Libre Para Amar II -16




Jinyoung se despertó asustado. Algo, un sonido o un olor, lo había despertado de su profundo sueño en el frío suelo.
Se dio media vuelta, abrió los ojos y se encontró con el hocico de un caballo. La bestia parecía estar a punto de darle un lametazo.
Tardó unos segundos, pero reconoció al caballo. Había acariciado muchas veces la estrella blanca que tenía entre los ojos. Se suponía que Júpiter era el gran corcel de todo un caballero, pero el buen caballo era manso como un perro y cariñoso como un gato.
Acarició su hocico.
—Si me muerdes, no te daré más manzanas —le advirtió.
El caballo resopló a modo de respuesta.
—Dime algo, esposo, ¿me desobedeces a propósito o sólo por diversión?
Levantó la vista mientras Jaebum se inclinaba sobre el cuello de Júpiter para hablarle. Se sentía muy aliviado al verlo sano y salvo.
—Por diversión, claro.
—Me alegro, pensé que lo hacías con malicia —dijo Jaebum bajándose del caballo y levantándolo entre sus brazos con facilidad—. Joven, me has dado un susto de muerte.
—Hombre, no te creo —repuso imitando su forma de hablar.
—¿Hombre? ¿Qué pasa con «mi señor»?
—Lo mismo te digo —contestó riendo.
—¿Limpiaste al menos la sangre de mi daga antes de irte a dormir?
—Yo no, pero Hyorin sí que lo hizo.
—Muchas gracias —le dijo a la comadrona.
—Entonces, encontraste a Cedric, ¿no?
—Sí, encontré su cuerpo. Pero me resultó muy difícil imaginarme a mi frágil esposo matando a un hombre.
Hyorin se echó a reír.
—Ya veo... No fue tu mano la que empujó la daga en el pecho de ese hombre.
—No exactamente... —confesó.
—Pensé que el joven señor no podría encontrar el blanco con los ojos cerrados, así que decidí guiarle las manos —contó la comadrona.
Jaebum miró a su esposo.
—¿Dirigiste el arma hacia un hombre y cerraste los ojos?
—No, no los dos, mi señor. Sólo uno de sus ojos. Fue pura suerte que fuera capaz de darle en la mano.
Estaba furioso. Se había esforzado mucho para seguir sus órdenes y asegurarse de que Doyoung estuviera a salvo. No podía soportar que esos dos se burlaran de él.
—Eso explica por qué estáis aquí en vez de ir ya a medio camino hacia Goyang. Con un ojo cerrado, seguro que estuvisteis andando en círculos —comentó Jaebum.
Sabía que eran sólo bromas, pero había algo más en su tono de voz que lo ofendía.
—No anduve con un ojo cerrado. Nos perdimos cuando echamos a correr después de oír un ruido.
—Estás alterado. Da de comer al niño y nos vamos —le dijo él soltándolo.
—¿Alterado?
No se sentía alterado. Se sentía cansado, sucio, hambriento, preocupado por el futuro de su matrimonio y harto de que le dieran órdenes.
—Jinyoung, no... —le advirtió Jaebum.
Ignoró su amenaza y lo agarró por la muñeca.
—Jaebum, no soy un niño al que puedas dar órdenes ni un joven débil al que tengas que tratar con cuidado. No me gusta que bromees a mi costa como lo has hecho.
Él bajó la mirada hacia su vientre.
—Y mi actual condición no es la culpable de cómo me siento.
Jaebum liberó su muñeca y fue hasta donde estaba Hyorin.
—Da de comer al niño.
—¡Déjalo ya! Lord Goyang, te lo estoy advirtiendo.
—¿Advertirme qué? ¿Que eres un poco insoportable por las mañanas? ¡Ya lo sabía! —replicó él dándose la vuelta y acercándose de manera amenazadora a él.
—No me intimidas, así que apártate —le dijo mientras agarraba los cordones de su chaleco de piel—. Escucha, mi señor, y escúchame bien. Soy tu esposo, no tu criado. Y, a no ser que estemos en peligro, no voy a aceptar tus órdenes sin más.
—Sólo te he dicho que le des de mamar al niño —repuso él casi gruñendo.
—No, me lo has ordenado. ¿Es que ni siquiera notas cómo cambia tu tono de voz? ¿O es que la ira que hay dentro de ti ruge con tanta fuerza que no puedes oír nada más?
—¡Déjalo ya, Jinyoung! —lo interrumpió él agarrando sus brazos.
—No, no quiero.
Jaebum lo aferró con más fuerza aún y Jinyoung se contuvo para no mostrar dolor en su rostro.
—Te juro que, a pesar de que me ordenaste que no te llevara la contraria en esto, intentaré convencerte hasta que consiga mis propósitos. Así que será mejor que te acostumbres a verme así de insoportable. Y ahora suéltame para que pueda alimentar a nuestro hijo.
Jaebum lo soltó deprisa y él fue hasta donde estaba Hyorin. La mujer estaba atónita, pero asintió en silencio para darle su apoyo.
Aprovechó el momento para estudiar a su esposo. No podía creer que él pensara que iba a dejar que se fuera sin luchar.
No iba a ponérselo fácil, le haría la vida imposible hasta que consiguiera convencerlo. Jaebum no se iba a ir a ninguna parte. Estaba dispuesto a encerrarlo en una torre si llegaba a ser necesario.
El niño terminó, ya podían irse. No iba a ser un viaje agradable, pero estaba deseando volver a Goyang.
Hyorin se acercó a por el niño, pero Jaebum llegó primero.
—¿Puedo?
—Por supuesto —repuso entregándole a Doyoung con cuidado.
Pero el niño comenzó a llorar desesperadamente. Se puso en pie deprisa, alertado por la extraña reacción del pequeño.
No le preocupaba Doyoung, no estaba en peligro, pero sí el rostro de dolor de Jaebum.
—Cariño, él percibe que estás enfadado, eso es todo —le dijo para tranquilizarlo.
—Me tiene miedo —repuso Jaebum haciendo ademán de entregarle el niño a la comadrona.
Pero Jinyoung apartó a Hyorin y le colocó el niño en su fuerte hombro, acariciándole la mejilla mientras le susurraba para que dejara de llorar.
—Precioso, no pasa nada... No tiene miedo de ti. Es que no le gusta verte furioso.
—Eso no lo sabes.
Era verdad, pero decidió que mentiría si así conseguía tranquilizarlo.
—Claro que lo sé. Lo he parido y sé lo que siente. Yo detesto verte así y a él le pasa lo mismo.
Jaebum pareció aceptar su ridícula lógica y cerró los ojos. Respiró profundamente y comenzó a susurrarle palabras tranquilizadoras a Doyoung.
El pequeño fue calmándose poco a poco y Jaebum dio vueltas con él en brazos.
Unos minutos más tarde, se lo entregó a la comadrona.
—Está dormido —le dijo a la mujer.
Miró a su esposo. Ya no había ira en sus ojos, pero sí una estremecedora expresión de dolor.
Jaebum subió a Hyorin al caballo y tomó las riendas. Él andaba a su lado.
Tomó la mano de su esposo y trenzó sus dedos con los suyos. Dio gracias al cielo cuando él apretó su mano y no la soltó.
Pero después le habló sin siquiera mirarlo.
—Llévame la contraria todo lo que quieras, no cambiará nada.

Un par de horas después llegaron al camino donde los esperaban los guardias del rey Enrique. Jinyoung miró a los dos prisioneros que tenían atados a un árbol.
—¿Qué piensas hacer con Marcus?
—Voy a entregárselo a Nichkhun —repuso Jaebum.
—¿Estás seguro de que eso es lo mejor?
—No me digas qué hacer con mis hombres —replicó él de mala manera.
Ya había previsto que le contestara así y no lo ofendió.
—Lo que quería decir es que, como señor del castillo, es a ti a quien te corresponde impartir justicia.
—¿Ahora crees que tienes que recordarme cuáles son mis responsabilidades?
—No, Jaebum, no es eso. Lo que digo es que no sé si merece la pena renunciar a tu derecho como señor de Goyang solo para que Nichkhun pueda vengar a su hija.
Jaebum se quedó pensativo un instante.
—No hay necesidad de hacerle un juicio. Marcus ya se encargó de decirle a todo el mundo cuáles eran sus intenciones y después presumió de ello. Ya se le ha declarado culpable. Sólo falta que se le imponga el correspondiente castigo.
—Y, ¿por qué tiene que ser Nichkhun el que se encargue de ajusticiarlo?
—Si alguien atacara a Doyoung, ¿no querrías que matara a ese canalla?
Sabía que tenía parte de razón. Pero, aun así, creía que era el señor de Goyang el que debía hacerlo, no un simple guardia. Decidió, no obstante, no alargar la discusión.
—¿Y qué pasa con su esposa y su hijo?
—Puede que seas tú el que deba decidir qué pasa con ellos, como joven señor de Goyang que eres.
—¿Cómo? ¿Quieres que Nichkhun se encargue de Marcus y que yo decidida qué hacer con su familia?
—No parece justo, ¿verdad?
—No.
Jaebum se encogió de hombros. Lo hacía muy a menudo.
—Entonces, tendrás que superar esa injusticia y tomar una decisión.
Lo fulminó con la mirada. Después se dio media vuelta y se alejó. Estaba jugando con él.
Jaebum corrió tras él y lo agarró para que se detuviera.
—Lo siento, Jinyoung. Perdona. Esa mujer tiene familia en Chester. Vamos a dejarlo allí.
Furioso, le golpeó en el brazo con el puño y fue hasta uno de los caballos.


El viaje de vuelta a Goyang no tuvo más incidentes. Una parte de él sufría por esa joven pareja. Era cierto que Marcus se había buscado ese final, pero estaba convencido de que lord Wrenhaven y Wonpil lo habían convencido ofreciéndole riquezas.
Había hablado con su esposa. Al principio, la mujer había estado hosca con él, pero después se abrió y le contó que Marcus había sido guardia de Wrenhaven desde los trece años.
Quizás se hubiera convertido en alguien distinto si hubiera tenido a otro señor, pero ya nunca podrían saberlo. Todo lo que sabía Jinyoung era que el guardia quería a su hijo y a su esposa.
Pero se acercaban ya a Goyang y la suerte de ese joven estaba echada.
Fueron directamente a casa de Nichkhun y Suzy. El guardia salió a recibirlos, vio a Marcus y tiró de sus cuerdas para desmontarlo de golpe.
—Pensé que te gustaría el regalo que te he traído, Nichkhun —le dijo Jaebum.
—Así es, mi señor —repuso el hombre desenfundando la espada.
Le dio una patada a Marcus y dio vueltas a su alrededor mientras lo miraba con desprecio.
Jaebum le pidió a los guardias del rey Enrique que mantuvieran a los aldeanos a cierta distancia.
Creía que Nichkhun atravesaría el pecho del joven en cualquier momento, pero no lo hizo. Dirigió el filo a su cinto y lo cortó. Después abrió sus pantalones.
Jinyoung miró aterrado a Jaebum, no podía creerse que su esposo fuera a permitir que Nichkhun torturara a Marcus de esa manera. El joven no paraba de llorar.
—¡Jaebum, no! —gritó mientras bajaba de su caballo.
Pero éste ya había desenvainado la espada.
—¡Ya basta! —le ordenó a Nichkhun.
Antes de que Jaebum pudiera detener la horrible tortura, Hawise salió corriendo de la cabaña con una daga en la mano. Fue hasta el prisionero y la hundió en su pecho, arrebatándole a su padre su derecho a vengarla.
Le temblaban las piernas. Jaebum tuvo que sujetarlo por la cintura.
—Encargaos de llevar el cuerpo a su mujer para que lo entierre. Después, podéis volver con el rey —les dijo Jaebum a los guardias—. ¿Puedes cabalgar? —le preguntó.
—Aún no. Dame un minuto.
—No, tengo que irme de aquí ahora —repuso él tomándolo en brazos.
—Puedo andar, déjame en el suelo.
Pero él negó con la cabeza y siguió subiendo hacia la fortaleza. Hyorin iba tras ellos con el niño.
Apoyó la mejilla en su fuerte hombro, desde allí podía percibir la fuerza con la que Jaebum apretaba la mandíbula.
—Jaebum, mírame —le pidió.
Pero él lo ignoró.
—Mírame —repitió mientras trataba de girar su rostro.
Viendo que no iba a dejar de insistir, Jaebum lo miró finalmente.
Se estremeció al ver que sus ojos estaban húmedos y que, aun así, seguían llenos de ira y odio.
—Jaebum, hiciste lo que creías justo.
—Nichkhun ha estado a punto de torturar a ese joven con mi permiso y consentimiento.
—No sabías que iba a pasar eso.
—Debería habérmelo imaginado. Es lo que haría yo si violaran a alguien de mi familia.
—¿Es que eres Dios y ahora lo tienes que saber todo?
—No, pero soy el señor de este castillo y mi responsabilidad es encargarme de impartir justicia en Goyang. ¿No fue eso lo que me dijiste?
—Intentaste detenerlo, sé que no habrías dejado que cortara a Marcus en pedazos. Pero Hawise se te adelantó, eso es todo.
—Si no hubiera escuchado tu grito horrorizado, me habría quedado allí mirando cómo lo torturaba.
—No, Jaebum, eso no es verdad. Ni tú mismo lo crees así.
Él no contestó.
—Jaebum, todo será distinto mañana por la mañana —le dijo con toda la convicción que pudo reunir—. Ya verás. Necesitas comer y descansar. Mañana todo será mejor.



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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...