Habían
asistido a varias fiestas más como acompañantes de Donghae, pero era la primera
vez que Kyuhyun y Sungmin iban a una fiesta los dos solos. No le había dicho
demasiado al respecto, sólo a qué hora debería estar preparado y que se
vistiera como un atractivo joven casado, fuera lo que fuese lo que significara
eso. Sungmin no podía entender por qué
aquello le excitaba tanto.
Donghae
estaba arriba enfurruñado porque Ahra lo había estado reprendiendo por intentar
entrometerse en un asunto privado al pedirles que lo dejaran ir con ellos.
Puede que fuera eso lo que había provocado la excitación de Sungmin. Hacía que
un «asunto privado» sonara muy personal. Con tan poca información en sus manos,
la fiesta de esa noche tenía toda la pinta de resultar una sorpresa para él.
Así
que se arregló con esmero esa noche. Casi voló hacia las escaleras en cuanto Sunny
le dijo que estaba listo. Por supuesto, Kyuhyun no había aparecido todavía. Así
que tras soltar un suspiro se reunió con Ahra y Jaehyun en la salita. Su suegra
y su cuñado dejaron de jugar a las cartas para charlar con él y comentarle lo
atractiva que estaba.
—Es
hora de que tengas un guardarropa nuevo, querido, y que abandones esa pequeña
habitación. Te llevaré de compras la semana que viene —le susurró Ahra al oído.
Sungmin
todavía estaba sonrojado cuando poco después Kyuhyun entró en la sala.
—Sungmin,
¿por qué no le has quemado aún todas esas prendas? —dijo Ahra absolutamente
disgustada.
—No
hará nada de eso —le dijo Kyuhyun a su madre intentando no reírse—. A Sungmin le
gusta mi ropa. Le recuerda la vez que nos conocimos.
El joven
continuó mirándolo fijamente mientras la cabeza no dejaba de darle vueltas.
Tenía la impresión de que estaba bromeando, pero no podía estar seguro.
Insinuar que Sungmin tenía buenos
recuerdos de su primer encuentro no era nada ni remotamente divertido. Por lo
menos para él.
—¿De
verdad tienes la intención de salir con tu esposo con ese traje? —continuó Ahra.
—¿Qué
le pasa a la ropa de mi esposo?
—A la
de él no, tonto, ¡a la tuya! Ahora estás casado. Tu pésimo gusto para vestir...
—El
matrimonio no tiene nada que ver con el gusto, mamá —la interrumpió Kyuhyun—.
Bueno, quizá tenga algo que ver en el caso de las parejas, pero lo del guardarropa
es lo de menos. ¿Nos vamos ya, querido?
La
pregunta iba dirigida a Sungmin mientras lo rodeaba con un brazo para guiarlo
fuera de la estancia. La joven sólo podía pensar en esa mano que él le había
puesto en la cadera.
Pero
su suegra se resistía a ser ignorada con tanta facilidad.
—¡Búscate
un nuevo sastre! —le gritó Ahra a su espalda—. ¡Avergüenzas a tu esposo!
Sungmin
contuvo el impulso de mirarle para ver cómo se tomaba ese comentario. Puede que
esa noche fueran a un baile de disfraces y él se hubiera olvidado de
mencionarlo. Debería habérselo dicho.
El
cochero, Matthew, estaba esperándolos en el pescante del carruaje. En cuanto
estuvieron dentro con la puerta cerrada, sentados el uno frente al otro,
observó con incredulidad cómo Kyuhyun se transformaba en un santiamén.
Primero
se quitó la brillante chaqueta de raso y la depositó en el asiento. También se
desató el encaje de los puños que en realidad no formaba parte de la camisa,
sino que estaba atado a sus muñecas, y lo puso encima de la chaqueta. Después
le tocó el turno a la corbata de encaje. Al quitársela apareció una más fina y
moderna debajo. Finalmente, Kyuhyun se levantó para meter todo lo que se había
quitado debajo del asiento, de donde sacó otra chaqueta que había escondido
allí. Una de color azul marino de muy buen gusto con las solapas de raso negro.
Ahora
lo entendía todo, pensó Sungmin, o eso creía. ¿Le había gastado una broma a su
madre vistiendo de aquella manera? Ahra había sido la única que había armado un
escándalo por ello. Pero ¿por qué llegar a esos extremos? Durante esa semana, Sungmin
había visto muy a menudo lo brusca y testaruda que podía llegar a ser Ahra
cuando él hacía o decía algo que ella no aprobaba, ¡pero Kyuhyun parecía
disfrutar con ello! ¿Sería todo una broma? Ahra no parecía tomárselo de esa
manera.
Finalmente,
Kyuhyun lo miró.
—¿Te
sentías avergonzado? —le preguntó sin rodeos.
Sungmin
sólo se había sentido confundido, pero no pensaba decírselo.
—Mmm,
no realmente, aunque confieso que he llegado a pensar que íbamos a un baile de
disfraces y que te habías olvidado de decírmelo. ¿Por qué le gastas a tu madre
esas bromas de mal gusto?
—Porque
tengo buen corazón. —Sus palabras no tuvieron mucho sentido para Sungmin hasta que él añadió— Le gusta pensar que
todavía tiene que meterme en vereda. Aunque supongo que podría moderarme por un
tiempo. Es muy difícil sacarla de sus casillas cuando se muestra tan sumamente
contenta conmigo.
Kyuhyun
parecía exasperado y molesto al concluir la última parte de su comentario
mientras se aseguraba de que ahora estaba presentable: se alisó las mangas y se
tiró de las solapas para ponerlas rectas. Finalmente Sungmin comprendió un comentario que le había hecho Donghae
a principios de semana cuando había tratado de explicarle lo extraño que
parecía el comportamiento optimista de su tía.
—Al
menos no ha sido necesario que te cambies también los pantalones —le respondió Sungmin
, algo divertido ahora, y sintiendo una especie de extraña ternura por el hijo
que todavía trataba de asegurar a su madre que su sacrificio no había sido en vano.
Kyuhyun
levantó la mirada hacia él al instante, clavando sus ojos, que ahora tenían un
brillo pícaro.
—¿Por
qué no se me ha ocurrido? ¿Te habría inducido a violarme?
¡A eso
sí que no pensaba responder! Pero luego apareció en su mente una imagen de él allí
sentado sin pantalones y se sonrojó visiblemente.
Sin
embargo, él pareció apiadarse y apartó aquella mirada sensual.
—No
tienes que preocuparte por eso... al menos hasta la primavera. No pienso
congelarme el trasero durante los meses de invierno.
No se
habría congelado nada. No hacía tanto frío para ser principios de diciembre.
Además, en el carruaje había un brasero así que ni siquiera tenían que llevar
los abrigos puestos allí dentro para ir y venir de la fiesta. Pero Sungmin agradeció su intento de hacerla sentir menos
incómodo con un toque de humor.
El joven logró mantener los ojos apartados de él durante el resto del corto
trayecto. No importaba lo que Kyuhyun llevara puesto, ese hombre era demasiado
atractivo para no afectarlo de ninguna manera. Todavía seguía pensando en él
sin pantalones y para cuando llegaron a su destino se sentía tan acalorada que
deseó haber llevado un abanico. ¡En pleno invierno!
Pero
cualquier rastro de calor lo abandonó cuando bajaron del carruaje y reconoció
la casa que tenía delante. Era la residencia de lord Joowo en Wigmore Street.
Dios
santo, le había hecho caer en una trampa, fue lo primero que pensó. ¿Habría
tramado Kyuhyun alguna clase de venganza por algo que había hecho hacía tanto
tiempo? ¿Estaría tratando de probar que su excusa para aparecer en su
habitación de palacio aquella noche lejana había sido una mentira?
En
silencio y cada vez más enfurecido, Sungmin no le hizo ningún comentario a Kyuhyun
mientras lo acompañaba a la puerta a la que Sunny había llamado en lugar de Key
varias semanas atrás. El mayordomo la abrió cuando se acercaron y los condujo
rápidamente al interior para asegurarse de que el frío de fuera no entraba en
la casa.
El
sonido de mucha gente hablando y riéndose los llevó hasta la sala. Sungmin
comenzó a relajarse. Aunque era realmente una fiesta, la razón por la que Kyuhyun
lo había llevado a esa casa en particular seguía levantando sus sospechas. Al
menos podría haberla advertido. El que no lo hubiera hecho impedía que el joven
bajara la guardia por completo.
—¿Por
qué estamos aquí? —le preguntó, antes de que nadie los saludara.
—Es
una fiesta de compromiso a la que tenía que asistir.
—¿Alguien
que conozca?
—Sí
—fue todo lo que dijo antes de que el anfitrión se acercara a darles la
bienvenida.
Sungmin
no había podido echarle una buena mirada a lord Joowo el día que había ayudado
a Key. Tampoco había estado demasiado interesado en hacerlo. Sin embargo,
reconoció que era un hombre atractivo que probablemente rondaría la
cincuentena.
—¿Es
el novio? —preguntó. Cuando Kyuhyun asintió con la cabeza, añadió—: No parece
demasiado feliz.
Sungmin
deseó de inmediato haberse guardado esa observación. Era un discreto
recordatorio de la manera en la que Kyuhyun había ido al altar. Y lord Joowo
parecía tener el mismo estado de ánimo sombrío que había tenido Kyuhyun. Aun
así, Joowo había sido lo suficientemente educado para darles la bienvenida,
aunque no parecía conocer a Kyuhyun más que de nombre, lo que tampoco era de
sorprender ya que era muy probable que entre ambos hombres hubiera una
diferencia de veinte años o más.
Kyuhyun
lo condujo al centro de la habitación hasta una pareja que él conocía. Luego,
tras unos momentos de conversación en la que pudo participar, lo abandonó allí
para ir a por unos refrescos, pensando, evidentemente, que lo dejaba en buenas
manos.
A
pesar de sentirse a gusto con aquella pareja, Sungmin no apartó la mirada de su marido y vio que
había sido abordado por una mujer mayor. Nada de especial, pero luego fue
abordado de nuevo. Bueno, supuso que eso era lo normal en una fiesta. A menos
que surgiera un tema controvertido que congregara a muchos de los invitados en
un debate candente, los invitados solían circular por el salón esperando oír
los últimos cotilleos.
Una
nueva pareja se unió a su grupo, lo que distrajo a Sungmin durante un buen rato, pero luego la primera
pareja se marchó y la segunda tampoco permaneció mucho tiempo con él, y de
repente se encontró solo, divertido al ver que Kyuhyun todavía no había
alcanzado la mesa de los refrescos. Se puso en movimiento para unirse a él,
pero no llegó demasiado lejos.
—¿Quién
te ha invitado?
Sungmin
conocía esa voz, así que se volvió con una expresión compuesta en la cara.
—Hola,
Boah. Qué inesperado... placer verte aquí.
—Qué
gracioso —dijo Boah con voz desagradable. Sin embargo, extrañamente, no parecía
molesta.
A Sungmin
no le sorprendió demasiado encontrar a Kwon
Boah en aquella fiesta. Era evidente que conocía a lord Joowo ya que se habían
mantenido en contacto. Pero sí le sorprendió el aspecto de la mujer.
Estaba
ataviada con un vestido rosa que, para su sorpresa, revelaba un cuerpo
curvilíneo después de todo. Su peinado era suave y atractivo, todo lo contrario
del moño severo que siempre había llevado. Aquella combinación era exactamente
lo que Sungmin había predicho desde el
principio: Boah no parecía ahora la mujer poco atractiva que había conocido en
palacio. Su humor hosco e impaciente también parecía haber desaparecido y en su
lugar había un brillo de alegría o tal vez de excitación que mejoraba su
aspecto de una manera radical. Casi la hacía parecer hermosa.
—Fuiste
el responsable de mi ruina—dijo Boah, haciendo que Sungmin dejara a un lado esas suposiciones.
—¿Qué
ruina?
—La
duquesa me despidió.
—Yo ni
siquiera estaba allí. ¿Cómo puedes echarme la culpa de eso?
—Gracias
a ti, los chicos reunieron el valor suficiente para desafiarme y pensar por ellos
mismos. Incluso Ryeowook se negó a hacer lo que le pedía a menos que fuera una
orden directa de la duquesa.
—E
hizo bien —señaló Sungmin —. No tenías derecho a involucrar a esos jóvenes en
tus sórdidas intrigas.
Boah
le quitó importancia con un gesto de la mano.
—Debería
vengarme. Puedo hacerlo, ¿sabes? ¿Qué crees que diría la gente si supiera que
te liaste con Cho en palacio?
Sungmin
casi sonrió.
—Creo
que concluirían que debería haber dejado mi puesto antes de lo que lo hice, ya
que estaba casado en secreto con él.
—¿De
veras? No me lo creo —se mofó Boah—. Pero tampoco deseo involucrarte en un
escándalo. Gracias a mi despido ahora estoy donde quiero estar. De hecho, he
andado por las ramas tanto tiempo que no me di cuenta de que ya no necesitaba
hacer lo que hacía. Una gran pérdida de tiempo. Así que casi podría decir que
agradezco tu intromisión. Quiero decir, si no hubieras sido tan molesto.
Sungmin
contuvo la risa y se centró en las primeras palabras de Boah.
—¿A
qué te refieres con que estás donde quieres estar?
—No te
hagas el tonto. Sabes de sobra que esta fiesta es en mi honor. Pronto seré una
novia radiante.
Boah
se alisó los volantes con una sonrisa satisfecha y se marchó dejando a Sungmin perplejo.
¿Boah se iba a casar y con un hombre tan guapo como lord Joowo? Bueno, sabía
que sobre gustos no había nada escrito, pero ¿acaso no había tenido la
impresión de que el novio no era demasiado feliz ante ese giro de los
acontecimientos? ¿Sería otro miembro de la aristocracia forzado a pasar por el
altar?
Sería
un hipócrita si sintiera lástima por lord Joowo cuando él le había hecho lo
mismo a Kyuhyun, más o menos. En realidad, Sungmin no le había hecho a Kyuhyun
nada de eso. De hecho se había negado a casarse con él, pero él se había
empeñado. Sungmin sólo había pedido que
la familia de su marido conociera los hechos.
Una
mujer mayor se unió a él antes de poder continuar avanzando hacia Kyuhyun. Se
habían conocido en el baile, aunque Sungmin no podía recordar su nombre. Por desgracia, la
mujer era una chismosa pero, como no quería ser grosero, el joven se vio forzado
a escuchar hasta el último rumor sobre personas que no conocía. Sungmin supo que esta vez su marido no acudiría al
rescate. Aunque quizá fuera él quien necesitara que lo rescatase, porque la
última persona que lo había abordado era la futura novia.
—Qué
sorpresa más encantadora, querida —le dijo Kyuhyun a Boah mientras la guiaba
con un gesto casual a un lado de la habitación, alejados de cualquiera que
pudiera escuchar su conversación.
—¿De
veras? —Boah le brindó una sonrisa radiante—. Me enamoré de Joowo hace años,
cuando era una joven debutante. Sin embargo, él no estaba preparado todavía
para el matrimonio.
Kyuhyun
estaba seguro de que todavía no lo estaba. Joowo siempre había sido considerado
un soltero empedernido. Se preguntó si asumiría el matrimonio con buena cara o
si enviaría a Boah al campo donde podría ignorarla, y qué tendría que decir su
futura mujer al respecto. El as que Boah guardara en la manga no sería tan útil
después de que se casaran, pues filtrar cualquier información secreta que tuviera
contra Joowo la implicaría también a ella en el escándalo. ¿Comprendería Boah
eso?
Si era
cierto que estaba enamorada de él, era digna de lastima. Pero Kyuhyun tenía el
presentimiento de que aquella declaración de amor era sólo una excusa para
explicar por qué Boah parecía tan feliz por casarse con Joowo. Lo más probable
es que ella quisiera el título y la riqueza de Joowo y abandonar por fin la
lista de solteronas.
Sukchun
quería que Kyuhyun fuera brutalmente directo con Boah y que le sonsacara si
había terminado con sus intrigas, pero como siempre él prefirió utilizar sus
propios métodos de persuasión.
—Lee Sukchun
vino a verme recientemente —le dijo—. Sabe que tú y yo hemos sido muy buenos
amigos y me hizo una extraña confesión. Me dijo que tú traficabas con
información que la reina no querría que saliera a la luz.
Boah
ni siquiera se puso a la defensiva, de hecho se rio.
—Sukchun
es un viejo tonto. Se le metió en la cabeza que yo ejercía algún tipo de
autoridad sobre los jóvenes de cámara de la duquesa, cuando en realidad ése no
era el caso.
Kyuhyun
arqueó una ceja.
—Eso
es lo que supone todo el mundo, Boah.
—Sí,
lo sé. —Ella sonrió ampliamente—. Y yo lo promoví y me aproveché de ello. Pero
la verdad es que la duquesa acepta a regañadientes a su séquito porque
comprende cómo son las cosas en palacio. Nunca los solicitó. Sólo me pidió que
me asegurara de que no se vieran involucrados en ningún escándalo que pudiera
perjudicarla.
—¿Y tú
sólo tratabas de asegurarte de ello? —le preguntó Kyuhyun, incrédulo.
—De
ninguna manera. Les encargaba tareas inofensivas para mantenerles ocupados y no
tuvieran tiempo de meterse en líos.
—Sukchun
conocía tus intrigas. Y eso no suena exactamente inofensivo.
—Era
absolutamente inofensivo para ellos —replicó Boah con un encogimiento de
hombros—. Y nada que hubiera podido perjudicar a la corte.
—¿De
qué se trataba entonces?
—El
viejo rencor que había estado albergando salió a flote cuando la duquesa se
instaló en palacio. Jamás se me había ocurrido hacer nada al respecto, ni
regresar a Londres, pero...
—¿Rencor
contra quién?
—Contra
los hombres que me despreciaron cuando era joven. Todos los caballeros que
estaban en mi lista de maridos aceptables me dieron la espalda durante mi
presentación en sociedad —dijo Boah con amargura—. Me ofrecí a cada uno de
ellos, pero nunca me tomaron en consideración. Alguno incluso se rio de mí. Así
que decidí desquitarme, pero no tuve manera de hacerlo hasta que regresé a
Londres y conté con los medios necesarios para espiarlos y descubrir esos
oscuros secretos que todo el mundo guarda.
—¿Y tu
intención era hacerlos caer en desgracia?
—Esa
era la idea. Una muy agradable, por cierto. Realmente disfrutaba sabiendo que
podía arruinarles la vida si así lo quería. Saboreaba esa idea. Estaba
encantada con ella. Pero luego perdió su gracia. Comencé a aburrirme.
—Realmente
no pensabas arruinar a ninguno de ellos, ¿verdad? —adivinó Kyuhyun.
—Claro
que no. Pero al menos quería tener la seguridad de que podía hacerlo, de que
ellos supieran que podía hacerlo. Pero entonces Lee Sukchun comenzó a
distraerme con esas absurdas suposiciones y yo comencé a fomentar sus erróneas
conclusiones. Realmente disfruté jugando al gato y al ratón con él. Era muy
divertido. Creo que él también se divirtió bastante. Pero eso fue todo. Un
simple entretenimiento.
—¿Incluyendo
enviar a mi esposo para que se colara en su habitación? ¿A eso llamas tú un
simple entretenimiento?
Ella
contuvo la risa.
—¡Se
suponía que no lo atraparían! Fue de lo más perturbador. Pero quienquiera que lo
descubriera allí no se lo ha debido mencionar a Sukchun. ¿Sería otro ladrón?
Qué risa, ¡dos ladrones en la misma habitación al mismo tiempo! Me sorprende
que te lo contara. Estaba muy enfadado por eso, y se negó en redondo a hacer
cualquier otro recado para mí. Incluso tuvo el atrevimiento de amenazarme. Un
mozo descarado, desde luego, pero estoy seguro de que tú ya sabes eso.
Kyuhyun
gimió para sus adentros. Acababa de descubrir la verdad y además de una fuente
fidedigna, por así decirlo. Todo lo que Sungmin le había dicho era cierto. Su
esposo debería haberle disparado por eso. Jamás le perdonaría. Kyuhyun podía,
sencillamente, pegarse un tiro.
—Te he
sorprendido —dijo Boah, interrumpiendo sus pensamientos—. Admítelo.
Puede
que los tejemanejes de Boah no hubieran puesto una mirada de perplejidad en su
rostro, pero se equivocaba si de verdad pensaba que no había puesto en peligro
de verse involucrados en un escándalo a jóvenes inocentes. Se había librado por
los pelos, y tenía que agradecer que la duquesa sólo la hubiera puesto de
patitas en la calle.
—Creo
que lo único que realmente me ha sorprendido de ti —dijo sin contenerse en
respuesta a la observación de Boah— es que incluyeras a Joowo en tu lista de
maridos aceptables. Es y siempre será un calavera. Hay quienes dicen que
incluso roza la depravación.
Los
ojos de Boah brillaron de satisfacción al oír aquello. Santo Dios, ¿eso era lo
que ella deseaba?
Pero
entonces ella soltó una risita nerviosa.
—No
estaba en mi lista. Después de todo me lleva casi diez años, y ya se sentía
inclinado hacia la depravación antes de alcanzar la mayoría de edad. Pero
siempre me ha resultado un hombre muy fascinante. De la misma manera que tú me
resultabas fascinante... antes de casarte. ¿Cuánto tiempo llevas casado?
—¿Qué
te ha dicho mi esposo? —le respondió él, poniéndose en guardia de inmediato.
Ella
se rio entre dientes.
—Touché.
Disculpa, los viejos hábitos nunca mueren, y realmente disfruté con ellos.
Desenterrar secretos es como desenterrar tesoros, nunca sabes lo que puedes
encontrar.
—Si
lord Joowo no estaba en tu lista de maridos aceptables, ¿cómo es que has
logrado atrapar a un solterón como él sin usar el chantaje?
—Qué
insinuación más rastrera—dijo ella chasqueando la lengua—. Y no es cierto que
haya hecho eso. Pero si quieres saber la verdad, después de que mi despotismo
con los jóvenes de la corte llegara a oídos de la duquesa y me pusiera de
patitas en la calle, le dejé caer a Joowo una pequeña y delicada información
sobre él que llegó a mis manos por casualidad. No esperaba que me propusiera
matrimonio. No sé qué esperaba de él, quizá no más que una amistad como la que
tengo contigo. Me habría conformado con ser amiga de alguien tan excitante como
él. Pero supongo que él pensó que le chantajeaba, y me agradó tanto su
proposición que no quise desengañarle.
—¿Y
qué sucederá cuando también te canses de estar casada con él? ¿No te sentirás
tentada de volver a jugar al gato y al ratón con Sukchun?
—Pero
¿qué pasa con Sukchun? Vamos, ya es agua pasada. Ya he terminado con él y con
su mundo de secretos —repuso Boah y luego señaló con la cabeza a su futuro
marido—. Míralo. ¿De verdad crees que puedo llegar a aburrirme con alguien como
él?
Kyuhyun
casi hizo una mueca al pensar en el novio. Boah hacía que pareciera un juguete,
no un hombre. Puede que mantener relaciones sexuales con él al estilo de los
burdeles dejara de excitarla cuando pasara a formar parte de ello. O no. De
hecho, esos dos podrían estar hechos el uno para el otro, una pareja
bienaventurada, por así decirlo. De repente, Kyuhyun deseó poder decir lo mismo
de su propio matrimonio.
Buscó
con la mirada a su esposo... ¿cuándo había comenzado a pensar en él como «suyo»?
Estaba charlando con una mujer mayor y, probablemente, muerta de aburrimiento.
Era muy educado con sus mayores. Cortés, encantador, con un sutil sentido del
humor. Santo Dios, Sungmin era realmente todo lo que podía desear en un esposo,
y en el appa de sus hijos. Al igual que las rosas, él sólo mostraba sus espinas
cuando él intentaba arrancarle los pétalos.
¿Por
qué se había estado resistiendo? ¿Contra qué había estado luchando? ¿Contra la
pérdida de la variedad? Demonios, quién necesitaba variedad cuando una sola
persona podía satisfacer todas sus necesidades y despertar su pasión de todas
las maneras posibles.
No
necesitaban quedarse más tiempo en la fiesta. Ya tenía la información que Sukchun
le había enviado a buscar. Y también estaba seguro de que Boah había dicho la
verdad. La única persona que había logrado engañarle había sido Sungmin, y
ahora sabía que ni siquiera él le había mentido. Había sido tonto por haber
malinterpretado sus acciones. Pero como sentía un poco de compasión por lord Joowo,
aunque no se parecían, decidió hablar con él antes de abandonar la fiesta.
Kyuhyun
no sabía si decirle que aquel matrimonio no era fruto del chantaje. Debería
hacerlo, pero... ¡Boah parecía tan condenadamente feliz! Incluso aunque nunca
le había gustado esa mujer, ¿cómo podría estropearle todo aquello?
Pero
resolvió el asunto con una sencilla pregunta.
—Joowo,
¿no deberías parecer un poco más feliz en tu fiesta de compromiso? —le preguntó
Kyuhyun al novio.
El
hombre se rio aunque sin una pizca de humor.
—Si me
conocieras, sabrías que no puedo forzar más mi expresión. Un consejo, muchacho.
Jamás vivas tus fantasías. Deja que se queden aquí —Joowo se señaló la cabeza—,
siempre fuera de tu alcance. Pero no creas que me disgusta mi pareja. Ni mucho
menos. Estoy seguro de que Boah me conoce y que a pesar de eso le gusto. No
puedes imaginar lo refrescante que me resulta.
Kyuhyun
podía imaginarlo. Si aquel hombre disoluto tuviera alguna idea del grado de
excitación que Boah había exhibido esa noche cuando comentaba con él las
extrañas inclinaciones de su futuro esposo, sí, Joowo sólo podría pensar que
había encontrado a su pareja perfecta.
Y en
cuanto a él, no podía negar que había encontrado también a su pareja perfecta.
Pero no tenía ni idea de cómo iba a convencer a Sungmin de ello.
Sin
embargo, no era en eso en lo que estaba pensando cuando iban de regreso a casa.
—Hay
algo que me vuelve loco cuando voy contigo en un carruaje —dijo, incapaz de
apartar la vista de su esposo.
Los
ojos de Sungmin llamearon, pero no
protestó cuando él se inclinó hacia delante y lo tomó en brazos. Coger
desprevenido a su esposo tenía sus ventajas, lo que era una suerte, porque
enardecía sus pasiones sin ni siquiera intentarlo. Con sólo probar aquel
embriagador sabor suyo, Kyuhyun perdía el control.
—¿Crees
que tiene que ver con que casi hayamos hecho el amor antes en este carruaje?
—preguntó él contra sus labios—. ¿O con que sospecho que cuando estabas aquí
sentado antes de llegar a la fiesta pensabas en mí sin pantalones?
Sungmin
soltó un grito ahogado, pero aprovechó
para meterle profundamente la lengua en la boca y él ya no pareció tener fuerzas
para reprenderle por aquel comentario provocador. A Kyuhyun le encantaba
tomarle el pelo. Era una lástima que su esposo rara vez estuviera de humor para
ello.
Por
desgracia, Sungmin no dejó pasar aquel último comentario sin responder, aunque
casi habían llegado a casa antes de que se apartase de sus brazos.
—No
estaba pensando eso —dijo Sungmin sin aliento.
Tenía
las mejillas coloradas y los labios muy hinchados por sus besos. Una de las
cosas más difíciles que Kyuhyun había tenido que hacer en su vida, fue
contenerse para no cogerlo en brazos de nuevo. Pero ya habían llegado a casa y
su esposo volvía a mostrarse indignado.
Sungmin
se despertó de un humor deplorable para el que no podía encontrar ninguna
explicación razonable, y que no conseguía hacer desaparecer. La velada de la
noche anterior había resultado ser más excitante de lo que había previsto. No
la fiesta, allí se había aburrido bastante, pero en el carruaje...
El
comentario subido de tono de Kyuhyun y la mirada que le había dirigido camino
de la fiesta todavía la hacían sonrojarse cuando pensaba en ello. Pero tenía la
sensación de que Kyuhyun, como libertino que era, habría hecho el mismo
comentario a cualquiera que le acompañara, así que realmente no había sido para
él en particular. ¡Incluso aunque lo hubiera mencionado otra vez de camino a
casa! El resto de las observaciones de su marido durante el trayecto habían
reforzado esa impresión. Seguía siendo el mismo, un libertino incorregible
intentando seducir a cualquiera que se le pusiera a tiro.
Sus
propios sentimientos, sin embargo, se habían inclinado por ese libertino. Ése
era el problema. Se había enamorado de un hombre que evidentemente lo deseaba,
y a quien él deseaba también, pero era un hombre que jamás le diría que lo
amaba y que nunca le sería fiel. Eso era lo que la disgustaba y lo que le hacía
sufrir aquellos altibajos emocionales.
Por ese
motivo permaneció encerrado en su habitación. Pero en cuanto se le pasaron las
náuseas matutinas, volvió a sentirse tan hambriento como siempre. Así que bajó
la escalera para desayunar, esperando que todos los demás hubieran terminado
ya, de esa manera no tendría que fingir que era un recién casado feliz, cuando
era justo lo contrario.
Tuvo
suerte. Al bajar casi con una hora de retraso encontró el comedor vacío.
Intentando no pensar en nada que pudiera empeorar su estado de ánimo, prestó un
poco más de atención a lo que comía y se quedó consternado al darse cuenta de
que estaba a punto de tomarse otra loncha de embutido cuando ya ¡estaba lleno!
Inconscientemente había estado comiendo más de lo que debía. Bueno, en el fondo
eso era un alivio. Había empezado a pensar que iba a dar a luz a un bebé
anormalmente grande por lo pronto que se le había ceñido la ropa.
Sin
embargo, aquello no mejoró su humor. Ahora también se sentía indignado consigo
mismo, así que realmente no fue un buen momento para que Kyuhyun lo atrapara
cuando abandonaba el comedor ni para que le pusiera las manos en la cintura.
Pareció como si él le estuviera midiendo el vientre, algo que lo avergonzó.
—Maldición
—dijo él—. ¿Has estado atiborrándote de postres sólo para prolongar el
suspense?
Sungmin
no notó el tono guasón con el que lo dijo. Lo único que percibió de su
comentario fue que él todavía no se creía que estuviera embarazado.
—Me
has pillado —le espetó—. Voy a dar a luz una pastelería.
—Eso
no tiene gracia, Minie.
—Ni
tampoco tu absurdo comentario. ¿De verdad crees que me gusta pensar que se me
va a deformar el cuerpo? Lo odio, pero ¡no tanto como te odio a ti!
Sungmin
se echó a llorar antes de lograr subir las escaleras y perderse de vista porque
no había querido decir lo que había dicho sobre su cuerpo. Era un cambio
aceptable para que creciera el bebé al que ya amaba con todas sus fuerzas. Y
tampoco había querido decir que lo odiaba a él. Jamás le había odiado. Le hacía
enfadar como nada en su vida, pero no hasta el punto de odiarle.
Kyuhyun
lo siguió al piso superior y golpeó la puerta de su habitación durante un buen
rato. Sungmin no respondió, y él ni siquiera giró el picaporte para ver si
había echado la llave. Cuando por fin se fue, lloró hasta quedarse dormido,
pero tras una breve siesta se despertó de nuevo a mediodía, y estaba ¡muerto de
hambre otra vez! Santo Dios, comenzaba a tener gracia. Al menos eso lo puso de
mejor humor y pudo fingir que era feliz cuando se unió al resto de la familia
para comer.
Kyuhyun
no le dirigió la palabra durante todo el almuerzo. Después de su arrebato
anterior, tampoco lo sorprendió su reticencia. Sin embargo, no dejó de mirarlo
todo el rato y, aunque mantenía una expresión inescrutable ante su madre, Sungmin
sintió que estaba ¿preocupado? No,
probablemente sólo sentía curiosidad por la violenta reacción que había tenido Sungmin
a lo que sólo había sido una broma. Una
broma de muy mal gusto, cierto, pero aun así no pensaba que él lo hubiera dicho
en serio.
Kyuhyun
desapareció tras la comida, así que Sungmin pudo relajarse un rato con su
suegra en la sala. Le gustaba Ahra. No podía ser de otra manera cuando la mujer
estaba tan contenta con su nuero. Y Sungmin parecía ejercer una buena
influencia sobre ella. Cada día, el tono de Ahra era menos brusco, casi como si
su parte más femenina estuviera emergiendo lentamente de nuevo. Al menos era
así hasta que Kyuhyun comenzaba a azuzarle de nuevo.
Como
era costumbre, Sungmin subió a cambiarse de ropa para la cena. La mayoría de
las familias de las clases acomodadas consideraban la última comida del día
como la más formal, incluso aunque no hubiera invitados a los que impresionar. El
joven salió de su habitación al mismo tiempo que Kyuhyun entraba en la suya. El
se detuvo. Sungmin pensó en regresar de inmediato a la suya.
—Espera,
Minie —dijo, y se acercó con rapidez, como si le hubiera leído el pensamiento.
Sungmin
se puso en guardia al instante, con todas las defensas firmemente en su lugar.
No quería responder preguntas sobre su absurdo comportamiento de esa mañana,
que era lo que creía que él querría discutir.
—Mañana
estaré fuera casi todo el día por asuntos de negocios —dijo él antes que
pudiera pensar una excusa—. Te lo digo porque seguramente saldré muy temprano y
no te veré antes de irme.
No era
lo que Sungmin esperaba escuchar, pero con sus defensas alzadas, su voz
adquirió un tono demasiado brusco incluso a sus propios oídos.
—No
tienes por qué darme cuenta de tus asuntos cuando sólo soy...
No
consiguió terminar la frase. Kyuhyun lo besó de repente. Sungmin no supo si lo
había hecho para impedir que dijera «tu esposo» o «tu invitado». Ni siquiera
estaba seguro de lo que había estado a punto de decir. Pero eso dejó de
importarle cuando un momento después le rodeó el cuello con los brazos.
Santo
Dios, ¿cómo podía seguir provocando aquellas sensaciones en él? ¿Enardecerlo de
esa manera al instante? Estaba hambriento de nuevo, pero esta vez sólo quería
saborearlo ¡a él! Todas las dudas, la rabia, las inseguridades y los altibajos
emocionales desaparecían con el simple roce de su boca y con la seguridad de
que él quería besarlo. ¡Lo deseaba! ¡Por supuesto que Kyuhyun no estaría
besándolo de esa manera si no lo desease! ¿O sí?
Lo
abrazó con fuerza. Comenzó a embargarle algo parecido a la felicidad y una
mezcla de anhelos tan poderosos que se sintió sobrecogido por ellos. Oyó el
gemido de Kyuhyun. Sungmin no pensó que tuviera que ver con la pasión hasta que
él le apartó bruscamente.
—Deja
de parecer tan condenadamente atractivo —le dijo.
Lo
dejó tan asombrado que muy bien podrían haberle tumbado con un dedo. ¿Se había
visto obligado él a besarlo porque lo había encontrado atractivo? ¿Qué clase de
disparate era ése?
Herido
y más que un poco frustrado después de que un beso tan placentero hubiera acabado
de manera tan brusca, Sungmin le espetó:
—Discúlpame,
voy a embadurnarme la cara de barro. —Y lo empujó antes de echar a correr por
el pasillo.
—¡Encontrarás
un montón en el patio trasero! —le gritó él en un tono que Sungmin encontró
sospechosamente divertido.
—¡Gracias!
—le gritó, pero sin una pizca de diversión.
¡¡¡¡¡FELIZ CUMPLEAÑOS CHO KYUHYUN!!!!!
Un día de estos Sungmin le va a tirar un diente de una cachetada a Kyu por sus tonterías jajajjaja
ResponderEliminareso sin lugar a dudas
ResponderEliminarQuisiera decir algo que ya he dicho en los ultimos capítulos,ya no es novedad...estúpido Kyuhyun😒😒😒😒
ResponderEliminarPero bueno,al menos ya está descubriendo la verdades que el creía mentiras...espero con ansias cuando descubra la verdad absoluta del embarazo de Min...y no crea que está engordando por comer😒
Igual...parece que ya no puede resistirse a su esposo
Desearía que Min tuviera gemelos...así Kyu tendría las manos llenas😂😂😂😂