Libre para Amar I- 14



—Deberíamos volver a la cabaña.
—Aún no, por favor. Es demasiado a gusto como para moverme.
—Mañana tenemos un largo camino por delante. Deberías descansar ahora que puedes.
Casi lo había olvidado.
—¿Adónde vamos?
—¿Adónde te gustaría ir?
La verdad en que quería quedarse justo donde estaba porque eso le daría la oportunidad de llegar a conocer a su marido.
—Si no podemos quedarnos aquí, entonces supongo que a Wang o incluso a Tuan.
Fue casi imperceptible pero a través de la espalda pudo notar cómo se tensó el cuerpo de Jackson y el modo en que el pulso se le aceleró durante unos instantes, antes de recuperar su ritmo normal. Se extrañó. ¿Es que no quería volver a Wang o era la mención de su padre lo que le había puesto así de nervioso?
Cuando él no respondió, dijo:
—Si esos sitios no te complacen, podemos ir donde tú quieras, que a mí me parecerá bien.
—No, Tuan está de camino a Wang. Deberíamos parar y visitar a tu… padre.
Esa ligera vacilación le hizo preguntar:
—¿Jackson?
—¿Sí?
Incluso el timbre de su voz había cambiado; ya no reflejaba pasión, sino tirantez y una más marcada que la que había notado durante esos últimos días.
Mark se sentó derecho y sin apartar la mirada del agua dijo:
—¿Qué sucede?
—Nada. ¿Por qué siempre me preguntas lo mismo? Si algo fuera mal, te lo diría. Ahora vamos, es hora de volver.
No se negó. Se levantó recogió sus botas y sus medias y lo siguió en silencio. Tenía un nudo en el estómago, pero no por la falta de comida. En realidad no tenía hambre.
Al comienzo del pequeño camino que los llevaría hasta la cabaña, Jackson se detuvo y al ver que seguía caminado, lo agarró del brazo y lo giró hacia él.
—Mark, lo siento.
Lo miró y esa frialdad que había visto antes en él desapareció. Sí que parecía lamentarlo. Le acarició la cara y le dijo:
—¿Estás bien. Jackson?
—Sí —le respondió acercando más todavía su áspera mejilla a la palma de la mano de Mark—. Es sólo que estoy exhausto y hambriento.
Algo en su interior le dijo a Mark que fuera cauto; no tenía forma de determinar si lo que le estaba diciendo era verdad o mentira, de modo que por el momento su única elección en aceptar esa explicación.
—En ese caso deberías comer algo antes de retirarnos.
Él separó los labios como para decir algo, pero los cerró antes de tomarle una mano y besársela.
—Lo haré.
Regresaron al campamento de la mano.
El olor a carne asada hizo que el estómago de Mark se abriera. Tal vez sí que tenía un poquito de hambre.
Unos de los hombres les hicieron sitio sobre el tronco en el que estaban sentados ante el fuego.
La carne estaba grasienta, áspera y no tenía sabor a ninguna especia, pero al menos era comida caliente y le llenaría el estómago. Miró a su alrededor: los hombres de Jackson y Yugyeom estaban allí, pero Junbi no.
Entre bocado y bocado preguntó:
—¿Dónde está el joven Junbi?
Yugyeom señaló la cabaña.
—Mañana será un día largo. Ya está descansando.
Uno de los hombres hizo un comentario que Mark no pudo oír, pero sí que reconoció el fuerte sarcasmo en el tono.
—Pensad lo que queráis, pero guardaos vuestras palabras. El joven Junbi me salvó la vida y siempre le estaré agradecido por ello.
El hombre que había hablado agachó la cabeza y se disculpó.
—Gracias, mi joven señor —dijo Yugyeom.
—¿Mi joven señor? ¿Dónde ves un joven señor? Soy simplemente Mark, Yugyeom.
—No —sacudió la cabeza—. Le he jurado lealtad al conde de Wang y, como esposo suyo, sois mi joven señor.
El conde de Wang. Le resultaba extraño oír el título pronunciado por otra persona y más extraño todavía el que se refirieran a él como esposo del conde de Wang.
—¿Así que le has jurado lealtad al conde? —miró a Jackson. Debería habérselo contado, pero él se limitó a darle un mordisco a su pedazo de carne y a encogerse de hombros a modo de respuesta.
Volvió a centrar la atención en Yugyeom.
—Y, si puede saberse, ¿qué te ha encargado el conde?
Fue Jooheon quien respondió:
—Sir Yugyeom se ha hecho cargo de la guardia.
Todos los hombres lanzaron vítores ante el comentario.
Mark miró a Jackson que señaló a los hombres como diciendo que parecían estar completamente satisfechos con la decisión.
Lo cierto era que la elección había sido buena. Después de todo, Yugyeom parecía llevarse bien con los hombres además de saber controlarlos.
Sin embargo no podía imaginarse al joven Junbi casado con el capitán de la guardia de Jackson. Tomó aire. Eso significaría que él también tendría que vivir con Junbi.
 Mark se acercó a Jackson y le susurró:
—Tenemos que hablar sobre esto.
Él tragó antes de responderle:
—No tenemos que hablar de mis hombres, pero imagino que te refieres al esposo de Yugyeom ¿verdad?
—Sí.
—Confío en que mañana aún sea pronto.
Mark sonrió con tanta dulzura como pudo antes de asentir.
—Sí, muy bien.
Miró a Yugyeom y dijo:
—No puedo pensar en un hombre mejor para salvaguardar la seguridad de Wang y de los que en ella viven.
Él inclinó la cabeza.
—Gracias. Espero que la confianza que habéis puesto en mí no se pierda.
Cuando el hombre se reunió con los demás. Mark terminó de comer y se levantó.
—Pido vuestro permiso para retirarme milord.
—Concedido —dijo Jackson—. Me reuniré con vos en breve.
Incapaz de resistir la tentación de provocarlo, alzó la cabeza y le dijo:
—No es necesario.
Jackson lo agarró de la muñeca antes de que pudiera escapar. Tras tirar de él hacia sí, le levantó la mano y le deslizó la punta de la lengua sobre la palma.
Asombrado por el frío fuego que le recorría el brazo, miró hacia atrás. Los hombres no les estaban prestando atención. Aun así, intentó liberarse, pero él lo sujetaba con fuerza.
—Jackson —farfulló en voz baja.
Él únicamente sonrió y le respondió:
—Esposo.
El corazón le dio un vuelco ante el modo en que lo había llamado «esposo». ¿Se acostumbraría alguna vez a que lo sedujera constantemente? Por una parte, esperaba que no.
Suspiró y admitió:
—Tú ganas, te espero dentro.
Para su sorpresa, él le lanzó un gruñido y le dio un pequeño mordisco en un dedo antes de soltarlo. Sin saber cómo reaccionar, Mark se dio la vuelta y salió corriendo a refugiarse en la cabaña.
Jackson lo vio correr hacia el refugio. Provocarlo y gastarle bromas era un poco como jugar con una espada de doble filo. Mientras por un lado le gustaba ver el rubor que le subía a las mejillas, por otro ese gesto de consternación le hacía sentirse culpable.
Y eso a su vez le hacía desear tomarlo entre sus brazos y disculparse por su comportamiento. De todos modos, había sido él el que había empezado y además, durante muchos años él no había tenido posibilidad de divertirse tanto.
Miró al fuego. Si tuviera que dejar algo atrás tendría que elegir entre abandonar su deseo de venganza… o a Mark.
Aún no estaba listo para hacer esa elección. En ese mismo momento le resultaría muy fácil olvidar su promesa de venganza durante un tiempo, pero si lo hacía ¿qué pasaría en el futuro? ¿Se despertaría un día, miraría a su esposo y se dejaría consumir por el arrepentimiento de no haber hecho nada?
O, si llevaba a cabo sus planes ¿se despertaría solo una noche y quedaría abrumado por el dolor de haber renunciado a él en nombre de la venganza?
¡Qué estúpido era! Iba a acabar volviéndose loco con esa indecisión propia de un joven. El camino a su futuro, a su destino dependía únicamente de él. Sin embargo, se encontraba en una encrucijada y era incapaz de determinar la dirección correcta.
No estaba acostumbrado a esa incertidumbre. Incluso aunque su experiencia en la batalla no había sido como la de algunos de sus conocidos, era un guerrero y como tal su vida dependía de su capacidad para tomar decisiones.
Un movimiento en falso, la más mínima duda podía marcar la diferencia en la vida y la muerte. Así que, ¿por qué estaba permitiendo que un simple joven lo desconcertara tanto?
¿Se debía a la pasión que compartían? ¿Había dejado que el deseo físico le nublara el juicio?
No.
Si tenía que ser sincero consigo mismo, tenía que admitir que su confusión no tenía nada que ver con el deseo. Era algo más profundo que eso.
Ese joven había llegado a importarle, a preocuparse demasiado por su seguridad y bienestar. Era un error que había jurado no cometer, pero ya no tenía remedio.
Los hombres se reunieron alrededor del fuego y compartieron historias y bromas. Sería imposible aclarar sus pensamientos entre toda esa algazara, de modo que se levantó y fue hacia la cabaña.
Tumbarse junto a Mark, abrazarlo y tenerlo cerca sería un error. Un error que sabía que cometería esa noche y una tras otra.
Sería otra cosa más con la que tendría que vivir si lo traicionaba. ¿Podría hacerlo? ¿Sería capaz de partirle el alma y abandonarlo?
Se detuvo y se frotó las sienes. Estarían en Tuan en tres o cuatro días y para entonces ya habría tomado una decisión. Perdonar y olvidar como Morigatte le había aconsejado, o satisfacer su deseo de venganza.
Al no querer despertar al joven Junbi entró en la cabaña haciendo el mínimo ruido posible. Una conversación procedente de la alcoba le hizo detenerse fuera del arco de entrada.
—No me importan vuestros planes —la voz de Junbi portaba más que un toque de furia.
Hubo un momento de silencio antes de que Mark preguntara:
—¿Hay algo que pueda hacer para ayudar?
—¿Ayudar? ¿Por qué querríais ayudarme? —Junbi estaba hablando a su esposo con un tono que él encontró inaceptable.
—Os lo debo por haberme ayudado a escapar de Huitaek. Y no es difícil ver lo infeliz que sois con la forma en que se han sucedido las cosas últimamente.
—¿Infeliz? Esto no es lo que debería haber pasado.
—Lo sé… —Mark se detuvo—. Vos debíais casaros con Jackson.
Él dejó escapar un silencioso suspiro, aliviado de que eso no hubiera ocurrido.
—Me prometieron un título y riqueza y no he recibido ninguna de esas dos cosas.
—Pero Yugyeom es un buen hombre —Jackson se sorprendió al oír a su esposo defender a su amigo. Sólo hacía días que lo conocía y ya había visto todo lo bueno que había en él—. Tal vez con el tiempo él llegue a importaros y vos a él.
—¿Y qué importaría eso? Es mi marido, nada más.
¿Nada más? Lo dijo como si el acto desinteresado de Yugyeom al casarse con él no significara nada. Él no estaba obligado a casarse, nadie le había pedido que lo hiciera. ¿De verdad Junbi veía ese honorable acto como algo insignificante y carente de valor?
—¿No sería más fácil vivir con alguien que comparta vuestros mismos sentimientos?
—Mark, habéis escuchado demasiadas historias de amantes soñadores. El matrimonio es un acuerdo hecho para conseguir riqueza, tierras y poder. Eso es todo.
—No. Os equivocáis. Yo con mucho gusto renunciaría a toda riqueza, a tierras y al poder a cambio de una oportunidad de sentirme amado.
A Jackson se le encogió el corazón porque eso que tanto anhelaba su esposo era lo mismo que él ansiaba.
—Si pensáis que vuestro conde va a satisfacer ese deseo, estáis condenado a quedar decepcionado.
—Sólo el futuro dirá si eso es verdad o no.
—Oh, Mark. Sois un estúpido. ¿Es que no os dais cuenta de que vuestro esposo no es un hombre de sentimientos? Estáis casado con un hombre que lleva furia en la sangre.
—No soy ningún estúpido.
Se quedó desconcertado ante la fuerza de las palabras de Mark.
—¿Creéis que conozco tan poco a mi esposo? Si es así, estáis muy equivocado. Soy bien consciente de que no me ama.
—¿Y cómo lo sabéis, vos que tenéis tan poca experiencia?
—Lo siento en sus caricias y lo veo en sus ojos cuando me mira. A veces reflejan deseo, a veces un extraño anhelo y otras un odio tan intenso que me hacen querer salir huyendo.
—Pero aun así no lo hacéis.
—No, no puedo.
—¿Por qué no?
Jackson cerró los ojos y se concentró para oír la respuesta de su esposo.
—Yo no… no lo sé.
Mentía. Aunque no le estaba viendo la cara, sabía que estaba mintiendo por el modo en que había vacilado al dar la respuesta.
—Sois más tonto de lo que pensaba. Mark.
Oyó a uno de los jóvenes levantarse y antes de que pudieran descubrirlo, retrocedió hasta la puerta de la cabaña. Una vez fuera, soltó el aire que no sabía que había estado conteniendo.
En el poco tiempo que habían pasado juntos, Mark había aprendido enseguida a interpretar sus gestos y a juzgar sus emociones. ¿Y no era eso lo que había planeado? ¿Qué Mark aprendiera a conocerlo tan bien que lo considerara una parte de sí mismo?
Entonces, ¿por qué no se sentía eufórico al saber que su plan había triunfado?
En lugar de verlo como un gran paso hacia su tan esperada venganza, sintió como si se hubiera creado un vínculo, como si estuvieran atrapados en una telaraña de seda que los unía a los dos.
Lo más prudente sería marchar con su esposo hacia Wang evitando a su padre y con ello también los recuerdos que con toda segundad alimentarían su sed de venganza.
Pero, ¿cómo podría explicar esa decisión sin revelárselo todo? Teniendo eso en cuenta era mejor ir hasta Tuan. Pero por el momento, lo único que quería era rodear a Mark con sus brazos y abrazarlo con fuerza.
Su esposo estaba hecho un ovillo bajo las sábanas en el centro del estrecho camastro. Dejó la espada en el suelo junto a la cama improvisada antes de quitarse el cinturón, las botas y la túnica.
Sin decir nada, Mark se movió hacia la pared para hacerle sitio. Cuando Jackson se deslizó bajo las sábanas, se acurrucó a él y descansó una mejilla sobre su pecho.
—¿Estás cómodo? —le preguntó mientras lo acariciaba.
—No. No estoy acostumbrado a dormir sobre el suelo.
Jackson sonrió y lo puso encima de él.
—¿Mejor? —así era como habían dormido cada noche después de salir de Poitiers. Y lo cierto era que él también se había acostumbrado.
Mark lo besó en el hombro.
—¿De verdad que no te molesta?
—¿Importaría si lo hiciera?
—No, no importaría lo más mínimo.
Con sus piernas engarzadas, la suavidad de su pecho presionaba contra la dura superficie de su torso y así resultaba fácil liberarse de la tensión acumulada durante el día.
Mark echó la cabeza hacia atrás y le besó en la mandíbula.
—¿En qué piensas?
Estando tan cerca, mentir le resultaría difícil, pero por otro lado le daría la oportunidad de comprobar cuánto le conocía Mark.
—Nada. Intento dormir.
—¿Y por qué se te ha acelerado el pulso? ¿Por qué ha cambiado el ritmo de tu respiración?
Eso le dio una buena respuesta.
—Estaba pensando en ti y en nuestro viaje al norte.
—¿Cuánto tardaremos en llegar a Tuan?
—¿Tienes ganas de ver a tu padre?
—No. Tal vez —suspiró—. Cuando nos separamos nuestra relación no era muy buena.
Vaya al parecer había algo más que los dos tenían en común.
—¿Discutisteis por ir a Poitiers?
—En cierto modo sí. Me sentí como si me estuviera mandando a un mercado en el que comprar un marido que yo no buscaba.
Jackson no pudo evitar sonreír.
—Y aun así has encontrado uno.
—Yo diría que más bien me ha encontrado él a mí.
En su mente se formó una pregunta que no se atrevió a preguntarle: «¿Y quieres a este esposo, Mark?». Por el contrario, prefirió volver a centrar la conversación en su padre.
—¿Se enfadó porque no querías ir?
—Mucho. Aunque me dejó elegir: o encontraba un marido o me marchaba de Tuan para siempre.
Jackson sacudió la cabeza. ¿Qué clase de padre condenaría a su único hijo de ese modo?
—¿Entonces por qué vamos a Tuan?
—Porque a pesar de todo sigue siendo mi padre. Tengo que creer que tenía buenas razones para lo que hizo. Quiero que sepa que sí que tengo un esposo.
—Bueno, si que tienes un esposo, pero no estoy tan seguro de que tu padre esté contento con la elección.
—No veo por qué no. Fue él el que concertó nuestro matrimonio años atrás.
La conversación estaba dirigiéndose a un terreno en el que Jackson no deseaba entrar. Claramente, Mark estaba negando la implicación de su padre en la desaparición de su joven esposo.
—Bueno sea como sea, nos espera un largo viaje y deberíamos estar pensando en dormir.
—Jackson, ¿te sientes satisfecho con tu elección?
El esperó hasta asegurarse de que estaba dormido antes de responderle:
—Muy satisfecho, amor mío.




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yota´s news : De regreso?

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