuese en el barco. Sus ojos se fijaron en los suyos y él, y rodeando con los brazos el cuello del padre.
 
-¿Acaso he estado alguna vez enojado contigo?
 
-Muchas veces, según puedo recordar, y siempre fue cuando no te salías con la tuya.
 
Minki se echó a reír.
 
-Esas veces no cuentan.
 
-¿Comprendes por qué no puedes ir con Junhui? – preguntó amablemente el padre.
 
-Sí, sé por qué no quieres que vaya. – Suspiró. – A veces desearía ser tu hijo varón. – Al oír esto, el hombre echó atrás la cabeza y rió de buena gana. Minki lo miró con irritación. – No veo qué tiene eso de divertido.
 
-Muñequito, te pareces a tu appa más de lo que crees – dijo él -. La mitad de su vida él hizo todo lo posible para ser varón. Y me siento muy agradecido porque tengo un hijo joven, y tan hermoso como tú.
 
-Entonces, ¿me perdonarías si yo... si hiciera algo que tú no aprobases? -El le miró sonriente.
 
-¿Qué clase de pregunta es ésa? ¿Has hecho algo?

-No. – Por el momento, ésa era la verdad.
 
-Ah, ¿entonces te limitas a “suponer”? Entonces supón que te perdono prácticamente todo... lo que sea razonable – agregó con una mirada a medias severa y a medias divertida.
 
Mikni se inclinó hacia delante y lo besó.
 
-Te quiero mucho – dijo en voz baja, y como respuesta recibió un fuerte pellizco que le cortó el aliento y la indujo a gritar- ¡Padre!
 
Su padre lo retiró de sus rodillas con una palmada y la orden:
 
- Consíguete algo de comer antes de que no quede nada.
 
La voz era áspera, pero la expresión demostraba amor. Minki ocupó su lugar a la mesa, entre el appa y Junhui, que inmediatamente le presentó un jarro de licor humeante.
 
-Ki, ¿no te enojarás, verdad? – preguntó él -. No necesito recordar tu cara enfurruñada todo el viaje.
 
Minki sonrió al ver que él se disponía a llenarle un plato, pues era raro que él procediese así a la mesa.
 
-Junhui, ¿me compadeces, verdad?
 
Junhui emitió un rezongo.
 
-Como si tú permitieras que alguien te compadeciese...
 
-No, no lo permitiría, de modo que no lo hagas. Y a lo sumo, lamentaré tener que despedirme de ti esta noche porque, a decir verdad, no deseo verte partir sin mí por la mañana.
 
-Avergüénzate, Minki – se burló Heechul -. Si deseabas que él se sintiera culpable porque te deja aquí, lo has conseguido.
 
-Tonterías. – Minki sonrió implacable a Junhui, pero dijo a su appa - Ni siquiera lo echaré de menos.
 
Junhui lo miró, hosco, cuando oyó la expresión de ese sentimiento tan poco fraterno, y se volvió para decir algo a Taeyong, sentado enfrente. Minki suspiró, pues Junhui aún no sabía cuán ciertas serían sus palabras, aunque tal vez las recordara cuando viese que había embarcado con el resto de la tripulación.
 
Heechul equivocó el sentido del suspiro de Minki.
 
-¿Realmente lamentas tanto la decisión de tu padre?
 
-Appa, habría sido una aventura interesante antes de mi matrimonio – replicó sinceramente Minki -. Tuviste aventuras antes de casarte, ¿verdad?
 
-Sí, y también aventuras peligrosas.
 
-Pero un viaje comercial no es peligroso. Y mi padre dijo que soy muy parecido a ti.
 
-Sí, ya lo oí – sonrió Heechul -. Y mira, no se equivocó. Hice todo lo posible para ser el hijo que mi padre nunca tuvo. Pero tu padre tiene tres varones hermosos y le complace su única hijo joven. No trates de ser sino lo que eres.
 
-Sólo deseaba la aventura – reconoció Minki.
 
-Entonces, no continúes deseándola, porque ella legará a ti cuando menos lo esperes.
 
-¿Cómo te sucedió a ti?
 
-No lamento la aventura que me trajo aquí, pero lo lamenté entonces. Y con el tiempo harás tu viaje, aunque tu padre aún no lo sabe – dijo Heechul en un murmullo -. Cuando la casa se tranquilice, le diré que no quieres a Hyungsik, y eso lo decepcionará. El y Hyukjae deseaban mucho esa unión.
 
-Lo siento, appa.
 
- No lo sientas, querido. Todos deseamos que seas feliz, y si no puedes serlo con Hyungsik, así son las cosas. Te encontraremos un hombre a quien puedas amar.
 
Si yo no lo encuentro primero, pensó Minki mientras se inclinaba hacia delante para despedirse con un beso de su appa y después del padre, con la esperanza de que ambos entendiesen y perdonasen lo que se proponía hacer.
 
– Te quiero mucho, appa.
 
 
 
La tormenta denunció la presencia de Minki; y no fue una tormenta tan grave, por lo menos en ese momento. Pero apenas la nave comenzó a balancearse sobre las olas encrespadas, él sintió deseos incontenibles de vomitar. ¡Vaya marinero que era! Había olvidado que le había sucedido la última vez que navegó. La más mínima agitación del mar, y ya no podía retener el contenido de su estómago.
 
Alguien lo oyó vomitar, y abrió la escotilla de la bodega. Después de echar una ojeada, el marinero cerró la escotilla con un fuerte golpe. Minki ni siquiera supo quién era, y por el momento no le importaba, pues el balanceo del barco era cada vez más intenso.
 
Hasta ese momento había tenido suerte. Consiguió deslizarse en secreto a la habitación de sus hermanos, detrás del establo, y tomar un conjunto de prendas de Munjui, con el fin de usarlas en el viaje; pero también llevó algunas de sus propias túnicas, para vestirlas cuando llegasen a los centros comerciales.
 
Introducirse en la bodega del barco había sido la parte más fácil, pues sólo había quedado un hombre como guardián, y aunque estaba sentado cerca de la bodega, se lo veía cabeceando y adormecido. Minki, ágil y diestro, había aprovechado la oportunidad. Y en su escondite se había sentido bastante cómodo, pese a la oscuridad que allí reinaba. El lugar estaba ocupado por pilas de suaves pieles que le permitían ocultarse y preparar una cama agradable.
 
Así habían pasado dos días. Había confiado en que dispondría por lo menos de un día más antes de revelar su presencia, pues el alimento que llevaba duraría ese lapso. Pero no sucedió así. La tormenta lo había denunciado. Y aunque aún nadie había ido a buscarlo, lo harían más tarde o más temprano.
 
Tenía la sensación de que el tercer día había pasado antes de que abriesen nuevamente la escotilla y la luz del día entrase a raudales. Se preparó para luchar, por lo menos en la medida en que su cuerpo debilitado se lo permitiera, lo cual no era mucho. Aún se sentía mal, pese a que la tormenta se había calmado.
 
Junhui bajó a la bodega. Minki yacía en el lugar donde había caído después del último vaivén de la nave, prácticamente a los pies de su hermano. La luz le hería los ojos, y no podía levantar la cabeza y mirar a Junhui. La voz de su hermano, áspera a causa de la cólera, le reveló quién era.
 
-Minki, ¿sabes lo que has hecho?
 
-Lo sé – respondió con voz débil.
 
-¡No, no lo sabes!
 
Se protegió los ojos en un esfuerzo por ver la expresión de su hermano, pero no lo consiguió.
 
- Junhui, por favor, todavía no puedo soportar la luz.
 
El se puso en cuclillas al lado de su hermano, y aferró la gruesa chaqueta de piel que se había puesto sobre la túnica de cuero. Con gesto sombrío los ojos de Junhui recorrieron las perneras bien aseguradas y las botas altas de suave piel. Minki se había puesto un ancho cinto, la gran hebilla adornada con esmeraldas.
 
-¿Dónde conseguiste estas cosas? – preguntó, refiriéndose a las ropas.
 
-No son tuyas – aseguró Minki -. Las tomé prestadas de Munjui, porque su estatura es parecida a la mía, y...
 
-¡Cállate, Minki! – rugió Junhui -. ¿Sabes lo que pareces?
 
-¿Un hombre de tu tripulación? – se aventuró a decir, tratando de suavizar la cólera de su hermano.
 
Pero no tuvo efecto. Parecía que deseaba golpearlo, y que tenía que apelar a todas sus reservas para contenerse.
 
-¿Por qué, Minki? ¡Nunca has hecho nada tan absurdo!
 
-Hay varias razones. – Ya podía ver claramente a su hermano, que se había inclinado y estaba  a su mismo nivel, pero evitó la mirada cuando agregó:
 
-Una razón fue la aventura. Esa fue sólo una razón. También está el hecho de que deseo casarme, pero en nuestra región no quiero a nadie. Abrigaba la esperanza de conocer a muchos hombres nuevos en los grandes centros comerciales.
 
-Nuestro padre te habría llevado – afirmó él fríamente.
 
-Ya lo sé. Appa me dijo que podría hacerlo cuando regresaras, o por lo menos en la primavera.
 
-Pero decidiste que no podías esperar. ¡Y eso es todo! – Chasqueó los dedos. – Desafías...
 
-Espera, Junhui. Había otra razón. Hubo alguien, no diré el nombre, de modo que no lo preguntes, decidido a forzarme al matrimonio y decidido también a apoderarse de mí.
 
-¡Jihoon! – explotó Junhui.
 
-No he dicho nombres, Junhui. Pero no podía revelar a nadie la actitud de este hombre, porque si lo hacía nunca podría hacer nada por mí mismo. Padre se habría ocupado de él, pero no lo habría matado, porque todavía no hizo ningún daño. Y hablarle o castigarlo... bien, no creo que eso lo hubiese convencido. Y habría perdido mi libertad, de modo que me pareció que lo más conveniente era alejarme un tiempo, y si de ese modo podía encontrar marido, tanto mejor.
 
-¡Odín nos ayude! – exclamó Junhui -. No podía esperarse mejor razonamiento de un joven.
 
-¡Eres injusto, Junhui! Te dije que la suma de todas estas razones fue lo que me decidió – afirmó Minki en actitud defensiva.
 
-Es más probable que lo que te decidió fuese sólo la excitación de la aventura, pues hay modos de tratar a un hombre como el que tú describes, y lo sabes bien.
 
-Mi padre no lo había matado sólo porque él me amenazó.
 
-Pero yo lo habría hecho.
 
Minki lo miró con los ojos entrecerrados.
 
-¿Lo habrías matado sólo porque me desea? ¿Estás dispuesto a matar a todos los hombres que me deseen?
 
-A todos los que crean que pueden tenerte al margen de que digas sí o no.
 
Minki le dirigió una sonrisa, consciente de que había hablado su verdadero hermano.
 
-En ese caso, no hay problema. Tú serás toda la protección que necesito en las ciudades comerciales.
 
-Si fueses allí, pero no lo harás – replicó él -. Volverás a casa.
 
-¡Oh, no, Junhui! Los hombres no me perdonarían que pierdas tanto tiempo en esto.
 
-¡Todos coincidirán en que debes volver a casa!
 
-Pero, ¿por qué? ¿En qué los perjudica mi compañía? Lo único que deseáis es comerciar. – Ante la expresión de furia de Junhui, los ojos de Minki se agrandaron porque de pronto concibió una idea, y la excitación lo dominó. - ¡Es una expedición vikinga!
 
En ese momento apareció, primo de ambos, que se había asomado a la abertura de la escotilla.
 
-¿Se lo has dicho, Junhui? ¡Thor! Fue una tontería – masculló el gigante.
 
-¡Idiota! – Junhui se puso de pie y miró hostil al hombre más joven. - ¡Tú se lo dijiste! Antes sólo lo sospechaba.
 
Scoup bajó a la bodega y miró en los ojos a Junhui.
 
-Y ahora ¿qué harás? ¿Lo devolverás a casa para que se lo diga a tu padre?
 
Junhui elevó los ojos al cielo.
 
-Juro, Scoup, que eres un verdadero tesoro de información. Cómo les encantaría a Pledisros enemigos apoderarse de tu persona.
 
- ¿Qué dije?
 
Junhui no se dignó contestar a eso, y miró a Minki, que sonreía complacido.
 
-No se lo dirás a nuestro padre ¿verdad? – preguntó con el tono más esperanzado que Minki jamás le había oído.
 
-¿Qué te parece?
 
El gimió al oír esa respuesta, pero descargó su cólera sobre Scoup, y le dio un puñetazo que envió al hombre sobre la pila de pieles. Complementó el golpe arrojándose sobre Scoup, quien replicó en el auténtico estilo vikingo.
 
Minki permitió que el combate prosiguiese varios minutos antes de interrumpirlo en un tono suficientemente alto, de modo que lo escuchasen por encima de los gruñidos de dolor.
 
-Si creéis que me sentiré culpable, cuando mañana vea las caras de ambos golpeadas, os desilusionaré, pues no os atribuiré mérito por el deporte que estáis practicando.  -Junhui se apartó de su antagonista y gruñó a Minki.
 
-Minki, te arrojaría al mar, y después diría a nuestros padres que te ahogaste, en lugar de tener que confesarles que te llevé a una expedición vikinga. Creo que preferirían saber que te ahogaste.
 
El avanzó a gatas hacia Junhui, y le dio un beso en la mejilla que ya comenzaba a hincharse. Después se puso en cuclillas y le sonrió.
 
-Reconoce tu derrota, hermano, y dime adónde vamos.
 
-Eso es algo que no necesitas saber, de modo que no vuelvas a preguntarlo. Permanecerás en el barco y fuera de la vista de todos.
 
-¡Junhui! – Pero Junhui ignoró el ruego y salió de la bodega. Minki se volvió hacia Scoup, quien comenzaba a incorporarse.
 
-¿Tú me lo dirás?
 
-¿Y que me reprenda el resto del viaje? Ten corazón, Minki.
 
-¡Oh, qué injustos! – exclamó Minki a las espaldas de Scoup que ya comenzaba a subir a la cubierta.
 
 
 


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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...