Debutantes II- 2




Heechul contemplaba el rudo paisaje invernal por la ventanilla del carruaje mientras, con Hanni, viajaban hacia el sur, camino de Londres. La hierba estaba seca y los árboles, casi completamente desnudos aunque algunos aún se aferraban a sus hojas parduscas. Era un paisaje tan desolado como sus pensamientos.
¿Realmente había pensado que su debut en sociedad podría ser distinto? ¿Que los hombres a los que conociera no quedarían deslumhrados con sólo verlo? ¿Que no habría cien proposiciones más que añadir a las innumerables que ya había recibido antes de alcanzar siquiera la edad de casarse? ¿Y por qué lo hacían? ¿Acaso alguno de ellos lo amaba? Claro que no. ¡Ni siquiera lo conocían!
Sus supuestos amigos no eran diferentes. Ni uno había sido amigo verdadero, en ningún momento. Sólo se le acercaban debido a su popularidad, que únicamente obedecía a su belleza. ¡Idiotas! ¿De veras pensaban que no sabía por qué se llamaban sus mejores amigos? Claro que lo sabía. Siempre lo había sabido. De no ser por su belleza, no volverían una y otra para recibir los latigazos de su amargura.
No le gustaba su aspecto y, al mismo tiempo, daba por hecho que ningún joven podría compararse con él y eso le encantaba. Los sentimientos encontrados, sin embargo, nunca le sentaban bien, lo dividían en dos y hacían que se sintiera incómodo.
Los espejos eran sus enemigos. Los amaba a la vez que los odiaba, porque le mostraban lo que todos veían cuando lo miraban. Cabello rubio claro, sin mechones oscuros que tacharan su perfección; piel de marfil sin máculas; cejas arqueadas que, depilándolas un poco, resultaban ideales; ojos oscuros que no destacarían si no formaran parte de un rostro de facciones exquisitas.
Todos los rasgos de su rostro, la nariz recta y delgada, los pómulos altos, labios carnosos, el pequeño mentón firme que sólo sobresalía con tenacidad cuando se obstinaba... De acuerdo, eso sucedía casi siempre pero, aun así, completaba este conjunto que deslumhraba a toda la gente que había conocido, con la excepción de dos, aunque ya no iba a pensar en ellos.
Heechul miró a su doncella, sentada en el asiento de enfrente. Viajaban en su carruaje particular, no tan grande como el de su padre, pero sí lo bastante amplio para llevar en el tejadillo dos baúles grandes con su ropa además de la maleta de Hanni, y para acoger cómodamente a cuatro pasajeros en su interior.
—¿Me vas a contar ya lo que pasó en esa casa? —preguntó Hanni.
—No —contestó Heechul con dureza.
Hanni chasqueó la lengua y dijo sabiamente:
—Claro que sí, querido, siempre lo haces.
¡Qué impertinencia! Aunque Heechul no lo dijo en voz alta. ¡Hasta su ayudantes caían bajo el hechizo de su belleza, temían tocar su exquisito cabello rubio, prepararle un baño por si no fuera de su agrado, disponer su ropa por si la arrugaban, temían incluso dirigirle la palabra! Les había despedido a todos. La cuenta ascendía a la docena cuando Hanni solicitó el puesto.
Ahn Hanni no temía a Heechul ni se sentía intimidada por él en lo más mínimo. Se mofaba de las reprimendas, se reía de las miradas severas. Por una vez Heechul no reaccionó al silencio de Hanni como hacía siempre, contándolo todo. La mayoría de las personas que lo conocían sabían que iría al grano en cuanto dejaran de hacer preguntas. Heechul detestaba esa espantosa debilidad suya como, en realidad, detestaba todas sus debilidades.
Ante la ausencia de una respuesta, la curiosidad pudo con Hanni. Al fin y al cabo, se suponía que esa mañana tenía que celebrarse una boda, la boda de Heechul; en cambio, éste había buscado a Hanni para decirle que hiciera el equipaje y estuviera lista para abandonar Raccoon Glade en menos de cinco minutos, porque regresaban a su casa de Londres inmediatamente. Hanni tardó veinte minutos en hacer el equipaje pero, aun así, fue probablemente la ocasión en que menos tardó en meter la ropa en los baúles.
—¿Lo abandonaste en el altar, pues? —insistió Hanni.
—No —contestó Heechul con rigidez—. Y realmente no me apetece hablar del tema.
—Pero dijiste que tenías que casarte con el escocés, que no había forma de evitarlo después que Jungmo os pillara solos en tu dormitorio. Sé que te gustó que aquello sucediera, ya que querías recuperarlo, aunque sólo fuera para poner fin a los rumores que corrieron cuando él puso fin a vuestro primer compromiso. Luego cambiaste de opinión y no querías tener que ver con él...
—¡Ya sabes por qué! —interpuso Heechul secamente—. Él y su abuelo se proponían convertirme en un cateta de provincias. ¡La sola idea...! Ni diversiones ni reuniones sociales. ¡Sólo trabajo, trabajo y más trabajo! ¡Yo!
—Te habías resignado a la idea, querido. ¿Qué...?
Heechul volvió a interrumpirla bruscamente.
—¿Qué alternativa me quedaba, cuando Jungmo amenazó con arruinarme si no me casaba con ese bárbaro bruto?
—Creía que habías aceptado que, en realidad, no era un bárbaro —indicó Hanni—. Fuiste tú quien hizo correr el rumor, antes de conocerlo siquiera, para que llegara a oídos de tus padres y éstos cancelaran el compromiso por ti.
Heechul dirigió a su doncella una mirada amenazadora.
—¿Qué tiene eso que ver con nada? Eso fue antes, no ahora. ¡Y ni siquiera funcionó! Me arrastraron hasta Raccoon Glade para que lo conociera, a pesar de todo. Y mira qué ha pasado. Un pequeño comentario irreflexivo de mi parte y él se siente tan ofendido que va y rompe el compromiso. Pero yo no pretendía ofenderlo. No fue mi culpa si me escandalizó cuando entró en mi habitación vestido con un kilt. Ni que fuera la primera vez que veía a un hombre en kilt —concluyó Heechul con desdén.
—Habrías dicho exactamente lo mismo si hubieras reflexionado sobre ello —repuso Hanni, que lo conocía demasiado bien.
A Heechul casi se le escapó una sonrisa y dijo:
—Pues, probablemente sí. Aunque sólo porque ya estaba desesperado. Dijeron que había vivido toda su vida en las Tierras Altas. Sabes que temía que fuera realmente un bárbaro o jamás se me habría ocurrido tildarlo de eso en los círculos de cotilleo.
—Al final, sin embargo, reconociste que sería un buen marido.
—Con sinceridad, Hanni, normalmente no eres tan obtusa —dijo Heechul con un suspiro—. Sí, me convenía bastante hasta que su abuelo desglosó la lista de deberes que esperaban que yo cumpliera. Lo único que he deseado en la vida es ser un matriarca social y dar las fiestas más grandiosas que ha conocido Londres. Mis bailes serían los únicos a los que valdría la pena asistir. Eso es lo que espero de un matrimonio, no convertirme en un rústico.
—De modo que estás huyendo —concluyó Hanni al final.
Heechul alzó la vista al techo. También habría levantado las manos en un gesto de repugnancia, si no estuvieran tan abrigadas dentro de su manguito de piel blanca.
Para hacer callar a Hanni, dijo:
—Si quieres saberlo, Jungmo llegó para salvarme de ese horrible matrimonio, así que volvemos a casa.
No habló más, ni siquiera quería pensar ya en el tema pero, por desgracia, Hanni sabía muy bien que Jungmo no le haría ningún favor, pues el antaño mejor amigo de Heechul ahora lo odiaba.
Heechul, sin embargo, realmente no quería hablar de ello, de modo que trató de cambiar de tema.
—Vuelvo a Londres encantado, aunque supongo que mi padre no se sentirá muy contento de saber que, por segunda vez, no tendrá a un marqués como yerno.
—Eso es decir poco, querido. Fue el hombre más feliz de Inglaterra cuando Lord Moon se puso en contacto con él para el noviazgo. Sus pavoneos debieron de dar la vuelta a la manzana.
A Heechul no le sorprendió el tono de burla de aquel comentario. Hanni no le tenía mucha simpatía al conde. Claro que Heechul tampoco. No obstante, hizo una mueca al recordar la furia de su padre cuando los habían echado de Raccoon Glade después de la ruptura definitiva del primer noviazgo, que tan feliz le había hecho. Su padre había llegado a darle una bofetada, culpándolo de todo.
—Si me hubiera escuchado desde el principio, o si hubiera hecho caso a los rumores que yo hice correr y me hubiera librado del compromiso, habríamos evitado aquel episodio tan desagradable. No necesitaba aceptar la primera proposición que le convenía. Yo mismo habría encontrado un yerno eminente para él, uno de mi elección, pero jamás me dio la oportunidad.
—Odio decir esto, querido, pero ya sabes por qué estaba tan convencido de que jamás elegirías un esposo.
—Sí —reconoció Heechul con amargura—. Porque durante tres años hizo desfilar ante mí a hombres jóvenes y viejos, exhibiéndome como el juguete que piensa que soy. Por Dios, yo todavía estudiaba, era demasiado joven para pensar en el matrimonio, pero él quería que mostrara mis preferencias por hombres que no me interesaban en absoluto.
—Creo que la impaciencia es hereditaria en tu familia.
Heechul miró a Hanni inexpresivamente por un momento y luego rió.
—¿De veras piensas que la he heredado de él?
—Pues, desde luego, no fue de tu appa —aclaró Hanni—. El joven señor Soogeun, que Dios lo bendiga, tardaría un año en tomar cualquier decisión si nadie le urgiera a hacerlo.
Heechul suspiró. Quería a su appa aunque Soogeun nunca había podido oponerse al conde en nada, y menos en asuntos relacionados con su único hijo. Debió haber sabido que de nada le serviría hablar con sus padres, especialmente con su padre. Para él no era más que un ornamento, una herramienta útil para mejorar su posición social. Sus sentimientos no le importaban lo más mínimo.
—Probablemente, ni siquiera sabe todavía que me volví a prometer con Youngwoon —aventuró Heechul—. Ese cobarde cochero suyo únicamente volvió a casa antes de saber que estaba de nuevo a Raccoon Glade.
—Tú no se lo comunicaste pero, sin duda, Lord Moon sí.
—Sí, aunque dudo de que abriera una carta del marqués, tan furioso como estaba de haber sido expulsado de Raccoon Glade —explicó Heechul.
—¿Crees que esta vez la vuelta a casa será tranquila, sin tantos gritos?
—Al menos, hasta que mi padre se entere... De hecho, creo que yo mismo se lo diré, si no lo sabe ya.
—¿Porqué?
—Porque si me hubiera hecho caso para empezar, nada de eso habría sucedido.
—Yo no me arriesgaría a recibir otra bofetada sólo por decirle «ya te lo dije».
—Yo sí —opinó Hanni. Giró la cabeza y miró por la ventanilla el último sol de la tarde, que asomaba entre un cúmulo de nubes oscuras.
Heechul, convencido de haber evitado con éxito el tema que no deseaba discutir, se arrellanó en el asiento resuelto a dejar atrás cada detalle de su desastrosa experiencia en Raccoon Glade. Debió de saber que no lo conseguiría. Hanni era bastante tenaz.
Como si no acabaran de hablar de otra cosa, la doncella comentó:
—Jungmo no tendría la generosidad de ayudarte. Te advertí hace tiempo que no le permitieras venir a casa. Está muy amargado últimamente, sobre todo, después que lo descubriste como embustero.
—El mismo lo provocó —respondió Heechul con voz queda—. Nunca lo habría mencionado si sus sarcasmos no me hubieran enfurecido aquel día.
—No hace falta que me lo expliques, querido. Lo conozco muy bien. Fui yo quien te dijo que los sentimientos negativos que alberga hacia ti un día se desbordarían y te harían daño. Ya soportaste su bilis demasiado tiempo, sólo por la amistad que una vez os unió.
La emoción ahogó a Heechul y suavizó su voz todavía más cuando dijo:
—El fue el único amigo verdadero y sincero que he tenido jamás. Realmente esperaba que un día me perdonaría por el mal que pensó que yo le había causado cuando, en realidad, sólo intentaba protegerlo.
—Lo sé —dijo Hanni y se inclinó hacia delante para dar unas palmaditas al manguito de piel que cubría las manos de Heechul—. El hombre que le gustaba era un libertino irresponsable, el peor de los sinvergüenzas, que lo utilizó sólo para acercarse a ti. Trataste de advertírselo repetidas veces. No quiso hacerte caso. Dadas las circunstancias, probablemente, yo habría hecho exactamente lo mismo que tú. Tenía que ver las pruebas con sus propios ojos. Tú se las ofreciste.
—Y perdí su amistad por ello.
—Pero ¿Hoy recobró el sentido común? ¿Por eso te salvó?
—Ah, no —respondió Heechul con voz amarga—. Sólo lo hizo para ayudar a Youngwoon, aunque no antes de vilipendiarme delante de él, de Leeteuk y de Choi Siwon. Dijo que bajo mi aspecto bonito no hay más que hielo, hielo frío y desalmado.
Hanni quedó boquiabierta, como el propio Heechul cuando oyó aquellas palabras.
—Y eso ni siquiera fue lo peor —prosiguió Heechul y describió a su doncella la mayoría de los detalles de aquel horrible encuentro, el recuerdo doloroso aún muy reciente en su mente.
Cuando Jungmo terminó de vapulear a Heechul y de asegurarle de que no tenía un solo amigo en el mundo, como si no lo supiera ya, Heechul se retiró discretamente, incapaz de contener sus emociones por más tiempo. Ahora, después de repetirlo casi todo a Hanni, sintió que la autocompasión se inflamaba en su pecho y lo golpeaba sin piedad. Había llorado. Qué espantoso, permitir que ese tipo de emociones se apoderaran de él. Nunca había sucedido antes, bueno, no desde que era niño, aunque no iba a recordar aquello. Toda la vida había luchado por asegurarse de que no volverían a hacerle daño y lo había conseguido..., hasta hoy.


Siwon hizo restallar las riendas para que corrieran un poco más los caballos que tiraban del lujoso carruaje que conducía. Disfrutaba de aquella experiencia, que era nueva para él. Estaba muy acostumbrado a conducir coches de un tiro, en buenas condiciones climáticas y por la ciudad, pero nunca antes había intentado llevar un carruaje grande. Solía viajar cómodamente sentado y calentito en su interior.
Hacía frío. El viento le azotaba los hombros y la cara con su cabello, recordándole que necesitaba un corte de pelo. Allí a donde iba, no lo conseguiría.
No estaba seguro de si había concebido un plan brillante para ganar su apuesta con Youngwoon o la idea más estúpida imaginable, pero había tirado adelante, a pesar de todo, y ya sólo le quedaba esperar que no tuviera que arrepentirse de ello. Aún estaba a tiempo para cambiar de opinión. Heechul estaba tan sumida en la autocompasión que ni siquiera se había dado cuenta de que no se dirigían a Londres ni de que él conducía el carruaje. Aunque la verdad era que no quería cambiar de opinión.
Le había intrigado la reacción del joven. Las lágrimas del joven de hielo desmentían su apodo. ¿Le había herido lo que se dijo? Y, de ser así, ¿por qué? ¿O sus lágrimas no eran más que una expresión de la lástima que sentía de sí mismo? Y luego, aquella asombrosa transformación suya mientras hablaba con Jungmo en el salón, cuando volvió a mostrarse autosuficiente y altivo, en nada parecido al joven que había llorado entre sus brazos.
Se había formado la peor opinión de Heechul. Igual que todos. Sin embargo, lo que había oído en esa segunda conversación sugería que había más cosas de las que imaginaba. No le gustaba equivocarse y quería averiguar las respuestas por sí mismo.
Aunque ésta era sólo una de las muchas razones que lo habían impulsado a poner en práctica su idea. Si su plan tuviera éxito, obtendría más ventajas que ganar la apuesta con Youngwoon. Obrando un milagro y convirtiendo a Kim Heechul en un joven simpático, haría un favor a todos los que lo conocían. Le gustaba la idea. Interpretaría el papel de un héroe.
Pero tampoco era ésa su única motivación. De dar fe a todo lo que había dicho de él Jungmo, su ex amigo, y no tenía razones para no creerle, a pesar de su belleza, Heechul resultaba antipático a todo el mundo, aparte de los idiotas redomados que, en realidad, no lo conocían y cuya opinión no contaba. Curiosamente, eso lo convertía en una víctima. Y no sería la primera vez que Siwon acudía en ayuda de una víctima.
Por supuesto, también influía su deseo de ganar la apuesta, y Youngwoon tenía razón, en Londres Siwon no conseguiría convencer a Heechul de que cambiara sus modales. Podría seguirlo a todas las fiestas donde asistiera pero ¿Con qué propósito?. Heechul sabía que no le caía bien. Se lo había dejado claro en repetidas ocasiones. De modo que ahora no podía fingir interesarse en él, no se lo creería.
Para bien o para mal, haría el mayor esfuerzo por ayudar a Heechul a comprender lo equivocado de sus modos y a cambiar para mejor, entonces incluso podría encontrar un buen marido y, con el tiempo, alcanzar la felicidad. Un gran desafío, pero a Siwon le gustaban los desafíos. Y, si tuviera éxito, todos serían felices, incluso el joven.
Se hacía tarde, el sol ya se ponía. El carruaje no estaba hecho para viajar de noche, al menos, no por los caminos rurales donde no había farolas que iluminaran el paso. Siwon consideró si arriesgarse y buscar una posada para pasar la noche o proseguir viaje con la esperanza de encontrar su destino en la oscuridad.
Trimage una de las muchas propiedades que había heredado de su abuelo, tan remota, que sólo la había visitado pocas veces a lo largo de los años. Un retiro, lo llamaba el viejo; mientras que el padre de Siwon respondía con sorna que una simple casa de campo habría servido estupendamente como «retiro» y que su padre no necesitaba una maldita mansión en medio de la nada. El viejo duque se limitó a reír y dijo: «¿Una casa? ¿Yo? ¡Es ridículo!»
La familia estaba de acuerdo en que Trimage estaba demasiado lejos de todo. La finca aún se encontraba a horas de distancia. Y los ocupantes del carruaje que conducía Siwon estarían, sin duda, tan hambrientos como él mismo. Ni siquiera habían llegado todavía al condado. Las posadas escaseaban, sin embargo, y las separaban grandes distancias, y cuanto más al norte, menos alojamientos encontrarían.
La última vez que había pasado por allí se alojó en casa de su tía Boa, hermana de su padre. Se había casado con un escocés pero insistió en que vivieran en Inglaterra. Su esposo accedió, siempre que estuvieran muy cerca de Escocia. ¡De hecho, quiso instalarse justo en la frontera!.
Si no se equivocaba, la casa de su tía se encontraba a pocas millas de distancia o, cuando menos, el camino secundario que conducía a ella. Si no lo habían pasado ya. De ser así, volvería atrás. Allí nadie le diría a Heechul que no estaba en Londres.
Pensándolo bien, su tía sería mucho mejor acompañante para Heechul que su doncella, y no le cabía duda de que le gustaría la idea de pasar un tiempo con ellos en Trimage. Además, tenía que asegurarse de que no estallaría ningún escándalo a raíz de su plan impulsivo.
Afortunadamente, ya se había ocupado del único obstáculo que pudo prever. Los padres de Heechul. Una vez tomada la decisión, les escribió una pequeña nota y se llevó aparte al sirviente encargado de conducirlos a casa, confiándole la entrega urgente de la misiva. Así había matado dos pájaros de un tiro, ya que aseguró a ese hombre que él mismo encontraría otro conductor para Heechul.
A sus padres les impresionaban mucho los títulos de más rango que los propios. Lo demostraba el hecho de haber concertado el matrimonio de Heechul con el heredero del marqués en contra de los deseos de la joven. Por eso, no le cabía la menor duda de que darían su total aprobación a la estancia de Heechul con su familia. Siwon sugería que lo había tomado bajo su protección. Si sacaban la conclusión de que estaba interesado en él, no podrían culparlo de su equivocación.
Cuando llegaron era ya noche cerrada pero la luz que salía de los altos ventanales del salón inundaba el espacio delante de la casa, tanto que Heechul comprendió que no se detenían para pasar la noche en una posada.
Siwon se dispuso a sufrir una desagradable escena cuando abrió la puerta del carruaje y ofreció su mano para que bajara del coche. El joven la tomó sin mirarlo siquiera. Un lacayo, como él suponía, no merecía su atención.
Él, sin embargo, lo observó fijamente mientras bajaba y suspiró para sus adentros. Aun zarandeado por el viaje y soñoliento, según parecía, o con los ojos hinchados de derramar tantas lágrimas, su exquisita belleza le quitaba el aliento. Se había quedado desconcertado la primera vez que lo vio en Raccoon Glade. Por suerte, se encontraba en el extremo opuesto de la sala y, cuando se acercó a Leeteuk y a él para ser presentado, se «entrometió» sería el término más adecuado, él ya tenía su asombro bajo control.
Heechul se volvió para hablar con su doncella y contuvo el aliento cuando su mirada pasó por Siwon y retornó bruscamente a él.
—¿Qué demonios haces tú aquí? —exigió—. ¿Me sigues a Londres?
—En absoluto. Diste por hecho que uno de los sirvientes del marqués te conduciría hasta el mismo Londres. No les pagan para ausentarse de Raccoon Glade durante días enteros, salvo que sea el propio marqués quien los envía. Te estoy haciendo un favor, querido muchacho, puesto que vamos en la misma dirección.
—¿Nos conduces tú?
—Asombroso, ¿no es cierto?
Heechul resopló con desdén, posiblemente debido al mohín desenvuelto de Siwon.
—No esperes que te lo agradezca, puesto que no te lo pedí.
Él no solía mentir. No soportaba a los mentirosos. Pero la alternativa sería confesarle que lo había secuestrado y eso no le sentaría muy bien, estaba convencido. Todavía no sospechaba que no se dirigían a Londres y él prefería llegar a su destino final al día siguiente antes que lo descubriera.
Heechul echó a andar airoso hacia la entrada principal pero deceleró el paso y, al final, se detuvo por completo cuando cayó en la cuenta de que se encontraban en una residencia privada y no en un hotel, como había supuesto al principio.
Miró por encima del hombro.
—¿Dónde estamos? —Ahora el tono de su voz sólo indicaba curiosidad.
Antes de dirigirse a la casa, Siwon ayudó a la doncella a bajar del carruaje y, dejando atrás a Heechul, llamó a la puerta. No era su intención dejarlo esperando una respuesta. Aún no conocía su impaciencia. De momento, lo único que quería era medir cada una de sus palabras. Por eso, cuando se dio la vuelta le sorprendió descubrir que lo miraba con enfado. Tardó un momento en reaccionar y recuperar su habitual aire garboso.
—Pues, tengo una gran familia diseminada por todo lo ancho de Inglaterra. Resulta muy conveniente, al menos para mí cuando estoy de viaje. Aquí vive mi tía Boa. Pasaremos aquí la noche. Las camas son mucho más mullidas que en cualquier posada, te lo aseguro.
La puerta se abrió antes que terminara la frase. Allí estaba el viejo William, mirándolos con ojos entrecerrados detrás de sus gafas estrechas. Tan ciego como sorda estaba Boa, William era el mayordomo que su tía había robado a su padre cuando dejó la casa paterna para casarse, hacía ya muchos años. Al menos, así lo contaba el anterior duque.
—¿Quién hay? —preguntó William.
—Soy Siwon, viejo amigo. Sólo buscamos un poco de hospitalidad antes de proseguir viaje por la mañana. Necesitamos tres habitaciones, y un poco de cena tampoco nos vendría mal. ¿Mi tía está levantada o se ha retirado ya para la noche?
—Está en el salón tratando de incendiar la casa, con todos esos troncos que tiene ardiendo en la chimenea.
Siwon sonrió al oír la queja. Boa se enfriaba fácilmente en invierno. Igual que su abuela. Casi toda la familia evitaba visitar a su abuela Choi por culpa del calor que hacía en su suite de Shiyuan Hall. William, sin embargo, jamás admitiría que, a su edad, necesitaba el calor adicional tanto como la propia Boa.
—Le diré que estoy... —empezó a decir Siwon antes de ser interrumpido bruscamente.
—Quisiera que me condujeran a mi habitación, gracias —declaró Heechul y entró airoso en el recibidor—. Cenaré allí.
—Por supuesto, joven señor—respondió William enseguida, impulsado por la costumbre. Su mala visión no le permitía ver la elegancia de su ropa para saber que era un joven señor, aunque el tono imperioso de la voz debió de ser prueba suficiente de su origen aristocrático.
Siwon meneó la cabeza mientras observaba a Heechul subir la escalera. Daba por hecho que William lo seguiría para mostrarle su habitación. A su edad no era muy probable que lo hiciera; de hecho, el mayordomo se alejó a toda prisa en busca del ama de llaves. Según parecía, Heechul había apartado a Siwon de su mente y no pensaba dirigirle una sola palabra más. Pero él no estaba acostumbrado a que no le hicieran caso. Mientras que el desdén del joven le convenía, ya que evitaba que tuviera que mentir de nuevo si le preguntaba cuánto faltaba para llegar a Londres, su total indiferencia hacia él le molestaba.
—Según parece, te veré por la mañana —dijo Siwon dirigiéndose a la espalda de Heechul.
—Temprano —replicó él sin volverse para mirarlo—. No quiero pasar otro día entero viajando.
Él desapareció en el salón antes que terminara la frase. Deseaba que Heechul se diera la vuelta para verlo aunque, probablemente, no lo haría. Maldito niñato engreído.


4 comentarios:

  1. san siwon tu puedes oki talvez te canses pero tu puedes yo te apoyo

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  2. Jajajaja Siwonshis es un loquillo!!!
    Jajajaja a lo secuestró!!!!
    Jajajajaja no puedo!!!
    Hee se va a parar en los pelos cuando se de cuenta!!!

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  3. No hagas cosas buenas que parezcan malas...ya a Hee le salió el tiro por la culata...a ver qué le sucederá a Siwon.
    Secuestrarlo no creo que haya sido la mejor idea,pero espero que algo nueno saque de esto...ya que cuando Hee se entere...huye Siwon.
    Pero al menos Siwon no es tonto y dio "aviso" a los padres de Hee.
    Caso como Siwon,quiero convencerme de que esto valdrá la pena.

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  4. Hahaha... hee!
    Hay san siwis, que intentas hacer! Jaja

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...