Ride With Me- Capítulo Final



Hee alzó una ceja.

—¿Y qué problema hay?

—No, ninguno. Es fabuloso, pero…

—¿Pero qué?

—Bueno, no puedo dejar de preguntarme si es, ya sabes, sólo una atracción sexual. Quiero decir que Kangin no tiene nada que ver con el hombre de mis sueños. Hay mucho de delincuente en él. Nunca sé lo que podría llegar a hacer. A veces es tosco, duro y hasta cruel y yo siempre me había imaginado con un hombre al que le gustara lo mejor y estuviera dispuesto a luchar para conseguirlo. Pero había dejado de pensar en ese hombre ideal. De verdad que lo había hecho, hasta el día en que…

Una voz profunda y dulce terminó la frase por él a sus espaldas.

—… esta mañana cuando Kangsoon apareció en esta casa.

Hee dio un respingo y Leeteuk sintió que se le helaba la sangre.


Se volvió y vio que Kangin estaba en la puerta. Como llevaba puestos los mocasines no le habían oído subir las escaleras. No tenía ni idea de cómo podía haber abierto la puerta sin que le oyeran, pero lo había hecho. Siwon apareció detrás de él.

Leeteuk se preguntó cuánto habría oído. A juzgar por su mirada dedujo que mucho.

—Nos, eh, nos preguntábamos dónde demonios os habíais metido —dijo Siwon.

—Y ya lo hemos averiguado —terminó Kangin.

Leeteuk se levantó, pero sólo pudo susurrar el nombre de Kangin antes de que él alzara una mano para instarle al silencio.

Después miró primero a Hee y después a Siwon.

Siwon comprendió la indirecta enseguida.

—Vamos Hee —con un movimiento de cabeza le indicó las escaleras.

Hee dudó.

—Vete, no te preocupes —lo tranquilizó Leeteuk.

Hee abrió la boca como para hablar, pero pareció pensárselo mejor porque se levantó y se dirigió a la puerta sin decir palabra. Kangin se apartó para dejarlo pasar y cerró la puerta detrás de él.

Leeteuk permaneció al otro lado de la cama, incapaz de moverse.

—Deberías haber esperado. Haber hablado conmigo primero —le dijo Kangin.

—Lo sé —dijo muy bajito.

—La primera noche que te traje aquí te pedí que nunca me traicionaras.

Leeteuk sólo fue capaz de asentir con la cabeza.

—Sin embargo lo acabas de hacer al hablar con tu hermano. A él le has contado todo lo que no has tenido el valor de contarme a mí.

—Kangin…

Volvió a levantar la mano, pidiendo silencio y Leeteuk sintió que las palabras se le helaban en la garganta.

—Dijiste que no podías hablar conmigo porque tu familia te estaba esperando y resulta que te viniste aquí y se lo contaste todo a él.

—Kangin, yo…

Esta vez lo calló con una mirada.

—Es lo mismo, ¿no te das cuenta? lo mismo que me hizo Jaejoong.

—No…

—Sí, lo mismo. No gritas que te he violado, pero estás pensando en dejarme tirado. Me deseas, pero no me amas. Dices que me amas para conseguir lo que quieres, pero no lo sientes, porque en el fondo me consideras por debajo de ti.

—No, Kangin. Tienes que escucharme…

—No, eres tú el que vas a escucharme. No puedes decirme que me amas porque no es verdad. Lo sé. Sin embargo yo sí que te amo.

Leeteuk sintió como si alguien le estuviera estrujando el corazón.

—Yo… ¿qué?

—Te quiero. Eres una buena persona. Fuiste bueno con mamá y lo estás siendo ahora con Min. Pero no es sólo eso. Eres… eres tú. Tú cuando me miras con esos ojos que no saben mentir. No sé como lo has hecho, pero te has metido en mi corazón y te quiero. Pero no va a funcionar. Ahora lo veo claro.

—Pero yo no… no puedo…

—Escucha —la miró con resignación—, ¿puedes hacer algo por mí? ¿Una última cosa?

Le miró, incapaz de pensar.

—¿Qué?

—¿Podrías cuidar de Min un día o dos? Tengo que poner en orden mis ideas y necesito hacerlo lejos de aquí.

—Pero Kangin…

Se sentó en la silla y se quitó los mocasines, sustituyéndolos por las botas.

Leeteuk trató de ser capaz de pensar para darse cuenta de lo que estaba sucediendo.

—Kangin, ¿qué estás haciendo? Te… tenemos que hablar.

—Ya es tarde para hablar.

—Pero Kangin, Yo…

Kangin se puso de pie.

—Limítate a responderme. ¿Cuidarás de Min durante unos días?

—Claro que sí, pero…

Abrió la puerta antes de que Leeteuk pudiera terminar su frase.

—Gracias —le dijo antes de salir.

Leeteuk se quedó inmóvil, oyendo el eco de sus pisadas en las escaleras.

Un poco más tarde oyó el rugido del motor de su moto.

Y entonces Leeteuk comprendió que lo había perdido.

Le había traicionado y por eso lo había perdido.

Y al perderlo se había dado cuenta de la verdad.

—Kangin… —murmuró, en la habitación vacía—. Yo, eh, yo te quiero. De verdad.

Se sintió como un completo idiota. Después de haberse pasado todos aquellos años buscando el amor, lo había dejado escapar, cuando por fin lo había encontrado.

El sonido del motor de la Harley de Kangin, en el garaje lo hizo reaccionar. Salió de la habitación a toda prisa y bajó las escaleras corriendo.

Kangin estaba ya saliendo cuando llegó Leeteuk.

—¡Kangin! —le llamó, y corrió tras de él.

Pero él no le oyó o se hizo el sordo y tomó la calle principal.

—¡Kangin! ¡Por favor, espera!

La moto hacía ya tanto ruido que era imposible que le oyera. Desesperado, Leeteuk vio que se dirigía a tomar la autopista que le alejaría de la ciudad.

Corrió detrás de él de todos modos por la calle principal. La gente se le quedaba mirando, asombrados de verlo correr descalzo por el centro de la ciudad, detrás del Jinete de Medianoche.

—¡Kangin, por favor…!

Sin hacer caso de los silbidos y las cosas que le decían continuó persiguiéndolo, aunque la distancia entre ellos aumentaba cada vez más. Llegó un momento en que lo perdió de vista y sintió como si el corazón se le hubiera salido del pecho. A pesar de todo siguió corriendo, intentándolo, deseando que ocurriera un milagro.

Al final, agotado y con los pies destrozados, se detuvo a un lado de la carretera. El corazón le latía a toda prisa en el pecho y le pidió que callara. Notaba que le faltaba el aire, y sin embargo contuvo la respiración.

Se quedó muy quieto, con la mirada fija en el punto donde lo había perdido de vista, tratando de oír aún el sonido del motor de su moto. Aún lo percibió a lo lejos.

Pero no tardó en convertirse en un susurro lejano.

Hasta dejar de oírse por completo.



Leeteuk regresó por la calle principal, con la cabeza muy alta. Los motoristas que le habían silbado y dicho algunas groserías al pasar, volvieron a hacerlo. Leeteuk apenas si los oyó, tan sólo podía pensar en Kangin.

Al llegar a casa, su madre y sus hermanos estaban esperándolo en la puerta.

Su madre corrió a abrazarlo.

—Leeteuk, cariño, ¿qué ha sucedido? —miró los pies desnudos y sucios de Leeteuk—. Hijo mío has corrido descalza…

Leeteuk no sabía que decir, así que prefirió callar.

Min se adelantó.

—¿Se ha marchado?

Leeteuk asintió.

—¿Adónde ha ido?

—No… no lo sé.

Los ojos de Min se llenaron de lágrimas.

—¿No lo sabes? —le preguntó, asustado.

Leeteuk hizo un esfuerzo para sobreponerse al pensar en lo que debería estar pasando el niño. Primero se había muerto su madre y poco después su hermano se marchaba de aquel modo.

—Va a volver, Min —le dijo, poniéndole la mano en el hombro.

Min se limpió las lágrimas.

—¿Cuándo?

—Pronto. Sólo necesita un poco de tiempo para pensar.

—Oh, Teukie, ha ocurrido algo, ¿verdad? Algo malo.

Hee intervino, entonces.

—¿Por qué no os subís arriba para hablar con tranquilidad.

—Un momento —dijo Inyoung—, me gustaría saber qué pasa…

Hee agarró a su madre por el brazo.

—Estaremos en casa, si nos necesitáis, ¿verdad, mamá?

—Pero…

—Vamos.

Inyoung se fue con él de mala gana. Seguidos de Donghae y Zhoumi.



Para cuando llegaron a la habitación del garaje, Leeteuk ya se había hecho a la idea de que tendría que contarle la verdad a Min, o al menos todo lo que fuera conveniente contarle a un niño de once años.

Así que cerró la puerta, se sentó con Min en la cama y le contó toda la historia, de la manera más rápida y más sencilla que pudo.

Le explicó que Hakyeong había contratado un abogado para tratar de apartarlo de Kangin y que habían decidido casarse para asegurarse de no perderla. Después le contó la visita de Kangsoon y lo que había significado.

Luego le contó la parte más difícil lo mejor que pudo.

—Así que resultó que ya no necesitábamos casarnos, después de todo, pero íbamos a seguir adelante. Kangin quería hablar más detenidamente, pero yo no podía dejar de pensar en que mi familia estaba abajo y debía estar preguntándose qué hacíamos para tardar tanto. Así que no le dejé hablar y herí sus sentimientos. Después, cuando estaba echándome una siesta aquí arriba, Hee vino a hablar conmigo y se lo conté todo. Kangin llegó cuando estábamos en medio de la conversación y le dolió mucho que hubiera accedido a hablar con mi hermano y no con él cuando me lo pidió.

Min meneó la cabeza.

—No entiendo a los adultos.

Leeteuk trató de aclarar las cosas a Min.

—Cariño, lo que pasa es que Kangin me ama.

Min puso los ojos en blanco.

—Eso ya lo sé.

Leeteuk dio un respingo.

—¿Lo sabes?

Min le tomó las manos entre las suyas.

—Y tú le amas a él.

—Bueno, sí.

—Entonces lo tienes que encontrar, pedirle perdón y traerlo a casa.

Leeteuk se quedó mirando un momento al hermano de Kangin y después lo atrajo contra él.

—Oh, Min, tienes tanta razón.

Min lo abrazó con cariño.

—Menos mal que me tienes a mí en los momentos duros.

—Sí, así es —estuvieron un rato abrazados y después Leeteuk se apartó lo suficiente para mirar a los ojos de Min—. Pero, ¿dónde puede haber ido? ¿Tal vez a la cabaña que tiene detrás del taller?

—No creo, porque si de verdad quiere estar solo, sabe que ese será el primer sitio donde lo buscaremos.

—Entonces, ¿dónde?

—Tiene muchos amigos en la ciudad. Seguro que lo sabe alguno.



Una hora más tarde, Leeteuk encontró a uno de sus amigos en el bar al que solían acudir todos los motoristas. Estaba poniendo una canción en la máquina.

—Perdona, ¿Changsoo?

El motorista se volvió, lentamente. Al contrario de Kangin tenía un montón de tatuajes bien a la vista. Tenía los dos brazos cubiertos de serpientes, corazones sangrantes y puñales.

El motorista sonrió, satisfecho.

—Vaya, ¿qué tal te va muñeco?

Le había llamado del mismo modo que el día que discutieron con él, hacía un año.

—Me llamo Leeteuk —puntualizó, con la cabeza bien alta.

—Para mí siempre serás «muñeco».

Leeteuk decidió que en aquel momento le interesaba pasar por alto su insolencia.

—Estoy buscando a Kangin.

El motorista dejó escapar una carcajada. Un colega suyo que estaba cerca, rió también. Por los altavoces de la máquina de discos se oía una canción de Kim Janghoon.

—Tengo entendido que a ti Kangin ya no te busca.

Leeteuk no hizo caso del tono provocador de Changsoo.

—Es importante que lo encuentre. ¿Sabes dónde está?

—Todo el mundo te ha visto perseguirlo por la ciudad. Me parece que si hubiera querido hablar contigo, te habría dejado alcanzarlo.

Leeteuk hizo caso omiso del tono despectivo con que le hablaba el motorista y siguió a lo suyo.

—¿Sabes dónde está o no?

Changsoo lo miró de arriba abajo.

—¿Sabes una cosa? Si el «Jinete de Medianoche» no quiere ya saber nada de ti, a lo mejor lo intento yo.

Aquello ya fue demasiado para Leeteuk, que dio media vuelta y se dirigió a la puerta.

—¡Eh, muñeco! —Leeteuk se quedó como petrificada—. Sé dónde encontrarlo —le dijo.

Leeteuk se volvió hacia él.

—¿Dónde está?

Lo volvió a mirar de arriba abajo.

—Te llevaré allí.

—No, gracias.

El motorista se apoyó contra la máquina de discos.

—Si quieres llegar hasta él, tendrás que montar conmigo.

—Tal vez otra persona me diga dónde está.

Miró a su alrededor. Todo el bar estaba lleno de motoristas, hombres, jóvenes  y mujeres, vestidos de cuero negro, vaqueros y botas camperas. Mientras miraba a su alrededor, ellos lo miraron a su vez, sin mucho interés, pero ninguno dijo una palabra.

Changsoo seguía sonriendo, burlón.

—Me parece que tendrás que montar conmigo en la moto.

Leeteuk se mantuvo derecho, aunque un escalofrío le recorrió el cuerpo. Se dijo a sí mismo con firmeza que no tenía nada que temer de Changsoo. Estaba seguro de que ningún motorista iba a intentar aprovecharse de la pareja del Jinete de Medianoche. En cuanto encontrara a Kangin todo iría bien.

—Tú escoges, muñeco.

—De acuerdo. Vámonos.

Leeteuk desde allí llamó a Min.

—¿Has averiguado dónde está, Teukie? —le preguntó el niño.

—Estoy en ello y te prometo que lo traeré a casa, sano y salvo. ¿Puedes decir a Hee que se ponga?

Min le pasó el teléfono.

—Hola.

—Escucha, ¿te acuerdas de Changsoo?

—¿Quién podría olvidarlo?

—Dice que sabe dónde está Kangin y va a llevarme allí.

—Oh, no.

—Hee, tengo que hacerlo. No te preocupes, estaré bien.

—Deja que llame a Siwon. Iremos nosotros también.

—No, esto lo voy a hacer solo. Es importante. Significa mucho para Kangin que me atreva a ir solo.

—Es una locura.

—Hee, estaré bien. Todos los motoristas respetan a Kangin. Changsoo no se atrevería a hacerme nada. Sólo quería que supieras lo que voy a hacer.

—No lo hagas, Teukie.

—Hee tengo que hacerlo si quiero recuperar a Kangin.

—Dios, ten cuidado.

—Lo tendré. No te preocupes.

—Ya, claro.

—Deséame suerte y no dejes que ningún miembro de la familia se vaya. Estaré de vuelta a tiempo para mi boda.

—Muy bien.

—Y traeré conmigo al novio.

—Teukie, estás loco.

—Te quiero, Hee.

Changsoo estaba en la puerta del bar, apoyado en el asiento de su moto, junto con otro motorista.

—Te pediré prestado un casco —le dijo Changsoo, cuando llegó a su lado.

Un joven le lanzó uno. Lo alcanzó limpiamente cuando llegó a él y después se lo tiró a Leeteuk, quien levantó las manos justo antes de que le diera en la cara. Oyó unas cuantas risas procedentes de los motoristas.

—Póntelo —le dijo Changsoo.

Leeteuk se puso el casco, mientras Changsoo se subía en la moto y se colocaba el suyo. Lo mismo hizo el compañero. Después pusieron las motos en marcha, haciendo rugir sus poderosos motores.

—Súbete —le gritó Changsoo.

Leeteuk se subió detrás, con cautela.

—¡Agárrate a mi cintura!

De mala gana, Leeteuk le rodeó la cintura con los brazos. Changsoo aceleró un poco y de repente pisó el freno, haciendo que la moto se fuera hacia delante, dando un susto de muerte a Leeteuk que se agarró con fuerza a él. El motorista soltó una carcajada.

Después condujo despacio hasta que salieron de la ciudad. Pasaron por la calle Bridge que estaba llena de motoristas que les gritaban cosas.

Por fortuna, Leeteuk no pudo oír lo que decían porque el ruido de las dos motos ahogaba sus palabras. Trató de no mirarlos, manteniendo la vista fija en el frente. Pensó en Kangin y se dijo a sí mismo que lo vería pronto y todo volvería a ir bien.


Pero no lo vio pronto.

El viaje duró horas. Cada poco tiempo paraban en el aparcamiento de algún bar cutre de carretera, echaban un vistazo y volvían a emprender la marcha. Aunque Changsoo no se había molestado en explicarle el por qué de esas incursiones, Leeteuk se imaginó que se estaban deteniendo en los lugares en que podía estar Kangin, buscando su moto entre las otras que había aparcadas.

Pero la moto de Kangin nunca estaba allí, así que continuaban su camino. A Leeteuk le dolían ya los oídos y el trasero, y además, a medida que avanzaba el día, hacía más calor.

—Tengo que ir al servicio —dijo Leeteuk al llegar al último pueblo.

—Pues no tardes.

Leeteuk se bajó de la moto y se dirigió al servicio, tan rápido como sus temblorosas piernas pudieron llevarle. Cuando ya se estaba lavando las manos, se miró al espejo y no pudo evitar soltar un gemido al ver la cara que tenía. El casco y el sudor habían hecho que el pelo se le pegara a la frente. Se le había entumecido la parte de la cara que no tapaba el casco así como las manos. Para remate le dolía el trasero de estar sentada tanto tiempo y le pitaban los oídos por el ruido que hacía la moto. Pensó que tal vez había tenido razón Hee al decir que aquello era una locura.

Oyó llamar a la puerta con impaciencia, cuando se estaba lavando la cara.

—Vamos muñeco. Muévete.

Con un suspiro se limpió la cara, se lavó las entumecidas manos, y tras ponerse el casco, volvió a subirse detrás de Changsoo.

Siguieron su camino. Changsoo y Leeteuk iban delante. Se hizo de noche, pero la temperatura de aquella calurosa noche no pareció disminuir.

Las carreteras cada vez eran más polvorientas y cada vez era más tarde. Aún así, siguieron atravesando pueblecitos tan pequeños que Leeteuk no podía recordar sus nombres, dejando tras de sí una nube de polvo.

Y entonces, a unos kilómetros de uno de aquellos pueblecitos, vieron brillar una luz entre unos árboles. Doblaron una curva y delante de ellos apareció una destartalada casa de madera, con la pintura, de un horrible color verde, descascarillada y un enorme porche casi derruido.

Había una fila de motos aparcadas delante del local. Los tres se pusieron a buscar la Harley de Kangin.

Leeteuk sintió que el corazón se le subía a la garganta, al ver la moto de su amado.

Por fin lo había encontrado y las cosas volverían a ir bien. Tenía que ser así.

Se quitó el casco y se preguntó dónde lo tendría que dejar. Changsoo lo tomó y lo colocó en su moto, con el suyo.

—¿Estás listo? —preguntó Changsoo a su colega.

—Apuesta algo a que sí.

Changsoo rodeó el hombro de Leeteuk con uno de sus tatuados brazos.

—Entra conmigo, muñeco. Veremos si el Jinete de Medianoche te reclama como su chico. Si no es así, bueno, siempre me tendrás a mí…

Leeteuk trató de soltarse, pero Changsoo se echó a reír y lo apretó más contra sí.

Leeteuk le miró, haciéndose el duro, tratando de no pensar en las cosas que podrían sucederle en aquel sitio, lejos de cualquier lugar conocido, en plena noche, y con la sola compañía del lascivo Changsoo y su colega.

—Déjame en paz, Changsoo —fue lo único que consiguió decir. Pero él se limitó a echarse a reír y estrechar su abrazo.

—Tómatelo con calma, muñeco, que ya falta poco —le musitó al oído.

Leeteuk se mordió el labio e hizo un esfuerzo sobrehumano para no echarse a llorar.

Mientras subían los escalones que llevaban a la entrada del bar, Leeteuk, forcejeó para soltarse, pero Changsoo no lo dejó. Cada vez que trataba de soltarse, el motorista lo apretaba más contra él, entre carcajadas.

Así, medio tambaleándose, llegaron a la puerta, que Changsoo abrió de una patada, haciendo entrar a Leeteuk.

La puerta se cerró tras de ellos y Leeteuk miró a su alrededor, buscando a Kangin, con desesperación. No le vio, pero sí echó un vistazo al lugar al que lo había llevado Changsoo, que convertía al bar que frecuentaban los motoristas en Kona City en una cafetería de primera categoría.

Exceptuando las dos bombillas que alumbraban las dos mesas de billar, el resto de la iluminación procedía de unos anuncios de cervezas. El aire apestaba a tabaco, alcohol y sudor.

—Eh, Changsoo, ¿qué tienes ahí? —le gritó alguien, al otro lado del local—. ¿Lo quieres compartir?

Buscando con desesperación Leeteuk volvió a mirar a su alrededor, nervioso.

Cada vez estaba más asustado, aunque se juraba a sí mismo que no permitiría que se lo notaran.

Changsoo soltó una carcajada antes de responder a la pregunta que le acababan de hacer, sobre compartir a Leeteuk.

—No lo he decidido todavía.

Al decir esto, aflojó un poco la fuerza con que sujetaba a Leeteuk, que aprovechó para darle un empujón.

Changsoo se tambaleó un poco, pero pronto recuperó el equilibrio.

—Vaya, muñeco —le dijo con tono lastimero, fingiendo que le había hecho daño—, eso no ha estado nada bien. ¡Vuelve aquí! —le dijo, entornando sus despreciables ojos.

—¡Déjalo en paz, Changsoo!

Era la voz de Kangin, tan suave y tranquila como siempre.

Leeteuk se dio la vuelta y lo vio, entre las sombras, al otro extremo del bar.

Changsoo miró a Kangin.

—Te he traído a tu chico, si es que todavía lo quieres —Changsoo esbozó una desagradable sonrisa—. Bueno, ¿qué dices? ¿Es tuyo este joven o no?

Leeteuk contuvo la respiración.

—Sí, es mío —respondió Kangin.

Y Leeteuk volvió a dejar que el aire le entrara en los pulmones.

Changsoo soltó una sonora carcajada.

—Sólo estaba asegurándome —se dirigió a Leeteuk—: ¿No vas a darme las gracias por haberte traído hasta aquí?

—Claro, gracias, por haberme traído —le dijo, con la cabeza bien alta.

—De nada. Cuando quieras, repetimos —se dirigió a su compañero—: Vamos a emborracharnos —y los dos hombres se dirigieron a la barra.

Kangin pagó lo que había bebido y se dirigió hacia Leeteuk.

Lo vio llegar y pensó que parecía tan cansado y polvoriento como él, pero aún así sólo verlo le aliviaba, como un buen trago de agua aliviaría a un sediento.

—Oh, Kangin —le dijo, cuando le tuvo a su lado. Y trató de tocarlo.

Kangin dio un paso atrás, antes de que él pudiera alcanzarlo.

—¿Dónde está Min?

—En casa y a salvo. Te lo prometo.

Lo miró largo rato, como si estuviera decidiendo si creerle o no. Después se encogió de hombros.

—Vamos —le dijo, sin que su voz dejase traslucir ninguna emoción—, pareces agotado. Te llevaré a donde puedas dormir un poco y mañana me encargaré de que regreses a casa —se dirigió a la puerta.

Leeteuk se quedó inmóvil, mirándolo alejarse mientras se daba cuenta, con el corazón destrozado, que nada había cambiado. Le vio salir y entonces se fue tras él.

Fuera, a lo lejos se podía ver la luna llena sobre unas colinas. Como ya era muy tarde el calor había disminuido un poco. Leeteuk permaneció bajo el ruinoso porche, mientras Kangin sacaba la moto de la fila donde estaba aparcada.

Cuando creyó que los otros motoristas no podían verlo, le dirigió una mirada impaciente.

—Debes haber traído un casco, porque si no te hubiera detenido algún poli en la autopista.

Leeteuk avanzó un poco y se apoyó en uno de los pilares del porche, sin dejar de mirar a Kangin.

—Leeteuk, ¿dónde está tu casco?

Él suspiró.

—Allí, sobre la moto de Changsoo.

—Tráelo.

—Escucha Kangin, yo…

—Trae el maldito casco de una vez y vayámonos lo antes posible de aquí.

Leeteuk bajó del porche con una tremenda sensación de derrota y se dirigió a la moto.

Kangin puso en marcha la Harley. El sonido de su motor retumbó como un trueno en medio de la noche.

Leeteuk se puso el casco rojo.

—Muévete —le gritó, tratando de hacerse oír, a pesar del ruido de la moto.

Leeteuk se acercó a él.

—¡Sube!

Entonces, él se detuvo.

—¡Vamos, Leeteuk!

No podía. Antes tenía que saber si aún le quedaba alguna esperanza. Se había pasado muchas horas subido en una moto y tenía derecho a saberlo.

—¿Lo dijiste de verdad, Kangin? ¿Soy todavía tuyo?

Primero le miró a él y después a lo lejos.

—Sube.

Leeteuk tiró el casco al suelo polvoriento y gritó:

—Kangin, estaba equivocado al pensar que mis estúpidos sueños de toda la vida eran ni siquiera un poco mejores que lo que teníamos tú y yo.

—Leeteuk…

—¡No, escucha! ¡Por favor, tienes que escucharme! —hablaba a gritos para asegurarse de que Kangin lo oía todo a pesar del ruido del motor de su Harley—. En el mismo instante en que te marchaste de mi lado, tuve que admitirme a mí mismo la verdad. Te amo —Kangin miró hacia el bar de carretera y Leeteuk le siguió la mirada. Tenían compañía. Los motoristas que antes estaban dentro habían salido a mirar. Pero a Leeteuk no le importaba nada haber congregado una muchedumbre. Volvió a repetir lo que había dicho, bien alto—. Kangin, te amo. Te amo de verdad.

—Escucha, súbete a la moto.

—No. Te lo digo en serio. Te quiero. Habla conmigo, por favor.

—Aquí no.

—Entonces, ¿dónde?

—Eso —gritó uno de los motoristas—. Si no es aquí, ¿dónde va a ser, chico?

Un murmullo procedente de la muchedumbre corroboró sus palabras.

—Leeteuk… —movió la cabeza, de un lado a otro.

—¡Dile otra vez que lo amas! —le indicó una voz cavernosa.

—¡Dile que no puedes vivir sin él!

—¡Dile que quieres montar con él hasta que ya no puedas montar más!

Leeteuk respiró profundamente, para tomar fuerzas y se enfrentó a todos aquellos peligrosos personajes.

—Perdonen, pero esto es una conversación privada. ¿Les importaría…?

Ninguno de los motoristas se movió. Les hizo un gesto de desagrado con la mano y se volvió a Kangin.

—Muy bien, te lo diré cien veces. Te quiero. No… no puedo vivir sin ti. Quiero montar contigo… umm…

—¡Hasta que no puedas montar más! —terminó una voz por él.

—Eso es —dijo Leeteuk—. Gracias.

—Sin problema —le respondió la voz.

Kangin paró la moto y se apoyó en el manillar.

Leeteuk lo miró y habló desde lo más profundo de su corazón.

—Te quiero mucho. Nunca pensé que podría amar a nadie como te amo a ti. Tal vez fuera alguien superficial hasta que te encontré. Alguien que tropezaba una y otra vez en la misma piedra, tratando de encontrar un hombre tan vacío como él. Hasta que apareciste tú. Y, oh, Kangin lo supe enseguida, aquel día en que encontramos a Seyoung, pero no quería admitirlo. Entonces Min lo arregló todo, porque él me necesitaba para que me casara contigo. Parecía tan noble que me casara contigo por el bien de Min, pero ahora no nos tenemos que casar por él. Si me caso contigo será simplemente porque es lo que deseo hacer, porque te amo. Y ya te he dicho cuanto me asusta darme cuenta de todo lo que te quiero. Pero perderte, me asusta aún más…

Le estaba escuchando y se estaba ablandando. Lo sabía.

Leeteuk se puso de rodillas en el suelo polvoriento.

—¡Oh, Kangin, por favor! —le suplicó—. ¿Qué quieres que haga? Haré cualquier cosa por ti. Te lo juro.

—¿Cualquier cosa? —le preguntó, con una sonrisa maliciosa.

Leeteuk sabía que ya lo había convencido, pero asintió con la cabeza, de todos modos.

—Sí, haré lo que quieras, si te casas conmigo, si me dices que vas a pasar conmigo el resto de tu vida.

Entonces sí que sonrió y los ojos le brillaron con malicia. Se bajó de la moto y tendió una mano a Leeteuk.

Él la tomó y entonces Kangin lo atrajo hacia sí y lo besó como nadie lo había besado hasta entonces.

En el porche, los motoristas empezaron a silbar y a aplaudir.

—De acuerdo, maldita sea —le susurró Kangin al oído—, tal vez funcione, después de todo. Tienes cerebro, corazón y agallas, Park Leeteuk. Te voy a amar, como nunca ha sido amada persona alguna. Para el resto de nuestras vidas.


Dos días más tarde, después de la ceremonia y el banquete, después de que salieran de Kona City, escoltados por una multitud de motoristas, después de su noche de bodas en un coqueto hotel, Kangin llevó a Leeteuk a un salón de tatuajes que conocía, para que cumpliera su promesa de hacer cualquier cosa que le pidiera él.

Fue un pequeño tatuaje, en un lugar donde nadie más que Kangin lo podía ver.


Un corazoncito con su nombre.




FIN

11 comentarios:

  1. Wahahaha x fin puedo comentar.... me encanto esta historia son tal para cual ese par y los motoristas son rudos y dan miedo pero fueron de mucha ayuda para para que el patito recuperara a su mapache rebelde :3 un fic hermoso n.n

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  2. Que hermosa historia me encanto!!! me imagine a Teuk con ese tatuaje jejjeje!!
    La forma en que teuk le dijo varias veces que lo amaba fue tan tierno
    Gracias por tomarte tu tiempo y traernos tus historia
    Cuidate
    Rox Andres 05

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  3. Ohhh fue genial el capitulo final maravilloso Yota, especial que teukkie hiciera esto de buscarlo en la moto,por fin vencio sus miedos y lo busco para decir que lo ama genial final.

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  4. Ay un corazoncito con su nombre. Jajajaja, que bueno que hallas actualizado hoy. Estuvo super el final. Al fin consiguio su macho.

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  5. Amé este capitulo!! Mas tierno no pudo ser!! Aaah! ya decía yo que a esos dos les sale puro amor por los poros! XD Tukie tuvo mucho valor y me encanto como se confeso enfrente de todo mundo!! Aww!
    Jajaja!! El tatuaje XD Jajaja!! Lindo detalle!!

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  6. rosaliehale:
    DEios que final!!! Estuvo muy bueno y muy gracioso, de todos los capitulos de esta adptacion este es mi favorito, Leeteuk hablo desde el corazon e hizo cosas que casi nadie haria con tal de tener a su amor al su lado.
    Me encanto lo del tatoo

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  7. Y aquí el más sabio de todos era SungMin, él ya sabía que se amaban xD

    Me sentí muy mal por Teukie y por Kangin, pero me alegró que Min animará a Teukie en buscar a Kangin y que este se animará a hacerlo, mira que es valiente, estuvo por horas con ese otro motociclista.

    Me gustó que Kangin dijera que Teukie es suyo y que al final lo perdonará, y le dijera que lo iba amar mucho.

    Fue un final hermoso con tatuaje y todo.

    Gracias por el Mp y por la adaptación.

    Nos leemos en los otros fics. Bye ^^

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  8. Waaaaaa ya es el final qe emocion... me encanto teuki por idiota casi lo pierdes pero supiste que hacer... que lindooo aaaa se casaron al fin y por amor como ellos decian ahora se hiso realidad n.n

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  9. Por un momento pense que ese tipo le iba a hacer algo a teuk,pero me acorde que ya habia hablado con kangin sobre teuk,y que bueno que en verdad lo ayudo,seguro veian a kangin muy cambiado,claro,el amor tenia todo que ver.
    Por poquito y la agonia se hace mas larga,tonto teuk,pero bueno,penso a tiempo y puedo unir lo que estaba destinado.
    Lo único que no me gusto,o no nos gusto,es que solo kangin puede ver el tatuaje,es injusto,estuvimos en toda la travesia de su amor y nos salen con esto.....puf.......¬¬

    En fin,muy bonita novela,buena adaptación......gracias......^^

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  10. Por fin lo termino!!!!!!! Esta buenísimo esta historia. Me gusta mucho la forma en que terminó. Leeteuk te admiro!!!!!!!!!!!!!!!! Amo esta historia.

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  11. Ohhhhh, fue una historia perfecta, ame todos y cada uno de los capis en serio Kangin todo maloso con su moto y Teukie como un ángel en serio lo ame mucho amo tu trabajo espero sigas así *^*

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...