Debutantes II-8




Heechul estaba tan nervioso preguntándose si había conseguido escapar que fue bastante más tarde cuando sintió el frío que hacía en el carruaje. No se alarmó al no encontrar más que cenizas frías en el brasero pero, tras un registro precipitado bajo los asientos y hasta del interior de un asiento voladizo, quedó absolutamente desconcertado. Ni un pedazo de carbón en todo el vehículo.
Había una manta de viaje. Pobre consuelo pero se envolvió con ella. ¿Sería suficiente? No para que se sintiera cómodo aunque tendría que contentarse con ella. El cochero pasaba más frío aún. No era necesario pedirle que corriera más. Había dejado perfectamente claro que la velocidad era un imperativo.
¡Aún no podía creer que se encontrara camino a casa! ¡Aunque su inmensa sensación de satisfacción y triunfo nada tenía que ver con su vuelta a casa y todo con el simple hecho de haber burlado a Siwon!
Acababa de bajar de su habitación cuando oyó las voces en el salón. Casi había entrado, seguro de que era la voz del hermano de Siwon y no de su tía. Un toque de suerte lo hizo esperar lo suficiente para darse cuenta de que, si el hermano estaba allí, tenía que haber venido en coche, y que el coche podría estar aún delante de la puerta, con los caballos enganchados, proporcionándole un medio de huida.
Sin embargo, no podía arriesgarse a pasar por delante de la puerta del salón para salir a averiguarlo. Tampoco podía partir con lo puesto, un vestido de día. Corrió de vuelta a su habitación para buscar su abrigo y su bolsa de mano, y bajó corriendo la escalera de servicio, con la esperanza de encontrar a Hanni en la cocina. No tuvo suerte y Heechul no sabía dónde podría estar su doncella a esa hora del día. ¡Todo un dilema! ¿Buscar a Hanni y arriesgarse a perder la oportunidad de partir o marchar sin la doncella, con la certeza razonable de que Siwon procuraría enviarla a Londres?
Realmente, no tenía elección. Era su única oportunidad de escapar de ese lugar, y ni siquiera estaba seguro de lograrlo. Tenía que actuar de inmediato, antes que desengancharan los caballos y los llevaran al establo, como hicieron con los otros.
—¡Espera! —llamó al joven sentado en el pescante.
Él lo oyó y se detuvo. Incluso saltó al suelo mientras él se acercaba apresurado, procurando no resbalar en el hielo apenas cubierto por la nieve recién caída. Seguramente se habría quitado la gorra si llevara una, en lugar del montón de bufandas de lana que asomaban bajo la capucha de su abrigo. Su expresión era la típica de la mayoría de los hombres que veían su cara por primera vez, una mezcla de deslumbramiento y de incredulidad ante lo que veía.
Para fomentar la impresión, Heechul le dirigió su sonrisa más brillante.
—Necesito que alguien me lleve a Londres. ¿Podrías ayudarme?
El joven tardó un minuto entero en recuperarse de su embelesamiento. Heechul sólo tuvo que repetir sus palabras una vez.
Al final, él frunció el ceño con gesto triste y dijo:
—No creo que pueda, señor, no sin el permiso de Lord Choi. Éste es su carruaje.
—¿Cómo te llamas?
—Albert, señor.
—¿Veinte libras te harían cambiar de opinión, Albert?
Él hizo una mueca.
—Es mucho dinero para alguien como yo, pero seguro que me despedirán o me mandarán a la cárcel si me voy con este carruaje.
Heechul empezaba a perder la paciencia. No tenía tiempo para engatusarlo. Siwon podría aparecer en cualquier momento, y entonces ya no iría a ninguna parte.
—No te arrestarían —le aseguró—. Eso te lo prometo.
Él seguía ceñudo y triste.
—He traído al hermano del señor. Probablemente volverá a casa dentro de unos días. Es un joven señor muy agradable. Seguro que permitirá que lo acompañe.
—No me sirve. Debo partir inmediatamente. ¡Cincuenta libras!
—No me gusta mucho este trabajo —admitió el cochero— Lo acepté en verano, cuando no era tan duro. Ahora pienso que prefiero trabajar dentro de casa en esta época del año. Aunque cincuenta libras no son suficientes para que me dejen en la calle
Claro que eran suficientes. Era más dinero del que podría ganar en dos o tres años.
—Cien libras —dijo Heechul, impaciente.
—¿Adonde quiere ir? —preguntó el joven al tiempo que le abría la puerta del carruaje.
—A Londres. A toda marcha. Y hablo en serio, hemos de apresurarnos mucho.
—No se preocupe, señor. Iremos a la carrera hasta la posada más cercana y un buen fuego, puesto que no tendré mucho calor en el pescante. Podemos detenernos en una posada, ¿verdad?
—Sí, por supuesto —dijo, adivinando que ése era el motivo por el que le había costado tanto convencerlo. Él solamente quería evitar el frío—. No espero que conduzcas durante la noche.
Menos mal que ya le había dicho que tenía prisa, pensó Heechul mientras sus dientes castañeteaban. En el interior del carruaje no hacía más frío que al principio, sin embargo, a él le parecía que sí, ahora que llevaba varias horas allí. La manta de viaje no servía de mucho cuando su abrigo era tan fino. ¿Cuánto faltaría hasta alcanzar un pueblo y una posada caldeada? Seguramente no más de una hora, teniendo en cuenta la velocidad temeraria con la que Albert conducía los caballos.
Al menos Siwon ya no podía detenerlo antes de llegar a la civilización. Con todos los caballos en el establo, se había asegurado de que nadie, ni él mismo, pudiera salir de forma inmediata. Heechul esbozó una sonrisa de afectación al imaginar la irritación de Siwon cuando descubriera que se había escapado.
Le molestaba haber tenido que dejar atrás a Hanni, su propio carruaje y su ropa. Aunque Siwon ya no tenía por qué quedarse, se vería obligado a usar su carruaje para que él mismo y todos los demás regresaran a sus respectivos hogares. Si no tuviera el detalle de devolverle el carruaje, bueno, ya se preocuparía de eso cuando estuviera en casa, seguro de no tener que tratar con ese demonio nunca más.
Fue lo último que pensó antes de verse despedido del asiento y caer al suelo. Liado con la manta de viaje, al principio no percibió que el carruaje se vencía hacia un lado. Aunque el suelo era un buen sitio mientras el vehículo avanzaba botando hacia una zanja.
 Apenas conseguía ponerse de rodillas cuando la puerta se abrió bruscamente y Albert preguntó con expresión horrorizada:
—¿Se encuentra bien?
—Sí, apenas tengo unas magulladuras —le aseguró Heechul—. Sólo dime que no nos hemos salido del camino para caer en una zanja.
El joven se ruborizó intensamente.
—No vi el bache, juro que no lo vi. Quizá lo hubiera visto si no condujera los caballos a toda velocidad, aunque hay nieve reciente que cubre el camino y es posible que tampoco lo viera yendo más despacio.
—¿Y? 
—Al salir del bache, la rueda perdió su tracción y derrapó. La zanja no parecía estar tan cerca pero supongo que lo estaba. Y entonces se rompió.
—¿Qué se rompió?
—La rueda —respondió él, avergonzado—. Se partió el eje en el momento de caer en la zanja.
—¿Los caballos están bien?
—Sí, señor.
—Entonces, pueden tirar del carruaje hasta el camino otra vez.
—Sí, aunque no irá a ninguna parte con la rueda rota. ¡Maldita mala suerte!
Ya podía decirlo, pensó Heechul con un suspiro. En retrospectiva, había sido estúpido por su parte pedirle que apurara los caballos con ese tiempo. Pero saberlo sólo podría contribuir a evitar desastres futuros, en absoluto ayudaba en hechos pasados.
—¿Qué harías normalmente en una situación como ésta?—preguntó.
—Cambiar la rueda.
—Pues ve a buscar otra.
—Todavía no estamos cerca de ninguna población. Sería de noche antes que volviera.
Lo primero que pensó Heechul fue que no deseaba quedarse solo allí, en la cuneta, con ese frío y menos después de anochecer.
La alternativa, sin embargo, sería montar uno de los caballos, a pelo, caer más de una vez, seguramente, hacerse daño y encontrarse con dificultades aún mayores. O esperar que mejorara el tiempo, helándose mientras tanto. O esperar que apareciera Siwon, deleitándose por haberlo encontrado. Es decir, suponiendo que apareciera. Quizá no se molestara en ir tras él. Bien podría pensar que lo había intentado y que no se esforzaría más en «ayudar» a alguien que, obviamente, no deseaba su ayuda. Por eso dijo:
—Pues no pierdas el tiempo.
Ojalá no estuviera cometiendo un nuevo error.


Siwon apenas podía ver más allá de veinte pies, tan densa era la nieve que caía. Se podría hablar de una ventisca si el viento fuera más fuerte pero, por suerte, apenas hacía viento, o justo para hacerle sentir la intensidad del frío..., y hacerle considerar la posibilidad de abandonar.
Casi no vio el carruaje en la zanja. Cubierto con un manto blanco, se confundía con la nieve que lo rodeaba. Fueron los caballos los que atrajeron su mirada. La nieve no se adhería a sus cuerpos cálidos y oscuros, como no se adhería a su propia montura. El miedo lo invadió cuando vio el accidente. Un miedo más fuerte del que recordaba haber sentido jamás aunque, por suerte, muy breve. En cuanto vio que faltaba uno de los caballos y que el carruaje se mantenía derecho, un poco ladeado pero en absoluto destrozado, supo que nadie estaba herido. Evidentemente, Heechul y el cochero habían decidido compartir uno de los caballos para continuar el viaje.
Fue su única conclusión, de modo que estuvo a punto de no bajar a la zanja para comprobarlo. No obstante, sabía que, de no hacerlo, no se lo perdonaría y nunca saldría de dudas, así que desmontó el tiempo suficiente para abrir la portezuela del carruaje y echar un vistazo en el interior. Allí no quedaba nada más que un bulto de... «¿Por qué demonios tienes sólo una manta de viaje en el carruaje?» Recordó las palabras de su hermano con un sobresalto. Una manta de viaje no abulta tanto.
—¡Santo Dios! —exclamó—. ¿Te ha dejado aquí para que mueras de frío? ¿Adonde demonios ha ido?
Heechul asomó la cabeza de debajo de la manta, no la cabeza entera sino lo justo para que él pudiera ver sus ojos y comprobar que no llevaba el sombrero. Hasta su habitual peinado elegante había desaparecido. Estaba hecho un ovillo tan pequeño en el asiento que la manta lo cubría por completo, cabeza incluida.
—Ha ido a buscar otra rueda, para cambiar la que se rompió.
Siwon se sentó a su lado y miró el brasero apagado.
—¿Sabía que te dejaba aquí sin calefacción?
—Probablemente no —respondió bruscamente—. ¡Y cierra esa maldita puerta!
Él alargó el brazo para cerrar la portezuela. No sirvió de mucho. La respiración le formaba nubes de vapor delante de la cara.
Ahora que estaba acompañado, Heechul empezó a estirarse. Volvió a poner los pies en el suelo e irguió la espalda. La manta de viaje era muy pequeña, tenía la anchura y largura suficientes para cubrirlo desde el regazo hasta los pies. Heechul la abrió sobre su regazo. Tenía las manos desnudas. ¡Los dedos le temblaban de frío! A Siwon lo recorrió una ola de ira porque se hubiera expuesto al peligro de ese modo.
—¿Dónde están tu sombrero y tu manguito? —quiso saber.
—No estaban con mi abrigo. No tenía tiempo para buscarlos.
Lo dijo en tono altanero, consiguiendo irritarlo todavía más.
—Pensaba que tendrías la sensatez de no hacer estas jugarretas —espetó Siwon mientras se quitaba los guantes, agarraba las manos de Heechul y las frotaba con las suyas.
Él no intentó impedírselo. Se limitó a decir:
—La desesperación me obliga a cometer estupideces. Creía que ya había quedado claro entre nosotros.
—No estabas desesperado. Sólo tienes miedo de enfrentar a la persona que ven los demás cuando te conocen. ¿Y qué le ha pasado a tu pelo?
Heechul retiró una mano de entre las suyas y empujó un mechón errante hacia atrás.
—Necesitaba más calor en el cuello y orejas.
¡Tenía tanto frío que había intentado calentarse con su propio pelo! Eso lo enfureció tanto que resopló:
—¡Voy a matar a ese idiota de Albert por aceptar esto!
—No, le prometí cien libras.
—Eso no es excusa. —Volvió a cogerle las manos para calentarlas con su aliento.
—Lo es, si no has visto cien libras en tu vida.
Tenía razón pero él siguió escudriñándolo con ojos entrecerrados.
—Estás resuelto a asumir toda la culpa, ¿no es cierto?
—Claro que sí..., no, no lo estoy. La culpa es tuya.
A Siwon casi se le escapó una sonrisa.
—Me preguntaba cuándo lo dirías.
—Pues, es cierto. Si no te hubieras empecinado en mantenerme prisionero antes de tener, siquiera, el permiso de mis padres, cuando sólo suponías que te lo darían...
—Ya lo tengo. Mi hermano tuvo la precaución de traerme el correo.
Heechul se hundió en el asiento.
—Qué conveniente, estás exonerado de todos los cargos.
—Sí, muy conveniente —admitió Siwon—, puesto que aún no hemos terminado de pasarte por el fuego.
Le tomaba el pelo. Heechul debió de darse cuenta, de otro modo, habría perdido los estribos ante el comentario. La mención del fuego, sin embargo, hizo recordar a Siwon que su caballo llevaba un saco de carbón para el brasero del carruaje.
—Hablando de fuego, he traído carbón —añadió—. Voy a buscarlo.
Salió inmediatamente y reapareció en pocos minutos. Tampoco tardó mucho en encender el brasero. ¡Se dio cuenta, sin embargo, de que pasaría un buen rato antes que las brasas calentaran el carruaje y que los dientes de Heechul seguían castañeteando y sus labios estaban casi lívidos! Tendría que buscar otro remedio entretanto...
—En realidad —dijo, como si no hubieran interrumpido la conversación—, sí que hemos hecho ciertos progresos. No eres tan mordaz como al principio y yo, al menos, no he visto indicios de malicia. No te alarmes, voy a intentar otra manera de calentar estas manos, ya que las brasas tardan en dar calor.
Se desabrochó el abrigo, sacó los faldones del pantalón y apoyó las manos de Heechul en su pecho, debajo de su camisa. Heechul quiso retirar las manos pero Siwon las retuvo con fuerza, a pesar de que le daban frío.
—Esto tampoco dará resultado —dijo—. Tu cuerpo no está precisamente caliente en estos momentos.
—Entonces, probemos con esto. —Colocó las manos de Heechul debajo de sus axilas.
—Apenas mejor aunque no durará. Así sólo te enfrías tú también.
—Ya estaba frío, querido. Ahí fuera está nevando. Pero tienes razón. La única manera de entrar ambos en calor es con un poco de ejercicio. Ya sabes, hacer circular la sangre, sudar un poco. Nunca falla.
Heechul lo miró dubitativo.
—Aquí dentro no hay suficiente espacio para ejercicios y, no, gracias, no pienso salir afuera y empezar a correr sólo para sudar un poco —añadió airoso—. Además, yo no sudo. Los jóvenes señores nunca sudan.
Siwon no pensaba reír de esa afirmación tan ridicula. No reiría aunque le costara la vida. No obstante, tardó algunos momentos en controlar el impulso de hacerlo.
—Estaba pensando en un tipo de ejercicio más agradable. —Heechul abrió los ojos desmesuradamente y él se apresuró en añadir—: No, pongo un límite en hacer el amor dentro de un carruaje en pleno invierno..., bueno, al menos, no sin un brasero que arda con más fuerza que éste. —Sonrió para demostrarle que sólo bromeaba.
No deseaba alarmarlo ni ultrajar sus sensibilidades virginales. Ésta, no obstante, era una oportunidad que, simplemente, no podía dejar escapar.
Desde el principio había contenido sus inclinaciones naturales, porque sus motivaciones eran puras en lo que se refería a Heechul. Lo había llevado a su casa para ayudarlo, no para seducirlo. Algunos besos, sin embargo, no les harían daño y en esos momentos lo ayudarían a olvidarse del frío.
Había sido bueno. Muy bueno. Sinceramente, no sabía cómo había conseguido mantener las distancias, siendo Heechul tan deseable. Lo ayudó la antipatía que sentía por él. Cuando Heechul empezó a explicar algunos de sus actos, sin embargo, sus sentimientos se tornaron neutros. No le caía precisamente bien, aún quedaba mucho por explicar y mucho que cambiar en su manera de tratar a los demás, pero no tenía que caerle bien para que lo deseara y, desde luego, lo deseaba mucho.

Heechul estaba hecho un ovillo e intentaba calentarse la cara respirando profundamente sobre sus rodillas, tan inmerso en el esfuerzo que ni siquiera advirtió la presencia de Siwon ante que él hablara. No se había deleitado al encontrarlo, como pensaba. No había mostrado más que preocupación y enfado.
Ya empezaba a temer que el cochero no volvería el mismo día. Puede que no lo hiciera, si no alcanzaba la ciudad antes de la caída de la noche. Con la presencia de Siwon, sin embargo, todos sus temores se habían disipado. Ni por un minuto dudó de que le devolvería el calor y la seguridad. Ya no le importaba haber fracasado en su intento de huir de él.
—Simplemente voy a besarte, Hee. Te garantizo que, dentro de unos momentos, ya no sentirás frío y, pasados unos minutos, entrarás en calor.
Heechul empezó a sentir calor sólo de pensar en el beso. Calor no exactamente, pero la idea de besarlo ya le hacía olvidar el frío.
Allí estaba sentado, tratando de impedir el castañeteo de sus dientes mientras hablaban. Cada segundo tenía que reprimir un escalofrío. Ojalá le besara como había hecho antes, en lugar de hablar de hacerlo. El anuncio implicaba que le pedía permiso y prefería no reconocer que deseaba el beso. En realidad, lo deseaba y se había sentido muy decepcionado cuando él no lo intentó de nuevo después de aquel primer beso en la nieve.
—Hablas por experiencia, sin duda —dijo.
—Por supuesto. La pasión genera su propio calor. ¿Lo intentamos?
Realmente le pedía permiso. Qué poco libertino por su parte. ¿Cuándo demonios pensaba hacer honor a su reputación ese hombre? Aunque Heechul imaginaba que sólo se acostaba con parejas que le gustaban, y ya hacía mucho que habían establecido que él no entraba en esa categoría.
—Desde luego —dijo con un suspiro—. Intentaría cualquier cosa para entrar en calor.
—¿Cualquier cosa? —preguntó Siwon con un mohín.
—Casi cualquier cosa.
El se le acercó sin dejar de sonreír y sus labios se unieron. Los de Siwon no estaban fríos. Los de Heechul seguramente sí, aunque no por mucho tiempo. Por lo demás, sin embargo, él no lo tocó, como si se abstuviera deliberadamente de hacerlo. ¡Tal vez, no tuviera verdaderos deseos de besarlo! Heechul sintió una excitación inesperada cuando sus labios se juntaron aunque ese beso resultaba poco apasionado.
—No te alarmes —advirtió él separando apenas sus labios—. Cuando sugerí besarnos, no pensaba en un beso casto. La clave es el esfuerzo y éste surge de la pasión.
Heechul se apartó.
—¿Qué quieres decir?
—Esto.
«Esto» fue un beso completamente distinto. Siwon lo atrajo hacia sí con ardor y le rodeó con los brazos, sosteniéndolo con firmeza. Lo besó con fuerza, obligándolo a entreabrir los labios con su lengua. Eso le conmocionó. Ya había perdido la cuenta de los besos que distintos hombres le habían robado y que, por norma general, terminaban bruscamente con un bofetón. Nadie lo había forzado nunca a una intimidad tan sorprendente que lo dejara sin aliento y con el corazón desbocado.
Siwon se recostó en el lateral del carruaje al tiempo que lo levantaba y lo colocaba en su regazo, con el fin de no tener que separar los labios. Fue como tenderse encima de él, sensación que a Heechul le resultó muy excitante. Siwon siguió abrazándolo con fuerza con un brazo mientras deslizaba la otra mano entre su cabello. Heechul sintió en la espalda unos escalofríos que nada tenían que ver con la temperatura.
—¿Has dejado ya de sentir frío? —preguntó él cubriéndole de besos las mejillas y el mentón.
—Sí.
—¿Te gustaría sentir mis manos?
—No si están frías.
—Te aseguro que no queda ni un centímetro frío en mi cuerpo. Te lo demostraré.
Besó sus labios de nuevo, cubriéndole una mejilla con la mano. No sólo estaba cálida, sino que ardía mientras él le acariciaba el cuello y empezaba a desabrochar los botones de su abrigo. No lo desabrochó demasiado, sólo lo suficiente para deslizar la mano debajo de la tela y cubrir un lado de su pecho. Heechul profirió un sonido gutural, profundo. No sabía si era una protesta o, simplemente, un sonido de placer incontenible, porque le resultaba maravillosa la sensación de su mano allí, tan estremecedora y sensual que le impulsaba a abrazarlo con más fuerza todavía.
—No todo tú eres delgado —dijo él.
El tono de su voz sólo era burlón a medias cuando hizo esa referencia a su anterior comentario sobre la extrema delgadez de Heechul. Por lo demás, sonó muy complacido. Sus palabras le hicieron sonrojar y acaloraron todavía más. Aunque Siwon conseguía hablar, sin embargo, no le daba demasiadas oportunidades para contestar, porque sus besos no terminaban, sólo se detenían un momento antes que su lengua volviera a entrar imperiosa en su boca.
Entonces introdujo la lengua de Heechul en su boca y succionó suavemente. Heechul gimió y le rodeó el cuello con el brazo sin pensarlo siquiera. Dobló las rodillas y las apoyó en el pecho de Siwon. Emitió un pequeño sonido de protesta cuando él dejó de acariciarle el pecho aunque fue muy breve, porque Siwon no retiraba la mano sino que la movía en una nueva dirección, a lo largo de su cintura y hasta sus nalgas, que rodeó para atraerlo más firmemente hacia sí.
—Piensa que soy una almohada —susurró sobre sus labios—. Puedes acurrucarte y estirarte sobre mí.
¿Cómo sabía que lo deseaba? ¡Sentía ese impulso asombroso de deslizarse sobre él! Y aprendía rápido esa nueva forma de besar. Incluso tomó la iniciativa, no pudo evitarlo, aunque él la recuperó enseguida. ¡Era un duelo de lenguas! Parecían luchar por el dominio o, mejor dicho, lo compartían. Ahora ya ambos despedían calor.
Siwon logró meter aquella mano indagadora debajo de su pantalón. Heechul percibió una ligera corriente fría cuando lo hizo pero apenas se dio cuenta, porque sus dedos tanteaban el camino de su muslo. Luego dio literalmente un brinco en su regazo cuando el dedo de Siwon rozó su entrepierna. Él le sujetó con fuerza. No iba a permitir que Heechul se negara el inmenso placer que era capaz de proporcionarle aunque él tampoco pensaba impedírselo, tan inmerso estaba en la novedad de las sensaciones que le provocaba.
Había agarrado un mechón de su pelo sin saber que tiraba de él. Le besaba con voracidad, y el placer se intensificaba rápidamente y su cuerpo entero temblaba de deseo, ya no de frío. Lo que estalló en él de repente escapaba a su comprensión. Seguramente habría gritado, pero Siwon atrapó su fuerte gemido en un beso en el momento en que el orgasmo de Heechul palpitaba contra su mano.
Completamente agotado, lujuriosamente completo, caliente entre los brazos de Siwon, se habría quedado allí toda la noche. El depositaba pequeños besos en su frente. Ahora su mano acariciaba dulcemente la cara externa de su muslo. Siwon no intentó moverlo, lo mantuvo en su regazo. Heechul podría haber llorado. Se lo habría permitido, lo sabía, y lo habría mantenido caliente con el calor que expedía su cuerpo.
Siwon, sin embargo, debió de oír movimiento fuera. Él también lo oyó y apartó la cabeza, de su pecho justo antes que él lo depositara a su lado en el asiento. Ni se tocaban cuando se abrió la portezuela bruscamente. Pobre Albert, dispuesto a asegurarle de que había cumplido su tarea con éxito, no tuvo oportunidad de hacerlo. El puño de Siwon le golpeó en medio de la cara y lo hizo rodar por la nieve hasta el fondo de la zanja.


2 comentarios:

  1. Ese golpe no fue por llevar a Hee estoy 100% segura, fue por cortarles el momento

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  2. Ese es Hee es un tonto .. Huir así.
    Pero bueno... Sirvió de algo muy interesante..
    Ahhh lo manoseo ajajajajaha
    Ese Albert les daño el parche... Jajajajaja jajajaja por eso se llevó su buen golpe...

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...